Antes de empezar, declaro que estoy harto de la creencia mediática de que la anorexia y los esteroides son sinónimos de belleza.
Comencé a trabajar hace poco aquí, el dinero es bueno, nunca pensé que la muerte era un negocio tan bueno, es uno de los llamados ‘cementerios parque’, en resumidas cuentas, vendo tu ultimo dormitorio, tu ultima cama, no es malo, recorrimos Santiago buscando la desgracia y anunciando lo único certero que tiene la vida, la muerte y obviamente haciendo negocio de ello. No hablaba mucho, debido a que era nuevo, mis compañeros son simpáticos, así que me rio bastante (algo bastante irónico tomando en cuenta el oficio) a las pocas semanas, llego ella… Elizabeth… Ely…
Un poco más baja que yo, de piel blanca, pelo castaño claro, que parecía una cascada de miel bajando por esos pechos enormes y generosos, caderas grandes como para bailar un buen lento, bien pegados, un poco gordita, pero con una carita tan hermosa, parecía una muñequita de porcelana, labios finos, nariz fina, pómulos pronunciados y unos gigantes ojos color azabache, que eran el fiel reflejo del misterio de la noche y esos kilitos de más, le daban un aire de niñita, como de esas muñecas antiguas que tenía mi mama "peponas" creo que le decían. Cuando la vi, me quede mirándola, con cara de estúpido, para ser honesto, era tan linda, pero como sé que tengo buena suerte, probablemente ya tenga alguien, o este casada, o quién sabe.
Así que solo me concentre seguir trabajando, quizás me manosee un poco pensando ella antes de dormir. Los días que vinieron, lo hicieron sin pena ni gloria, nos dividíamos en parejas para trabajar y un día me toco con ella. Habíamos conversado un poco, lo que sabía es que vivía en otra comuna, que hablaba de su mama, de que quería seguir estudiando y que tenía algunas deudas, esa era toda la información que tenia de ella.
Cuando llegamos al lugar que teníamos que trabajar (golpear puertas y ofrecer ataúdes "lindos") caminamos juntos, al principio no hablamos nada, era uno de esos silencios incomodos lo que había ahí y mientras más caminábamos, me sentía más incómodo, hasta que por fin se quebró el hielo. Una mujer con la que estábamos hablando dijo "¿Y qué hacen con los huesitos de la gente?", "por eso no se preocupe, usted compra ese lugar, por lo que los restos quedan ahí" respondió Ely, después de que termino la conversación, nos alejamos y le dije a Ely "la pregunta hueona de la señora… ¿Qué cree que vamos a hacer con algo así, cazuela?… Si claro… Vamos a tirar los huesitos a la parrilla". Ella me miro y nos reímos al unísono, eso derritió el hielo. Al día siguiente, antes de salir a terreno de nuevo, Ely dijo "voy con Alejandro", eso me sorprendió, mucho. Nos fuimos haciendo amigos, a veces me abrazaba, nada raro con eso. Excepto que cuando sentía sus muslos carnosos, sus pechos infladitos cerca de mi cuerpo, la erección era enorme.
Y me daba un poco de vergüenza pensar en si se daba cuenta. Un día pasamos a comer a un local de comida rápida, ella comió pollo y yo una hamburguesa, nos sentamos uno a lado del otro, "¿Esta rico?" Le pregunte, ella sin darme tiempo, introdujo su dedo índice en mi boca "¿Esta rico, no?". No lo podía creer, su carita de inocencia cambio a una risa picarona y demasiado sensual. Acaricie lentamente su dedo con la punta de mi lengua, solo la puntita pasaba por su dedito. Un par de segundos que parecían eternos.
Ella lo saco despacio "si, esta rico, más de lo que pensé", solo se limitó a reír, yo hice lo mismo "esta es la mía, pensé". Me acerque a su oreja, rozándola con mis labios, dije en infantiles susurros "oye, ¿Porque hiciste eso? Me pasan cosas muy húmedas" al terminar, la puntita de mi lengua acaricio su orejita. Sentí su respiración agitándose, de a poco. Cerré mi boca y roce su orejita delicadamente terminando con un pequeño besito, un pequeño "muack", que sonó como un globo de goma de mascar y que reventó lo que ambos sentíamos. Me aleje, para seguir comiendo, con expresión frívola volví a mirar el plato, disimuladamente mire su rostro, también trataba de disimular entre tanta gente, sus pómulos estaban colorados. De repente, en esa hipócrita frivolidad, sentí sus deditos recorriendo mi muslo, apretando despacio, cada centímetro, era un palpitar más de mi pene. Era insoportablemente rico, no podía hablar, solo podía tratar de pasar desapercibido.
