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El vecino de estreno
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Nuestras vagancias sexuales de los últimos meses habían sido muy planeadas. Necesitábamos acción y la que contamos hoy vino a refrescar ese aspecto de nuestra vida sexual.

Una noche llegué del trabajo y Ana me contó que Edgar, el hijo de una amiga suya de los grupos de trabajo le había escrito. Ella nunca le dio su número pero él lo sacó a escondidas del teléfono de su mamá. Ella conocía Edgar sólo como encuentro social incidental cuando llegaban a coincidir. Apenas después de un "hola" se había identificado y ya que confirmó que Ana lo había identificado le marcó para decirle de viva voz que estaba muy impresionado por ella desde el primer momento que la vio. Ana no recordaba en qué momento ocurrió eso pero le hizo ver a Edgar que tenía pareja. Sin embargo el chico siguió tratando de convencerla por mensajes de que lo dejara verlo en persona al menos una vez. El universitario le dijo claramente que era virgen y que estaba buscando tener una experiencia que le dejara mucha enseñanza.

"¿Te gusta?" le pregunté, pensando que tal vez me lo estaba presentando como candidato a un trío o alguna otra vagancia.

"Es muy muy guapo pero aunque ya tiene 18 años en realidad parece de menos y aparte ni sabe coger" me respondió justificando el descarte inmediato.

Coincidimos en el tema y de hecho, Ana ya le había pedido que no escribiera aunque sin cerrarle la puerta agresivamente para no provocarlo. Decidimos que el mejor camino era la negativa cortés para que se fuera aburriendo.

Pasaron las semanas y cada vez escribía menos. Finalmente se llegó el tiempo de las fiestas de fin de año. El couch del gym de Ana organizó una fiesta con la mira de que aun añadiendo a los que éramos parejas de los clientes el número de hombres y mujeres fuera exactamente el mismo.

"Eso y unos litros de alcohol a libre demanda y aquello debe ponerse divertido" decía el couch.

Cuando llegamos a la fiesta aquello parecía fiesta de secundaria fresa. Nos decepcionamos pero decidimos esperar ahí un rato tomando algo para luego irnos a alguno de nuestros antros habituales.

La gente estaba tomando bastante y de pronto el ambiente comenzó a avivarse. Decidimos esperar un poco más con la esperanza de que hubiera algo de acción como había pensado el couch.

Cuando llevábamos unas 4 o 5 copas, empezaron a entrarle mensajes, varios, al celular de Ana que por estar hablando con una compañera no pareció escuchar. Cuando le dije que tenía mensaje se limitó a pasarme el celular para que yo viera si no era alguna urgencia. Cuando abrí los mensajes, resultó ser Edgar:

"Hola"

"Cómo estás?"

"Salí al cine con un amigo y en la sala había una mujer que me recordó a ti"

Lejos de darme celos me causó mucha risa y eso sí llamó la atención de Ana quien también se rio bastante por el recurso tan trillado.

"Síguele la corriente!" le dije, "será más divertido que la fiesta" que por cierto ya no daba señales de progresar a algo más picante.

La conversación de Edgar era tangencial. Había ido al cine, se iba a quedar con un amigo que estaba sólo por el fin de semana, pero que había fiesta en el barrio, que no sabía si ir sólo"

Muy torpemente se notaba que trataba de plantear la posibilidad de que ella se escapara o sugiriera algo pero sin decirlo claro.

"Dile que si pasamos por él" sugerí, "a ver qué reacción tiene"

"¿Seguro?" me dijo Ana, "¿Qué reacción crees que va a tener? Pues va a decir que sí."

"Pues vemos en ese caso" le respondí.

Sin embargo, Ana no es de propuestas a medias. Cuando le escribió se fue al grano:

"¿Quieres que vaya y te ponga un faje?

Lo confieso, inmediatamente tuve principio de erección y Ana lo sabía.

La respuesta no tardó…

Seis emoticonos de asombro, sin más texto.

Y a seguir otro mensaje: " Pero andas con tu novio, ¿dónde lo vas a dejar?"

Evidentemente se moría por Ana.

"Cómo que dónde lo vamos a dejar? Pues a él lo dejamos a cargo del volante y a mí me dejas a cargo de tí" No omito mencionar que esa maniobra de Ana atrás en el auto con nuestro invitado es uno de nuestras movidas favoritas.

