Domingo por la mañana.
Cuando no tengo a nadie en día domingo, me lo paso en mi habitación, entre la cama y la play, escribiendo cosas o entrando a páginas porno gais. Me excito, me voy al baño, me pajeo, la gozo y vuelvo a lo mismo. Es por eso que he tomado costumbre de ir desnudo y me encanta ir a lugares donde se pueden realizar actividades desnudo y sobre todo en verano a la playa nudista.
Mi taita me dice que, antes de salir de mi habitación desnudo en cualquier día de la semana, debo asomar la cabeza por la puerta para saber si está la chica de la limpieza merodeando por allí, no sea que se moleste. Yo siempre le digo que la ponga en el lavado de ropa y ayudándole en la cocina y que busque un chico que quiera trabajar y si es gay mejor, así no tengo que ir preocupándome. Mi taita se sonríe y se calla. Esta idea no es mía, es suya, me lo dijo una vez, pero le da reparo poner un aviso, «Se necesita chico gay». Me río porque igual alguien se podría molestar. Por eso tengo que mirar, pero ya se encarga mi taita de hacer que la chica limpie en otro lugar cuando es mi hora de desayunar. A ella no le molesta, porque siempre me ha visto desnudo. Es mi taita.
Pero hoy es domingo y la chica, Elisabet se llama, tiene libre y no viene nadie a la casa si yo no invito, así que estamos mi taita y yo. Por eso es en domingo cuando no necesito tener ninguna precaución porque no ha lugar a ello.
Estoy acabando el desayuno y me voy a la ducha, una paja, una buena ducha y a secarme y vestirme.
Suena el timbre de la puerta.
Me sobresalto pensando: «¿Quién llamará a estas horas?».
Escucho los pasos de mi taita para saber quién es o de qué se trata.
— Hola, hola, —dice mi taita.
No escucho bien pero alguien está hablando.
— Hala, coge todo y súbelo, —dice mi taita.
Me visto rápido y salgo descalzo a la puerta.
— Taita, ¿quién sube?
— Abelardo.
— ¿Qué quiere?
— Ahora lo veremos.
Cuando aparece por la puerta, nos quedamos paralizados como si viéramos un fantasma.
— Con razón no te conocía por el visor, —dice mi taita.
Estaba hecho una lástima. Un ojo casi cerrado del todo con una fuerte contusión, el pómulo hinchado, las narices hinchadas y señales de sangre en la boca porque no se la había podido lavar.
— Ven, Abelardo, mi hijito, ¿quién te ha hecho eso?, —pregunto mi taita.
— Mi padre, —respondió escuetamente Abelardo, quejándose de la boca por haber hablado.
— No digas nada, hijo, ¿has comido?
Movió la cabeza hacia los lados.
— Mientras tú le haces compañía, yo preparo algo blando para que coma y luego avisaré al médico para ir a emergencias, mal día hoy para encontrar a nuestro médico.
— Don Fermín, ¿podría venir a casa y traerse un policía?, —había marcado el número de mi administrador que es abogado y me aparté de Abelardo.
— ¿Qué ocurre?, —me contesta.
— Aquí tengo un amigo al que su padre le ha pegado una paliza de padre y muy señor mío, parece que incluso algo tiene en el costado porque se queja y le hace toser, —me expliqué.
— Yo voy en seguida y aviso a la policía.
Cuando llegó don Fermín, mi taita estaba dando de comer a Abelardo un caldo con cuchara pequeña para que no abriera tanto la boca. Lo hacía con el cariño de quien se siente madre. Cuando acabó de darle todo, noté que el color de cara de Abelardo iba cambiando, no sé si era por la comida o porque se vio rodeado de cariño, lo que me parecía que había desconocido durante toda su existencia. Se había hecho adulto sin saber lo que significaba ser querido y con unos deseos de amar inmensos.
Llegó don Fermín, lo observó y le hizo preguntas para que contestara sí o no con la cabeza. Así averiguó que le había pegado con las manos y que le había dado un empujón cayendo encima de un centro de salón, una mesita que tenía piedra de mármol. Abelardo, aunque muy despacio, intentaba contestar no solo con la cabeza. Le había preguntado si le dolía el costado, si le había pegado con los puños o con algo contundente. No podía explicar mucho, pero asintió.
Mi taita, lloraba y quería darle paracetamol para que se le fueran los dolores pero don Fermín dijo que no, que el médico lo vea como está.
