La vida sigue.
Todo el verano estuvimos ocupados follándonos con los amigos de la playa a fin de alegrar su vida, alegrándonos la nuestra, a excepción de los días que venían los niños que follábamos solo Abelardo y yo en nuestra cama, por respeto.
Los hermanos de Abelardo venían cada semana en julio y agosto. Estaban morenazos, muy negros por el sol, la arena y el salitre de la playa. Como quiera que la arena y la sal suelen tener cristales ayudan al sol a quemar la piel de manera suave y eso que siempre le dábamos protectores a Ifi para ella y para sus hermanos, pero el sol es más poderoso que los protectores. Además, como los niños no paraban de entrar y salir al agua el efecto protector no era tan efectivo, pero hacía que no les dañara con llagas. Abelardo siguió mi normativa que consiste en ponerse algo de protector al comienzo del verano e ir prescindiendo sin dejar que se llague la piel con quemaduras. Por la mañana nosotros salíamos temprano e íbamos a la nudista. Por la tarde acompañábamos a los niños cuando ya no picaba el sol y así salíamos con short y para bañarnos un rato usábamos el mini slip. Al salir usábamos la sombrilla como Ifi para no marcar línea solar en torno al pubis e ingle.
Los niños vinieron el primer día con un short normal, pero nos pidieron un speedo como los nuestros y nos los llevamos a una tienda deportiva para que se eligieran bañador y equipo para juego. Estuvieron todo el verano felices, cambiándose de ropa, si playa, si deporte, si paseo y si salíamos a cenar. Yo era el que mejor me lo pasaba, por ver a unos muchachos felices que su hermano invitaba a cenar en una terraza de restaurante o les acompañaba a comprar algunos caprichos. A mí me hubiera gustado poder tener hermanos más pequeños y hacerlos felices y pude descubrir que los hermanos de Abelardo podían ser mis hermanos y, aunque nunca me faltó el cariño de mi taita, tener unos padres cerca que me querían y me lo demostraban, también me agradaba. Es verdad que mi vista se iba fácilmente detrás de otros hombres y sentía atracción por tipos que veía en la playa, pero nada comparable con Abelardo que ya no solo era él, sino su familia a la que me había unido.
Incluso mi taita era más feliz de verme con amigos y por supuesto con Abelardo a mi lado que tranquilizó, apaciguó y dominó mi espíritu deseoso e insaciable, sino que ella se hizo una amiga en la madre de Abelardo a la que invitaba a casa. El día 23 de agosto fuimos todos a mi casa, toda la familia de Abelardo y toda la familia de don Fermín, era el onomástico de mi taita, la llenamos de regalos y le hicimos la vida agradable, pero todo el mundo se admiró de ver a una mujer humilde que se hizo cargo de mí y me quería con la misma locura que una madre quiere a sus hijos.
Llegó septiembre y había que pasarse por la Universidad para ver cómo iban los asuntos. Recogí un par de cartas, una era del Rectorado que me citaba a una reunión para considerar la posibilidad de que yo encabezara un consejo para el deporte, es decir, para recabar fondos. Respondí de inmediato que sí y me personé al Rectorado para confirmarlo y asegurar que ayudaríamos con becas a los buenos deportistas que sacaran provecho en sus estudios.
En esas visitas nos reencontramos con muchos amigos. Abelardo se dedicó a ver cómo estaban las zonas deportivas, qué habría que mejorar y cómo, pero también se interesó por contactar a sus colegas en la preparación de los tres equipos. Yo me interesé para que el equipo funcionara y busqué por todos los medios al que más me costó encontrar, a Mauricio. Había tenido problemas con Alicia, su novia, y estaba medio decaído. Entonces le dije de ir a hablar con ella, le gustó la idea y nos reunimos en la cafetería más cercana.
Conversamos los tres lentamente; todo consistía en meros rumores y maledicencias, a ella le habían dicho que si Mauricio era maricón y todo eso que la gente habla sin saber. Lo más fácil de resolver con palabras sinceras de mi parte:
— El maricón soy yo, tengo novio y por supuesto no es Mauricio, él es mi amigo y tú eres mi amiga, ¿tanto problema supone esto? Si yo soy el problema, no nos volvemos a hablar ni para saludarnos y todo resuelto.
Alicia se levantó, me besó, besó a Mauricio y seguimos conversando, hablamos de casi todo y cuando la conversación estaba más animada, los dejé solos. Salí a hacer unas llamadas telefónicas, vino Abelardo, nos pusimos a hablar de cómo le había ido. Estaba muy animado. Al punto Mauricio y Alicia salieron muy cogidos del brazo, como verdaderos enamorados; entonces le presenté a Abelardo, que ya lo conocía. Se saludaron con un beso a la cara, y le dije:
— Alicia, Abelardo es mi novio.