Pasaron unos segundos antes de volver a contestar con un buen número de emoticonos de asombro.

Le dije a Ana: "Vámonos, ese que dices tú que es un niño tiene más idea de lo que quiere hacer esta noche, que estos dizque maduros que no pueden encender la chispa de una fiesta ni estando borrachos"

No le dije 2 veces. Se levantó y nos fuimos.

La verdad ambos sabíamos que las circunstancias estaban dadas. Nunca hubiéramos entrado en negocios con Edgar en los terrenos de su mamá que era compañera de Ana. Haberse quedado a dormir con su amigo era la oportunidad perfecta de mantener discreto todo.

Nos mandó su ubicación por Whatsapp. Cuando llegamos Edgar y su amigo venían de regreso de comprarse unas cervezas. Al pararnos junto a ellos el amigo se siguió de largo como sin saber cómo comportarse.

Edgar se paró y quedó al lado del carro de pie, expectante y evidentemente nervioso. Su cara era muy delatora. Ana abrió la puerta y se bajó. Edgar se había parado de tal modo que al salir Ana del carro quedó exactamente frente a él apenas a unos centímetros. Pasó sus brazos por los hombros de Edgar y acercó su cara para besarlo. El puso sus manos en su cintura pero juro que temblaban, tal vez tanto de nervios como de deseo y excitación.

Duraron tal vez unos segundos en ese beso y entonces Ana se separó. Cerró su puerta del carro con una mano y con la otra tomó la mano de Edgar para hacerlo subir al asiento trasero. Apenas subieron yo arranqué pero aun así, para ese momento Edgar ya estaba encima de Ana y ella gimiendo de excitación. Que Ana estuviera excitado tan rápido no era sorprendente, seguramente había comenzado a mojarse desde los primeros mensajes. 2 cuadras adelante nos tocó alto en un semáforo y al voltear pude ver que Edgar ya estaba rodeado por las piernas de Ana que me miraba sonriendo mientras sostenía la cabeza de Edgar que estaba besando su cuello.

Ana no había dicho nada sobre ir a un motel y yo no pregunté. Afortunadamente encontré en verde casi todos los semáforos.

Llegamos al motel y había 2 coches adelante en la fila para pagar. Los gemidos de Ana eran constantes e intensos. Al momento de detenerme por completo sentí la mano de Ana en el brazo. Giré mi cabeza. Ana me miraba con los ojos entrecerrados y la boca entreabierta por sus gemidos. Edgar había logrado sacar un pecho de Ana por encima de su escote y lo chupaba con fuerza pero al momento de voltear yo, sin darse cuenta de que yo miraba, dejó de chuparlo para deslizar su lengua con fuerza por el pezón. Aquello arrancó un gemido más intenso de Ana. Yo tenía que hacer algo porque la mirada excitante de Ana no me dejaba alternativa. Sin dejar de mirarnos comencé a sacarme el pene para empezar a masturbarme dejando que todo mi movimiento fuera claro para Ana mientras Edgar seguía alternado chupadas y lengüetazos en el pecho de Ana. Ella al ver lo que yo iba a hacer estiró su cuello como tratando de verme jalonear mi verga pero esa acción hizo reaccionar a Edgar que aprovechó para jalar aún más el escote de Ana haciendo brotar el otro pecho y repitiendo ahí el tratamiento. Estuvimos ahí así hasta que nos tocó pagar. Único momento que los gemidos pararon. Mientras yo pagaba y esperaba el cambio, los jadeos fueron reemplazados por un cuchicheo casi imperceptible. Miré por el retrovisor y en la penumbra vi que Ana decía algo al oído a Edgar quien estaba quieto y miraba un poco sorprendido alrededor, como asombrado al darse cuenta de que entrábamos a un motel. Seguramente el mero faje ya era un sueño para él y las implicaciones de entrar a ese lugar eran casi apabullantes. La mano de Ana que antes me había estado tocando parecía tocar su pene por encima del pantalón, o… ¿Ya le había metido la mano para empuñarlo? No sé. Es muy probable porque al cerrar el cristal pude escuchar claramente el cuchicheo de Ana:

"¿Quieres usar este? ¿Quieres que te lo saque para que lo uses conmigo?" Hubo una pequeña pausa mientras Ana esperaba una respuesta que no llegaba.