— Por sufrir un poco más, no hay que preocuparse, el mal está, el médico debe verlo tal cual y la policía también, —fue tajante don Fermín.
En eso llamaron y se trataba de la policía. Venían dos, uno escuchaba y el otro hablaba. Don Fermín explicaba y Abelardo con la cabeza decía sí o no. El policía, deseando tener todos los datos de primera mano y con la firma de Abelardo por tratarse de un mayor de edad, aconsejó que lo lleváramos de inmediato al médico, que el médico les diera un parte de su estado de salud y remitiera a la policía un parte de los daños, manos, razones e instrumentos utilizados. Luego que se pasaran por la jefatura y allí, como el médico le recetaría calmantes, ya igual podría hablar.
Nos pareció a todos muy razonable y nos salimos todos a la vez. Saludamos para despedirnos con un hasta luego y se quedó en casa mi taita, esperando noticias nuestras.
Al ser domingo, entramos por Emergencias, pero el médico amigo de don Fermín ya nos estaba esperando. Cuando el médico lo auscultó, y lo revisó, le mandó hacer unas radiografías del tórax. El resultado que esperamos durante una hora, fueron dos costillas rotas. Lo fajaron bien y le dijeron que cuidado con el sol intenso y los aires. Un montón de medicamentos y que volviera a los dos días. Al salir de la consulta llamé a mi taita para explicarle todo.
Con todos los papeles en orden y los medicamentos en las manos nos fuimos a la Jefatura de policía. En realidad se trataba de poner denuncia. Eso llevó a que le hicieron muchas preguntas a Abelardo. En todo me aseguró que sentía un dolor interno al decir la verdad, que le parecía estar acusando a su padre. Don Fermín le explicó que presentar una denuncia no es acusar sino prevenir. Que no lo llevarían a juicio ni a la cárcel, sino que le darían una seria advertencia para que no actuara de esa manera en adelante. Y luego ya no pasaría a fiscalía porque no era una actuación contra un menor ni había daños mayores, y si él no lo deseaba no sería acusado.
De todas formas el policía le dijo que si podía estar en otro sitio —le hablaba mirándome como si me lo dijera a mí— al menos unos cuatro o cinco días, eso ayudaría a que su padre se calmara y se pudieran reconciliar.
— Señor, el sitio lo tiene, es mi amigo y le puedo acompañar al médico, en mi casa se encontrará bien, mi taita lo quiere mucho…
— Tu ¿qué?, —preguntó el policía.
— Quiere decir su sirvienta, la persona que lo ha cuidado desde pequeño, —añadió don Fermín.
El policía tomó nota de todo estos datos y la dirección que ya tenía por don Fermín. Agradecimos todos los servicios y nos fuimos a casa. Don Fermín se fue a la suya con cierta prisa porque tenía invitados, como todos los domingos. Entramos a casa y mi taita había preparado la comida, todo blandito para que no le costara de tragar, los tres comimos lo mismo. Después de comer metí a Abelardo en la cama y lo dejé durmiéndose porque no había podido descansar nada tras la paliza de su padre.
En la tarde lo fui a despertar para que comiera algo y se encontraba mejor de la boca. Le dolía mucho el costado y le di una de las pastillas contra el dolor. Hablamos alguna cosa y me dijo:
— Doro…, —yo guardé silencio por la cara de solemnidad que puso— estoy pensando hacerte una propuesta, pero me da no sé qué hacerla, aunque es preciso…
— Abelardo —le dije—, no te vengas con problemas de hablar, dime de una vez.
— Estoy pensando… que si nosotros nos queremos… sé que me quieres… podríamos casarnos y… se acabarían mis problemas…; —me quedé atónito ante la propuesta, pero siguió hablando— yo… buscaría un trabajo para no serte gravoso y dejaría mis estudios… Pero no quiero volver nunca más a mi casa.
A él se le escaparon las lágrimas de sus ojos y a mí se puso el mundo al revés y me pareció que daba vueltas en sentido contrario. Hubo un largo silencio, durante el cual él se iba poniendo más nervioso y todo dependía de mi respuesta. Me quedé pensando… Me fui al costurero donde estaba mi taita, la miré a los ojos, le pregunté:
— Si Abelardo no pudiera volver a su casa y quisiera quedarse con nosotros, ¿lo aceptarías?
— Dorito, tú sabes que sí.
— Supondría más trabajo para ti…
— Pero mi familia sería más grande.
— ¿OK?
— OK.