— Muy guapo es tu novio, —dijo Alicia.
— Eh, eh, y yo ¿qué?, —replicó Mauricio.
— Tú no eres muy guapo, amorcito, eres el más guapo de toda la ciudad, —contestó ella y nos quedamos mirándonos Abelardo y yo. Mauricio sigue feliz porque Alicia está verdaderamente enamorada, las dos parejas nos hemos hecho muy amigos, salimos juntos para pasear o tomar algo, e incluso al cine. Los maledicentes han tenido que cerrar sus bocas, ahora hay dos parejas una de heteros y otra de gays que son amigos habituales casi para todo. El que quiera que desespere, pero eso no es raro que ocurra.
No obstante, un día conversé atentamente con Frasquito, ya que es de lengua fácil por hacerse el gracioso. Después de una amena conversación, le dije:
— Frasquito, te queremos como amigo, pero no debes ir contando por ahí las cosas que se nos ocurre hacer para divertirnos, menos aún dar a entender cosas que no son, porque al final resulta que quedas mal tú y corres el riesgo de perder amigos. Sabes que me refiero al comentario que has dicho a algunos respecto a Mauricio…
— Sí, es verdad, pero todo era broma, —me interrumpió, replicando.
— Pues no gastes esas bromas; de los demás no cuentes nunca nada, te puedes equivocar, te pueden entender mal y hacer un daño tremendo, como el que has hecho a Mauricio, —me quedé mirándolo a la cara fijamente.
— Lo siento, lo siento, lo siento…, —se fue sin decir nada.
Frasquito se fue también del equipo, se peleó con Santi, pero Santi, aún sabiendo que Frasquito había hablado más de la cuenta, no comprendía porque se dejó el equipo y rompió con él. Varias veces me preguntó Santi qué le pasaba a Frasquito, nunca le contestaba, pero como insistía, le dije:
— Nosotros tenemos que ser discretos, cuando hablamos más de la cuenta y decimos cosas de terceros que son inciertas inciertas, falsas, difamatorias o calumnias, nos tratan a todos por igual. Nuestro comportamiento social y público ha de ser honesto, discreto y generoso. Ahora ya puedes entender, solo te digo que Frasquito ha tenido la oportunidad de ser ayudado y si quisiera seguiríamos ayudándole. La pelota está en su tejado. No te marees más.
Se fue verdaderamente triste. Con estas palabras entendió todo el asunto, porque lo unió a lo que sabía, no le había dado importancia y al final resultó que el daño, aunque reparado, se hizo de modo muy grave.
Pasó septiembre, hubo partidos amistosos, el equipo estaba en forma, incluso mejor que antes, el nuevo entrenador estaba maravillado por el potencial de los chicos y el esfuerzo que desarrollaban. El entrenador del equipo sub18 estaba muy animado, aunque casi todos los chicos venían totalmente nuevos y el trabajo para el míster era considerable. Abelardo intentó formar un equipo de juveniles, que provenían de los colegios, estaba contento porque había hecho como dos equipos, el A y el B. El primero sería el oficial y el segundo para ver los posibles fracasos o cansancios que ocurren con los muchachos que son más endebles y renuncian a jugar al poco tiempo. Pero la capacidad de Abelardo estaba fuera de discusión. Además, los domingos tenía un equipo de infantiles en donde estaban sus dos hermanos menores.
El directorio deportivo lo formábamos bastantes personas, todos entusiastas del deporte universitario. De vez en cuando me paseaba por los vestuarios diciendo que con una asignatura suspendida o pendiente de examen no se podía pertenecer al equipo, aunque jugaran de maravilla, estimulaba a los jugadores y don Fermín iba ejecutando mis deseos respecto a las becas de estudio para estudiantes deportistas.
De vez en cuando, al acabar los partidos, me gustaba ayudar al muchacho que recogía los materiales y la ropa olvidada, ya le dije que tenía que hacer con la ropa olvidada y que un día sería recompensado. Como el chico era nuevo y tenía conocimiento de mi situación en el directorio, me preguntó por qué le ayudaba a recoger las cosas. Le contesté:
— Me recuerda el tiempo que estuve haciendo esta tarea; es una buena labor para poner orden en las cosas; y como hay desinteresados es bueno para gente necesitada.
Mi taita seguía haciendo la labor de contacto con los centros de apoyo social para hacer las entregas, acompañando las prendas de ropa y calzado con un cheque. Era una labor personal suya en la que yola colaboraba, de modo que nunca me inmiscuyó en el asunto de cara a los demás.
