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La historia de Ángel, solo era un muchacho (30)
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Tiempo de lectura: 12 minutos

El salón estaba vacío cuando bajamos y respiré aliviado al no tenerme que enfrentar a las miradas que suponía suspicaces de mis dos anfitriones, ellos me ofrecían casa y comida y a cambio yo la utilizaba para dejarme follar y disfrutar con mis amantes haciendo cornudo a su hijo… Hubo un momento que me sentí terriblemente mal hasta que la increíble Victoria aparecía por la puerta de servicio.

-Debías quedarte a cenar, Álvaro esta para llegar y se alegrará de verte aquí. -se dirigía a David con una dulce sonrisa en la boca, no sabía que pensar, estaba convencido de que todo el personal de la casa, el servicio incluido, se había enterado de lo que el recién invitado y yo habíamos hecho, y actuaban como si nada hubiera pasado.

La llegada de Álvaro, instantes después, me distrajo y pude constatar lo bien que se llevaba con David, se abrazaron y hasta tuve celos por no ser el primero al que prestara atención. Pero luego me besó integrándome en el abrazo conjunto con su amigo. Y David se quedó a cenar, llamó a Oriol para disculparse porque llegaría tarde sin más.

La cena resultó agradable para mi ya que hablaban entre ellos y me ignoraban lo que hacía que me fuera calmando. Quedaron para hablarse entre ellos el siguiente día, cuando se llegarían Pablo y David hasta el centro de salud donde trabajaba Álvaro. Cuando hicieron el comentario ambos me miraron y adiviné que de esa charla sería yo el protagonista. Había ciertos temas que, tanto Pablo como Álvaro, se reservaban y luego cada uno me iba contando la parte que consideraba conveniente.

La abuela de Oriol y la mamá de Alvaro habían concertado donde celebraríamos cada comida y cena, así como los bailes y festejos que tenían preparados. La noche de Navidad vendrían a cenar a nuestra casa. Ya…, de alguna manera, la consideraba también mía pues era donde vivía, y al día siguiente la comida sería en la casa de Oriol ya que estarían también sus tíos y primos Erico y Rubén. Según iban hablando me emocionaba al pensar que estaría con toda esa gente que me había recibido tan bien.

Las fiestas fueron pasando, sucediéndose una tras otra y en la Noche Vieja se desplazó Alberto para estar con sus dos amores. Resultaron unos días de ensueño donde baile y disfruté como nunca. Ana María no se había quedado corta, y hasta un traje de fiesta me había comprado y que estrené esa noche de fin de año. Pude conocer a los hacendados vecinos que para esa fiesta invitaron, y la hacienda de don Ernesto, el abuelo de Oriol, estaba para reventar de público.

Había hermosas muchachas y chicos muy guapos, y tengo que reconocer, orgulloso, que llamé la atención tanto como Oriol o más. Todo terminó dos días más tarde y nos dejaron otra vez solos, bueno no tan solos, Pablo se quedaría hasta después de Reyes y luego volvería a la ciudad, para atender ese año tan difícil de final de su carrera.

Para esa noche mágica abrí el estuche que contenía la pulsera regalo de Eduardo, tanto Álvaro como Pablo me animaron a que me la pusiera y la luciera en la fiesta, entonces abrí el pequeño sobre de tarjeta que permanecía en el fondo.

La elegante letra de Eduardo resultaba reconocible solo al verla.

“¡Querido Ángel!, primero quiero decirte que añoramos tu presencia, todos nosotros recordamos tu vivencia y la alegría que deparabas en la casa. Ahora, en este momento, Dulce adivina que te escribo y me muerde el pantalón para recordarme que te envíe su recuerdo.

El pequeño obsequio que te envío, aprovechando el viaje de David, espero que sea de tu agrado, también le he pedido que te transmita un recado, en el que los dos, y otros más, estamos muy de acuerdo, él se ocupará de transmitirte nuestro interés por tu persona y el deseo de que te encuentres bien.

Aquí sigues teniendo tu casa, esperándote para cuando quieras volver.