"Quiero que nos quitemos la ropa" le dijo "y me beses toda antes de meterme éste y que me cojas. ¿Quieres?"

Yo me seguía tocando mientras escuchaba.

Entramos cuarto y dejé las luces prendidas.

Edgar es alto, casi tanto como yo y al ver como se quedó a media habitación expectante, nervioso, su estatura lo hacía verse en realidad más tenso y vulnerable. Eso seguramente prendía más a Ana al hacerla sentirse con todo el control. Cuando cerré la puerta del cuarto Ana sólo puso su teléfono sobre la cómoda y se dirigió de inmediato a Edgar para abrazarlo y besarlo mientras al mismo tiempo se sacaba los zapatos. Ahí mismo de pie se sacó la blusa y se quitó el sostén mientras él se quitaba la playera. Apenas tuvo a su alcance el torso desnudo de Edgar empezó a acariciarlo mientras lo jalaba hacia la cama para dejarse caer ahí.

Mientras yo observaba aquella escena no había perdido el tiempo y me había quedado sólo en calzoncillos lo que hizo a Edgar sentir la confianza de hacer lo mismo para luego recostarse a la derecha de Ana quien lo jaló hacia su boca.

Mientras ellos se besaban y él masajeaba los pechos de Ana yo me dispuse a soltar el cierre de sus jeans y al tenerlos sueltos los jalé hacia abajo junto con su pantaleta. Al sentir mis manos jalando ambas prendas Ana movió sus caderas a modo de ayuda. Al sentir sus piernas libres Ana las separó ligeramente y pude ver su entrepierna evidentemente recién depilada. Inmediatamente me metí ahí para disfrutar su sabor que me encanta. Cuando me tuvo ahí, Ana me jaló con una mano para hacerme presionar con fuerza su clítoris. Cuando está recién depilada disfruto enormemente la suavidad de la piel de sus labios. Me encanta pasarle mi lengua despacio sobre uno y otro labio para luego meterla en el estrecho surco que se forma entre el labio mayor y menor de cada lado. Estuve ahí un momento repitiendo mis lengüetazos pero ella empezó a contonearse para subir hacia la cabecera. La seguí por unos centímetros mientras metía mi lengua en su vagina pero decidí moverme a un lado para ponerme a su izquierda. Edgar seguía besándola en la boca cuando ella tomó su mano derecha y la llevó hacía abajo. Entonces Edgar dejó de besarla para empezar a masajearle el clítoris con la mano que Ana había guiado hasta ahí. Edgar veía con asombro la manera claramente ruidosa de Ana de disfrutar aquello. Mientras eso pasaba yo admiraba la escena desde el lado izquierdo de Ana y complementaba las caricias recorriendo todo su cuerpo con mi mano izquierda. Apenas le rozaba su piel con las yemas de mis dedos. Los deslizaba desde sus mejillas, bajaba por su cuello hacia su hombro, hacía un par de movimientos circulares sobre su pezón para luego seguir hacia sus caderas y de ahí a sus piernas. Ana, que había subido ambos brazos para rodear su cabeza y apoyarse en la cabecera correspondía a nuestras caricias con deliciosos gemidos. Edgar la veía asombrado seguramente porque a su edad nunca había visto a una mujer gozando así del sexo y mucho menos tan bella y voluptuosa como Ana. A cada movimiento de la mano de Edgar entre las piernas de Ana ella correspondía con un gemido, un estremecimiento y sus manos empujándose fuertemente contra la pared detrás de su cabeza.

Ana me miraba a mí, con ansiedad y respirando cada vez más fuerte. Decidí hacer una travesurilla para ella. Metí mi mano para reemplazar la de Edgar y procedí a explicarle lo que estaba haciendo con mis dedos:

"tienes que usar tus dedos índice y medio, los metes a modo que los puedas doblar hacia arriba para hacer un movimiento como rascando pero obvio sin usar las uñas y tratando de apretar despacito contra el hueso y repites rico de arriba a abajo". Lo dejé que viera como Ana se empezaba a contonear y a moverse gimiendo más rápido y más fuerte bajo el efecto de mis dedos en su vagina. Habiéndolo demostrado gráfica y claramente le dije: "Hazlo ahora tú" Edgar introdujo sus dedos y comenzó a darle, seguramente con la fuerza de un inexperto pero con ello haciendo que finalmente Ana se viniera escandalosamente. Edgar y yo nos quedamos mirándola mientras se convulsionaba de placer.

