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Ya soy el puto del equipo (II)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Jaime me dio lo mejor, pero me engañó.

— ¿Estuvo bueno el partido de ayer?

Oí que me decía Jaime por mi espalda. Reconocí su voz, me puse a temblar y pensé: «ya se sabe». No me daba pena que Jaime lo supiera porque yo deseaba tenerlo en mi culo, pero que se rumoreara sí me preocupaba, pues me asustaba el qué podrían pensar de mí y si con eso se acababa mi futbol, y si con esto se acababa el vestuario, y si con esto mis ojos dejaban de ver lo que buscaba, y…, me iba haciendo un lío.

Jaime me agarró del cuello poniendo su brazo por detrás y pellizcaba suavemente mi cara:

— Doroteo, dime cómo acabó el partido de ayer…

Me gustó que me llamara por el nombre, todos me llamaban flaco, flacucho, delgaducho o «eh, tú». Que Jaime me dijera el nombre mío y todo entero hizo que entrara en confianza y me gustó. Le miré a la cara y ganas tenía de darle un beso, pero me contuve.

— Jaime, ayer no hubo partido, sino entrenamiento, pero no viniste.

— No tenía ganas y aprovechando la amenaza de huelga o paro o esto que se aproxima, me puse a pasear y te vi que salías detrás de Abelardo, cuando ya otros hacía tiempo que habían salido…

— Yo siempre salgo tarde, tras recoger los materiales…

— Eso es cierto, no te preocupes si no quieres no me cuentes, pero está bueno este Abelardo, ¿no te parece?

Me quedé quieto sin caminar y le pregunté:

— ¿Qué te ha dicho?

Me respondió:

— Luego, sí ha habido algo, ¿no?

— Por fa, Jaime, deja a Abelardo tranquilo y dime de verdad qué quieres, —respondí.

— ¿Qué piensas tú de mí? Dímelo, dímelo, no pasa nada, —dijo Jaime.

— Pues…, verás, no sé, pero…

— Dímelo, no te preocupes, queda entre nosotros, —insistió Jaime.

— Si te digo lo que pienso igual me darías una paliza, prefiero no decirte nada…

— Doroteo, por favor, no te pegaría por nada del mundo, quiero que me hables y me digas qué piensas de mí, me caes bien y quiero ser tu amigo…

— ¿Luego me dirás lo que piensas tú de mí?, —le pregunté.

— Te lo digo ya… Me gustas, Doroteo, me gustas…

Miré a diestro y siniestro y sorpresivamente le di un beso a la cara, muy cerca de los labios y le dije:

— Yo pienso que eres fenomenal, juegas muy bien al futbol, tienes unas piernas preciosas, tu cara es bonita y tienes un pene que baila fenomenalmente.

— ¿Eso es lo que piensas de mí, Doroteo?, ¿de verdad?

— No.

— ¿No?, —dijo abriendo del todos los ojos y formando una uve invertida muy graciosa con las cejas.

— Eso no es todo…

— Ah, entonces ¿qué más…?

— Que eres provocativo, que no tienes vergüenza de ir desnudo porque te paseas en los vestuarios bailando tu polla, que eres genial, que tienes un cuerpo divino, bien definido que bien pudiera ser de algún dios del Olimpo, eres imponente, que me gustas y que deseo que un día tu polla esté en mi culo para darme gusto…; si esto último no te gusta, lo borras de tu mente, pero me has preguntado insistente en qué pienso, aunque también sé que eres un tanto malvado y aprovechado.

Agaché la cabeza y comencé a caminar por el campus, él iba a mi lado a mi mismo paso. A mí me sobraba tiempo para entrar a mi clase, todavía me faltaba una hora, pero sus compañeros estaban corriendo para que no les cerraran la puerta.

— Llegarás tarde a tu clase y no podrás entrar, —le comenté.

— Ya no voy a ir a clase, me quedo contigo, eres mejor que una clase, pero quiero hacerte una pregunta y me vas a contestar muy sinceramente…

— Yo siempre contesto sinceramente, ni muy ni poco, digo la verdad o me la callo, —le dije.

— De eso sí tienes fama, de poco hablador y escuetamente decir las cosas justas y verdaderas.

— ¿Te parece mal?, —pregunté.

— No, me parece fenomenal, eso es de ser hombre de una sola palabra, sin pasteleos…, pero dime: ¿Quién te gusta más Abelardo o yo?