Ahora te envío un beso muy fuerte amado muchacho, también otro de Dulce, y disfruta estas fiestas. Feliz Año Nuevo bebe.”

Eso era todo, escrito con su apretada y elegante letra y seguramente meditada cada palabra que contenía el mensaje. Lo leí para mi mismo y luego en voz alta para que los chicos lo escucharan. Pablo no puso muy buena cara y quería que discutiéramos, tanto el contenido de la nota como lo que habían hablado con David unos días atrás, pero Álvaro opinaba que para eso habría tiempo y ahora había que disfrutar el fin de año sin meternos en enredos que posiblemente disgustarían a alguno de nosotros. Más adelante hablaríamos de todo.

————————

Me desperté cuando aún no había salido el sol, recordaba vagamente los labios de Álvaro con su beso de despedida, y como intenté sujetarle para que no abandonara la cama.

-Tranquilo gatito, es temprano para ti. Sigue durmiendo. -le había esperado hasta muy tarde y me sentía cansado. Así habían sido los dos últimos días. No podía entender su capacidad de trabajo y que pudiera aguantar las largas jornadas trabajando durmiendo tan pocas horas.

Me levanté y llegue al baño para prepararme, dejé correr el agua hasta que la sentí con la temperatura ideal para mi gusto, el agua caliente resbalando por la piel me producía un benéfico placer y me pasé las manos por el cuerpo sensualmente en una sutil caricia. Me sentí ligeramente excitado y me apresuré para no ceder a mis deseos de continuar con el manoseo en mis órganos de placer.

Me vestí con un pantalón ligero y una camisa de rayas azules y blancas. Antes de bajar para el desayuno corrí los visillos para intentar adivinar como sería el día. Los tímidos rayos del sol, que aun no aparecía sobre las cumbres de las montañas, repartían la suave luz iluminando las faldas de las montañas de un azulado intenso casi negro, y donde terminaban las alargadas sombras de los riscos, el blanco impoluto de la nieve comenzaba a resplandecer cegadora.

Descendí las escaleras con cautela, pretendiendo no despertar al resto de las personas que aun estuvieran durmiendo, hasta que el intenso olor a café y pan tostado me advirtieron que en la cocina, alguien, más tempranero que yo, preparaba el desayuno.

Victoria permanecía de pie dando instrucciones a una de las cocineras, pensaba que era yo el madrugador y la madre de Álvaro se me adelantaba, seguramente estaría levantada desde que su hijo se marchó al trabajo. Se volvió presintiéndome y me sonrió.

-¡Cariño!, ¿qué haces levantado tan temprano? -me observaba con su dulce y risueña mirada.

-Tengo mucho trabajo que hacer hoy, antes de que Pablo venga a buscarme, en la hacienda de don Ernesto me esperan, van a preparar una sala para impartir las clases y quisiera estar presente y ayudar en lo que pueda.

-Espérame en el comedor, termino en un momento y enseguida nos servirán el desayuno. -en el salón estaban ya las criadas limpiándolo y pasé directamente al comedor.

El desayuno estuvo riquísimo y terminaba mi segunda tostada cuando don Mateo apareció portando los diarios del día. Finalicé el abundante desayuno y los dejé para subir a la habitación a limpiarme la boca y comenzar a preparar mi trabajo.

Llevaba dos días desentrañando las instrucciones de mis profesores, y además les había pedido ayuda para mi labor docente. Oleguer, y en mayor medida Guido, se desvivían por atenderme y serme útil, con sus consejos valiosísimos sobre como debía orientar mis clases, no descuidaban el insistir sobre mis inicios para comenzar con los ejercicios de mis propios estudios.

Sobre las once de la mañana cerré el ordenador de Álvaro y comencé a recoger mi material para llevarlo conmigo a la hacienda de don Ernesto. Observé por la ventana que el sol, jugando a ocultarse entre las nubes, iluminaba las laderas de los montes que hacía unas horas eran todo sombras. La ranchera que conducía Pablo llegó por fin, me coloqué unos zapatos de agua y baje presuroso a su encuentro.