Mientras ambos mirábamos sus respectivos platos. De a poco se acercaba más y más, no me pude contener y me mordí los labios, la puntita de su dedito empezó a acariciar mi verga dura y húmeda, cerré los ojos para contenerme, sus pulgar y su índice apretaron delicadamente el extremo de mi pene. Entre la gente y el bullicio típico del centro, entre todo eso, abrí un poco la boca y deje escapar un suspiro ahogado. Me tenía en sus manos. Mi brazo empezó a jugar en el suyo, ella entendió el mensaje y lo levanto un poco, para que pudiera meterlo por debajo, cuando lo hice, los dos últimos dedos de mi mano tocaban sus grandes y ricas tetas por el costado, las rasguñaba despacito con mis uñas, poco a poco me acercaba más y más a su pezón, ella seguía comiendo, yo también y ninguno de los dos podía mirarse a la cara.
Despacio subía mis dedos en esa carne suave, sentía como palpitaba, ella apretaba más y más la punta de mi verga, mi bóxer estaba completamente húmedo, acerque mi pulgar a su pezón, y con este y el índice lo empecé a apretar despacio, como mamando. Ella se recogió. El hambre de comida se había transformado en un hambre distinta, hambre de gemidos, de sudor, de rasguños y caricias. "¿Terminemos de comer, de acuerdo?" Dijo acomodándose, tratando de que todo volviera a la normalidad, yo le seguí. Pero, ya no se podía. En silencio y rápido terminamos de comer, ella me tomo la mano, doblamos por una esquina y me detuve, le tome sus caderas grandes.
Y la apreté contra mi cuerpo, ella bajo la cabeza, acerque mi rostro, nuestras frentes chocaron, y susurro "estoy un poco nerviosa", "yo también" le respondí. Le tome su perita, y acerque la punta de mi nariz a la suya, ella rio un poco, acerque mis labios, no la bese, solo roce mis labios en su boca, sintiendo cada comisura de sus labios rojos y húmedos, con el labio superior empuje el suyo hacia arriba, obligándola a abrir su boca. Y la bese. Sentí su lengua acariciando la mía, jugando, peleando, todo a la vez.
Sus brazos gorditos me rodearon y me apretaron fuerte, yo le tome su cabeza, mis dedos se perdieron en su cabellera de miel, mi otra mano fue bajando por su espalda, llego a sus glúteos, con mis uñas comenzó a rasguñarle su culito grande y suave, ella no me detuvo. Puse toda mi mano en carne blanca y apreté con fuerza, ella no me detuvo. Me apretó más fuerte, sus caderas me empujaban, por instinto, como animales en celo. Un eterno volcán al medio de una calle indiferente, de una ciudad fría. "¿Vamos?, quiero estar solita contigo" me dijo al oído, mordiendo mi oreja. Ya no aguantaba más.
Caminamos hacia uno de los tantos moteles de Santiago, entramos a uno. Un pasillo largo daba la invitación a un salón, pague, ambos dejamos el carnet en la recepción y subimos a una habitación, no era muy lujosa, pero estaba bien, con la calentura que teníamos. Al entrar le di un agarrón picaron en el trasero, ella se dio vuelta y con fuerza me tomo la cara y me beso. En la soledad de la pieza, le subí la falda, le apreté su culito suave, ella me tomo los testículos y los acaricio con sus dedos, mi verga estaba demasiado dura, ella la masturbaba con sus manitos blancas, mientras nuestras lenguas peleaban, mis manos apretaban sus tetas grandes y níveas. "aaahh" solo eso salía de su boca. Su carita de muñeca estaba rojita, lánguida de excitación, su boquita entreabierta jadeando, su pelo desordenado caía en sus pechos.