Habitualmente, aun estando en septiembre, aunque nuestros amigos Lucas y Nacho ya no tenían la casa en alquiler y trabajaban durante la semana, muchos fines de semana venían en viernes y se iban el domingo por la tarde, pernoctaban con nosotros y nos lo pasábamos bastante bien. Los días que venían se encargaban de cocinar, pero ya no fue necesario que trajeran nada, porque un día me fui con Nacho y compramos todas las cosas necesarias para preparar sus manducas.
Nacho y Lucas son mayores que nosotros, pero son unos tíos con mucha vitalidad y cantidad de amistades, a veces nos han traído algunos amigos suyos muy divertidos y sexualmente insaciables, como cuando vino con ellos Celio. Este tipo es una auténtica fiesta. Si estás con él lo mejor es estar siempre desnudo, porque cada dos por tres te está pidiendo que saques la polla para mamártela o te pone el culo para que lo penetres y te descargues en él tu lefa. Es uno que ellos conocieron en la misma playa. Me hablaron de él, diciéndome que me gustaría conocerlo y les dije que no hay problema. Todo esto nos llevó a realizar una fiesta como final de septiembre en la playa. Ellos iban a traer algunos conocidos suyos y nosotros algunos nuestros. Acudieron a la fiesta los siguientes, por parte nuestra: Leoncio, Canales, Martín, Santi, Jaime, Marcelo, Calvero, Fernando, por supuesto Abelardo y yo; por parte de ellos invitaron a cuatro chicos muy jóvenes, a Celio, a su primo Mario, a un tal Beto y a Luciano, éste es hermano de menor de Lucas y Beto novio de Luciano, ambos de 18 años, iban a comenzar el último año del colegio; también a Toño y Hermes, este sobrino carnal de Nacho, hijo de una hermana, y Toño era pareja informal o amigo muy íntimo de Hermes, y por supuesto Lucas y Nacho. A todos se les informó que las parejas se formarían al azar. Se les indicó que habría comida abundante, bebidas más que suficientes, barra libre y condones en bandejas por toda la casa para usar a discreción. La verdad es que cuando les estaba recibiendo a todos, me parecían salidos de una casa de belleza.
Los más divertidos al presentarse eran Toño y Hermes, parecían dos locas perdidas, porque venían totalmente maquillados, vestidos de chica, con reflejos de mil colores en su cabello bastante largo. También Beto y Luciano llevaban el pelo pixelado. En total éramos 18 dispuestos a pasarlo bien. Al entrar, cada uno recogía un sobre cerrado que contenía una tarjeta, para abrirlo en la sala. Las parejas se formaron entre los que tenían en el sobre un número coincidente, ya que había 9 números, duplicados en 18 sobres.
Como nos reunimos en viernes, casi de noche, hacia las 9, pasamos de inmediato a la cena en el comedor. Allí Abelardo nos dio la oportunidad de intercambiar el sobre cerrado aún para ampliar las posibilidades de no saber ni con quien hacíamos pareja. Pasamos a la sala. Estando sentados en los sofás y sillones, cada uno abrió su sobre y se fue a buscar su pareja. Encontrados ambos, se sentaban juntos y ya se convertían entre ellos en dueños de su vida para esa noche, por lo menos. Las parejas se formaron del siguiente modo: Santi con Nacho, Martín con Mario, Leoncio con Doro, Canales con Celio, Jaime con Lucas, Marcelo con Beto, Calvero con Luciano, Fernando con Toño y Abelardo con Hermes. Abelardo pasó una canasta para colocar las ropas que se iban a quitar y Hermes llevaba otra para las zapatillas.
De la sala de estar, como aún hacía calor y el día había salido caliente, nos fuimos en pelotas a la piscina. El agua estaba rica, ni fría ni caliente, y la piscina iluminada por dentro y en su entorno. Todo el mundo sabía que era noche libre para ir a donde quisieran y ya habían visto la mesa con bebidas alcohólicas y el frigorífico con cervezas, refrescos y agua. El dormitorio estaba en el tatami donde había colchones de tamaño Queen (estándar): esta medida brinda un poco más de espacio a la comodidad de dos personas para jugar por ser espacioso y largo, es decir 152 cm. de ancho x 200 cm. de largo, equipados con sábanas y colchas por si se dormían y sentían el fresco de la noche, nadie usó las colchas. En la cabecera de cada colchón estaban los números asignados a cada pareja.