— Abelardo está muy bien, tú eres más guapo, él tiene la polla más larga, creo que es más inteligente que tú y que yo, pero tú juegas a futbol mejor que él, eres el mejor de todo el equipo, pero no sabría decir mucho más, porque no te he probado…

— Eso me lo has dicho muy directamente, ¿es que lo deseas?, —me preguntó.

— Sinceramente, sí, lo deseo ardientemente, mira cómo se me pone la polla, sentémonos en ese banco un momento que me la acomode con disimulo.

Nos fuimos a sentar en uno de los banquillos del campus, no hay muchos, pero a esa hora estaban vacíos. No se veía casi gente. Una vez sentados uno al lado del otro, intenté acomodar mi polla y me dijo:

— ¡Quieto, no te toques!, yo te la acomodo que no hay nadie.

Metió mano por encima de mi jean y no podía acomodar porque buscaba el calzoncillo. Entonces le dije:

— No hay ropa interior, solo el pantalón, échala a un lado…

Me miró después de acomodar mi polla y me dijo:

— ¿Con esa polla tan enorme y eres pasivo?, —se rió, pero no se burlaba de mi polla sino de mi supuesta estupidez.

Yo también me reí y le dije:

— Mi culo es mejor y me da más placer. A veces me cuesta eyacular y nadie querría que le metiera mi monstruo en su culo; yo he entrenado el mío con muchos instrumentos y soporto cualquier polla; no es que sea pasivo, es que me resulta más cómodo.

— Doroteo, yo soy versátil, si tú quieres te puedo follar y te puedo ayudar a que me folles, tendré paciencia, —así se ofertó.

— No sé, no sé cómo podría ser eso, pero…, —ahí estaban mis dudas.

— Pero qué, ¿es por Abelardo?, ¿te ha comprometido? ¿A qué temes?

— Es que no quisiera en los vestuarios, y no sé como podría ser, le dije claramente.

— En mi casa, mis padres no están casi nunca y no tengo hermanos.

Entonces quedamos que ese mismo día nos poníamos nosotros de huelga práctica y nos fuimos a su casa, al que salíamos ya a la calle, Marcos entraba y saludó diciendo:

— Hola, ¿es que no hay clases?

— Sí, te están esperando, nosotros, eh…, ah…, nos hemos salido porque siento una dolencia y él me acompaña a casa.

— Vale, vale, ponte en forma y que te vaya bien, —dijo Marcos que llegaba tarde a su segunda clase.

Entramos en la casa de Jaime; modesta pero bien puesta, con gusto, tercer piso, con salón y el dormitorio-estudio de Jaime que es muy espacioso, más adentro cocina, vivienda paterna; sus padres entran por la puerta C y Jaime puede entrar por la puerta C y por la B, que es por donde entramos en esta ocasión. Primero quiso que nos calentáramos de cara al televisor y puso una peli porno, un tipo con dos mujeres que hacían de todo, muy poco animado aquello. Luego puso una para que me animase más y era de porno gay. Me animó y trajo cervezas, pero previo a las cervezas tomamos una copa de un licor Jägermeister, que es un licor de color oscuro, según dicen elaborado a base de mas de 50 hierbas distintas, como anís, regaliz, bayas de enebro, jengibre, etc., lleva como un 35% de alcohol. Nos tomamos una al comienzo como chupito y luego otra en copa grande mezclada con una botella de cerveza. Cada vez que nos acabamos la copa, tomábamos otra con el mismo licor.

Comenzaba a sobrar la ropa. Empezamos por quedarnos descalzos para poder meter los pies encima del sofá. Nos habíamos sentado en el sofá, uno a cada esquina mientras los dos tipos de la televisión estaban haciendo de las suyas hasta desnudarse para meterse en la piscina. A partir de aquí la película seguía pero no me acuerdo de nada. Recuerdo que Jaime se quitó la camiseta y yo no iba a ser menos, pero pero de inmediato Jaime se me echó encima para abrazarme y besarme, lo que de verdad me gustó y me quitó la camiseta que yo llevaba. Antes ya me había quitado yo mismo la sudadera sin capucha y fina que no tiene mangas. Poco a poco, estando con los cuerpos pegados nos sentíamos, al menos yo, nuestras pollas endurecidas y con ganas de salir de su escondite.