Gordita o no, era una de las cosas más hermosas que había visto en mi vida. "me quiero duchar. Pero contigo", no le dije nada, solo me acerque y la desnude mientras la besaba y claro, me saque la ropa también. Nos fuimos besando y caminando a la ducha, sin separar nuestros labios, riendo cada vez que alguno de los dos tropezaba. Llegamos a la ducha, entre agarrones, frases calientes y coquetas, risas tiernas. No había tiempo, solo dos cuerpos perfectamente imperfectos, tratando de llegar al cielo juntos. El agua tibia de la ducha caía en ambos, dejamos que lo hiciera mientras ella me masturbaba, mientras yo chupaba sus pechos.
Rasguñaba sus pezones con mis dientes y abría los labios suaves y esponjosos de su vagina. Sin mirar, busque su clítoris, sus labios estaban tan mojados, que mi dedo se deslizaba a través de ellos, hasta que llegue donde quería, a esa pequeña cosita de carne rosada, y la empecé a acariciar, ella alejo su cara de mí, abrió los ojos como si de una sorpresa se tratara, y "aaahh, mi amor, esta rico". Yo dibujaba círculos con mi dedo alrededor del clítoris, cerró los ojos y siguió gimiendo, luego deslice otro dedo, y atrape el clítoris entre ambos, lo sujetaba, lo estiraba, ella me tomo los brazos y sus caderas empezaron a moverse, como si me estuviera cogiendo, solo le miraba su carita de exquisita angustia, mientras el agua le masajeaba la espalda, el ruido de la ducha, escondía sus gemidos, que ya a esta altura eran mucho más fuertes, no me importaba si me tocaba o no. Era mía… Mía… Gimiendo con dulzura me dijo "ya, ya, ay ay… Mi amor, estoy llegando, ay, ay… Aaaahhh".
Admirar ese pequeño lapso de tiempo, en que todo lo que eres se olvida, y todo lo que tienes es la viciosa sensación del orgasmo. Es simplemente genial. La abrace, le bese su frente, sus pómulos, le arregle el pelito que había en su cara, "oye, estamos recién empezando, yo todavía no llego" ella picaronamente me dijo "y crees que quiero parar?". Si hay algo por lo que envidio a las mujeres es eso, nosotros tenemos las balas contadas, y solo en raras ocasiones, podemos disparar seguido.
Mmmm… "¿Quieres más?", "si" dijo regalándome una sonrisa tierna, "quieres que hagamos algo rico" "ya" me dijo, la di vuelta, y la deje mirando directo al agua, ella no decía nada, me acerque por su espalda, deslice mi verga dura entre su culito suave y le dije al oído, "mira, dobla un poquito las rodillas y ábrete los labios de tu conchita" cuando lo empezó a hacer, tome el mango de la ducha y con una mano y la acerque a su vagina, con la otra, mantuve los labios abiertos.
Dirigí la presión de agua tibia a su clítoris, ella dejo caer su cabeza en mi cuello, sus brazos acariciaban mi pelo, mis brazos, con mi verga, le acariciaba el culito, su ano, con pequeños empujoncitos, solo jadeaba, solo gemía. A medida que se perdía en la caricia del agua, yo movía mi verga más y más, entrando en su culito, abriéndolo, despacio. Sus carnes me apretaban el miembro, pequeñas gotitas de semen lubricaban para entrar un poquito más cada vez, ella movía sus caderas nuevamente, empecé a gemirle a su oído. Quería que llegara de nuevo "así cosita, dale, dale, cógeme rico mi amor" le decía con voz grave al oído, mientras más se movía, más cosas le decía. Empecé a gemir como si de un perro en celo se tratara, como una bestia con su miembro duro y goteando, buscando a su hembra para montarla, a la fuerza si era necesario.
Ella se había perdido en la calentura, de repente me apretó un brazo, yo seguí moviendo las caderas, mantuve firme el chorro de agua en su clítoris, sentía como su cuerpo se recogía, se tensaba, "ay… Mi amor… Ay, ay". Al parecer otro más. Yo solo seguí haciendo lo mismo. "ya, ya… Aaahh" sentía como su cuerpecito se moría en mis brazos. "¿Salgamos de la ducha?", "si" me dijo con cara de cansancio. Salimos, le seque su espalda, el cabello, yo también me seque, obvio.