Esa noche del viernes, nadie se fue a la calle, había dos parejas follando en la piscina dentro del agua, Santi con Nacho y Fernando con Toño. Estos estaban casi juntos y se contagiaron, porque comenzó Nacho con Santi y se contagió primero Fernando que, según decía, no había follado desde que acabó el curso, luego Toño que también estaba con ganas. Leoncio y yo nos fuimos a secar con una toalla los dos y pasamos a la sala. Leoncio tenía ganas de follarme y estaba feliz por ser su primera pareja. Así que me puse en cuatro apoyando las manos sobre el sofá y saqué culo, elevándolo, como quien dice, «anda, tuyo es», me puse un condón y Leoncio me abrió las nalgas, me separó un poco más los pies, metió su cara entre mis nalgas y comenzó a darme de chupetones que yo estuve delirando y le grité:
— ¡Pero folla ya, joder, folla de una puta vez!
— No lo dudó, se metió un condón, echó en mi culo una par de escupitajos y comenzó a meter polla mientras yo movía mi culo desde las caderas para facilitar la penetración. Ya no entiendo de dolores, sino de placeres, me sentí tan bien cuando me estaba follando con su mete y saca, que ni pensaba ya en el dolor. A todos llega el momento y le llegó a Leoncio, se vino, como noté sus espasmos, me corrí dentro de mi condón. Sacó Leoncio su polla y nos sentamos ambos abrazados y besándonos, todavía con la leche en los condones y los condones en las pollas. Me lo quité, lo anudé, Leoncio hizo lo mismo, se lo quité y los eché a la papelera, diciendo:
— Mira donde ha quedado nuestra virilidad.
— Luego te toca a ti, —me dijo.
Nos pasamos mucho rato contándonos cosas ocurridas a él sobre todo, pero yo también le conté algunas cosas desde la última vez que nos vimos. Luego nos fuimos a la piscina, donde seguimos hablando y besándonos, no nadamos nada, era por estar en algún lugar. Todavía había algunos allí. Pero otros se habían ido, pensaba yo que se habían ido al tatami. Leoncio quería que yo lo follara en la sala. Así que al rato salimos, de nuevo nos secamos y nos metimos en la sala, había tres parejas: Canales y Celio, haciendo un 69 muy ruidoso, Abelardo follando a Hermes y Calvero le comía el culo a Luciano al parecer para follarlo. Todos ruidosos y nos sentamos en un solo sillón Leoncio y yo para observarlos y calentarnos. Como si costara mucho calentarnos con ese panorama.
Así que Leoncio se tumbó sobre la gruesa alfombra y me requirió, recogí sus pies, me puse de rodillas y me los cargué a los hombros ajustando el culo de Leoncio a mi polla ya que no quiso que se lo preparara porque no se había lavado. Nos ensartamos cada uno el condón y puse abundante lubricante K-Y en su culo, porque el condón tenía mucho lubricante ya. Entró como el dedo en un guante. Deliraba Leoncio y comencé a follarlo progresivamente más rápido hasta que me vino el orgasmo abundantemente. Cuando se corrió Leoncio y nos sentamos, vi que Abelardo había concluido con Hermes y estaban felices. Ambos se quitaron el condón, lo anudaron y Hermes se vino donde nosotros a pedirnos los nuestros, se los dimos anudados y Leoncio se levantó para ir donde Abelardo y se besaron sin parar. Hermes no lo dudó un instante y se vino conmigo. Le dije a Hermes que nos fuéramos a la cama y que allí me follara antes de dormirnos. Estaba de acuerdo y nos levantamos para irnos al tatami, busqué mi número y dejé a Leoncio con Abelardo. La verdad es que mi pensamiento era follarlos a todos y que todos me follaran, la primera etapa estaba cumplida y parece que mi pensamiento era común a todos.
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Hermes es un muchacho que en el tiempo de nuestra historia iba a cumplir 19 años justo el día de los difuntos. Razón por la cual decidí que ese día íbamos a hacer una fiesta especial para él, pero esto es harina de otro costal. Desde que cumplió 18 años acudía acudía al gimnasio con su tío Nacho, pues era hijo de la hermana mayor de Nacho, Aureliana (o «Aure» en familia y entre los amigos), a quien conocí poco antes del 2 de noviembre, reconociendo que a tal hermosura correspondió favorablemente su hijo Hermes. Hermes es guapo, todavía cuando venía a visitarme se me iba el corazón y se me ponía una erección de caballo. Viste siempre con jean super skinny y camisetas ajustadísimas. Es tan chulo como su tío, que es muy guapo, pero algo mayor ya. Hermes tiene unos preciosos pectorales que los presume aunque vaya con camiseta, presume igualmente los pezones y cuando le decimos «pero qué bueno estás» levanta con dos dedos su camiseta hasta la frente para que veamos sus abdominales, tersos, duros, marcadísimos, perfecta tableta de chocolate. De su paquete, ya ni hablar, con jeans ajustadísimos y de muy baja cintura, se le nota el pene y las bolas. Además tiene la costumbre de sentarse descalzándose y poniendo los pies sobre el sillón, entonces gracias a la elasticidad de sus jeans, se marcan incluso los testículos.
