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Secretos de familia (Parte 3)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Las cosas no estaban saliendo como tenía planeado. Había pensado hablar con su madre y con su hermana Sara sobre Miriam el día anterior cuando llegasen del crucero, pero debido al mal tiempo, su llegada se había retrasado un día y llegarían hoy, justo para la cena. Le hubiese gustado poder haber mantenido una charla con ellas, sobre todo con Sara que era demasiado ‘impulsiva’ y podría acelerar los acontecimientos de esa noche y echarlo todo a perder.

En parte entendía a Sara, el mismo había pasado por ello cinco años atrás. Hacía siete meses, el día del decimoctavo cumpleaños de Sara, habían celebrado una cena como la que hoy tendría lugar y habían puesto en conocimiento de Sara el Secreto y las Normas de la familia. Esta tras oírlas, pasó por las típicas fases de Negación, Ira, Negociación, pero se saltó la fase de Depresión y culminó con la Aceptación. No solo las había aceptado sino que las tenía presente las veinticuatro horas del día tanto dentro como fuera del hogar familiar.

Por si fuera poco, acababa de recibir una llamada de Miriam, hecha un manojo de nervios, rogándole que le enviase de una vez la ropa elegida para esa noche. De disculpó con ella y le aseguró que haría todo lo que pudiese para que la recibiese cuanto antes.

—Rebeca! —llamó por su hermana subiendo las escaleras.— Que coño ha pasado con la ropa de Miriam? No se supone que te encargabas de hacérsela llegar?

—Tranquilo hermanito —contestó la aludida saliendo desnuda del baño— en breve estarán en su casa y se ocuparan de ella. Te dije que confiases en mí. Por cierto —continuó diciendo entrando de nuevo al baño.— cuando te llame, que lo hará, dile que las obedezca en todo, que quieres que esté perfecta para esta noche.

—Que las obedezca? A quienes?

—Confía en mi hermanito. —fue la única respuesta que obtuvo.

Miriam no sabía qué hacer. Viendo la hora que era y que aún no tenía nada que ponerse, decidió acercarse al centro a comprarse un vestido para esa noche. En el momento que salió de casa, se dio de bruces con una mujer cargada de bolsas que estaba a punto de llamar a la puerta.

—Disculpe señorita Martínez, venimos de parte del señorito Jaime —dijo la desconocida entrando en el piso sin pedir permiso.

—Está en buenas manos. —dijo una segunda mujer tomando el mismo rumbo que su antecesora.— Donde está el baño? —preguntó en mitad del pasillo.— Da igual, ya lo busco. —dijo dejando plantada a Miriam en la entrada de su propia casa.

—Jaime, que ocurre? Quienes son estas mujeres? —preguntó nada más sentir que descolgaban el teléfono.

—Quiero que esta noche sea perfecta, tú limítate a obedecerlas. —contestó tal y como le había dicho que hiciese Rebeca.— Nos vemos esta noche, te quiero. —Jaime colgó el teléfono ya que no quería que se diese cuenta de que no tenía ni idea de que estaba sucediendo.

Miriam con paso vacilante entró en el salón y vio que las dos desconocidas, habían retirado uno de los sofás y la mesa dejando un gran espacio vacío en el medio de la estancia.

—Acompáñenos al baño, señorita Martínez. —Dijo la más alta de la dos.— Antes de vestirla, tenemos que asearla.

Miriam no daba crédito a lo que estaba sucediendo. En cuestión de dos minutos, dos desconocidas habían irrumpido en su casa y actuaban como si fuese ella la que estaba en casa ajena. Las estudió con la mirada. No debían ser mucho más mayores que ella, un par de años como mucho, rondarían los 21 o 22 años. Si no fuese por la diferencia de altura no podría distinguirlas ya que se parecían mucho y el ir vestidas igual aumentaba más aún el parecido. Ambas vestían zapatos negros de tacón, falda de tubo del mismo color y camisa blanca. Ambas llevaban el pelo rubio recogido en una coleta e iban perfectamente maquilladas. La verdad es que estaba impresionada por la belleza de las dos jóvenes, que fácilmente, podrían desfilar en cualquier pasarela si se lo propusiesen.