Se sentó en la cama, con soltura, la seguí y me quede mirándola un rato, sus piecitos eran finos, al igual que sus manos. Me dijo "¿Un cigarrito?", "bueno" respondí mientras fumábamos, conversamos un poco del trabajo, nos reímos poniéndole sobrenombres a nuestros compañeros, de repente me dijo "oye, tú no has llegado… Quiero verte llegar". Sin decir palabra, me abrazo, me beso y hecho mi cuerpo hacia atrás, sus manitos me tomaron la verga, me masturbaba despacio, sin apuro, yo quería seguir chupándole sus tetas, ni siquiera se lo tuve que pedir, sola acerco su pecho grande y blanco a mi boca, yo solo cerré mis ojos y lo comenzó a libar, como si de un bebe se tratara, sus dedos se mojaban más y más con las gotas de semen que salían cada vez que me movía la verga, después ella acerco su boca a mi verga, empezó a lamerla con su lengua, mientras me miraba a los ojos, yo le acariciaba el pelo, la espalda, ella lo metió en su boca tibia, sus labios subían y bajaban, su lengua acariciaba todo, los bordes, el prepucio, el agujerito del pene.
Yo solo me limitaba a disfrutarlo. Le dije "quiero 69, ¿Quieres?", "ya" cruzo sus piernas por encima de mi torso. Su culito hermoso estaba en mi cara, los labios rojos de su concha estaban al alcance de mi boca. Con la lengua los separe, los abrazaba con mis labios, le frotaba el clítoris, le metía la lengua y saboreaba los juguitos de su concha. Ella seguía chupándomela, pasaba su lengua por mis bolas "mi amor, quiero que entres" dijo de repente, "ok" le respondí, se paró, cambio de posición, se acomodó encima de mi verga, la tomo en sus manos para que entrara bien. Era exquisito, su vagina húmeda, caliente y palpitante, rodeo mi miembro duro.
Ella me miro con expresión tierna y comenzó a moverse, yo miraba sus tetas bailar, su pelo desordenados más y más, veía como se movía su pancita, cerca de mi cuerpo, solo gemía, solo me miraba, le agarre el culo con fuerza, para que pudiera moverse más rápido, para que el roce fuera más brusco, sus jugos me mojaban las caderas, los muslos, tiro su cuerpo hacia adelante "chúpame, chúpame" decía, sin pensarlo, busque su pezón y lo comenzó a chupar lo más fuerte que pude "ay papito, así, así". El roce húmedo me estaba haciendo llegar, pero aun no quería… No así… "cosita, ¿A lo perrito te gusta?" Le pregunte, "si" me dijo, nos acomodamos, me puse de pie al lado de la cama, ella tomo posición para que la penetrara, su potito carnoso y blanquito estaba ahí, a mi merced. No espere nada, acerque mi verga a su concha y empuje lo más fuerte que pude "uy, bruto" dijo riéndose.
"No importa, eres mía" le tome los muslos y empecé a cogérmela lo más fuerte que pude, veía sus tetas moverse bajo la espalda, los gemidos eran más y más fuertes, descarados, mientras me la cogía más y más rápido. Ya estaba a punto de llegar. Mis piernas tiritaban de calentura, pero no me detenía, no quería, no podía. Ella agarro las sabanas y las apretó, su concha húmeda, se tensó y me apretaba la verga, estaba más estrecha, eso me calentó más, y lo hacía más fuerte, más bruto. Y lo sentí. Sus jugos ardientes chorreándome la verga.
Sus quejidos que parecían de tortura llenaban la habitación. No puedo más, no puedo más. Mis bolas se tensaron, y salió un chorro copioso de leche caliente, la apreté contra mí, con los ojos cerrados y gimiendo, jadeando, un siseo salió de su boca. Nos quedamos así un momento, nuestros genitales palpitaban. Le acaricie la espaldita. Saque despacio mi verga de su conchita. Ella solo se dejó caer en la cama, me acomode a su lado y la abrace. Solo nos reímos. Nada más. Conversamos un poco, ella entro a ducharse, después entre yo. Salimos de la mano, nos tomamos un café, la acompañe al metro y nos despedimos con un beso largo y tierno. Si. Si es que no, la mejor cogida de mi vida.