Cuando regresé a la casa principal, en lugar de darme una ducha para limpiarme, llené media bañera con agua caliente y me tendí envuelto en el fuerte calor que me envolvió de repente, cerré los ojos y sentí las lágrimas correr por mis mejillas.
¿Sería cierto lo que Damián me decía? ¿Era yo un real puto con vicio? ¿Tanto me gustaba la verga que no sabía negarme a recibirla? ¿Cualquier macho podría hacer de mi lo que quisiera? ¿Tan fácil era ponerme caliente y cachondo como para ceder y entregarme?
Era cierto que lo había disfrutado, los dos machos habían conseguido que me corriera, a pesar del dolor, de las vejaciones humillantes a que me sometieron me había corrido y gozado de sus vergas, creo que hasta tenía sentimientos encontrados respecto de su trato, me había gustado en algún momento y en otros no, las dos cosas a la vez. Me sentía infeliz por ser tan débil y dejarme controlar y dominar hasta el punto de pasarlo bien.
En ese momento tomé una decisión que no sabía si podría cumplir, no deseaba ese trato ahora que lo miraba en frío y no en el instante de la calentura. Y lloraba al sentirme débil y perdido, solamente tenía a Pablo en quien confiar y no sabía hasta que punto podía hacerlo.
Había escuchado el ruido de su moto, amortiguado por la distancia entre mi habitación y las cocheras, me apresuré a terminar de limpiarme, la piel se me había puesto roja por el intenso calor del agua, y me la refregué con la esponja queriendo retirar de mi cualquier átomo que me quedara de la tarde de sexo.
Pablo se metió en su habitación inmediatamente de llegar, a veces iba a la cocina para comer algún caprichito que Berta o Alicia le guardaban de la comida, en la facultad no debía comer mucho y solo en las cenas le veía comer con ganas.
Me estaba dando cuenta de que era un chico responsable y estudioso, ya me había contado las ganas que tenía de termina y poder marchar a la hacienda de los abuelos de Oriol.
Esa noche no le tuve que esperar, había dejado el comedor después de cuatro palabras al terminar la cena, y cuando llegué a mi habitación le encontré tendido en mi cama, debía llevar esperando un tiempo pero estaba relajado y tranquilo mirando al techo.
-Vienes tarde. -creo que eso no le importaba y que tenía que decirme algo.
-A Eduardo le gusta que después de la cena esté un momento a su lado.
-Lo se, desnúdate y ven aquí. -se echó hacia un costado y me desnudé con prisa, me puse el pantalón corto de dormir y me acosté a su lado.
-Voy a aprovechar el fin de semana para visitar a mis tíos, no quiero faltar a las clases aunque no sean importantes, o que sea lo menos posible. -le miré la cara preocupado por lo que me decía.
-¿Quieres que le pida a Erico que venga a estar contigo, puede traer a Rubén y así le conoces. -quería decirle que lo deseable era que no marchara, claro que no lo hice.
-Si tu quieres de acuerdo, pero ahora me aburro menos al comenzar mis clases. -se volvió hacía mi y me abrazó besándome el cuello.
-¿Qué te ha pasado, qué es esto? -había olvidado ponerme una chaqueta y ocultar el mordisco que Damián me dio.
-¡Oh! No es nada.
-¿Cómo que no es nada si lo tienes para sangrar? ¿Quién te ha hecho esta avería? -no me dolía y me había aplicado una crema después del baño pero tardarían unos días en desaparecer las señales de su brutal comportamiento. Otra vez se me planteaba el dilema de tener que ser sincero.
-Esta tarde, en la clase de conducción con Damián… -y le conté todo lo que había pasado, me escuchaba atentamente mirándome la cara para ver mis reacciones. pero solo le relataba los hechos, no lo que pensaba o había sentido por dentro.
-¿Te gustó que te cogieran el culo los dos hombres?
-Me gustó hasta el punto que los dos consiguieron que me corriera, pero tampoco me gustó tanto, no se como decirlo, se trataba de sexo salvaje, de satisfacer un deseo irresistible que me llevaba a quererlo, ganas de pasarlo bien con aquellos dos machos dominantes, pero sin sentimientos ni nada y ahora me avergüenzo de mi por no poder refrenarme.