—Puedo hacerlo yo sola, gracias. —dijo finalmente al ver el gesto de impaciencia de la más alta.

—Estamos aquí para ocuparnos de usted. —respondió la otra joven a su espalda mientras comenzaba a quitarle la chaqueta.— No se preocupe, no es la primera vez que hacemos esto.

Miriam recordó las palabras de Jaime referentes a que las obedeciese y se dejó hacer.

Entre las dos mujeres la desnudaron completamente y la acompañaron al baño colmándola de halagos sobre su físico por el camino. Tras comprobar que la temperatura del agua fuese la correcta, introdujeron a Miriam en la ducha y las más alta de ellas se desnudó también entrando con ella. Miriam estaba impactada y no reaccionó. Simplemente las dejó hacer sabiendo que eran los deseos de Jaime.

Tomando el grifo de la ducha la rubia mojó todo su cuerpo y procedió a lavarle el pelo dándole un suave masaje con las yemas de los dedos. Tras aclararle el pelo, extendió sobre él una mascarilla y continuó lavándole el resto del cuerpo mientras esta hacía efecto. La esponja natural que estaba usando apenas rozaba la piel de Miriam y más que lavarla la estaba acariciando provocando que se le erizase la piel. Cuando llegó al monte de venus, sin mediar palabra, extendió la mano con la esponja y esta fue sustituida por unas pequeñas tijeras. Delicadamente fue recortando los pocos bellos que allí había y una vez contenta con el resultado, volvió a extender la mano ofreciendo las tijeras a su compañera.

—Natalia, presta atención por favor. —dijo la más alta al ver que la compañera estaba absorta contemplando los pechos de Miriam.

—Perdona Laura, aquí tienes. —contestó la aludida ofreciéndole la crema depilatoria.

Miriam las miró en silencio, al menos una de sus dudas había sido resuelta, ya conocía sus nombres. Estuvo tentada a preguntarlas sobre la familia de Jaime, pero algo dentro de ella le decía que no obtendría respuesta alguna.

—Si lo llego a saber —pensó Miriam.— me habría ahorrado la depilación brasileña que me hice ayer. Al parecer Jaime tenía otros planes para mi coño.

No obstante cualquier pensamiento se le fue de la cabeza al sentir como Laura extendía la crema depilatoria sobre su coño. Cerró los ojos y se abandonó al contacto de los dedos de Laura, sorprendiéndose de que en su fuero interno esperaba que esta se extralimitase en su cometido y terminase lo que (sin pretenderlo?) había comenzado. No fue así, Laura retiro la crema depilatoria con sus dedos ayudándose con el telefonillo de la ducha y continuó aseándola.

Una vez terminó de asearla, Laura tomó el albornoz que le ofreció su compañera y tras ponérselo a Miriam, la invitó a abandonar la ducha. Miriam tomando la mano de Natalia se dejó guiar nuevamente al salón.

Natalia colocó una silla en medio de la estancia y le indicó que tomase asiento. Tomó un cepillo y un secador de uno de los maletines que habían depositado en el sofá y comenzó a peinarla.

Laura salió del baño desnuda, con el cuerpo mojado y depositó un maletín en el suelo, a la izquierda de Miriam. Resultó ser un set de maquillaje y tras tomar lo necesario de él, comenzó a maquillarla. Se colocó enfrente de ella con la excusa de trabajar más cómoda, pasó una de sus piernas sobre los muslos de Miriam y siguió con su trabajo dejando los pechos a escasos centímetros de la cara de esta. Miriam tenía el albornoz abierto y las gotas de agua que resbalaban por las tetas de Laura caían sobre la entrepierna de Miriam causando un torbellino de sensaciones en su cuerpo.

Cuando ambas dieron por finalizado su trabajo, le acercaron un vestido negro de Versace con un gran escote en v. Tras ponérselo le entraron bastantes dudas, ya que el escote era bastante pronunciado y la abertura lateral dejaba al descubierto casi toda su pierna izquierda.