Nos despedimos de Mateo y Victoria y emprendimos el camino, pensé que no les agradaba demasiado la idea de que no volviera para comer, pero Pablo les advirtió que teníamos mucho trabajo que hacer ese día.

No habíamos avanzado un kilómetro por la carretera, liberada de la nieve aunque grandes montones negruzcos se acumulaban en los arcenes, cuando colocó la mano derecha sobre mi pierna.

-¡Venga…, habla ya! -le miré girando la cabeza sorprendido.

-Algo te preocupa y es mejor que lo sueltes ahora. -me asombraba lo bien y profundamente que me conocía.

-Es Álvaro. -me detuvo unos segundos, hasta sentir como su mano hacía presión en mi muslo animándome a que siguiera.

-Llega muy tarde por la noche, a la mañana madruga, apenas lo veo y las palabras que intercambiamos son para un rápido saludo o despedida. -Pablo dejó escapar un bufido para, a continuación, esbozar una sonrisa maliciosa.

-¡Vaya que no te atiende como quisieras! Ya me tienes a mi precioso, todo lo que te pueda hacer falta puedo dártelo yo. – le miré molesto y sujeté su mano para retirarla de mi pierna. Se dio perfecta cuenta de mi enfado y su risa llenó el aire.

-No te enfades bebé, era solamente una broma…

-Me preocupa, tengo miedo que tan poco descanso sea una factura para su salud. -aminoró la velocidad del vehículo hasta detenerlo en el arcén, en un hueco libre de nieve acumulada y se volvió hacía mi para mirarme de frente.

-Álvaro es fuerte, no tienes motivos para preocuparte.

-A la larga su salud se resentirá, seguro, no tiene tiempo para descansar y tampoco para comer, y también me gustaría que pasara más tiempo en la casa, reconozco que también soy un poco egoísta y lo quiero a mi lado.

-Lo siento Ángel, nuestro amigo es así, entregado a su trabajo, a su labor de buen samaritano. David le aprecia y por eso quiere que deje este trabajo y se una a él, aunque influya cierto interés, él, como todos los que le queremos, sabemos que se mata en su labor, que hace más de lo pueda ser normal, pero es inevitable porque siempre ha sido así y seguirá con sus ideas.

Me acerqué y abracé su cintura escondiendo la cara sobre la suave lana del jersey que llevaba.

-¡Oh Pablo! Me voy a quedar tan solo cuando tu te marches. -elevé la cabeza, y sin que se lo pidiera, posó sus labios sobre los míos en un ligero beso aleteando en una tierna caricia.

-¡Eh, eh!, que aún quedan unos días, no adelantes acontecimientos. -ahora sus labios pasaban por mi rostro recorriéndolo con dulces besos.

-No me lo pongas más difícil pequeño, van a ser solo seis meses y seguro que Eduardo no me pondrá objeciones para que venga cuando pueda. -me sujetó la cara entre sus manos y se miró en mis ojos.

-Estaría siempre a tu lado Ángel, haciéndote el amor cada momento del día, seguro que Álvaro siente lo mismo, no eres tu solo el que lo desea, cuando comiences con tu trabajo todo te será más fácil y estarás entretenido. -sentí que se me escapaban las lágrimas a pesar del esfuerzo que hacía para no llorar.

-Y también solo, tu tienes allí a Ana María, amigos y te divertirás. -me arrepentí inmediatamente de mis palabras, Pablo volvió a dejar que escuchara su risa alegre.

-¿Aún sientes celos? Ana María no es mi preocupación, no la amo Ángel, deja que haga mi trabajo hasta que finalice los estudios, además tu no estarás solo, a pesar de lo que pienses Álvaro estará aquí para cuidarte, y le pediré a mi tío y a Marcos que te cuiden en mi ausencia. -no me esperaba esto último, claro que Eliseo y Marcos me cuidarían, pero no como él quisiera.

-¡Oh Pablo, te necesito tanto! En la casa de Eduardo sabía donde buscarte, te tenía cerca y podía acudir buscando consuelo aunque no siempre te pudiera tener.

