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En el hotel con Laila
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Tardó una semana para que volviera a saber de Laila. Pensé que ya todo habría quedado allí pero no, esa tarde sonó mi celular y mi corazón dio un vuelco cuando en la pantalla apareció el nombre de ‘Laila’.

—Hola pequeña, ¿cómo has estado?

—Hola Laila, —dije con alegría— pensé te habías olvidado de mí —me encontré diciéndole coquetamente.

—¿Olvidarme de ti después de lo que pasó en esa caseta? Para nada, he pensado cada día en ti, bueno, no cada día, pero sí cada noche, lo que pasa es que soy madre de un crío y tengo responsabilidades que atender. Sólo dime una cosa pequeña, después de lo que pasó ni te lo pregunté, pero quiero saber si eres mayor de edad.

—Lo soy, cumplí 18 en agosto, no tienes de qué preocuparte.

—Perfecto nena —me dijo con voz cachonda— Entonces sí te puedo pervertir.

—Me pervertiste antes de saberme mayor de edad.

—Cierto, las cosas se dieron. No quise mandarte a casa sin quitarte esa calentura, pero tuvimos que cortarlo ahí o si no alguien nos habría descubierto y todavía ni siquiera sabía si eras mayor o menor de edad.

—No tienes de qué preocuparte, ya me pagarás la siguiente vez —le dije haciéndola conocedora de mis planes.

Quería aprender de ella cómo gozar entre chicas, quería sumergirme en sus tetas nuevamente y quería ver qué había entre sus piernas.

—Ya que tocas el tema quiero proponerte algo. El jueves mi marido sale de viaje por cinco días, y yo estaré libre de 9 a 3 pm jueves, viernes y lunes mientras mi hijo está en la escuela. Quiero estar contigo esos días, me quiero sacar la espina y hacerte gozar en verdad, lo de la cabina sólo fue una pequeña muestra de lo que sé hacer, créeme, sé hacer muchas cosas más.

—Me parece perfecto, yo también he estado pensando en ti todas las noches desde hace una semana —dije traviesamente.

—Perfecto, no se diga más. Pero primero prométeme algo.

—¿Qué?

—No lleves ni bragas ni brasier, no los necesitarás. Ponte algo sexi, una mini por ejemplo.

—Está bien —contesté. Ya chicos me habían hecho peticiones similares y sabía de qué se trataba. Además, la idea de salir sin esas prendas era algo que me mojaba automáticamente.

—Perfecto, ¿en dónde vives?

—San Ángel.

—¿Conoces el "Carlota"?

—Me encanta, te veo allí a las 9am para desayunar. No te preocupes por el dinero, yo pago.

—Ciaou, te veo allí pues —le respondí y colgué.

Tengo una cita con un mujeron de 37 años (ya le había yo preguntado su edad). Esa mujer puede coger con quien quiera pero por alguna razón me escogió a mi, una chica de dieciocho. Los dos días de espera se me hicieron eternos. Me la pasé húmeda casi todo el tiempo y lo que mis dedos podían hacer por mí no me era suficiente. Cuándo por fin el día llegó me paré temprano para ducharme y escoger bien mi ropa. Quería verme sexi para ella pero no una vil puta. Una mini sin tanga se me hacía descabellado. Opté por un short corto y ajustado de jean y una camiseta de tirantes sin bra.

Mi ex siempre que me veía así se ponía como loquito. Me la puse y mi vi al espejo. De costado mis senos se mostraban la mitad y se adivinaban desnudos. Me quedé pensando si irme así o no. En eso estaba cuando mi cel comenzó a vibrar. Era un mensaje de ella que decía así: Recuerda que no quiero ni bragas ni brasier, y quiero algo sexi, provocador. Algo que me haga ponerme cachonda mientras desayunamos. No lo pensé más y me decidí a irme así. ¿Quería ver una putita? Vería una putita. Escondi mi semidesnudez con una gabardina hasta media espinilla, tomé el paraguas y me dispuse a salir.

—¡Me voy a la uni mamá, bye! —grité de lejos mientras tomaba las llaves del auto. Llegué con diez minutos de retraso.

Pregunté si habría alguna reservación a nombre de Laila o Amanda y dijeron que no pero el capitán me condujo a una mesa para dos al fondo del restaurante. Al pedirme mi gabardina y yo deslizármela para fuera noté que sus ojos se encendieron y se dirigieron a donde se marcaban mis pezones desnudos.