—Estás preciosa. —dijo Laura.— El señorito Jaime tiene un gusto exquisito.

—Gracias. —contestó Miriam ruborizándose.

—Ahora el toque final. —dijo Natalia entregándole un par de zapatos negros con un tacón de 10 centímetros.

—No se os olvida algo? —preguntó Miriam azorada.

—Ummm… No, hemos terminado. —contestó Laura extrañada por la cuestión.

—Y las bragas? —preguntó de nuevo, roja de vergüenza, pensando que se les había olvidado ese pequeño detalle.

—Señorita Martínez, con este vestido no se puede llevar nada debajo, arruinaría el conjunto! Está perfecta tal y como está. —fue Natalia la que contestó.— Ahora por favor, la llevaré a su compromiso mientras Laura se queda aquí recogiendo todo.

Cuando salieron a la calle, Miriam se convirtió en el centro de atención de todos los viandantes, incluso fue consciente de como algún vehículo disminuía la velocidad para verla mejor. Llegaron a la altura de un Mercedes negro, a juego con su vestido y tras abrirle la puerta para que tomase asiento en la parte trasera, Natalia se sentó a los mandos del coche y puso rumbo a la casa de Jaime.

Finalmente, tras 25 minutos de viaje, llegaron a la casa y tras atravesar la verja de la entrada, el coche recorrió lentamente los 300 metros que los separaban de la entrada principal. Natalia descendió del vehículo y tras abrirle la puerta, le ofreció su mano para ayudarla a salir el coche despidiéndose de ella después de desearle que pasase una agradable velada y condujo el coche camino del garaje.

Miriam se detuvo frente a la puerta y respiró profundamente antes de hacer sonar el timbre.

—Buenas noches, señorita Martínez. —saludó Olga nada más abrir la puerta.— La esperan en el salón. Siga todo recto, no tiene pérdida.

Miriam fue incapaz de pronunciar palabra alguna, al ver la vestimenta, o más bien, la falta de vestimenta de la criada, las palabras se negaban a salir de sus labios. Olga, vestía únicamente un corsé de cuero que moldeaba su figura y dejaba sus pechos expuestos. Como único complemento, rodeando su cuello, llevaba un fino collar de cuero con un aro plateado.

—Estás preciosa!! —dijo Jaime acercándose a ella y besándola en los labios.— Nerviosa? Acompáñame, te presentaré a mi familia. —siguió diciendo sin dejarla contestar.— Al final se ha retrasado la vuelta de mi madre y Sara, pero tranquila, no tardarán en llegar. Menuda sorpresa se llevarán al verte.

Miriam no habría podido decir nada ni aunque quisiera, si ya se había quedado muda al ver a la criada, dos musculosos hombres desnudos se encontraban apostados a ambos lados de la entrada del salón con la polla erecta apuntando al cielo.

Rebeca y Luis dejaron de hablar en el momento que entraron al salón y se acercaron a la pareja.

—Un placer conocerte. Jaime nos ha hablado tanto de ti. —saludó Luis tomando la mano de Miriam y besándola.

—Hola cuñada, que ganas tenía de conocerte. —Rebeca la abrazó dándole dos sonoros besos en ambas mejillas.

—Un placer. Me gustaría poder decir lo mismo, pero Jaime apenas me ha hablado de vosotros. —dijo Miriam aun impresionada por lo que acababa de ver, echando una mirada de reproche a Jaime.

—Es normal, somos muy reservados en lo referente a la familia. —dijo Luis encaminándose al mueble bar.— Una copa de vino?

Miriam contestó afirmativamente y aprovechó para estudiar a Luis y Rebeca. Luis, de unos 50 años tenía un porte atlético, se notaba que se cuidaba mucho. Sus anchos hombros y sus fuertes brazos parecían a punto de romper el traje que vestía.