-¡Mi dulce chico! Volveremos a estar juntos, el tiempo pasa muy rápido, te amo Ángel, te deseo bebé. Ahora vamos a reemprender el viaje, tenemos muchas cosas para hacer, luego podremos estar solos como queremos, yo también te necesito, quiero tenerte mi angelito precioso. -sus besos se iban volviendo agresivos y abrí la boca para recibirle la lengua.

-¡No, ahora no!, o no podré detenerme. -sentía como su verga palpitaba debajo de mi brazo adquiriendo una dureza que denunciado su estado de creciente excitación. Me apartó con cierta brusquedad y puso en marcha el vehículo, pero yo dejé la mano sobre el bulto de su entrepierna.

-Pablo, quiero que me hagas el amor, ¡Oh! La tienes ya tan dura. -su carcajada me cogió desprevenido.

¿Aquí?, ¿en la carretera? ¡Oh, por Dios!, vamos a tener tiempo cuando terminemos lo que tenemos que hacer. -aparté la mano que me quemaba por el calor que sentía a través de la dura tela del pantalón.

-Vale, como tu quieras. -no volvimos a hablar durante el resto del camino, cada uno ensimismado en sus pensamientos, yo deseando estar desnudo debajo de su cuerpo en una cama caliente, y le miraba por el rabillo del ojo el bulto que lentamente iba deshaciéndose en su entrepierna.

Cuando llegamos Pablo salió rápidamente de la ranchera y dio la vuelta para abrirme a mi la puerta, como estaba contrariado por lo que había sucedido me quedé esperando hasta que me sonrió tendiéndome la mano para que bajara.

-No te enfades Ángel, yo también deseo tenerte y no sabes cuanto. -al descender me abrazó dándome un rápido beso en los labios.

Había varios hombres trabajando en una sala adyacente al comedor del personal de la hacienda, un par de ellos colocaban nuevos puntos de luz en el techo, y dos más mezclaban pinturas en un rincón, todos ellos dirigidos por Eliseo el tío de Pablo.

-Creía que no llegabais. -se detuvo para mirarnos un momento con gesto adusto, y aprovechar para reprocharnos que llegáramos tarde, luego dulcificó el gesto.

-Marcos, con otros hombres están rescatando mesas y sillas en el almacén, será mejor que vayáis y elijas lo que más convenga. -me gustó que tuviera la deferencia de brindarme que fuera yo el que eligiera. Salimos de la sala y me alegré al evitar de esa manera el fuerte olor de las pinturas y el polvo que flotaba en el ambiente.

En una de las naves, que hacían de almacén de maquinaria, útiles del campo para labranza y muebles viejos, Marcos y otros trabajadores armaban alargados tableros sobre patas en forma de tijera, sillas de rejilla con reposabrazos, y varias muchachas lo fregaban retirándoles el polvo y la suciedad que acumulaban por el tiempo que llevaran arrumbados.

Después de saludarnos nos mostró lo que estaban escogiendo y me parecía bien ya que permitía armar una clase como yo quisiera, y rápidamente tracé un plano en la cabeza de como deseaba que fuera. Marcos no me había ofrecido la mano para saludarme, solo me las mostró para que viera que las tenía manchadas al tomar parte activa en los trabajos de selección.

-Os dejamos para que sigáis trabajando, estaremos con don Ernesto si nos necesitas. -Pablo se despedía de esta forma de Marcos.

-Solo necesito que Ángel nos prepare un croquis de como quiere que dispongamos la sala para hacerlo a su gusto. -pensé que Marcos había cambiado bastante, o era yo que lo veía de otra forma, más amable y colaborador, aunque no dejara de dirigirme miradas que lo decían todo expresando sus deseos.

Después de hablar unos minutos con el abuelo de Oriol, y recibir del mismo las instrucciones y datos del personal que tendría en las clases, me retiré a una mesa baja de su despacho donde me dispuse, sentado en el suelo, a realizar el croquis que Marcos me pedía mientras Pablo hablaba con él de otros temas.