-No tienes obligación de hacerlo con ellos, es distinto a que Eduardo te lo pida para él, o para sus compromisos con amigos, o que tu lo quieras hacer. -colocó los labios sobre la piel que había mordido Damián.
-Una piel tan bonita mordida por un perro hambriento no resulta muy lindo. ¿quieres repetir y volver a hacerlo con ellos? -no tuve que darle vuelas a lo que ya había decidido de antemano.
-No, no quiero, pero tampoco deseo que les pase algo por mi culpa, yo tampoco lo evité, o no con la suficiente decisión, también tenía algo de miedo a su posible reacción.
-No te preocupes, no volverán a tocarte. -me acariciaba el cuello con los labios y me lamía con suavidad, que diferente era en el trato a aquellos dos machos enloquecidos por las ganas de follar y desahogarse.
-¡Oh Pablo! -me dolía ligeramente el culito y le veía con ganas al sentirle la polla dura en mi pierna.
-¿Y que tal estás precioso? -sus labios no abandonaban mi oreja, eran divinos sus susurros y siseos.
-Me duele un poco todavía, pero no importa si tu quieres. -me llevó hacía y me apretaba a su cuerpo.
-No se trata de que yo lo quiera precioso, lo importante es que tu lo desees y si te duele no puedes estar queriéndolo.
-¡Pablo! Tengo que hacerlo, te lo debo. -no podía decirle la verdad sincera, que le quería y le amaba y que no importaba que yo sufriera si él lo necesitaba.
-No me debes nada y no tienes que pagarme, no te voy a follar aunque me dejes. -quería llorar de felicidad, ¿por qué no podía ser mío y yo de él, poderle decir que le amaba y escucharle como él me lo decía?
Sujeté su verga y la separé de mi pierna.
-Puedo chupártela hasta que te vengas, quiero hacerlo Pablo. -besé su hermosa y varonil cara, los cuadrados de su pecho y le lamí las tetillas hasta que se pusieron erectas y conseguí que gimiera, seguí por su abdomen plano pasándole la lengua y pegando con la saliva el vello a su piel hasta llegar al lugar que me interesaba más.
La hermosura que tenía entre las piernas brillaba por el flujo que expulsaba y me esperaba con el glande rojo y apuntando al techo, la sujeté para llevarla a mis labios y besarla delicadamente, me la puso en la mejilla y aspiré el olor que me llegaba de los huevos, viril y fuerte.
Me gustaba mucho esa polla, dura y suave a la vez, esponjosa pero capaz de barrenarme el culito y la boca, comí el glande goloso y le pasé la lengua por el frenillo, Pablo gimió y sentí su estremecimiento.
-¡Ahh! Que rico chupas, métela más. -y yo estaba para atender lo que me pidiera, me la introduje hasta el fondo y dejé que me follara la boca, expulsaba ingentes cantidades de baba gruesa que resbalaba por su tronco inundándole los testículos, se los sujeté con la mano y un tremendo espasmo le sacudió.
-¡Ya me sale Ángel! ¡Ya va! -intentó apartarme de la verga y me resistí lo que pude quería que me gozara al máximo y comenzó a tirarme la leche con fuerza, saliendo de mi boca envuelta en mi baba. Seguí mamando mientras se corría y resultaba delicioso como resbalaba la dura verga por mis labios, le chupe los huevos comiéndome el semen y las babas que tenían y lo que había ente los pelos.
Volvía a meterme la polla en la boca y me sujetó la cabeza.
-¡No! Por favor Ángel ya es suficiente, ha sido una mamada alucinante y me duele la verga. -sonreí dichoso y me abracé a él.
Aún le latía el corazón con fuerza y le escuchaba con la cabeza sobre su pecho. Hizo intención de levantarse.
-¡Por favor Pablo!, no te marches, duerme conmigo. -me envolvió en sus brazos y me sentí la persona más afortunada del mundo, haciéndome la ilusión de que era querido.