Regresé y lo encontré llorando en silencio. Entonces le dije:
— Te aceptamos de buen grado en casa, esta es tu casa mientras la necesites. No has de buscar un trabajo, esta es tu familia, seguirás estudiando en la universidad hasta que acabemos. Tendrás habitación con un estudio para ti, ya lo arreglamos cuando tengas algo más de fuerza. Pero casarnos, no. No es que no te quiera, pero sabes bien que soy poliándrico, y los casamientos comprometen a uno con uno y yo no te sería fiel. Podemos ser buenos, muy buenos amigos, pero yo necesito la libertad de meter en mi cama a otros hombres, al menos por ahora, aunque tu culo es el mejor que he descubierto.
— Entonces… ¿viviremos como hermanos?
— No, mucho más, seremos novios sin compromisos, si te parece y si no amigos muy especiales.
— No, mejor novios sin compromisos fijos…
— Ni para ti ni para mí…
— De acuerdo…, pero nos podremos contar todo lo que queramos, ¿si?
— Abelardo, para mí eres más que un novio, eres parte mía, soy yo el que tengo temor que me dejes por ser poliándrico, quiero ser tuyo, pero no sé si aguantaría…
— Eso que me dices es suficiente, yo te entiendo, pero quiero dormir en tu cama, contigo, cada noche, y cuando traigas a algún otro chico, me esperaré en la sala, durmiendo en un sofá, hasta que se vaya, luego voy contigo.
— Quizá con el tiempo cambiamos los dos, no tenemos compromisos y podemos hacer los que nos plazcan.
Se levantó para besarme, pero le dolió el costado y le dije que hoy nos acostaríamos pronto, que yo iría al día siguiente, lunes, a mis clases por la mañana, pero vendría a comer y por la tarde volvería al entrenamiento y también me vendría en cuanto antes, que hablaría con el míster y le contaría.
— Querrá follar contigo…
— Si me da mejores explicaciones…
— Ahora yo voy a estar mucho tiempo sin jugar y mucho tiempo sin follar…
— Yo te resolveré ambos problemas desde esta noche, no tienes de qué preocuparte.
Después de cenar lo llevé a mi cama, le ayudé a quitarse la ropa. Le ofrecí un pantalón de pijama corto, pero supuso y sabía que yo no usaba y me dijo:
— Antes yo usaba, desde que supe que tú no usas yo tampoco me pongo pijama.
Le ayudé a meterse en la cama. Me desvestí y me colé dentro de la sabana. Estiré la colcha que ya estaba bajada a los pies de la cama por si a Abelardo le entraba un poco de frío.
— Se me ha olvidado mear.
— ¿Necesitas que te acompañe al baño?
— Mejor sí.
Después de mear él, lo hice yo también. Y me dijo:
— Hoy no te podré hacer el amor porque me dolería mucho el costado.
— Pero yo si puedo, siéntate sobre la tapa del sanitario y te doy una mamada, si te duele lo dejamos.
Me relamí los labios y me la puse en la boca, iba despacio para que no tuviera dolor, poco a poco fue subiendo la erección de los dos, pero Abelardo parecía tener prisa y pasándole la lengua por el frenillo, se quejó poniéndose las manos al costado e interrumpí la mamada, sin sacar la polla de mi boca, lo miré a los ojos, me hizo una mueca forzada de sonrisa indicando que siguiera. Lo hice y no tardo en eyacular con gritos más de dolor de su costado que de placer, pero al concluir lo miré y estaba sonriendo. Me puse de pié y me agaché para darle un beso. Yo ya estaba rezumando precum por mi polla y me pidió que la exprimiera en su boca, me masturbé con cuidado y como él sacó la lengua desde el primer golpe los trallazos fueron a su boca, cerró los labios y todo fue dentro. Me saqué de su boca mi polla limpia y lo besé para que me hiciera partícipe de su postre.
***** ****** *****
Al levantarme, besé a Abelardo que estaba dormido, me duché, desayuné y le dije a mi taita que cuidara de Abelardo.
Dejé a Abelardo en casa en muy buenas manos y me fui a la universidad, pensando en las razones que iba a dar. Entré en el Decanato de la Facultad de Ciencias y le dije al vicedecano de Biología todo el tema de Abelardo para obtener un tiempo de gracia con el fin de que sanara. Luego busqué a Marcos para que hiciera el favor de pasarme los apuntes de clases para Abelardo. Me preguntó qué le pasaba, le expliqué detenidamente y me dijo que iría el cada día a mi casa empezando por ese mismo día en que lo visitaría después del entrenamiento y le traía apuntes de clases.