Ana se quedó ahí un momento reponiéndose. Normalizando su respiración. Los tres muy callados hasta que Edgar hizo la pregunta más simpática que puede hacerse en un momento así:

"¿Cómo fue que llegaron a éste acuerdo?

Ana dejó escapar una pequeña sonrisa nada más.

"Platicando con sinceridad y confianza para poder decir lo que se nos antojaba" le expliqué.

Silencio.

Tal vez duramos así unos 2 o 3 minutos mientras Ana reposaba. Mientras, tanto Edgar como yo la acariciábamos a dos manos.

En eso estábamos cuando Ana volteó a besarme en la boca. Pude ver que buscaba con cada mano el pene de los dos para empezar a masturbarnos a ambos. Aquello duró apenas un minuto o dos. Se incorporó y llevó a Edgar al sillón Kama Sutra. El dócilmente siguió las indicaciones de Ana quedando recostado en el sillón boca arriba sin dejar de mirar a Ana de arriba a abajo, supongo que tratando de decidir si desnuda estaba igual o mejor que como la había estado imaginando tanto tiempo. Ana sin hacer caso, o más bien, aprovechando la indefensión de su pupilo, se inclinó para empezar a darle una de esas mamadas que te espantan. El extendió su mano para acariciar las piernas y el trasero de Ana. Yo no esperé pasivo. Me acerqué aprovechando su posición que no tenía nada de casual y la penetré desde atrás. Ana no hizo nada que no fuera recibirme al penetrarla y movió sus caderas para facilitar que le metiera mi verga, mientras ella no dejaba de chupar la de Edgar.

Después de un delicioso rato, Ana se dio la vuelta y me dijo "¿Quieres darme un condón?"

Yo me fui al carro porque ahí los había olvidado y cuando regresé Ana estaba nuevamente inclinada pero esta vez besaba en la boca a Edgar quien estaba aprovechando que ella se había quedado de pie para meter sus dedos entre las piernas de Ana.

Cuando ella escuchó que yo volvía a cerrar la puerta del cuarto vino y me recibió un condón. Al regresar se puso sobre Edgar con una pierna de cada lado. Supongo que estaba pensando en ponerle el condón para sentarse sobre él pero al tenerla así lo que Edgar hizo fue tomarla por el trasero y jalarla hacia él hasta que pudo alcanzar con su boca la entrepierna de Ana, que casi inmediatamente soltó un grito de placer. Yo me dediqué a masturbarme viendo el trasero de Ana sostenido por las manos de Edgar combinados en un movimiento que seguramente involucraba la lengua de Edgar entrando y saliendo de la vagina de Ana. Los gritos deben haberse oído claramente hasta afuera mientras se tambaleaba cuando se le doblaban las rodillas por el placer. Ana empezó a venirse pero esta vez mientras lo hacía, se regresó a ponerle a Edgar el condón que no había soltado y casi de inmediato se sentó sobre él. Yo veía claramente el rico trasero de Ana subiendo y bajando de adelante para atrás mientras seguía viniéndose ruidosamente. No dejaba de ser divertido pensar en las emociones de Edgar al tener en sus manos un trasero tan delicioso. Seguramente había pensado que jamás lo tendría en sus manos. No menos divertido era imaginar a Ana, que tal vez estaría pensando lo mismo y que por eso estaba tan inusualmente caliente y excitada. Terminó su orgasmo y ahí se quedó. Sentada sobre Edgar. Penetrada por él, que aparentemente aún no se venía, se quedó ahí, moviéndose despacito con más calma, empezó a cuchichearle otra vez a Edgar, que ahora la tenía tomada de la cintura sin dejar de mirarla. Yo miraba desde la cama la escena masturbándome. A ratos Ana se movía con más fuerza y rapidez.

“Dime la verdad, tu ya hace mucho que coges porque no eres nada inexperto" le dijo a Edgar que seguía mirándola con asombro y admiración. Seguramente la sedosa voz de Ana lo excitaba aún más.