Jaime se dio cuenta de que yo no llevaba cinturón y me descorrió la cremallera del jean para meter mano, yo saqué el botón del ojal y su sorpresa fue grande cuando no solo vio mi polla de inmediato, sino porque eso ocurrió al no llevar ropa interior como es mi habitual costumbre. Yo le abrí su jean, quitando el cinturón, abriendo el botón y la cremallera paulatinamente con cierto aire sexy, y descubrí que llevaba un jockstraps muy tentador de color rojo con las cintas negras. Se notaba el paquete que formaba la bolsa del jocks y puse el dedo sobre la cinta superior por delante para abrirla y ver, pero no me dejó mirar. Entonces puse la mano dentro —eso sí lo permitió muy placenteramente— y toqué la suavidad de su pubis, perfectamente rasurada recién en ese mismo día como para sorprenderme —pensé yo—, lo que consiguió. Le sonreí y me entraron ganas de besarle mientras con la mano dentro de la bolsa de su jocks acariciaba su polla imaginando su magnitud gracias al contacto.

Mi pene comenzó a erectarse y yo lo deseaba. Jaime me acariciaba la cara y me daba besos a piquitos por todo mi rostro, frente, ojos, cejas, nariz, no dejó ni una pulgada de mi rostro sin besar, mientras yo le acariciaba su pubis y su polla sin cesar dado el placer que me producía la suavidad. Inopinadamente nos dimos un vuelco en el sofá y nos pusimos en 69, pero Jaime seguía con su jockstraps que no me permitía sacar para liberar su polla, entonces entendí que quería que me comiera su culo. Lo miré, lo olí y estaba muy limpio y perfumado. Me quiso sorprender y lo consiguió. Me puse a lamerle el culo, tan limpio y sin pelos, suave como la seda y el se comía mi polla.

Como Jaime llevaba la iniciativa, me puse a obedecer. Pero todo parecía que yo no iba a ser el pasivo de abajo sino el pasivo de arriba, porque me estaba comiendo la polla como para ponerla muy dura e hincharla, ya que la comía horrible, con dentelladas de vez en cuando, pero yo no me quejaba porque me producía peculiar placer no vivido hasta ese momento. Para mí parecía que el mundo se había revuelto y todos los estereotipos tantas veces dichos se caían como pétalos de flores marchitas. Mí lengua y dedos iban trabajando en el culo de Jaime y escuchaba sus fuertes gemidos como de puta ardiendo. Metí la lengua adentro, aunque no ta tengo muy larga es bastante puntiaguda y en base al ejercicio penetra fuerte y me la capturaba cerrando su esfínter. Entonces metía dedo para liberarme y poco a poco conseguí meter tres dedos y pudo añadir otro, pero Jaime me empujo y me echó sobre la alfombra.

Se bajó del sofá y se tumbó de espaldas poniéndose dos cojines del sofá bajo su cadera y me dijo:

— ¡Rápido, maricón, echa tu polla de inmediato, antes de que me cierre!

Cogí sus tobillos cada pie en una mano y me lo monté a los hombros, para levantar su culo y puse mi polla en la puerta de su ano. Iba haciendo amagos de penetrar pero con la intención de acostumbrarlo y me gritó:

— ¡¡Déjate de mariconadas, puto, deja esas mierdas, maricón, y métela!!

Encabronado me puse y me dolió lo que me decía y me gritaba y entonces la puse derecha en su ano y empujé fuerte, tan fuerte que entré, gritó, se quejaba:

— ¡¡Bruto maricón, puto animal, vete con cuidado que me rompes!!

No le hice caso y como me iba diciendo otras cosas que ni recuerdo, iba hiriendo mi corazón y llegué hasta el final, por más que yo empujaba ya no entraba y le vi medio morado y llorando. Me quedé quieto, pero sin preocupación sino medio enfadado y con ganas de continuar hasta matarlo. Por fin se movió, me sonrió y me dijo suplicante:

— Anda, amigo, qué bueno has estado, ahora, por favor, fóllame todo lo más que puedas. Inicie el mete y saca lento pero eché dos escupitajos a la entrada de su culo e iba poco a poco tomando carrerilla, hasta que ya fue a tope; yo mismo, mientras sudaba y sentía en mi espalda correr el sudor que me animaba a más, sacaba mi polla, aun siendo larga, de golpe y de golpe la metía, la sacaba entera y a él lo vi gozar, hasta que en una embestida en profundidad, se fue contra mi cara y mi pecho echando todo su semen que a su vez iba cayendo incluso encima de él. A los labios me cayó un acúmulo de líquido seminal como grumo y quise probarlo, muy salado, pero me gustó. Acabé medio muerto y echando mis flujos dentro de Jaime que se lo estaba gozando. Me caí luego sobre él casi de golpe y me quedé besándole. Entonces vi en su frente otro acúmulo de semen como medio garbanzo y lo probé, estaba muy espeso y le pregunté:

— Jaime, ¿cuánto tiempo hace que no has follado?

