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Puteando en los cines
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Ya teníamos algún tiempo de estar cogiendo, ya muy encanchados, muy acostumbrada a encuerarme en cualquier lugar y coger o simplemente mamar. Sin dudas ni complicaciones. Al inicio, había sido tímida, sin imaginar variaciones, con el pasar del tiempo me hice muy hábil por todos los agujeros, lo sabía hacer muy bien. Y aceptar oír y decir palabras vulgares.

En los cines, las primeras veces, me colocaba algo sobre las piernas para cubrirlas al ser acariciada y dedada, algo después ya no me cubría y me quedaba quieta con la falda subida. En la forma final, la falda quedaba a la cintura, sin calzones con la blusa abierta y sin sostén, toda descubierta, tranquila, caliente y gozando la cachondeada.

Ese día fuimos ya tardecito a un cine con malas películas, de poco público, como nos interesaba. Nos sentamos hasta atrás, en los lugares tradicionalmente pecaminosos. Y siguiendo nuestra costumbre, después de muchos besos profundos, ya estaba con los pechos de fuera, sin calzones y la falda a la cintura.

Con los dedos, me vine, con estertores profundos, y nos quedamos quietos saboreando el momento. Estando así mi primo vio aproximarse un individuo, y comenzó a pensar pendejadas. No dije nada esperando que pasara. El tipo de acercó poco a poco. Con cuidado vio que nadie más estaba cerca y se sintió seguro.

El inicio.

Me murmuro:

– Cariño, hay un tipo acercándose, ¿te parece que lo dejemos llegar junto?

Viéndolo de manera extraña le dije

– ¡Que! ¿Como? ¿Así?

– No se… ¿vemos que pasa?

– Bueno… (no muy convencida…) Y me quede como estaba.

El tipo se fue acercando hasta quedar junto viéndola sin recato.

Le dijo:

– Puedes ver, pero no tocar… Aceptó moviendo la cabeza. Yo quieta… sin verlo… aparentemente…

Pasaron unos minutos en que me acaricio abiertamente, besándonos… me movía los pechos y colocando la mano entre mis piernas, las abrí y caliente, comencé a relajarme.

Pensaba:

– ¿Y ahora qué? ¿Que irá a pasar y que espera el gordo que haga… ¿Esperaré… Hummm… el tipo me está rozando la pierna con la mano… ¿Lo dejo? Lo deje y al no ver reacción la mano se fue afirmando, ya no era el dorso, era la palma en el muslo.

Como mi primo estaba atento, vio los movimientos, pero al no reclamaba lo dejo avanzar mientras me abrazaba acariciándole un pecho con una mano y la panocha con la otra.

Pareciendo una señal, cambio de pecho, dejándoselo libre al visitante, que sin demora, comenzó a acariciarlo. Y yo quieta… Pensando:

– ¡Me está metiendo las manos este huevón, y el gordo no dice nada… me siento bien caliente… lo estoy dejando cachondearme… creo que eso es lo que quería el gordo… lo dejaré… además me está gustando…Pinche gordo!

– Y me están manoseando a cuatro manos ¡Que rico!

Así, ya sin dudar, les agarraba las vergas, moviéndolas sabiamente. Así seguimos hasta que me vine unas dos o tres veces, con muchos jadeos. Y nos salimos, ya había sido una muy buena experiencia. En el estacionamiento no aguantamos las ganas y dimos una buena cogida, muy sabrosa. Entre un jadeo y otro me dijo que le había gustado mucho.

– Fuiste muy puta cariño

– Si ¡verdad! ¿Te gustó?

– Siii… Mucho… ¿Y a ti? ¿Te sentiste bien… así de perra?

– Si, no me lo imaginaba, no sabía que era tan puta… jajajaja. Soy perra, puta, zorra o piruja?

Repitiendo los momentos.

Unos días después regresamos, y lo repetimos, más o menos igual. Al cabo de unas cuatro veces, ya se había vuelto habitual, y ya no me inhibía, aceptaba tranquila las caricias, y el contacto de vergas desconocidas, sin gestos los dejaba meterme las manos por todos lados, y me venía cada vez. ¡Bien putita la caraja!

Sin hablar decidimos que era hora de cambiar un poco la rutina, y eso comenzó cuando encontramos de nuevo el primero, cuando le dije al oído:

– Este me gusta…

Al terminar le pregunto al tipo si regresaría una semana después a la misma hora. Le brillaron los ojos y dijo que sí, sin duda. Marcamos que sería más o menos en los mismos lugares.

Regresamos como combinado, un poco nerviosos por la posible variación, nos sentamos adaptándonos a la penumbra, ya venía preparada con una tanguita y sin sostén. Él llegó poco después.

Sin más ni más, me subí la falda a la cintura, me baje los calzones y sin pausa, me abrí la blusa descubriendo los pechitos. En cuanto nos besábamos con la confianza de las veces anteriores, luego, luego manoseamos duro, ellos repartiéndose chiches y piernas. Y yo las vergotas sabrosas.

Solo me retorcía y gemía suavemente. Estando en mi segunda venida, me dijo:

– Mámame…

Inclinándome de lado, sin dudar me baje a chupar verga, dejando las nalgas a disposición del otro, que, sin tardar, las acariciaba, después se acomodó y me cogió. Correspondí moviendo el culo al ritmo, sin soltar mi palo, mamando y jodiendo rico…

Pensaba:

– ¡Que zorra estás muchachita! ¡Eres una gran perra! ¡Te has vuelto una puta bien cabrona!

Y así comencé a coleccionar vergas, unas mamándolas, otras cogiéndome… a veces solo con uno, a veces con dos, y a veces con más… verga es verga… puta es puta…

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