—¿Sólo dos personas? —preguntó.

—Sí, sólo dos —contesté.

Escogí la silla que le daba la espalda al resto de los comensales, de esa manera sólo Laila notaría mi semidesnudez. Cinco minutos después llegó Laila y se sentó frente a mi. Me saludó de beso y el beso me lo plantó en mis labios.

—Vaya vaya, qué tenemos aquí, una putita hecha y derecha. Estás pidiendo verga a gritos Amanda. Aunque yo te voy a dar algo mejor.

La plática fluyo de varias cosas sin importancia y cuando íbamos en el café posterior al desayuno sentí su pie desnudo entre mis muslos intentando hacerse camino hacia mi concha. Apuntó su dedo gordo contra mi vagina y comenzó a masturbarme. Mis piernas, cubiertas por el mantel de la mesa ocultaban lo que sucedía en esa mesa. Mientras jugaba con su pie entre mis piernas empezó a desnudarme con la mirada y en voz baja me dijo:

—Sácate una teta y muéstramela, quiero ver lo que me voy a comer.

Muy disimuladamente voltee hacia atrás. La mayoría de los comensales conversaba sobre sus negocios y nadie al parecer nos observaba. Disimuladamente, y muy lentamente, deslice con mi mano derecha el tirante izquierdo de mi camiseta saliendo la totalidad de mi seno al exterior para ser comido por los ojos de mi amiga.

—Eso se ve delicioso Amanda, tengo la concha hecha una charca. Se llevó su mano derecha a su entrepierna y la sacó mostrándome su humedad. El olor de su sexo era excitante y me hizo mojarme más.

—¿Alguna vez has follado con alguna mujer? —me preguntó.

—Si —contesté, —he estado con dos chicas ya.

—Una auténtica zorrita.

—Tengo dieciocho, tengo ya mi historia —le contesté.

—Vámonos, sígueme, me muero de echarte ya la mano.

Pagó y nos dirigimos a su auto, me dijo que terminando ella me traería de regreso por mi auto. Recién nos subimos al coche se me aventó encima y me plantó otro de sus besos violadores. Se lo correspondí y me dejé meter mano por ella. Mientras conducía me iba haciendo un dedo angelical, era más que obvio que está señora sabe cómo complacer a una chica. Media hora más tarde entramos en un hotel de paso de baja calidad, lo cual me sorprendió pues su auto y su vestir denotaban una clase social pudiente. Entramos a lo que era la recepción y ella pidió una habitación. El viejo se me quedó viendo de arriba a abajo y con un dejo de deseo por mi volteó a ver a mi amiga y le dijo.

—Parece menor de edad. No puedo dejarla pasar con una menor, es ilegal.

—Pues ella me dijo que ya es mayorcito, si quiere pregúntele —le contestó ella con soltura y total desparpajo.

El viejo me volteó a ver y me preguntó mi edad.

—Dieciocho —contesté.

—¿Puedo ver su INE?

Se lo mostré y al ver que decía la verdad le extendió la llave a mi amiga y, llevándome de la mano, me guío por estrechos pasillos donde por aquí o por allá se alcanzaban a escuchar gemidos de placer. Al llegar a nuestra habitación se puso frente a mi y me volvió a besar con esa pasión muy de ella mientras sus manos recorrían mis nalgas, mis piernas y mis senos. Sus manos, tan hábiles como las de un mago, se las arreglaron para desabotonar mi short y realizarlo hasta mis rodillas, una de mis tetas se mostraba ya expuesta en plenitud, mi pezón parecía una flecha a punto de salir disparada. Todo esto estando aún sobre el pasillo, expuestas a que alguien nos viera si pasaba por ese pasillo. Me tomó los hombros con ambas manos y me puso de espaldas contra la pared mientras sus dedos se escurrían por mi interior. Me estaba tallando la concha sin piedad, y yo con el short en los tobillos y mi playera de tirantes enroscada en mi cintura no podía hilvanar ningún pensamiento.

—Te voy a hacer que te corras como una cerda —me dijo mientras se hincada ante mi, llevando su boca a mi concha. Dios, qué placer. Mientras con sus labios me mamaba el clítoris con tres dedos me estaba dando la masturbada de mi vida.

