Helena fue la primera chica de quien me enamoré. Nos conocimos a los 18 años, ya que vivíamos a 4 casas de distancia en ese tiempo, y lo cierto es que a mí me encantó desde que la conocí.
Sus hermosos ojos verdes tenían y tienen, un efecto hechizante. Siempre ha sido unos centímetros más alta que yo, tiene el cabello castaño claro; ondulado y largo hasta la mitad de la espalda, unas piernas largas y gruesas, de esas que no necesitan demasiado ejercicio para lucir súper bien, rematadas por unas caderas, ligeramente anchas, que dan un efecto delicioso a su pequeña cintura y sus nalgas bien colocadas en su sitio. Su piel es clara, y sus tetas pequeñas (pero con unos pezones pequeñitos y rosados de antojo!). En pocas palabras, desde adolescente, Helena era guapísima y me bastó conocerla en la calle donde vivíamos, para comenzar a enamorarme de ella a través de los meses y años.
Como era de esperarse; tuvimos una relación que duró pocos meses. Ella era una chica con cierta experiencia, a pesar de que éramos de la misma edad, había estado con varias mujeres ya. Y yo, a los 18 años, yo había tenido apenas un par de historias que no habían llegado a concretarse, así que puedo decir con toda seguridad, que Helena fue mi maestra en el arte del sexo y ciertamente, la responsable de mi experiencia y habilidad futura con las mujeres.
En fin… nuestra historia, fue linda, pero corta. Y más bien hubo mucho sexo. Al ser mi primera vez, yo estaba encantada con las cosas que Helena me hacía sentir, además de ir aprendiendo a complacer a una mujer a través de nuestras tardes a escondidas en la casa de mis padres, donde nos pasábamos con el pretexto de ver películas, y terminábamos desnudas en la regadera de mi habitación, después de haber tenido sexo en mi cama, en mi alfombra, en mi sofá o en la regadera misma, Helena se apresuraba a vestirse antes de la hora de llegada de mis padres. Algunas otra veces había sesiones de besos profundos detrás de algún auto estacionado, cuidando que nadie nos descubriera, muchas fiestas con sus amigos, donde después de un poco de alcohol, Helena me llevaba al baño o al auto de alguno de ellos y me hacía sexo oral, o por lo menos me masturbaba, metiendo su mano solo por el cierre de mis jeans. En una ocasión, fuimos a una fiesta en la casa de un amigo suyo, quien celebró con carne asada en su enorme jardín. Helena llevaba un vestido color blanco con azul, que la hacía lucir hermosa, y en algún momento en que la gente comenzaba a estar entrada en tragos, ella aprovechó un pequeño rincón del jardín para besarme y masturbarse con mi pierna; nos prendimos tanto, que terminamos encerrándonos 30 minutos en el baño y haciéndonos sexo oral la una a la otra. Entre el sexo y el efecto mágico que Helena causaba en mí, la verdad es que me sentía enamorada de una manera en que solo ocurre a cierta edad (siempre he pensado que jamás volvemos a enamorarnos de esa manera).
Pero como dije, lo nuestro duró poco. A los 6 meses, terminamos y Helena al poco tiempo comenzó a salir con una chica un poco mayor con quien duró bastante tiempo. Evidentemente me rompió el corazón y a partir de ahí mi historial con la chicas creció de manera importante. Pero lo cierto es que siempre guardé un recuerdo lindo de ella, incluso cuando al entrar a la universidad, se mudó a otro estado.
Dejé de verla, casi 8 años, en los cuales el contacto fue prácticamente nulo. Si acaso algún mensaje en navidad y nada más.