Un día en casa de su madre —separada de su padre porque ella es muy liberal y él muy mojigato— después de los saludos de rigor, nos sentamos en el recibidor y se sentó sin descalzarse y de lado. Tanto me extrañó, que le pregunté:
— ¿Qué te pasa?
Su madre que estaba presente, le dijo:
— Muéstrale a Doro lo que te han hecho en el culo.
El muchacho, se puso de pie, se sacó el jean, iba en jocks amarillo y me mostró una mordedura que se estaba cicatrizando y su entorno estaba amoratado.
— ¿Sabes que fue? Una loca puta amiga mía, que lo vio y tanto le gustó el culo que al parecer se lo quería comer.
— ¡Jodeeeer!, ¡la puta tenía hambre!, —exclamé.
— Claro, como no tiene los novios que tengo yo, se quiso agarrar a mi hijo, la muy cabrona.
— Pero tu hijo es gay…, —dije.
— ¡¡Claro!! Eso le dije yo: «puta, putona, agárrate a un hombre, no a una mierda de maricón».
— Mujer…, no trates así a tu hijo…, —le recriminé.
— Mi hijo es mi tesoro, pero tuve que decirlo así porque esa tiene hambre de hombre, fíjate que, con lo guapo que me salió mi precioso maricón, casi le come medio culo.
Hermes estaba todo el rato riéndose como quien conoce a su madre, y yo añadí:
— ¿Sabes, Aure, que primero me folló él a mí y que lo hace divinamente?
— Si, sí, ya lo sé, que me lo contó y mi hermano está rabioso porque no quiere acostarse con él…
— Cada uno… —dije, pero Aure me interrumpió.
— Mira, Doro, tú me caes bien; pero a este hijo mío ya le he dicho que folle con quien quiera pero incestos no, ahí no lo permite mi moral y eso que soy muy liberal, seré puta pero… ¡lo de Dios para Dios y lo de mi coño para mí! El incesto no lo soporto…
— Pero si folla con su tío no es incesto, — aclaré.
— ¡Nooooo!, explícate.
— El incesto solo se puede aplicar en realidad a las relaciones entre hombre y mujer que son familiares en primer y segundo grado. Las relaciones homosexuales no son incestuosas, porque el incesto y su prohibición moral se entienden en orden a la generación, es decir a no tener hijos con sangre familiar por ambas partes ya que pueden ser anormales, fenómenos e informes, como demuestra la historia. Pero en las relaciones entre dos hombres o dos mujeres no hay tal generación, por consiguiente no es incesto, —expliqué.
— Me has convencido y tienes toda la razón… —volviéndose de cara a Hermes— tienes mi permiso para follarte a tu tío.
— Me gusta más el tío Lucas, aunque prefiero a… —decía señalándome con el dedo— …Doro que no se queja de nada y le gustan todas las perradas que le hago.
— Ja, ja, ja, …, —me reía a gusto.
La verdad es que entre madre e hijo no hay desperdicio ni aburrimiento. El esposo de Aure es supuestamente padre de Hermes, aunque ha salido a su madre, pero su padre no da ninguna ayuda para el mantenimiento familiar, razón por la cual Hermes, que acabó su Bachillerato, no ha podido ir a la universidad, porque el dinero de su madre, obtenido de la prostitución, alcanza solo para mantenerse y poco más. Mi razón de estar allí era ofrecer estudios universitarios a Hermes. No hace falta hablar del asunto, pero quedamos en que se matriculaba y que iba a estudiar. No me metí en más asuntos familiares porque a la gente conviene dejar que miren por su futuro, pero que no les exijamos exceso de reconocimiento, aunque no se pida la gente se siente deudora, por eso Hermes tenía, además de los estudios, un trabajo que don Fermín le asignó bajo contrato para que con ello se pudiera pagar los estudios.
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Hermes es un chico bueno, alegre, siempre sonriente, guapo, sexy y con pasión por el sexo gay; alguno diría que se trata de pasión enfermiza, pero él me ha dicho que tiene polla y no es solo para mear, que tiene culo y no es solo para cagar, porque cuando mea y caga no siempre es placentero, pero cuando folla y lo follan siempre ha sido muy placentero y lo ha gozado mucho. Son razonamientos experimentales, que yo no juzgo, pero compruebo que son verdaderos.