Estando así, en esa pose, de espaldas contra la pared y con Laila mamándome el clítoris y con tres dedos machacándome la panocha fue que, de manera imprevista, me empecé a correr sobre su cara mientras veía nublado y mis piernas temblaban descontroladamente mientras yo, totalmente entregada al placer, repetía sin parar, mecánicamente, la frase de "Me corro", "Me corro", "Me corro" mientras veía como la cara y los cabellos de Layla quedaban empapada de mis jugos.

Entre espasmo y espasmo me percaté que al fondo del pasillo, el viejo de recepción nos miraba mientras se masturbaba frenéticamente. Así estuvimos unos dos o tres minutos, yo viniéndome una y otra vez y el viejo al fondo jalándosela viendo el show de su vida. Cuándo por fin se detuvo, se puso de pie, abrió la puerta de nuestra habitación y entonces entramos. El vestido de Laila estaba empapado de mis jugos, mis piernas igual y mi short todo salpicado. El orgasmo había sido descomunal. Nunca nadie, ni siquiera don Ignacio, me había hecho venirme de esa manera. Nos desnudamos y nos fuimos a la cama. Laila era una mujer muy hermosa, sus tetas eran un manjar, podía hundir mi cara fácilmente en ellas, sus nalgas eran perfectas y voluptuosa, no pude resistir lamerle el ano mientras con mis dedos le tallaba la concha. Quería regresarle el favor por esa venida que me había regalado.

Chupe su clítoris, mame su concha, meti mi nariz en su vulva, talle mi cabeza en su cuca y al final lo logré, los orgasmos que le saqué lograron hacerla venirse copiosamente, aunque no tanto como lo que ella había hecho conmigo en el corredor minutos antes. Después de descansar un rato Laila se puso de pie y fue a su bolso, de allí sacó algo que me sorprendió mucho. De su bolso sacó una verga de plástico sujeta a un tipo calzoncillo.

—Pontelo y penetrame —me dijo secamente. Quiero que me cojas como varón. Me mostró como ponermelo estando juntas de pie. Cuándo quedó eso sujeto a mi cintura

—Le llaman strap-on —me dijo, —quiero que me folles como varón y que me folles duro. Quiero que imagines que eres un chico y me quieres destrozar la concha, entiendes?

Asenti mientras me acercaba a ella estado de piernas abiertas como yo tantas veces me había visto frente a chicos. Por primera vez iba a hacer esto y debo aceptar que estaba maravillada jugando el papel de chico follandose a semejante hembra. Coloqué la pija en sus labios y la empecé a penetrar lentamente, una vez que entró todo me recoste sobre ella sintiendo como nuestros senos se amoldaban y como nuestros pezones se entiesaban al contacto con los pezones de la otra.

—Jodeme duro putita, jodeme como a una zorra. La situación me estaba encantando, por primera vez en mi vida lo que se sentía penetrar a una hembra y hacerla gozar al ritmo de mi culeo. Desde muy chica siempre me dijeron que cojo muy bien, que el culear se me da muy bien y muy natural. La empecé a culear cada vez más y más fuerte mientras nos fundiamos en besos llenos de lascivia.

—Jodeme perra, jodeme como a una puta por el amor de dios. Dame lo que mi marido no me da, dame polla, dame polla, dame polla por favor —me imploraba como una posesa hasta que un alarido salió de sus labios y la vista en blanco me avisaron que un fuertisimo orgasmo estaba saliendo de sus entrañas. Mis piernas se llenaron de sus jugos y la cama comenzó a mojarse abundantemente. Pasando eso ya sólo nos quedaron fuerzas para acabar en un delicioso 69 yo estando arriba de ella. Se acercaba la hora de que Laila tuviera que pasar por su hijo a la escuela. Nos duchamos y vestimos, su vestido estaba todavía empapado de mis jugos, y la cama parecía zona de combate. Nunca voy a olvidar cómo lucía esa habitación. En el camino de regreso me dejó donde mi auto. Me dijo que mañana viernes no podría verme pero que el lunes nos podíamos ver en el mismo hotel.

Me besó en los labios y, antes de cerrar la puerta de su auto, me dijo esto:

—Amanda, qué bien coges —y se marchó.

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