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El primer día de clase se paso sin darme cuenta, eran tantas cosas las que tenía que aprender y con las que familiarizarme, pero tanto Oleguer como Guido tenían bien diseñado el programa para que no me resultara excesivo ni tedioso.
No salí de casa intentando evitar encontrarme con Damián, y falté a la clase de conducir, se por Alicia que preguntó por mi a la hora de su comida.
El jueves fue inevitable que nos viéramos, me tenía que llevar a la escuela a la tarde donde Guido me esperaba, no tuve que ir a las cocheras, llevó el coche hasta la entrada principal y cuando bajé los escalones, por su comportamiento frío y distante supe que Pablo había hablado con él, se comportó con amabilidad abriéndome la puerta, como si no hubiera pasado nada entre nosotros, al dejarme ante la entrada, y después de detener el coche me habló.
-Cuando usted quiera podemos seguir con las clases de conducir. -no sabía la conversación que pudo haber mantenido con Pablo, pero desde luego, todo había cambiado y para bien. Quedamos en la hora en que volvería a por mí y ahí quedó todo.
Pregunté por Guido a la señorita que estaba en un pequeño mostrador de recepción y me hizo esperar unos minutos hasta que apareció, estaba totalmente irreconocible, vestía mallas de baile con una camiseta floja de tirantes, y con el pelo suelto sujeto por una cinta elástica que le pasaba por la frente.
-Has venido muy puntual para ser tu primer día, hoy solamente será para que tomes contacto con lo que aquí tenemos. -me sujetó del hombro y me llevó hacía unas escaleras.
-En está planta están los salones de baile, en la de arriba, la de música y pintura y todo lo demás. -me soltó para empezar a subir las escaleras de dos en dos, se le veía muy ágil marcándosele los músculos de les piernas y el culo respingón que lucía.
Al llegar al pasillo distribuidor se escuchaba el sonido de distintos instrumentos musicales, abrió una puerta y me cedió el paso para que entrara primero, no era una sala muy grande, estaban dos chicos pequeños, de unos trece o catorce años y se quedaron quietos observándome, en una mesa ante un portátil abierto estaba una chica mayor, gorda y desgreñada que se puso de pie y se acercó.
-Martina, él es Ángel del que te hablé, ella es Martina, una virtuosa que te enseñará todo sobre la guitarra. -no dudaba de que sería virtuosa con sus manos, pero su cara no era bonita, quizá porque no la cuidaba para sobresaltar lo que si tenía bonito, sus ojos verdes.
-¡Hola Ángel! Primero haremos una prueba para ver tu nivel, Guido me dijo que sabes tocar algo. -Guido se despidió diciendo que en media hora volvería, había dejado sus clases de baile al cargo de sus estudiantes avanzados.
Martina le pidió a uno de los chicos que me dejara la guitarra ya que yo no la llevaba. Lo que yo conocía no era mucho, lo básico para acompañarme cuando cantaba alguna canción, y enseguida arrugó el entrecejo.
-¿No lo hago bien verdad? -al mirarla sabía que no era lo que esperaba de mi. Se puso a reír.
-No importa, para eso estoy yo, tranquilo que yo vivo de enseñar, mis interpretaciones no me dan para comer. -los chiquillos tomaron sus palabras equivocadamente y comenzaron a reír con ganas por la incoherencia ente lo que decía y su gordo cuerpo.
Les pidió que siguieran con sus ejercicios, me senté en la mesa donde estaba su portátil para hacerme una ficha sobre cuales eran mis gustos musicales.
-Por la guitarra no tienes que preocuparte, Guido se encargará de comprarte la que crea necesaria para comenzar y te pasará la cuenta de lo que valga. -eso estaría previsto con Eduardo y no era de mi incumbencia.
Guido volvió a por mi como había dicho, me despedí de los chicos que seguían practicando y de Martina, bajamos a la planta inferior, pasamos un gran salón con escenario y abrió una de las puertas laterales.
Estaban seis personas, cuatro chicas y dos chicos, estos eran mayores, de mi edad o algo más jóvenes, estaban ensayando mirando a la pared del fondo cubierta de un gran espejo, sentía sus miradas observándome. Guido tiró de mi mano sin hablar y nos quedamos mirando las maniobras de los bailarines.