Notaba yo que me tenía una cierta veneración, tanto por ser amigo de su tío Nacho como por ser el propietario de la casa y el anfitrión de la fiesta junto con Abelardo. Todo eso lo había explicado su tío para que se comportara. Estaba feliz de estar conmigo y yo no lo estaba menos de encontrarme junto con la más hermosa fiera salvaje de nuestra selva particular.
Cogidos por la cintura nos metimos en el tatami, nos sentamos sobre el colchón que tenía mi número, el 2222, y comenzamos a besarnos y a hablar. Me hablaba de sí mismo, de sus gustos y pasiones, de sus cosas e ilusiones, pero a la vez no perdía bocado, ni beso ni tocamiento, demostrando con gestos lo que decía con palabras. Al final prevaleció el cuidado de nuestro cuerpo sobre las palabras. Los besos que daba Hermes llegaban con la lengua hasta la garganta y de su boca salía un calor vaporoso embriagador que no me cansaba de besar y ser besado, de frente, de lado, pero el modo de Hermes que más me gustó besando era cuando me comía el labio inferior con sus dos labios y notaba por debajo solo el toque de los dientes, sin apretar, sin dañar, sin morder, pero estaban; y luego solo rozando por encima de mis dientes inferiores penetraba suavemente su lengua. Jamás nadie me había besado así y decidí que tenía que hacérselo repetir para aprender ese estilo de beso. Lo notó, sintió mi interés y me besó infinidad de veces, sin cansarse, hasta que nos pusimos en posición de 69.
Llegamos a esa posición en base al discurrir de lamidas y besos por todo el cuerpo. La primera impresión gratísima fue el sabor de su piel; al lamerla, seca ya de los sudores, sabía a dulce, agradable (¡Hermes sabía a caramelo!); la segunda fue también muy agradable: sus mordiscos (¡!); cuando me mordía, sí, ahora sí, mordía las tetillas de mis pezones, chupaba todo el pezón hasta enrojecerlo y luego mordía la tetilla saliente, que ponía dura y erecta, provocando un placer que yo notaba en mi vientre y en mis huevos. Intentaba imitarle y sentía cómo le entraban espasmos corporales que lo hacían retorcerse, pero a mí me ocurría otro tanto. Luego pasamos al ombligo. Me di cuenta que sin esfuerzo nos lamíamos el ombligo con lo que adiviné que éramos iguales en estatura, lo que no me había dado cuenta por mirar constantemente sus hermosos ojos brillantes, mientras veníamos al tatami. Hermes estaba sobre mí pero, cuando comenzó a dirigirse hacia mi pubis, le di media vuelta conmigo para que le resultara más fácil hacer el trabajo que yo deseaba de él, preparar mi culo mientras yo le disponía su polla.
Fue sorprendente, jamás me esperaba una conversación entre nosotros mientras yo le mamaba su polla y Hermes me comía mi culo.
— ¡Pero que bien mamas, ¡cabrón!!, — decía mientras metía el dedo en el agujero del culo.
— Tus chupadas están fenomenales, —decía yo mientras le acariciaba el perineo.
— Me gusta cuando la metes hasta el fondo, debes tener unas amígdalas de caballo, —dijo hurgando con dos dedos el culo.
— Dos dedos no son nada, para esta pringa que estoy acariciando, —tentaba yo mientras acariciaba los testículos.
Yo notaba que tenía todo el culo ensalivado. Hermes tenía más saliva que un San Bernardo, ya lo noté en sus besos y también me sabía a dulce su saliva. Los escupitajos que echaba a mi ano y expandía con su lengua llegaban a cubrir casi las nalgas:
— ¿Por qué me echas tanta saliva?, —le pregunté.
— Para que, al follarte, no te haga fricción cuando choque mi pelvis con tu culo, —respondió.
— Muy bien pensado, guapo, échame todo lo que quieras, me gustas.
¡Cómo me estaba comiendo el culo! Ya lo sentía como si me hubiera follado. Sentía como obtenido el placer de la operación y faltaba el orgasmo que por fuerza me estaba aguantando, apretando de vez en cuando la base de mi pene, para frenar la presión de los testículos.
— ¿Por qué no me follas ya? Anda, échale ganas, por favor.
— No quería follarte todavía…
— Pero, ¿por qué?
— Porque me estas dando mucho gusto con tu mamada, estaría así hasta mañana, me estás dando mucho placer, siento espasmos, pero mentalmente digo que no, porque me gusta más el placer que me produces, que acabar.
— Pero no me seas cabrón, ¡joder! que si tardas más ya no sé si podré aguantar. Ya no sé que más hacerle a esta puta polla tuya.
— Lo que haces, Boro, lo que haces es lo que me satisface.