Yo también me mudé, cuando cumplí 23, pero obviamente vuelvo y visito a mis padres en vacaciones y fechas importantes, así como algunos fines de semana. De manera que, en las vacaciones de verano, el año pasado, decidí pasar una semana entera en casa de mis padres. Todo iba muy bien, salíamos juntos a cenar, descansamos mucho, visitamos a mi hermana, fuimos al cine juntos… hasta que un viernes en la noche, después de haber salido a trotar, Helena me llamó por teléfono. Su llamada me dio gusto, pero también me sorprendió, pues teníamos años sin hablar. Al contestar, escucho su inconfundible voz, diciendo que estaba de visita en casa de sus padres y que hacía un par de minutos me había visto entrar a casa de los míos. Charlamos unos minutos alegremente, poniéndonos al día, pero entonces Helena me interrumpió, para decirme que su llamada era más bien para invitarme a salir, y que de esa manera pudiéramos ponernos al día tomándonos una cerveza.
Helena: Recuerdas a mi amigo Richard?
Alexa: Claro!, hace tanto no lo veo, cuéntame como está él?
Helena: Bueno, por qué no lo saludas tú misma? Hoy tendrá una reunión en su casa, si te animas, él puede pasar por nosotras en un rato más y podemos ir a beber unas cervezas y platicar. Tengo muchas ganas de verte Alejita y abrazarte por supuesto.
Alexa: Suena bien!, Entonces, te veo en unos 30 minutos? recién entro de trotar y me gustaría darme un baño antes.
Helena: (Bromea), si quieres te ayudo Alejita. Ya sabes que soy buena con eso (ambas reímos). Te busco en 30 minutos
Alexa: Ya está nena. Te veo en unos minutos.
Me metí a bañar y elegí una blusa color negro, jeans rotos de las rodillas y unos tenis negros, además de una chamarra de cuero negro. Me dejé el cabello suelto, me apliqué un poco de maquillaje, me delineé los ojos y me puse perfume. Cuando terminé de arreglarme, Richard estaba llegando en su auto. Me dio gusto verlos a ambos y al saludarlos se los dije.
Helena, quien fue más efusiva al saludarme, se quedó colgada de mi cuello y me dijo:
H: que guapa estás Alejita! Y ese perfume… es el de siempre?
A: Que buena memoria nena!, Sabes que recién lo encontré de nuevo?, hace años que no lo compraba y hace poco lo vi y no pude resistirme.
H: Como olvidarlo! -Me dijo clavando su nariz en mi cuello y haciéndome sentir un poco de escalofríos.
Ella se veía guapa. Vestía toda de negro; jeans y blusa negra, chamarra de cuero también y llevaba el cabello recogido en una coleta. El perfume de siempre. Los ojos verdes delineados, hechizaban como siempre, y los labios pintados de rosa claro. Subimos al auto y comenzamos a platicar animadamente, compramos alcohol en el camino, llegamos a casa de Richard, saludamos a varios de sus amigos y brindamos con ellos, pero a los pocos minutos, Helena propició que nos quedáramos a solas para poder hablar. Y hablamos mucho!, bastante tiempo, varias cervezas, tanto que contarnos! Cuando me levanté para ir por un par de cervezas más, Helena me gritó: – ¡Qué guapa estás!- y después rio pícaramente. Yo solo sonreí bajando la cabeza, pues había logrado sonrojarme un poco.
Regresé con el par de cervezas y Helena me recibió con un abrazo. Estábamos charlando sentadas en una pequeña barda en el jardín, por lo que al abrazarnos, nuestras rodillas se juntaron haciéndonos quedar más cerca. Continuamos hablando animadamente. Helena tenía ambas manos sobre mis piernas, yo la imité y puse mis manos sobre las suyas. Un amigo de Richard nos preguntó si estábamos juntas, y no le respondimos, solo reímos ambas dejándolo a su imaginación. Estuvimos recordando cosas de antes y hablando de nuestras vidas actuales, de la universidad, de amigos… hasta que Helena se volteó dándome la espalda y se recargó en mí para que la abrazara. Lo hice y seguí hablando muy cerca de su oído, recordé que solíamos hacer eso siempre que hablábamos de mil cosas en el parque. Cuatro amigos más se nos unieron, sentándose alrededor de nosotras y seguimos así un rato, cuando de pronto ella sin más, volteó la cara hacia mí y me besó en los labios. Fue un beso pequeño y leve, tras el cual, me sonrió, volteó la cara y volvió a la charla de los demás. Yo seguí abrazándola.