Regresé a casa para comer con mi taita y con Abelardo, otras veces entro a comer en algún lugar cercano a la universidad, pero ese día tuve que usar taxi.
Por la tarde me fui al entrenamiento y primero busqué a Marcos. Intenté convencer a Marcos para que se pusiera las pilas para ocupar la posición de Abelardo.
— Creo que el entrenador me tiene abandonado, por eso es que me desanimo, me indicó Marcos.
— Si te dice que ocupes su puesto como delantero centro, ¿aceptarías?
— No lo hará…
— ¿Aceptarías?
— Sí.
— Pues deja el asunto conmigo. ¡Ah! Te quedas a cenar con nosotros y puedes dormir en mi casa, si quieres…, —le propuse.
— Me va bien porque mis padres y hermanos están de viaje.
Me fui a mis clases para avisar a los profesores que no estaría esa tarde y les expliqué que un alumno había tenido un accidente y lo estoy cuidando, que por dos o tres días no podría regularmente acudir a clase, pero que recuperaría. Entre el profesorado yo tenía buena fama de cumplir con mis obligaciones.
Luego me fui a ver a Gunnar. Estaba en su oficina del gimnasio. Le conté que Abelardo estaba mal y no aparecería en unos 25 días, debido a que tenía dos costillas rotas y le propuse a Marcos para que ocupara el puesto de Abelardo.
— ¿Tu estás seguro de eso?
— Mira, Gunnar, yo no sé quienes son los mejores, pero Marcos se está deshinchando de estar en el equipo y quiero que lo recuperemos…
— ¿Qué gano yo con eso?
— Hoy mismo, mi culo es tuyo, si me dices que sí aceptas a Marcos de delantero centro; te aseguro que entre ambos podemos llevar el equipo a la victoria final, es algo que te interesa, porque se te acaba tu contrato y aún no han pensado qué van a hacer contigo. Si ganamos, puedes irte con gloria o quedarte un contrato más…
Me lo había estudiado bien y no quería que se me desmoronara Marcos, lo necesitaba por los apuntes y porque su culo me gustaba. Me dijo Gunnar que no me fuera que iba a estudiarlo sobre el papel, me pidió que llenara el jacuzzi. Fui a mi taquilla, me quité mi ropa y me puse un pantalón deportivo y una camiseta, aún descalzo me metí a organizar el jacuzzi. El sonido del agua era un reloj para Gunnar, el chorro fuerte cambió de sonido conforme subía el nivel del agua. Puse el circulatorio en marcha y al poco rato se había calentado el agua adecuada para el cuerpo. Me quité la camiseta y el short y me metí en el jacuzzi. No tardó en llegar Gunnar, entró y se hundió a mi lado sentándose en el escalón junto a mí. Nuestros cuerpos se tocaban necesariamente.
— La alineación está hecha, dentro de un momento en el entrenamiento ya podrás conversar con él y quiero ver que hacéis buenas migas en el campo de juego. Como el contrario, Avalon U.D. es el colista de campeonato no voy a estar contento si no hay mínimo 5 goles de diferencia.
Empecé a cogerle la polla dentro del agua, estaba fláccida pero había que amarrarla para darle gusto. Comencé a manosearla, acariciarla y sobarla masturbando aquella tranca ya conocida. Se la puse dura, muy dura dentro del agua de tanto sobarla y me preguntó:
— ¿Dónde quieres que te la meta, aquí dentro o fuera?
— Aquí mismo.
Me levanté, me cogí con las manos de las anillas de la escalerilla de salida, me puse de pie y quedé inclinado por la cintura, puse el culo en alto como hacen los gatos, hundiendo la espalda arqueada y respirando fuerte. Mi polla estaba a tope. Se me acercó, me metió, un dedo y de inmediato dos, me hizo daño, pero ni me quejé. Luego metió tres y lo insulté:
— ¡Puto maricón, gallina, métemela ya, joder y no seas hijo puta.
Se encabronó y me dio dos fuertes cachetadas en las nalgas que debieron dejármela roja porque escocía como una buena bofetada en la cara. Ya no pensé en mi hoyito, sino en su tranca que ya tocaba mi culo, se paseaba por mis nalgas y apuntó. Puse muelle mi cuerpo como si quisiera que me atravesara el agua y la metió de un golpe toda entera.
— ¡Auuuw!, ¡cabrón, hijo de puta, maricón, qué buena entrada!, ¡joder!
— Te ha gustado, ¿eh, maricón?