— ¡Joder, Hermes, que después podemos seguir! ¡¡No seas tan egoísta, quiero ya tu polla en mi culo!!
— Pues, prepárate.
Se dio media vuelta, metió sus piernas por debajo de las mías, se quedó tumbado y apuntando su polla a mi ano. La sentí en la puerta de mi culo y me agarró por encima de las rodillas con fuerza y tiró de mí para que me metiera yo mismo su polla dentro de mí. ¡Qué placer sentí! Empujé apoyando mis nalgas sobre el colchón sin levantarlas y fui metiendo.
— ¡Aaaaaah! ¡Ya está! ¡Ah, ah, aaaah! ¡Waaauuuuu!, — exclamé victorioso de sentirme atravesado
Mientras, escuchaba a Hermes:
— ¡Ay!, ¡qué gusto da esto!, ¡aaaah!, ¡aaa!, ¡qué gusto!, —comenzando a menearse.
Comenzó a follar con presiones y aflojamientos, casi no movía el pene de dentro de mi culo, pero sí presionaba y dentro de mí notaba que apretaba algo y me electrizaba, todo esto con expresiones de admiración, que yo mezclaba con insultos y palabras procaces:
— ¡Ay!, ¡qué gusto da esto!, ¡aaa!, ¡qué gusto!, ¡aaa!, ¡qué gusto!, — decía sin parar.
— ¡Puto maricón!, deja dormir a los demás, ¡¡cabrón!!, solo haces que molestar, me partiste, ¡¡¡maricón!!! ¡ahora sabrás mi venganza, que eres un jodido cagón!
No sabía si se enteraba de lo que le decía, pero yo la estaba gozando, y cuando yo gozo a causa del placer que me da otro me va eso de encabronarle e insultarle. Ahora digo la verdad. Hermes es un podrido cabrón, jode más que la mierda que echa, pero sus movimientos son de matrícula de honor.
Por fin llegó mi espasmo y eché mi leche, no sé cuanta, pero siempre son cinco o seis chorrones fuertes y el resto, en esa postura los primeros chorros subieron y bajaron sobre los dos y escuché:
— ¡Joder, me diste de lleno al ojo!
— No hables tan grosero, pendejo, cornudo, consentido y pérfido, barón canalla, no seas bujarrón.
— Oye, marica, ¿qué dices? —dijo sin parar de follar
— Qué estoy para servirte, guapo.
Esta palabra necesitaba para soltarme su blanca alegría en mi barriga dentro del forro. A todo eso, comenzó a gritar como desesperado de su victoria. Salió de mí y nos pusimos a besarnos muy satisfechos.
— Qué cabronazo eres jodiendo, —le dije entre besos.
— Es que contigo me sale todo solo, eres una máquina y tus insultos me ponen, —respondió.
— Discúlpamelos, no son de odio, sino de pasión.
— ¿Siempre hablas así?, —preguntó.
— Creo que sí, no me doy cuenta, pero todo el mundo me lo dice y les gusta que yo hable así, me sale, la verdad es que todo me sale según vivo y pienso, pero no sale odio de mi corazón porque no lo tengo, solo tengo amor, deseos de amar y ser amado, —expliqué
No sé cómo les fue a los demás, todos estaban contentos y no podía ser menos porque allí se había ido a follar y nadie se manifestó en ningún momento cansado. Vi que Abelardo dejó a Leoncio, el cual como loco iba follando cada vez con uno, pienso que fue el único que pudo follar con todos, porque Leoncio es imparable y vicioso por gusto. Por su parte Abelardo se fue buscando a Lucas y tuvo que pagar aduana con Jaime para que se lo prestara y, a partir de ese momento, las parejas se desbarataron y cada uno hizo lo que pudo, pero ninguno se quedó mirando el escaparate. Por mi parte, dormí con Hermes y con Nacho que tenía ganas de jugar con su sobrino y no se atrevía si no era a través mío. Hermes me dijo al oído:
— No le dejes marchar hasta que no me lo folle.
Ya sabía yo que teníamos para rato. Se formaron algunos tríos y todo el mundo pasó la noche como le pareció y pudo. Hermes se durmió sin poder follar a Nacho, es lo primero que hizo cuando le desperté. Nacho estaba medio borracho y roncaba fuerte, desperté a Hermes y me puse a mamarle la polla para ponérsela a punto. Le obligué a ponerse detrás de Nacho y me dijo:
—Por favor, incesto no, mi madre me mata.
— Ya te explicaré, —le dije.