-Estira el cuerpo Ian y deja languidecer los brazos al caer. -me fijé en el muchacho al que hablaba, tenía el cuerpo fuerte, marcándosele todo él en las mallas, los rotundos y elevados culos y el enorme paquete de sus genitales, su cara resultaba casi infantil y el pelo castaño le caía sobre los ojos.
-Bien, así me gusta, no lo olvides y ahora vais a cambiar. -dejaron de moverse y una chica se acercó a la mesa donde tenían el reproductor de música.
Comenzó a sonar música de Swing y formaron parejas comenzando a moverse, parecían sacados de otra época. Guido le hizo una señal a la muchacha que había puesto la música y recorrimos el camino que nos separaba a medias.
-Noa te vas a encargar de Ángel, ¿te parece? -la chica se acercó y me dio un beso.
-Bien venido Ángel, ¿qué tal se te da el baile? -me puse rojo, ese tipo de baile no lo había hecho en mi vida.
-Creo que no muy bien. -no me dejó terminar y me cogió la mano bailando a mi alrededor.
-Muévete, sigue mis pasos. -intenté hacer lo que me pedía y resultaba muy difícil, no quería mirar a las otras parejas que bailaban como diablos, y descubrí a Ian que nos observaba dando pasos sin pareja, supuse que Noa era su compañera.
Mi primera tarde en la Escuela había terminado y aunque recocía que me resultaría difícil llegar al nivel de los otros, me contentó mi pareja al besarme la mejilla para animarme.
-Tienes madera Ángel. -Guido no hizo valoración alguna y me sorprendió que Ian se acercara hasta mi cuando me preparaba para marchar. No me había puesto la ropa de baile y ellos marchaban para los vestuarios y las ducha.
-Noa tiene razón, puedes llegar a ser bueno. -me tendió la mano y me golpeó amigablemente en el hombro.
Llegó el sábado, Pablo marcharía a la hacienda para ver a sus tíos, los padres de Rubén y Erico tenían que ir también y le llevarían, Erico le acompañaría. Llegaron sobre las nueve cuando estábamos desayunando Eduardo y yo en el comedor pequeño.
Los padres de Erico me saludaron sin mucho entusiasmo, a su padre le veía nervioso metiendo prisas porque se les hacía tarde, y su mamá enseguida fue a buscar a Ana María. Pero a mi me interesaba más otra persona que había visto en la colección de fotos de Oriol, su primo Rubén.
Erico me lo presentó, en ese momento me pareció un poco seco y estirado, me dio solamente la mano, era un poco más alto que yo, el pelo rubio tirando a trigueño, con media melena cortada a capas, tenía muchas pecas en la nariz fina y aristocrática, también en los pómulos, de cuerpo no marcado pero bonito.
Se parecía bastante a su hermano, como en las pecas que ambos tenían, indicando que compartían rasgos genéticos, pero eran diferentes mirando el conjunto, los rasgos de Rubén eran más finos, casi femeninos. Cuando soltó mi mano empezó a esbozar su sonrisa enorme y soltó una estruendosa carcajada.
-Si que es verdad lo que decía Erico, eres realmente guapo. -ese aire del principio, seco y estirado, casi antipático, se había evaporado con su risa y entonces si que me abrazó.
-Bien venido, seguro que vamos a ser amigos. -pues bueno, que ahora me comenzó a gustar.
Partieron y de Pablo solo obtuve un adiós como despedida. Rubén se quedaría con nosotros hasta que volvieran. Enseguida quiso que le enseñara la ropa que su tía me había comprado, miró todos los armarios, parecía increíble pero distinguía la nueva de la que perteneció a su primo, cuando se cansó se tiró sobre la cama.
-Tengo programa para la tarde, no vamos a quedarnos aquí encerrados. -me coloqué a su lado y estuvimos un rato sin hablarnos, no me preguntó sobre mi, pero en un momento le tenía con los brazos sobre mi pecho pasando las manos por mi cara.
-De verdad que Eduardo tiene suerte, Oriol antes, tu ahora, y hace tiempo serían otros. Eres tan bello como mi primo, o más, eres original, exótico y eso complace a los hombres, vas a gustar a Alberto, y a David, espero que no haya conflictos. -me alarmó lo que Rubén apuntaba.