— Desde el colegio, —respondió.

— ¿No te masturbas?

— Muy de vez en cuando…, ¿porqué me lo preguntas, Doro?

— Por tus grumos, no es nada malo, ni es enfermedad, pero tan denso como tu semen significa que tu hábito sexual es débil. Tienes que ejercerte más, para aclararlo un poco.

— ¿Cómo sabes eso?

— Porque lo leo, el semen ha de ser denso y no transparente, eso es bueno para su efectividad en la vagina que es más ácida y como que se defiende para llegar vivo al útero, pero con hombres no es tan agradable, o tienes sexo o te masturbas.

— Pero a ti te ha gustado, porque has comido dos veces…

— Me lo comería todo, es un salado el de tu esperma que me ha gustado mucho por ser intenso…

— Me sorprendes Doro, y todos te tenemos como un maricón de mierda y sabes todo eso.

— Tu semen es bueno para hacer hijos, ¿porque eres gay?, —le pregunté.

— No sé, me gustan los tíos como tú, aunque me luzca ante los demás de muy macho, me gusta ser pasivo, siempre había deseado una polla como la tuya en mi culo.

— Ya la tienes, —le dije besándolo.

— ¿Qué te parece si tomamos algo?

Saqué mi polla ya blanda de su culo y se cogió de ella para llevársela a la boca, luego dijo:

— Ahora sabes a mí, hueles a…

— «¡Semenı», —dijimos los dos a la vez.

Nos levantamos del suelo de madera y sacó dos cervezas de una pequeña nevera que estaba encerrada tras una puerta de la estantería donde hay libros de lujo que nunca ha leído. Tomó un papel y limpió del suelo las gotas de semen que se veían. Me dio otro papel absorbente y él se tomó otro para limpiarnos del semen uno al otro. Pero en ese momento me puso un dedo en la puerta del culo y aflojé para que entrara y parece que se le escapó y lo metió, apreté aprisionándolo y sentó una raspadura cuando lo sacaba, que me levantó la polla de inmediato. Me serené y fui a tomarme la cerveza.

Cuando ya estábamos para acabar la cerveza, me pregunta:

— Doro, ¿cómo tienes esta noche?

— Normal, como siempre, ¿por qué?

— Voy a estar solo, si me acompañas…

— ¿A dormir o a follar?

— A follar y luego a dormir…, cenamos juntos, yo preparo la cena aquí en casa y podemos ver una peli para animarnos…

— ¿Es una cita?, —pregunté.

— Me gustas, Doro, me gustas.

— Entonces hasta las noche, vengo como a las 8, cenamos pronto y tenemos tiempo hasta para dormir…, ah, y yo traigo una botellita.

Me acerqué a vestirme rápido y lo abracé, lo besé y salí presuroso hacia casa. Todo el tiempo estuve pensando en Jaime y no me lo sacaba de mi entrecejo. Comencé a soñar en otra vida. ¿Sería mi vida mejor si me enamoraba de Jaime? Todo comenzó a tener otro color; comencé a montar mi vida en esa tarde. Llegada la hora de ir a casa de Jaime, arreglé mi mochila y le dije a mi taita que me preparara algo porque iba a estar con un amigo, le indiqué de un pastel o un postre. Tuve suerte, porque tenía uno preparado para darme gusto y puse dos botellas de champaña en la bolsa dentro de un pack congelador para que llegaran frías a mi cita en casa de Jaime.

