Llevo veintiún años casado con Liz, pero Jude es mi amante fija, con ella estoy hace doce años, trabajamos juntos en el mismo centro. Mi esposa dice que una amante así es como un matrimonio viejo, sin encantos ni novedades, pero se equivoca; porque el sexo con Jude es cada vez más estimulante.
Cuando estoy más de siete días sin follármela comienzo a ponerme nervioso, a pensar en ella todo el tiempo y me da por buscar pretextos para llamarla. Los primeros años era más fácil porque Jude era soltera y podía aparecerme en su casa a diario, almorzábamos juntos y el postre era siempre una intensa sesión de sexo. Recuerdo aún el reflejo en el espejo de su cuarto de nuestros cuerpos sudados danzando enlazados con un ritmo sincrónico. Ella alzaba sus piernas bien abiertas para regalarme toda la profundidad de su coño apretado y húmedo, el movimiento de su pelvis coincidía perfectamente con el tempo de mi excitación y casi siempre lográbamos un intenso orgasmo simultáneo. Después caíamos desmayados y hacíamos una pequeña siesta. Al despertar volvíamos a follar más relajados.
Jude es una mujer bajita. Cuando empezamos tenía veintinueve años, pero hoy tiene cuarenta y uno. Tiene un pelo rubio muy rizado que lleva en una graciosa melena hasta los hombros. Sus ojos son marrones y están enmarcados por unas pestañas largas. No tiene una figura espectacular pero su piel es firme sin rastro de celulitis a pesar de su edad. Tiene unas tetas medianas y paradas con largos pezones que se marcan fácilmente bajo su blusa. Suele llevar vestidos cortos para mostrar sus muslos gruesos y bellas piernas, sus pies son pequeños y lleva siempre las uñas muy cuidadas, suele pintarlas de rojo intenso; la imagen de sus pies arreglados suele producirme un cosquilleo delicioso en la polla.
Cuando viste shorts cortos su pequeño culo se muestra parado y duro. Tiene un coño regordete con la piel más oscura, depilado, que asoma como un bultico entre la raíz de sus muslos. Pero lo mejor de su coño es lo sensible que se comporta, al menos conmigo; lo he comprobado muchas veces, basta que la provoqué un poco, por ejemplo que la bese en los labios o que le diga cosas calientes al oído y cuando meto mi manos bajo su falda tiene el coño abierto y las bragas empapadas de un líquido transparente y abundante con un rico olor a sexo.
Jude se casó hace unos cuatro años. Estaba embarazada de su futuro marido, fue un noviazgo relámpago, yo suelo decirle que me pegó los tarros con ese hombre, pero no la culpo, porque ella merecía formar su familia; además, nuestro sexo es tan bueno que es capaz de superar cualquier reto. Y así fue. Cuando regresó al trabajo, después de un año de maternidad, en la primera oportunidad que tuve la agarre por detrás y la recosté a la meseta del laboratorio donde trabaja, la besé en el cuello y levante su falda corta, saque mi pene y en un movimiento rápido corrí sus bragas y la ensarte en el coño, que a esa altura ya estaba empapado y listo para recibirme. Fue excitante dejarle la vagina llena de semen ahora que era una mujer casada… así retomamos nuestros encuentros y regreso mi equilibrio mental.
Ahora no podemos follar en su casa habitualmente, aunque lo hemos hecho al menos dos veces en su cama matrimonial aprovechando momentos en que no está su marido. Es una sensación fascinante, me hace sentir un poderoso corneador. Según me cuenta, su marido es un tipo bastante celoso, aunque ella aparenta ser una fiel esposa; en las pocas ocasiones en que me los he encontrado ella se comporta cariñosa con él y me ignora completamente.
Cerca de nuestro trabajo hay varias casas que alquilan habitaciones por horas. Son lugares bastante confortables. Los cuartos tienen buenas camas, están climatizados y tienen un minibar con bebidas ligeras y cervezas. Jude y yo solemos alquilarlos al menos una o dos tardes por semana, con el tiempo hemos llegado a probar todas las habitaciones a nuestro alrededor. La rutina siempre es la misma, entramos y ella se da un baño rápido, tal vez para sacarse al marido de encima, yo solamente me desvisto y me tumbo en la cama a veces con una cerveza. Ella sale del baño cubierta con una toalla pequeña y se acuesta a mi lado.
De repente se recuesta en mi hombro y empieza a besarme con pasión, yo enredo mis manos en su pelo rizado y le doy pequeños tirones de dominación que a ella la ponen muy excitada, me besa el pecho lentamente y apoya una mano en mi pene y lo acaricia suavemente para que se pare, después sigue besando alrededor de mi ombligo, el interior de mis muslos, mis testículos y finalmente se come mi polla mientras la masturba con sus manos. Más tarde vuelve a bajar su boca por mis testículos mientras me agarra firme la polla y me da pequeñas mordidas en el escroto y me mete la lengua y hasta un dedo en el culo que previamente moja en su boca o en la mía.
Poco a poco yo me voy desesperando hasta que tiro de sus pelos y la recuesto en la cama, así voy besando sus labios y muerdo sus largos pezones mientras le voy metiendo la polla en la vagina que me atrapa con una sensación de succión; nuestro balanceo sigue siendo muy sincrónico, cada vez somos más expertos en darnos placer mutuamente.
Cuando llegamos al orgasmo su coño está completamente empapado y relleno con sus propios fluidos, así que mi semen resuma y embarra sus labios mayores y la base de mi pene… cuando llegamos al orgasmo Jude me abraza fuerte con sus brazos y piernas y se queda así contraída, apretándome hasta que relaja sus músculos y cae lánguida a mi lado.