Puesto que solamente serían diez personas las que estarían en las clases, como máximo, pensé que lo ideal sería tenerlos próximos y dispuse una mesa en “U” con una mesita en el hueco para mi, así podía observarles y estar pendiente de ellos. Con varios trazos tuve hecho mi trabajo y tomé asiendo en uno de los sofás del despacho mientras les escuchaba hablar e intercambiar sus ideas.

A la hora la comida Pablo quería estar en el comedor, con los trabajadores y su tío, pero los abuelos de Oriol no lo permitieron y los acompañamos en el lujoso y enorme comedor como si nosotros fuéramos invitados especiales.

Sirvieron el café y comenzaba a aburrirme por la monótona charla sobre el mismo tema.

-Voy a entregar el plano de la sala para que lo tengan. -me despedí para acercarme a la nave-almacén donde había estado antes. Continuaban con la limpieza de muebles después de la comida y entregué el croquis a Marcos.

Resultaba factible hacer lo que pretendía con los muebles que había localizado, y finalizaba de explicarlo cuando llegó Pablo que solo escuchó mis últimas recomendaciones.

-Creo que nosotros no tenemos más para hacer aquí, estos días terminarán los trabajos para que podáis comenzar el día marcado. -me sujetó la mano y tiró de mi sin despedirse, lo hice apresuradamente de Marcos para seguir hasta Pablo a la calle.

Tiraba con fuerza mi mano para que le siguiera.

-¿A qué viene ahora tantas prisas?- le interrogaba pero le seguía sin oponer resistencia.

-¡Ha llegado nuestro momento, somos libres! -sabía a lo que se refería, y más cuando vi que nos dirigimos hacia la casa de su tío. Dejé salir una risa nerviosa y excitada.

-¿No correremos peligro y que nos sorprendan? -recordaba la vez pasada y la desagradable experiencia que tuvimos.

-Ahora están todos ocupados, tranquilo. -entramos en su casa tropezando por la impaciencia, y rápidamente avanzamos hasta su habitación. Sentí que la calefacción estaba encendía, y hasta hacía bastante calor. No tuve tiempo de quitarme la chaqueta cuando ya tenía a Pablo abrazándome, sujetándome la cabeza con ambas manos para morderme los labios.

-¡Oh, Pablo! ¡Qué ganas tenía! Estaba desesperado, te necesito mi vida. -lograba hablarse a duras penas abrumado por la intensidad de su abrazo y la calidez de sus besos. Notaba la dureza de la tremenda erección que tenía apretada contra mi vientre y una corriente eléctrica me sacudió.

-¡Qué dura la siento mi vida! La quiero Pablo, es mía…

-Si tuya para que hagas con ella lo que quieras. -mis dedos temblaban retirándole la ropa.

-¡Quiero tenerte desnudo, sin ropa! -él no dejaba de besarme mientras a veces reía.

-¡Loco! Mi bebé loquito, espera ya me los quito yo. -tiraba de la cintura de sus ajustados pantalones, e impaciente metía la mano para agarrarle la verga.

Pablo divertido por mi inquietud dejó de tocarme, para retirarse el pantalón y el bóxer todo a la vez, y sin dejarle ponerse derecho mi mano se apoderó del cetro duro y rotundo de su caliente virilidad. Lo abracé con la mano trémula sintiendo la enorme potencia, calor y suavidad al tacto de mi mano.

-Es majestuoso Pablo, ¡Ayyy! tu rica verga mi amor…

-¿Te gusta?

-Me vuelve loco, y es mía, y de nadie más, la quiero para mi Pablo. -me dejé caer arrodillado y escondí la cara en la frondosa mata de vello pubiano, oliendo con fuerza la intensidad de la fragancia a macho que impregnaba mi olfato. Besé el escroto y coloqué la verga a lo largo de mi cara acariciándome la mejilla con ella. Resultaba más larga que mi rostro y su dureza hacía difícil controlarla como yo quería.