A los cinco minutos antes de las 8 me encontraba en la puerta de Jaime. Esperé los cinco minutos para llamar a su puerta con extremada puntualidad. Me abrió la puerta y me hizo pasar al salón, allí encontré a Buffon, un compañero del equipo. Hablamos un rato y por fin se declararon ante mí, eran de hacía unos meses novios en firme, me dijeron. Cuando le pregunté a Jaime por qué no me había dicho nada para que yo pudiera decidir qué hacer sabiendo de qué iba, me contestó:

— Nosotros solo queremos hacer un trío y para eso te necesitábamos. Buffon es mi pareja, él es activo y puede combinar contigo para que yo alcance a tener una doble penetración…

Me puse de pie, no sabía si irme o quedarme. Por momentos pensaba que lo mejor sería irme a casa y dejármelos plantados, pero temía lo que descubría ya en sus ojos por la firmeza que tenían; si me negaba seguro que al día siguiente ambos iban a decir una sarta de mentiras y calumnias contra mí. Así que les hice la siguiente propuesta:

— Comenzamos ya mismo, antes de cenar, primero os follo yo a los dos, comenzando por Buffon y luego tú, Jaime; después, si tenéis ganas, hacemos la doble penetración.

También vieron tal firmeza en mis palabras que temieron que yo pudiera hacer algo contra ellos si no aceptaban. Se cumplió la ley del cobarde: «Piensa el ladrón que todos son de su misma condición».

Allí mismo, en la sala, sin esperar a ver película alguna, ni cena, ni copas, me desvestí. Entonces Buffon se puso a llorar al ver mi verga levantada a tope. Jaime le decía que él ya la había sufrido y ahora le tocaba a él, que por eso era idea suya. Se desvistieron lentamente ateridos y temerosos, como si mi verga fuera una pistola que les amenazaba la vida. Cuanto estuvieron desnudos, les indiqué que se colocaran con las manos sobre el respaldo de del sofá. Cogí la derecha de Jaume y se la puse en su trasero para que se fuese perforando el culo. Saqué de mi mochila un cigarro puro habano que estaba en su funda de aluminio y con ello y saliva le fui perforando el culo a Buffon. En cuanto consideré que ya se había quejado por lo que yo forzaba, me ensarté un condón adecuado a mi verga y, como si estuviera en la suerte de matar al toro, la ensarté de una estocada en el culo de Buffon. Los gritos debieron de haberse oído en toda la avenida porque todavía resuenan en mi oído.

Desde el primer momento lo follé con furia y cada vez se quejaba más y gritaba hasta llorar. Sabía que le hacía daño, pero mi corazón también se dolía. Saqué mi verga tal como estaba y del mismo modo la ensarté en el culo de Jaime. Fue lo que se dice una operación sin retorno, de uno pasaba al otro sin parar, ambos estaban ya totalmente volcados por debajo del cuello sobre el respaldo del sofá y saqué mi polla, me desprendí del condón y derramé todo mi esperma encima de las espaldas y culos de semejantes amantes estúpidos de mierda.

Esperé que se pudieran levantar y vi cómo les fallaban las piernas. Cuando se volvieron hacia mí les pregunté:

— ¿Sus señorías desean que hagamos el trío para la doble penetración?

Me vieron con mi móvil en la mano, con el que había filmado sus culos siendo penetrados alternativamente y respondieron al unísono:

— ¡No!, por favor, ¡no más!

Me vestí cuando ellos se echaron encima del sofá doloridos. Recogí mi condón que había dejado sobre la mesita y lo guardé en la mochila para no dejar señales. Una vez vestido, me llevé el pastel y las dos botellas para tomármelas en casa. Al que doblé la esquina de la avenida, comencé a llorar hasta llegar a casa. Me eché a la cama hasta el día siguiente que no les vi para nada en la universidad.

En la tarde había entrenamiento. Buffon no acudió, ya no vino nunca más. El mismo entrenador lo buscó, pero Buffon no quiso hablar con él. Jaime, al acabar el entrenamiento vino a disculparse y le dije que se disculpara delante de todos y contara todo o mejor que no se disculpara ni conmigo y todo se habría acabado. Se fue sin pasar por las duchas, ya nunca más paseo su culo desnudo y su polla como badajo moverse entre sus piernas. Nunca más se duchó en los vestuarios.

Tiempo después supe que Buffon y Jaime habían dejado de verse ese mismo día después de una discusión que habían tenido. Según me contó Abelardo, Jaime le daba la culpa a Buffon porque quería contratar a alguien para hacer un trío y Buffon le daba la culpa porque había traído a un animal, la persona menos adecuada. Le pregunté de quien se trataba y me aseguré que no querían saber nada del asunto porque era un perfecto desconocido que Jaime se había encontrado ocasionalmente del que no sabían ni el nombre. Fue entonces cuando dejé de apesadumbrarme por lo acontecido.

Esa misma tarde, al salir del vestuario, me esperaba Marcos para decirme que deseaba hablar conmigo.

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