-No quiero causar problemas y menos tenerlos con tu primo, no le conozco y ya me estas asustando. – se sonrió y me besó los labios.
-No tendrás problemas con Oriol, es imposible molestarle, me refería a los demás, a los hombres de la organización, querrán tenerte, estar contigo, incluyendo a David. -no terminaba de creerme que yo pudiera causar esos impulsos tan fuertes en los hombres.
Dimos un paseo hasta la hora de comer. Ana debía querer a Rubén, le colocó a su lado para hablar y hacerles preguntas, sobre él y la visita que había hecho a sus abuelos.
-¿Puedo quedarme con algunas de las cosas de Oriol que Ángel no usa? -debía habérmelo pedido a mi, con un simple detalle de cortesía.
-Háblalo con Ángel, ahora todo lo de su habitación le pertenece, pero Carmen ha rescatado mucha de su ropa para que te lleves. -la comida siguió tranquilamente, cuando pasamos al salón Rubén pidió a Eduardo que me dejara salir más tarde con él.
-No está Pablo y no es prudente.
-Por favor Eduardo, vamos a estar con Alberto, no estaremos solos. -desconocía la confianza que Alberto le inspiraba pero al saber que él estaría no se opuso. Rubén se corrió en el asiento para abrazar a Eduardo y darle un beso.
A medía tarde Damián nos llevó hasta el centro de la ciudad y al llegar nos recordó que a la noche nos esperaría en el mismo lugar.
-No tiene que preocuparse Damian, cogeremos un taxi para volver.
-El señor me ha encargado que sea yo quien les recoja. -Damián parecía estar violento al tener que elegir entre dos órdenes diferentes.
-Llamaremos a Eduardo, o mejor le llamará Alberto, no habrá problemas. -el chofer tampoco puso objeciones cuando Rubén puso el nombre de Alberto como escudo.
Paseamos un tiempo por la ciudad, era la segunda vez que mis pies caminaban por la calzada desde mi secuestro; envuelto en el bullicio de los demás viandantes, otra vez volvía a mi la sensación maravillosa de sentirme libre. Quería preguntarle algo y no sabía como enfocarlo.
-Rubén, me da la impresión de que Alberto goza de un gran respeto, dices su nombre y se hace lo que pides. -abrazó mi cintura y se aproximo para hablar en el oido.
-No te preocupes, ya lo entenderás, Alberto está muy cerca de David, y él significa el poder absoluto. -volvimos para atrás, el lugar al que me llevaba estaba cercano de donde nos dejó Damián.
El lugar era una disco, pagó las entradas y saludó al hombre de la puerta que le conocía. Al principio no veía bien hasta que me acostumbré a la oscuridad que imperaba. Aún era temprano y no había mucho público, llegamos a una mesa donde varios chicos y dos chicas nos saludaron, Rubén no se molestó en presentarme, tampoco había servido de mucho al no poder hablar por el ruido de la música reinante.
Me dejó allí sentado y marchó hasta la barra del bar, cuando volvió traía dos vasos, había pedido para mi sin saber lo que deseaba beber. No se podía mantener una conversación coherente, las palabras se perdían en el estrépito de la sala y me hablaba acercándose al oído.
-Alberto llegará enseguida, vamos a bailar mientras esperamos. -cuando nos levantamos observé que las dos chicas se daban un largo beso de boca y dos chicos nos acompañaron a la pista.
Llevábamos un gran rato bailando, comenzaba a cansarme cuando un nuevo chico se abrazó a Rubén, le besaba cogiéndole de la cintura y levándole del suelo, cuando le dejó libre Rubén me pasó un brazo por el cuello y el otro lo pasaba por la cintura de aquel chico acercándonos.
-Este es Alberto. -me gritó en la oreja dejándome sordo. El chico, o sea Alberto, me acercó a él, no entendía lo que me hablaba, solo que agarrándome de las caderas me subió para plantarme un beso en los labios, sentí que era fuerte al estrecharme en su pecho, era un muchacho bastante más alto que nosotros, y no se podía ver mucho más con las luces destellando cegándome refulgentes.