“Con lo rico que me estás cogiendo ¿Quieres que te crea que nunca habías tenido sexo? “

Escucharla decir aquello era muy excitante.

Ana se inclinó para besarlo en la boca sin dejar que se le saliera la verga de él. Empezó a excitarme mucho escuchar como se hablaban al oído. Ella no dejaba de moverse con el pene de Edgar adentro y se veía increíble inclinada sobre él, lo que hacía resaltar su cintura delgada contra su trasero.

De pronto se levantaron y empezaron a caminar. Ana me miró aclarando: "vamos a la ducha, vienes?"

"Adelante, los alcanzo" le contesté.

Escuché la regadera empezar a funcionar. Dejé pasar un momento y empecé a escuchar otra vez los quejidos y gemidos de ambos. Risillas intercaladas. Empezó a resultar excitante escuchar porque era claro que la acción seguía más intensa bajo el chorro de la ducha caliente.

Escuché gemidos un rato más y me empecé a imaginar las posibilidades cuando empecé a escuchar que Ana gemía diferente, como pujando. Ahí me ganó la curiosidad. Me fui al baño donde encontré una escena genial.

Ana estaba recargada de frente contra la pared, pegada completamente a la misma. Ambos de pie, mientras Edgar la penetraba desde atrás. Le daba unos fuertes empujones que eran el motivo de los quejidos de Ana. Lo más delicioso de aquella vista era la forma en que Ana me miraba sonriendo mientras se meneaba al compás de las acometidas de Edgar. Empecé otra vez a masturbarme mientras veía todo su cuerpo, sus manos extendidas sobre la pared, su carita sonriente mirándome, su mejilla escurriendo agua sobre la cerámica, su trasero sostenido por Edgar con sus manos moviéndose rápido y con bastante fuerza. Ana realmente disfrutaba las embestidas a juzgar por su expresión sonriente. De pronto extendió su mano hacia mí abriendo y cerrando sus dedos para pedirme que me acercara. Apenas lo hice ella se movió también hacia mí inclinándose hacia mi verga. Por un momento pareció que Edgar la dejaba escapar pero una voz quejumbrosa ansiosa y pujante de Ana le dijo:

"¡No te salgas! ¡No te salgas!!¡Cógeme, síguele!"

Empezó a darme una mamada increíble sin dejar de gemir porque Edgar, estimulado por la escena incrementó la rapidez y la fuerza de sus movimientos. Apretaba el trasero de Ana con fuerza desde atrás mientras me miraba con asombro.

En algún momento Ana me tomó a mí por las caderas, dejó de chuparme la verga y empezó a moverse por su cuenta. Me clavó las uñas mientras dejaba escapar un gemido prolongado y fuerte. Claramente tenía un orgasmo intensísimo. Al momento de ocurrir eso Edgar comenzó también a venirse adentro de Ana y seguramente sentirlo provocó que Ana me apretara con más fuerza. Casi perdió el equilibrio por la fuerza de las embestidas de Edgar echando sus chorros desde atrás pero la misma fuerza le hacía sostener con energía el trasero de Ana y evitó la caída. Sentir los orgasmos de Ana me causa un enorme placer. La escena de la ducha terminó con Ana buscando colgarse de mis hombros con sus brazos y Edgar muy pegadito detrás de ella acariciando su espalda lubricada por el agua caliente de la ducha.