Rebeca no se quedaba atrás, si Miriam se veía preciosa con su vestido, al lado de Rebeca salía perdiendo sin duda alguna. Vestía un vestido ceñido blanco con un escote de vértigo que a duras penas lograba mantener en su sitio los enormes pechos de esta. Sus ojos azules la cautivaron al momento y en ese momento fue consciente de que sería capaz de hacer cualquier cosa que le pidiese.

Durante diez minutos estuvieron charlando de temas triviales cuando una joven irrumpió en el salón.

—Menudo recibimiento!!! Así da gusto volver a casa. —dijo Sara abriendo los brazos al cielo.— Y esta pedazo de…

—Sara!… te presento a Miriam. —Jaime no dejó terminar a su hermana pequeña.

—Entiendo… —dijo la aludida.— Lamento no estar vestida para la ocasión. Nadie nos había avisado de nada.

En ese momento, hizo su aparición Ana, la madre de Jaime. Vestía un elegante conjunto de chaqueta y pantalón.

—Mi niña, —dijo yendo directamente hacia Miriam.— Me imagino que eres Miriam, la novia de Jaime.

Mientras Miriam y Ana se saludaban, Jaime se acercó a su hermana Sara y llevándola a un lado, le rogó que se comportase, al menos de momento, ya que aún no había hablado con su novia y esta no tenía ni idea de lo que sucedería más tarde.

—No es de mí de quien tienes que preocuparte. —Contestó Sara con una enigmática sonrisa en el rostro.— Vengo agotada del viaje… no como Mamá que se ha pasado los últimos diez días en cama con una gastroenteritis de escándalo.

Jaime miró a su madre que en ese momento estaba contemplando el cuerpo de Miriam mientras esta giraba sobre si misma mostrándole el vestido. Su corazón se aceleró y fue consciente de que nada saldría como tenía planeado y que en breve, todo saldría a la luz.

Sus temores se vieron confirmados cuando su madre elevó la voz llamando a David, uno de los dos hombres que estaban apostados a la puerta del salón.

—Mira mi niña, —comenzó a decir Ana.— Me imaginó que mi hijo quería esperar a que estuviésemos todos presentes y aún no te ha dicho nada, pero llevo diez días sin probar una polla y tengo el coño a punto de estallar.

Miriam retrocedió un par de pasos e incrédula miró a su novio sin saber que ocurría. Este se no dijo nada, ya que en breve sería consciente de todo y dejó que los acontecimientos hablaran por él.

David se colocó detrás de Ana y tomándola de los hombros, la obligó a girarse y la forzó a agacharse. Ana se relamió teniendo la polla de este a escasos milímetros de su boca y la abrió invitándole a enterrarla dentro de ella. David tomo la cabeza de Ana entre las manos y de un movimiento de caderas la clavó hasta el fondo de la garganta de Ana y comenzó a follarla.

—Que comience el Show!! —gritó Rebeca dejando caer su vestido blanco al suelo quedando totalmente desnuda.— Hermanito, quiero tu polla en mi culo YA! —dijo acercándose a Jaime. El cual no se hizo de rogar y comenzó a desnudarse inmediatamente.

Miriam confundida por lo que estaba ocurriendo a su alrededor, vio como Rebeca se arrodillaba delante de su hermano y volteándose, apoyaba la mejilla derecha en el suelo mientras que con sus manos separaba las nalgas ofreciéndole su culo a Jaime.

—Miriam, tenemos mucho de qué hablar. —dijo Jaime.— Pero hablaremos luego. —dejó caer saliva en el culo de su hermana.— Primero debo follarme este pedazo de culo. —Jaime clavó su polla en el culo de su hermana y tomándola por las caderas comenzó a follarla frenéticamente.

Miriam, retrocedió conmocionada y tropezó con una de las piernas de Sara, que estaba sentada en el suelo con las piernas abiertas masturbándose viendo follar a su familia, perdiendo el equilibrio.

—Somos libres. —le dijo Luis sujetándola impidiendo que cayese — Ese es nuestro secreto, Miriam. Somos nosotros mismos, libres de prejuicios, libres de tabúes. Nos dejamos llevar y disfrutamos de ello. —Miriam observo la cadena que llevaba Luís en la mano. Siguió los eslabones y observo como el extremo estaba enganchado al collar de Olga que estaba arrodillada detrás de él.