Y mientras yo acariciaba al tío, el sobrino lo fue penetrando hasta descargar su leche dentro de Nacho. Noté espasmos en Nacho y me puse a mamarle la polla hasta que conseguí sacarle toda su fiesta y me la tragué entera hasta la última gota. Nacho animaba a Hermes sin saber que era él porque decía:
— Bravo, Lucas, demuestra a estos niños lo que es un macho.
Así hizo que Hermes, sin haber salido del culo de su tío, se empalmara de nuevo y siguió follándolo hasta duplicar la invasión. Cuando Nacho se dio cuenta de que se trataba de Hermes casi le da un telele. Me miró y dijo:
— ¿Cómo le has consentido esto? Yo lo había respetado…
— Tú tenías ganas, joder, lo que te sientes humillado porque tu sobrino te ha jodido antes y dos veces, —le dije.
Un poco asustado había quedado Hermes con la reacción de su tío, y para que se reanimara, decidimos Nacho y yo follárnoslo, yo por la boca y Nacho por el culo, es lo que hicimos.
La fiesta siguió y nos quedaba otra noche que fue similar. Lo que quedó de esta fiesta es una ampliación de amistades. A partir de entonces, cuando íbamos a la casa de la playa los fines de semana de octubre que aún hacía bueno, venían Toño y Hermes. Yo recomendé a Hermes que fuera al médico y le di una tarjeta para que se hicieran ver los dos. Cumplieron y estaban sanos, lo que era presumible. Entre nosotros seis ya no usábamos condones porque es un engorro. Siempre me he preocupado de que mis amigos pasen consulta médica y ya se sabe que cuando el médico se entera de que es recomendado mío, le hace ir cada 6 meses para una analítica completa. Sé que mucha gente ha esperado a ponerse enfermo y algunos lo siguen haciendo, semejante error se paga caro.
En diciembre perdimos de vista a Toño. Hacía tiempo que no lo veíamos, preguntamos a Hermes y nos dijo que ellos dos no tenían nada formal, pero que desapareció sin decir nada y no sabía absolutamente nada de donde se podría encontrar. Me dio pena ver a Hermes muy solo con su buena puta madre que con frecuencia llegaba borracha a casa. Cierto día, hablando con Nacho, le manifesté mi preocupación por Hermes, lo veía muy solo, sin alegróa, ni esperanza de futuro. La situación de su casa y sin realizar estudios podría poner en peligro su vida. Se iba a arruinar y peligraba caer en manos de la droga. Decidimos hacer un planteamiento a Hermes: su tío le pagaba sus estudios universitarios y como su casa era estrecha y necesitaba tranquilidad para estudiar, Abelardo y yo lo acogíamos en casa y el futuro hablará por si mismo. Aceptó.
Hermes habitualmente viste muy juvenil, a la moda del día, con jeans desgastados, ajustados y rotos, camisetas y sudaderas, y calzaba botas o tenis. Su pelo lo va cambiando de color cada semana, se lo arregla él mismo y le sale muy bien. Se ha propuesto teñirme mi cabello con reflejos y pixeladas, le he dicho que de ninguna manera hasta que no lleguen las vacaciones de verano. Cuando nos quiere divertir se pinta y acicala como una muchacha, con ropa muy femenina y con su peluca. Resulta agradable, incluso por sus gestos femeninos. Hasta mi taita, el primer día que lo vio, estaba convencida de que se trataba de una muchacha y comenzó a hablarle en femenino. Jamás he visto a Hermes tan feliz.
A Hermes, que es un chico lleno de contrastes, le gusta mucho el fútbol y acompaña a Abelardo a los entrenamientos y ha aprendido a hacer masajes en una escuela de quiromasaje. Lo que le encanta —y lo dice con toda paz—, es tocar piernas, espaldas, nalgas, cuellos y lo que haga falta. Abelardo nunca se lo lleva los domingos cuando entrena con los niños. Ese día procuramos que vaya a ver a su madre y que le obsequie algo. Ya se ha hecho habitual que los domingos nos reunimos Nacho, Lucas, Abelardo, Hermes y yo a comer, generalmente en casa de Nacho y Lucas, allí cocinan ellos, así descansa mi taita que nos prepara la cena para los tres.
El futbol universitario tiene vida por delante. Cuenta con entrenadores, masajistas, jugadores y comité directivo. Hay mucha ilusión en todos los estudiantes de la universidad y se han formado algunas peñas futbolísticas, las cuales organizan campeonatos entre ellas, pero tenemos asegurada la animación a nuestro equipo con las barras no tan bravas, pero a veces se enfurecen unos contra otros; hemos llegado a tener nuestros propios hooligans con caras pintadas y otros símbolos que los señala y distingue. Pienso hoy que valió la pena ser el puto del equipo y elevarlo al nivel en que hoy se encuentra.