— Eres un destripador, ¡joder!
— Pues ahora verás qué te hago por obligarme a alinear a Marcos, para que aprendas a odiarlo, ¡maricón de mierda!
Comenzó a sacar y meter con fuerza y sin piedad, yo bramaba y acompañaba los bramidos con chillidos ululares. Era de locos, pero en lugar de odiar a Marcos, resulta que lo amaba más. Me perforó, me dolió y sabía ya que eso me iba a doler al menos dos días, sin lubricante, con odio o rencor, fue una auténtica violación consentida por amor a los amigos. Se vació en mi interior. Sin esperar a bajar su calentura, me obligó a mamarle la polla para dejarla limpia. Lo hice por mis amigos. Se fue al campo de entrenamiento, pero antes me tiró las llaves al suelo a mis pies:
— Limpia todo, vacía el jacuzzi y, después del entrenamiento, cierras; mañana me las das a primera hora de la mañana.
Se fue. el muy cabrón. Descansé. Limpié todo, me vacié el recto metiendo dos dedos en mi culo y empujando para evacuar dentro del jacuzzi, lavarme y luego echarlo todo por el hueco del desagüe. Me puse mi camiseta, mis short y mis botas y salí al campo. Mientras yo limpiaba había escuchado las voces de los compañeros, ahora estaba en silencio. Cuando llegué al campo Gunnar me humilló con estas palabras:
— Ahí viene la niña bonita, para estar guapa ha tenido que ir a la peluquería, veis que peinada está la madame hoy.
Yo estaba muy dolorido y me puse en la portería. Mucho esfuerzo tuve que hacer, pero gracias a que el míster ese día tenía prisa, antes del cuarto de hora nos dijo que entrenáramos nosotros. Nadie tenía ganas y todos se fueron al vestuario.
Marcos, se vino donde mí y vio mi mala cara. Le dije que me ayudara a recoger las cosas que dejaban los demás. Fuimos al vestuario. Marcos se duchó rápido y dio prisa a otros para que se fueran pronto.
Me vestí, cerré y me fui poco a poco a casa con Marcos. Quería preguntarme algo, pero le dije que en casa le contaría y fuimos todo el camino en silencio. Me dolía mucho mi culo y no lo había disfrutado tanto. Al llegar a casa nada le dije a Abelardo de lo ocurrido para que no sufriera. Hice lo posible para sonreír, pero me notaba cansado. Abelardo estaba en cama y le dije que le ayudaría a levantarse y vestirlo. Antes fui al baño para ponerme en el culo crema con el fin de calmarme un poco el escozor. Marcos esperaba en la sala.
Yo sabía que no había acabado este martirio nuestro, faltaban cuatro semanas para el final, es decir, ocho entrenamientos y cuatro partidos y se me ponía cuesta arriba, pero por Abelardo y Marcos estaba dispuesto a soportar los abusos que me sobrevinieran. No pensaba en vengarme, sino en que acabara la liguilla, hacer luego mis exámenes e irme a mi casa de la playa. Este año ya tenía asegurada la compañía de Abelardo y me iba a conquistar a Marcos.
Llegamos Abelardo y yo a la sala, se saludaron ambos con sendos besos. Hice que Marcos saludara a mi taita y se besaron. Luego lo llevé de nuevo a la sala, donde había quedado sentado Abelardo. Ahora Marcos manifestó su estupor al ver su cara hinchada y deformada. Pero a Abelardo le dolía el costado cuando respiraba o tosía. Se quiso quitar la camisa para mostrar el vendaje extraordinario que llevaba, pero como no podía le ayudé. De vernos a los dos allí yo le notaba no solo la erección de su pene sino que también las tetillas de sus pezones estaban rígidas. Lo calmé un poco con caricias. Luego fui a por un rotulador indeleble y grueso y escribí sobre el vendaje: ˝Get out early so you can fuck hard», luego Marcos me tomó el rotulador y escribió: «I also want to fuck you has that your ass asshole». Nos reímos los tres y exclamó Abelardo:
— ¡Cabrones de mierda! ¡Sois unos puercos! A ver qué dirá el médico cuando me lo quite… o la enfermera… que sería lo peor.
— Dirá que tienes unos amigos muy putos y muy jodidos, —dijo Marcos.
— Pero eso es lo divertido, —dije yo que no estaba para muchas diversiones con el dolor que sentía en el culo.