—Déjese llevar señorita Martínez. —Dijo Olga sentándose sobre sus talones adoptando la postura de espera de órdenes.— Únase a nuestra familia y sea libre usted también.

Miriam trató de llamar a Jaime pero las palabras murieron en su boca al ver como Jaime sacaba la polla del interior de su hermana y comenzaba a correrse sobre su espalda. En ese momento, Sara se abalanzó sobre Rebeca y comenzó a lamer su espalda, saboreando cada gota de la corrida de Jaime. Cuando no quedó ni rastro de ella, apartó a su hermano, se aferró al culo de Rebeca y comenzó a lamerlo, introduciendo la lengua en el tratando de recoger cualquier mínima gota de semen que hubiese quedado alojado en el recto de su hermana.

Jaime tras incorporarse se acercó a Miriam e hizo caer los tirantes del vestido de esta. Esperaba que su vestido terminase en el suelo y se mostrase desnuda ante su familia pero Miriam lo impidió sujetando rápidamente su vestido, mas no pudo impedir que sus pechos quedasen liberados y saliesen a la luz.

—Vámonos Jaime. —imploró Miriam

—Libérate preciosa. Seremos muy felices.

—No puedo. Esto es demasiado. —las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

—Únete a nosotros. Sé parte de nuestra familia. Te quiero.

Todos los presentes se detuvieron y contemplaron en silencio la escena deseando que Miriam cediese y se uniese a ellos, pero lejos de claudicar, Miriam comenzó a correr hacia la salida siendo seguida por Jaime.

—No puedo, Jaime. NO puedo!! —dijo Miriam entre lágrimas.— Esto es demasiado para mí.

—Por favor, no te vayas.

—Ven conmigo, Jaime. Llévame a casa, por favor.

—No puedo, mi sitio está aquí. Con mi familia. —dijo Jaime retrocediendo y volviendo al salón.

Cuando entró en el salón vio que todos miraban a su padre que estaba hablando por teléfono y las lágrimas brotaban de sus ojos.

—Que ocurre, papá?

—Es tu abuelo, Jaime…

—Mi abuelo? Pero si yo no tengo abuelos. —le interrumpió este.

—No hemos sido del todo sinceros contigo, Jaime. Tu abuelo acaba de morir ahora mismo.

Todos los presentes comenzaron a sollozar y, uno a uno, el personal de servicio se fue arrodillando a la vez que repetían:

"Entrego mi Cuerpo y mi Alma al nuevo Señor de LA ISLA."

—Mamá, que ocurre? Qué coño está pasando? —esta vez era Jaime quien miraba incrédulo lo que sucedía a su alrededor.

Como única respuesta su madre se arrodilló e inclinando la cabeza repitió a su vez.

"Entrego mi Cuerpo y mi Alma al nuevo Señor de LA ISLA"

Rebeca y Sara imitaron a su madre e hincaron la rodilla en el suelo recitando a la vez:

"Entrego mi Cuerpo y mi Alma al nuevo Señor de LA ISLA."

Detrás de sus hermanas apareció Miriam desnuda y colocándose a la altura de estas, las imitó e hizo el juramento:

"Entrego mi Cuerpo y mi Alma al nuevo Señor de LA ISLA."

Jaime no entendía nada, que cojones estaban haciendo todos? Que hacía Miriam? Por qué los imitaba? Quién coño era el Señor de la Isla? Que hostias era LA ISLA?

—Papá? Que sucede? —preguntó tomando a su padre de los hombros.

—Tenemos que hablar, Jaime. Tenemos que contarte la verdad sobre nuestra familia.

Cuando terminó la frase, Luis retrocedió un paso y ante la sorpresa de Jaime, se arrodillo delante de él e hizo el juramento:

"Entrego mi Cuerpo y mi Alma al nuevo Señor de LA ISLA".

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