La primera noche del viaje había caído en la ciudad de Posadas. Habíamos pasado todo el día paseando por la ciudad, con lloviznas intermitentes que dificultaron nuestras visitas a algunos lugares que queríamos. Volvimos a la cabaña, con la idea acordada de bañarnos y salir nuevamente a cenar a algún bar o restaurante. Mientras las mujeres se bañaban me senté en el sofá del living, esperando mi turno para hacerlo. Mientras tomaba mates con mi suegro, charlando un poco, mi novia ya se había bañado, acercándose a nosotros.
Yo estaba caliente todo el tiempo, la situación de estar en la misma cabaña con mi novia, su hermana y mi prima, me provocaba un morbo tremendo. Además de saber que la tenía a mi prima en acceso fácil, pero debía disimular lo más que podía, nadie debía sospechar de nada, aún no había tenido la posibilidad de tener sexo con mi novia, y ambos estábamos con las ganas de hacerlo, cuando podía, ella me calentaba hasta más no poder.
Pero no era la única, Julieta también lo hacía, cuando nadie lo notaba me miraba con la mejor cara de putita que podía, me rozaba con su cola por los pasillos, y me manoseaba el bulto. En algún momento todo se me iría todo de las manos. Por fin llegó el turno de poder bañarme, fui hasta la habitación a buscar mis ropas, cuando llegué la puerta estaba cerrada, golpeé, me abre la puerta la hermana de mi novia. Estaban en la habitación arreglándose para salir.
Entré y fui hasta mi bolso, disimuladamente, mientras buscaba mis ropas, admiré ese espectáculo. La hermana de mi novia tenía puesto y jean apretadísimo, tacos altos y una remerita blanca, su preciosa cola se veía tremenda. Mi prima, una calza negra, de cuerina, que le marcaba la cintura y las nalgas perfectamente, tacos negros y también se había puesto remera blanca, cortita y apretada. Mientras se pintaba esos preciosos labios me miraba por el espejo, y arqueaba más su espalda para mostrarme la cola, sin que mi cuñada se diera cuenta.
La calentura me había subido hasta las nubes, mientras me bañaba, mi pene se ponía como una roca, quería tenerlo de nuevo dentro de la vagina de mi primita. Cuando me estaba secando, escucho sonar mi celular, que lo había llevado al baño conmigo, Julieta me había mandado una cantidad de fotos de ella sola, posando en varias posiciones en el espejo; como así también junto a mi cuñada y mi novia. Las tres estaban increíbles. Ella sabía muy bien que eso me pondría más caliente.
Salí del baño y me dirigí nuevamente a la habitación, ya no estaban allí las chicas. Me vestí y llegó mi novia, se acercó y me beso ardientemente. Mi pene se puso duro en un instante. Paseé mi mano por su cintura y sus nalgas. Me detuvo en un momento, para decirme que ya nos debíamos ir. Todo conspiraba para que me diera un infarto de la calentura que acumulaba a cada instante que pasaba en esa cabaña. Salimos de la habitación y salimos hacía el auto.
Durante el camino, mi novia se sentó arriba mío, para que vayamos más cómodos en el asiento de atrás, disimuladamente ella movía la cola sobre mi bulto. Julieta estaba al lado mío, mientras miraba la pantalla de su teléfono, de reojo también posaba sus ojos en esa situación. Mientras mi novia miraba hacia el frente, ella acariciaba, mi pierna en la oscuridad del asiento trasero no se notaba nada. Por más que quisiera, no podía evitar que mi miembro se ponga tieso. Mi novia lo sentía en sus nalgas y mi prima, veía mi pene marcarse en mi jean.
Por fin llegamos a un bar, nos gustó por fuera, por lo que decidimos entrar. No había mucha gente dentro. Nos sentamos en una mesa larga que estaba acomodada contra una pared. Entraban seis sillas, dos a lo largo de la mesa en ambos lados, y dos en las puntas. Me senté rápidamente al lado de mi prima, del lado que daba contra la pared. Julieta acarició mis piernas por debajo de la mesa y del mantel que tapaba todo. Mientras esperábamos que nos trajeran la comida, bebíamos y yo recibía caricias ocasionales pero intensas de Julieta, que subían buscando mi pene.
Sus piernas forradas con la calza de cuerina se veían muy eróticas. Ella se arqueaba en la silla para que pudiera ver su espalda, su cintura y su cola.
-¡Dejé mi celular en el auto, que tonta! -Dijo Julieta, mientras charlábamos.
-¿Vas a buscarlo? -Le preguntó mi suegro, dándole la llave del auto.
-Sí, pero no quiero ir sola -Contestó.
-¿Me acompañas primo? -Me preguntó.
Sin dudar respondí que sí, mi mente volaba en ese momento. Habíamos dejado el auto un poco lejos del bar, puesto que no encontrábamos estacionamiento. Mientras caminábamos, nos besábamos intensamente con Julieta. Ambos estábamos ardiendo de las ganas. Cuando llegamos al auto rápidamente nos metimos en el asiento de atrás y cerramos las puertas.
-¡Tenemos solo un ratito, así que acaba rápido! -Me dijo Julieta. Mientras me desprendía el cinto.
Saqué mi pene duro rápidamente. Ella se arrodilló sobre el asiento y se metió mi miembro en la boca. Sus chupadas eran rápidas e intensas, podía sentir como el glande me ardía con cada movimiento de la boca de mi primita. Sus labios bajaban y subían hasta la mitad de mi pene, una y otra vez, mientras ella gemía y saboreaba todo. Mientras me besaba el glande, me miraba con la mejor cara de putita, para luego meterse nuevamente por completo toda la extensión de mi miembro a punto de estallar.
No quería que terminara nunca, pero debía hacerlo, sino preguntarían el por qué tardamos tanto.
-¡Voy a acabar prima! -Le dije.
-¡Dame toda tu lechita rica primo! -Me respondió. Gimiendo como zorrita.
-¿Te la vas a tomar toda? -Le pregunté. Con lo último que me quedaba de aguante.
-¡Si primo, dámela! ¡Estoy sedienta! -Me dijo gimiendo.
Sentí como los espasmos recorrían mi cuerpo. Empecé a largar mi semen caliente en su boca. Julieta no dejaba de chupármela mientras gemía. No iba a dejar que ninguna gota se le escape y manche el auto. Cuando ya no salía más semen de mi miembro se apartó, me puso su carita frente a la mía y me mostró como se tragaba todo mi semen. Fue increíble. Nos arreglamos y ella se volvió a pintar los labios. Había dejado la mayoría de su pintura en mi pene. ¡já! ¡já!
Cuando volvimos al bar, todo era normal, la comida aún no había llegado. Y nadie preguntó nada. Sonriendo, Julieta le dio las llaves del auto a mi suegro, mostrándole su teléfono. Nos sentamos enseguida en nuestras sillas para seguir la noche. Con esa descarga un poco de tranquilidad volvió a mi cuerpo. Solo un poco, puesto que no sabía lo que me depararía al volver a la cabaña para dormir…
-Alexander0022-