A veces mi dolor me hacía rabiar y no podía aguantar sentado y me entretenía de pie, incluso con la crema que me había puesto. Entonces le dije a Marcos que viniera conmigo mientras Abelardo miraba las hojas que le había dado.
Nos fuimos a mi habitación, la cama estaba por tender y le dije:
— Marcos, hazme un favor.
—Lo que necesites.
— Mírame el culo, que me está doliendo mucho.
Lo miré, asentía en silencio y con su cabeza y me quité los pantalones, me agaché sobre la cama mostrándole el culo y le dije:
— Mira si hay heridas.
Abrió mi culo separando las nalgas y dio un silbido con su boca, cuyo aire vino a mi agujero provocándome mucho alivio.
— Lo tienes muy rojo e hinchado, hecho una carnicería, no hay sangre pero poco falta, está todo inflamado. Hay que poner abundante pomada.
Como ya la llevaba en las manos se la di. Con un dedo y de modo suave me fue poniendo pomada más extensamente que yo lo había hecho llegando hasta donde la nalga comienza a penetrar en la raja, luego metió el dedo suavemente extendiendo pomada en mi interior.
— Creo que desaparecerá pronto, pero se ha de cerrar el culo, —dijo Marcos.
— Se cerrará en un par de horas o tres, —dije yo.
— ¿Quién te ha hecho eso?, —preguntó Marcos.
— No quería contarte, pero me ha obligado el míster para ponerte en el lugar de Abelardo, de delantero centro y he tenido que pagar el favor, pero lo ha hecho a lo bruto y me ha dejado tendido.
— ¡Maldito maricón ese imbécil de entrenador!, —dijo con rabia Marcos.
— He pensado que ganamos el campeonato y luego lo echamos a él por abusón, pero esto es mi secreto, —le dije.
— Yo estoy contigo, Doro, descuida, pero hoy voy a quedarme aquí con vosotros, solo que no podré follarte —dijo riendo Marcos—, habrá que hacerlo al revés.
— El tiempo pasa y verás como podremos hacer todo —le dije esto para su consuelo—, haremos todo lo que nos plazca.
Fuimos a cenar. Mi taita es brillante. Sabía que sufríamos por el amigo y sin que yo le pidiera, puso una botella de champaña para acompañar el salmón que nos había servido. Preparó una deliciosa ensalada de queso de cabra y nos puso un rico pastel de postre. Todo muy delicioso. Yo me había aliviado bastante aunque notaba algo de escozor. Después de decirle el buenas noches a mi taita, nos pasamos a la sala para ver una película. A ellos les gustó, yo casi me dormí y respetaban mis cabezadas. La verdad es que estaba destrozado, hecho una verdadera mierda.
Acabó la película y nos fuimos a mi habitación, desnudé a Abelardo, lo acompañó Marcos a orinar y regresaron para acostarse. Como mi cama es grande y Abelardo no se movía mucho, decidimos que íbamos a hacer el amor los tres. Nos reímos porque parecía imposible. Uno con las costillas rotas, el otro con el culo hecho una mierda y solo el tercero estaba en forma. Así que, como estábamos en mi casa, yo mandaba y, si no les gusta, que les den. Nos gustó y nos dimos, ¿que si nos dimos?.
Decidí que yo iba a darle una mamada a Abelardo y si podía —y pudo— él le daba al mismo tiempo una mamada a Marcos y se la preparaba para que me la metiera. Marcos me miró con ojos de buho y le guiñé el ojo sonriendo. Pensó bien, la dormida ante el televisor me había relajado.
Me divertí mamando la polla de Abelardo, porque no se quejó nada y eso que él estaba mamando la de Marcos. Como si el sexo nos pusiera sanos y disponibles. Era cierto porque estaba entrando Abelardo en éxtasis previo al orgasmo y Marcos aún la tenía lánguida. Así que mientras Abelardo se corría en mi boca que asume como por ósmosis el semen que le echen a la muy puta, comencé a acariciar el culo de Marcos y a meterle dedos para que se le pusiera dura. Cuando lo conseguí, le dije que me la metiera ya y le di mi polla a Abelardo porque así lo íbamos a disfrutar de nuevo los tres. Lo disfrutamos, y nos metimos dentro de la sábana y la colcha que no hacía falta porque dormimos Marcos y yo muy abrazados por no poder abrazar a Abelardo, al que le prometimos que apenas despertar disfrutaría de dos pollas a la vez.
Nos dormimos y despertamos al amanecer. Marcos y yo salimos a correr una hora y media, para llegar a casa y desayunar con Abelardo y mi taita.