Entonces Pablo me sujetó de los sobacos y me puso de pie a su lado.

-Desnúdate tu también precioso, yo quiero ver tu delicioso culito amor. -rápidamente obedecí y con su ayuda, en menos de un minuto, estaba igual que él.

-¡Joder! Eres divino Ángel. -me abrazó colocando las manos en mis nalgas y elevándome a la vez que me apretaba uniendo nuestras duras pollas, amasaba mis nalgas apretando hasta hacerme daño.

-Voy a cogerte este culito rico bebé.

-Sí Pablo, sí, pero déjame que disfrute tu verga, antes déjame que te la chupe mi vida, muero por tenerla en la boca. -caimos sobre la cama de mala manera, con mi cabeza colgando y Pablo entre mis piernas, separándomelas para llega con la boca hasta el ano y empezar a besarlo y lamerlo.

¡Ahhhh! ¿Qué me haces? Vas a hacer que me corra y no quiero, aún no. -elevé a cabeza que la tenía colgando fuera de la cama y cerré las piernas atrapándole la cabeza, iba cayendo hacia atrás y mi cabello rozaba el suelo, tuve que aflojar las piernas para evitar caer, y Pablo entonces tiró de mi hasta dejar mi cabeza justo al filo del colchón, saltó de la cama y la rodeó para situarse de pie al lado de mi cabeza.

Me la sujetó con ambas manos como si fuera un balón y su polla quedó a un centímetro de mis labios. Saqué la lengua para llegar a lamerle la punta del glande.

-Abre la boca. -fue una orden algo brusca y forzó a su verga contra mis labios, dirigí la mirada a sus ojos y me miraban divertidos desde arriba.

-Ahora vas a gozar mi polla como deseas. -abrí la boca lo más que pude y Pablo empezó a flexionar las rodillas, logrando que la dura verga se fuera deslizando en mi boca. No era un buen ángulo y bajé ligeramente la cabeza para darle más facilidad y que no me hiciera daño en la traquea. Colocó una mano sobre mi garganta para sentir el deslizar de la larga verga, entrando profundamente hasta que los testículos golpearon en mi frente.

Cerré los ojos y aguanté la respiración todo o que pude hasta que fue sacando la verga de las profundidades de mi garganta, Pablo emitió un ronco gemido cuando al final mis labios abrazaron el glande la polla.

No resultaba tan placentero para mi como chuparle la verga a mi voluntad y como quisiera, pero él lo gozaba y yo deseaba que así fuera, acarició con una mano mis cabellos mientras la otra volvió a situarla sobre mi garganta, sabía que volvería a dejar que su verga se metiera en mi y deseaba sentir como iba resbalando, tentando con la mano y notando el avance que hacía.

Dejé que se divirtiera y me gozara como él quisiera, solamente me abracé a sus piernas, para soportar el peso que hacía al forzar la polla cuando llegaba al final queriendo meterme más de lo que tenía, golpeando con sus negros y peludos huevos en mi frente con fuerza y energía.

A veces abría los ojos y, en la postura forzaba en que me encontraba, podía observarle con la cara elevada mirando al techo y mordiéndose lujuriosamente los labios, también a veces hablaba, o gruñía varoniles sonidos guturales de salvaje gozo.

-¡Qué linda boca, qué gusto tan rico me das! -y yo disfrutaba sabiéndome el motivo de su gozo. Me follaba la garganta metiéndose con regularidad y evitando ahogarme hasta que sentí como tensaba las piernas y comenzaba a temblar.

Hizo intención de retirarme la verga de la boca, pero sujeté con fuerza sus nalgas evitando que lo hiciera. los primeros chorros de esperma me llenaron la boca y tuve que abrirla un poco para que saliera.

-¡Ohhh! ¡Aggg! ¡Dios! qué rico. -y volvió a meterla hasta el fondo unos segundos que para él resultaron deliciosos, donde le notaba estremecido de placer acariciándole el culo.

Poco después la sacaba de mi boca y se dejó caer a mi lado respirando agitado.

Seguirá…

 

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