Regresamos a la mesa para descansar un rato, Rubén volvió a pedir otra consumición para los tres, decidí que ya no iba a beber más, la bebida me estaba haciendo efecto. Las chicas habían desparecido y solamente quedaban dos de los chicos dormitando, seguramente mareados y por el rabillo de ojo veía como Rubén acariciaba la entrepierna de Alberto.
Estuvo unos minutos magreándole y a veces bebiendo, pasó a sentarse en sus rodillas y le besaba la boca apretando su culo contra el bajo cuerpo del muchacho, hasta que Alberto se levantó para ir al aseo y vi el enorme bulto de su verga dura detrás de la tela.
-Vamos a marchar al estudio de Alberto. -seguía habiendo el mismo tremendo ruido de música y se pegó a mi oreja besándomela.
-Entonces llama a Damián para que venga a buscarme. -Rubén me cerró la boca con un beso y me puso la mano sobre mi polla.
-De eso nada, tu te vienes con nosotros, Alberto quiere que estemos los tres y ha hablado con Eduardo, todo está resuelto. -comenzó a besarme y lo sabía hacer bien consiguiendo que comenzara a excitarme.
A partir de ese momento los acontecimientos pasaban a velocidad de vértigo, como en una película tomada a alta velocidad, volvió Alberto, dejamos el local y anduvimos hasta su estudio que no estaba lejos.
Pasamos por un patio ajardinado y subimos a unas galerías donde él vivía, abrió una puerta al final y entramos en una habitación, aparecía iluminada por la luz exterior que entraba por las inmensas cristaleras en toda una pared del fondo. se encendieron varias luces dejando en penumbras lo que ahora veía como salón, con unas escaleras que subían al piso superior.
Me había estado tirando de la mano, como si fuera un juego mientras subíamos, arrastrándome tras él, pero Rubén cesó de jugar para abrazarme el cuello y besarme con desesperación. No me negué ni quería hacerlo y respondí a sus besos.
-Desnúdate Ángel. -a la vez que me lo pedía veía como él se quitaba con rapidez los pantalones y el resto de la ropa hasta quedar desnudos los dos. Había perdido de vista a Alberto y apareció por una puerta con una bandeja y tres vasos conteniendo alguna bebida con cubitos de hielo.
Se sentó en el sofá donde me había llevado Rubén, a nuestro lado, y Rubén se arrodilló para comenzar a quitarle los zapatos y calcetines. Yo estaba de pie observándoles. Alberto era moreno, con el cabello muy negro que no había podido percibir antes, sus ojos eran bellísimos de color verde, con eso para mi era suficiente para verle deseable.
Rubén empezó a besarle los pies, adorándole y le retiró los pantalones, Alberto bebía despacio de uno de los vasos que había traído, entonces me lo ofreció.
-Dame de beber. -parecía un rito donde los dos teníamos que servir al rey sentado en su trono, llevé el vaso hasta sus labios llenos y sensuales, sus ojos me miraban chispeantes mirándome fijamente y me sujeto la verga con la mano, sentí una sacudía y como mi polla se erguía desafiante, la soltó para pasármela por el muslo
-Levántate y enséñame el culo. -me era imposible no obedecer sus mandatos, Rubén le besaba la polla a él en esos momentos y comenzaba a quitarle la camisa.
Me incliné y me abrí las nalgas enfrente de él como me había pedido, mi polla se endureció por el morbo que sentía. De repente sentí que pasaba un cubito de hielo por mis nalgas, antes su mano y ahora el frío me hicieron estremecer, deslizó el hielo por mi raja hasta llegar a la entrada de mi culo.
Contraje el ano cerrándolo ante la impresión del frío, y Alberto comenzó a empujar el cubito de hielo, primero con suavidad, y al ver que no lo conseguía meter lo hizo con fuerza.
-Relájate y abre el culo. -por el tono de su voz entendía que lo metería aunque me opusiera. Apretó con más fuerza y el hielo resbalo dentro de mi. La sensación era increíble, el hilo no enfriaba, ardía como si fuera fuego y mi recto se encendía.