Estuvimos unos minutos así apretando el cuerpo de Ana entre los nuestros acariciando la hasta que mojados nos fuimos a la cama los 3. Nuevamente nos colocamos ella en medio y Edgar y yo a su derecha e izquierda respectivamente. Por un momento nos quedamos ahí echados abrazándola entre los dos. Ella daba la espalda a Edgar y comenzó a besarme despacio en la boca. Ella sabía que yo no había eyaculado aún. En sus besos húmedos dejaba escapar leves gemidos de que aún seguía muy caliente y creo que la escena era propicia. Edgar la acariciaba y le besaba la espalda. En eso estábamos cuando me di cuenta de que le había regresado la erección a Edgar y buscaba desde su lado penetrar nuevamente a Ana. Aunque ella no dejaba de besarme y abrazarme movió sus caderas para ayudarle. Empezó ahí mismo una danza donde se dejaba penetrar alternativamente por Edgar mientras me besaba a mí, para luego darse vuelta a besar a Edgar mientras yo la penetraba desde atrás. La quinta o sexta vez, al momento de penetrarla yo, en vez de besar a Edgar se limitó a abrazarlo y apoyar su cabeza en él. Inclinó su trasero un poco más incrementando sus movimientos y sus jadeos. Tomó la verga de Edgar con una mano para masturbarlo mientras en medio de sus jadeos me pidió venirme adentro. Incrementé mis movimientos en fuerza y velocidad mientras no dejaba de verla masturbando a Edgar. Sobra decir que el orgasmo que tuve fue paralizante. El punto de unión entre Ana y yo comenzó a sonar a agua salpicando. Tanta excitación había hecho que arrojara una enorme cantidad de semen y supe después por Ana que ella también tuvo un orgasmo tan fuerte que eyaculó, lo cual sólo le pasa después de varios orgasmos previos.

Se dio la vuelta para seguirme besando. Finalmente nos calmamos un poco y ella pareció quedarse dormida. Unos momentos después también Edgar y yo comenzamos a dormitar.

No supe cuánto tiempo pasó pero desperté escuchando nuevamente gemidos. Ana me daba la espalda besando a Edgar que amasaba su trasero con pasión. Ana le acariciaba la verga y los testículos. El espectáculo era agradable y me limité a dejar hacer, disfrutando los ruidos deliciosos de Ana. Ella, sin soltar la verga de Edgar se fue poniendo encima de él para empezar a cabalgarlo furiosamente mientras él acariciaba todo su cuerpo y cubría los pechos de ella con sus manos. No tardó Ana en venirse reposando un poco para luego moverse un poco más completamente descansando su peso sobre el tronco de Edgar. Hubo una leve pausa. Yo estaba muerto y me volví a quedar dormido. Desperté un momento después, no sé, me despertaron los gritos de Ana que estaba boca arriba, en misionero, penetrada por Edgar que la estaba haciendo venirse otra vez. Quedándose adentro Edgar la dejó tomar aire un poco para luego tomarla por los pies y ponerlos sobre sus hombros. Ana me buscó con su mano izquierda haciéndome que me acercara. Apenas lo hice comenzó a masturbarme. Edgar no dejaba de empujar y Ana me hizo acercarme a su rostro para pedirme:

"¿Te vienes encima?" con un tono pujante y suplicante. Me puse de rodillas a su izquierda y empezamos a alternar su mano y la mía hasta que me hizo vaciarme escurriendo mi semen todo por encima de ella. Uno de los chorros fue a caer en su cara y aquello fue como el desencadenante. Empezó a venirse a gritos intensos mientras que a su vez Edgar comenzó a pujar seguramente por estarse vaciando adentro en la vagina de Ana que ya ni le había pedido ponerse condón.

Quedamos un rato descansando. Ana pasó al baño cuando nos marcaron de la administración si íbamos a renovar el cuarto y fue cuando caímos en la cuenta de que eran las 6 de la mañana. Nos fuimos quedando de repetir en otra ocasión. Remembrando después, Ana no pudo recordar cuántas veces se vino en total. Cuando cuchicheaban en el sillón Kama Sutra él le rogó ir a la ducha porque así fue como la imaginó cogérsela desde la primera vez que la vio. Me contó que cuando yo me quedé dormido y ella también, fue Edgar quien la despertó casi penetrándola cuando todavía estaba dormida. Todo un cogelón con juguete nuevo. O ¿era Ana la cogelona con juguete nuevo? Me hizo saber que mientras yo dormía se la cogió al menos 2 veces más aparte de las que yo me di cuenta, incluyendo una de perrito que lamento haberme perdido.

Debo confesar, al día siguiente y toda la semana siguiente, el sexo entre Ana y yo fue tan bueno, que lo atribuí a la multitud de cogidas que le puso Edgar en una sola sesión. Basado en ello, estuve de acuerdo que lo llevara a la casa un par de veces más y además que se lo cogiera ella sola en 2 ocasiones. Al final me la dejaba más caliente de lo habitual. Yo salía beneficiado y ella disfrutaba a sus anchas.

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