Tenía ganas de escapar, y buscar un aseo donde poder sacar aquello de mi interior. Me sujetó de la muñeca adivinando mi intención y me ordenó que me pusiera derecho, y le pidió a Rubén que me chupara la polla, para ese momento mi dureza se había ablandado y mi polla era un pellejo.
Me había puesto derecho, seguramente para que en esa postura el hielo no se me saliera, me golpeó una nalga con fuerza y como reacción cerré el ano con fuerza.
Rubén se metió toda mi polla en la boca, o lo poco que quedaba de ella, lentamente el quemazón de mi culo cambiaba a un agradable calor que hacía que mi ano se abriera y se me endureciera otra vez la verga.
Rubén me la mamaba sin tregua y Alberto se masturbaba con suavidad la polla, con la mano derecho me acarició la nalga castigada y aproximo los dedos a mi ano, lo acariciaba y sentía como conseguía que me abriera aceptando sus caricias.
Mi verga disfrutaba de la boca de Rubén, de su magistral mamada de polla y testículos, entonces Alberto empujó la mano y me penetró con dos dedos.
-¡Ahhh! ¡Ahhh! -exclamé y apreté el ano aprisionándole los dedos.
-¿Te ha dolido? -sabía perfectamente que no había sido dolor y dejó que le saliera una risa triunfal al sentirme vencido.
-¡No, no! Ha sido…, ha sido genial. -me follón el culo un minuto con los dos dedos, entrando profundamente, y yo estaba deseoso de venirme en la boca de Rubén.
Apartó a mi mamador de polla y me sentó sobre sus piernas mirando hacía él, sin que me lo pidiera sabía lo que quería que hiciera, sujeté su dura verga y la dirigí a mi ano, fue entrando con bastante facilidad, no era demasiado grande, era perfecta y terminé sentado sobre sus huevos, se levantó sujetándome del culo y me abracé a su cuello.
-Vamos a la habitación, este culito merece ser follado en la cama. -se dirigió a las escaleras hasta lo que sería su habitación, sin soltarme me deposito sobre una gran cama y se posicionó sobre mi mirándome.
-No te lo he dicho antes, eres una preciosidad Ángel, encantador y muy brujo, tu culito es divino. -sus sensuales y y rojos labios se posaron en los míos y respondía a su beso abriendo la boca para que me la invadiera con la lengua.
Sentí que elevaba el culo sacando un poco la verga de mi culo, Rubén detrás de nosotros se la acariciaba pasando los dedos por mi estirado ano, se arrodilló y le abrió las nalgas. Alberto comenzó a jadear en mi boca.
-¡Ahh!, Sí, cómeme el culo. -se contraía de gusto y notaba su polla engordando más en mi ano, ladeé la cabeza, y aunque no lo veía muy bien, adiviné que Rubén le estaba chupando el ano, su verga entraba en mi cada vez que los estremecimientos le sacudían al gozar de la comida de culo.
-Métela ya. -su voz sonó como una bramido y pude sentir como se contraía entrando totalmente en mi cuando Rubén le penetró el ano, me sorprendió porque no pensaba que Alberto era versátil.
Rápidamente Rubén empezó una fuerte cabalgada montado en Alberto, y este a su vez atacaba mi culito con muchas ganas. No cambiamos de posición hasta que me contraje eyaculando un montón de semen en mi abdomen, había estado produciéndolo demasiado tiempo y mis testículos no lo podían contener, y a la vez que yo me vaciaba sentía los espasmos de Alberto al llenarme el vientre de leche, el último en correrse fue Rubén y sus golpes de pelvis en las nalgas de Alberto repercutían en mi sintiendo el ir y venir de la verga en mi culo.
Esa noche volvimos a hacer el amor, mejor dicho me lo hicieron los dos, me follaron el culo hasta dejarme agotado y con el ano dolorido. Terminaba de hacer dos nuevos amigos y deseaba que ellos me consideraran de la misma manera.
En el taxi de vuelta a casa, ya muy tarde, Rubén me abrazaba los hombros y durmió en mi cama a mi lado.
Seguirá…