Después de eso bailamos un rato, y Helena comenzó a acercarse más. Reíamos y yo la abrazaba por la cintura para sentir su cuerpo, ella me daba besos pequeños en los labios y volvía a abrazarse de mi cuello y seguía bailando.
H: Estás hermosa Alexa. Me encantas! -Me dijo un par de veces en medio de la euforia del baile.
La primera vez le sonreí y besé su nariz. La segunda, la abracé por la cintura y la atraje hacia mí, sintiendo su cuerpo moverse al ritmo de la música y su pelvis muy cerquita de mis caderas haciendo movimientos muy sexys.
Cerca de las 3 am, Richard se ofreció a llevarnos a casa. La mayoría de los amigos se habían ido y los que quedaban estaban algo borrachos, por lo que ambas accedimos. Subimos al auto con otras 5 chicas atrás a quienes también llevaríamos a casa. Helena y yo, tuvimos que compartir el asiento del copiloto, lo cual no me molestó, pues me pidió entrar primero, y al acomodarse junto, muy junto a mí, pude rodear de nuevo su cintura para que la posición de viaje fuese más cómoda, así que entre el ruido de la música y las chicas que reían de las tonterías de Richard; Helena sin más volteó hacia mí y me besó en los labios. Fue un beso suave, pero esta vez no fue pequeño, tuvo cierta intensidad aunque fue lento, y sentí como la punta de su lengua buscaba la mía. Las chicas comenzaron a armar jaleo debido al beso y entre aquella molestia no pudimos continuar. Llegamos a la casa de la primer chica, quien por alguna razón que no recuerdo, comenzó a convencernos de que siguiéramos la fiesta en su casa, ya que sus padres estaban de vacaciones y podíamos entrar a la alberca.
Por alguna otra razón que tampoco recuerdo, accedimos, incluso Richard, quien llamó a 2 de sus amigos para que se hicieran cargo de terminar con la otra fiesta y venir a la nueva.
Eran algo así como las 4 am, cuando los 3 chicos y las 5 chicas comenzaron a calentarse con preguntas candentes en la alberca. Además de estar en ropa interior y tenerse muy cerca. Helena y yo habíamos decidido no entrar al agua, éramos las más sobrias y aquello nos llevó a pensar en la incomodidad de llevar la ropa interior mojada después, así que estuvimos conviviendo desde la orilla de la alberca, hasta que fuimos al baño y al volver, los demás ya estaban entrando en materia de besos y bailes sensuales. Decidimos quedarnos en la habitación de Lili (la dueña de la asa), hasta que la plática nos llevó a retomar lo que dejamos pendiente. Comenzamos a besarnos en el sofá, muy suavemente, mi cuerpo, ligeramente debajo del suyo poco a poco entró en calor al sentirle. La abracé, mientras acariciaba su cabello con mi otra mano. Ella me tenía la cara agarrada con ambas manos y me besaba con esa intensidad que yo ya conocía. Volver a sentir sus besos y la piel de su espalda era excitante. Nos fuimos quitando la ropa lentamente sin dejar de besarnos; primero la chamarra, después la blusa, después ella me desabrochó los jeans y yo hice lo mismo.
Quedamos en ropa interior y ella volvió a acomodarse sobre mí. Los besos eran cada vez más intensos y nuestras manos tocaban toda nuestra piel. Yo la tomé de la cintura y acomodé su pierna derecha, de manera que una de mis piernas quedó en medio de las suyas. Ella comenzó a mover su cadera dejándome sentir la humedad de su vagina a través de la tanga. Desabroché su sostén, lo deslicé lentamente y llevé mis dos manos a sus tetas, ella lanzó un pequeño gemido y se incorporó ligeramente mientras seguía moviéndose sobre mi pierna. La hice levantar y rodear el sofá para que su vagina quedase exactamente frente a mi boca, quité su tanga y alzando solo un poco la cabeza, llevé mis labios a su rica vagina, que estaba mojada y cálida. Succioné suavemente su clítoris y lo acaricié con la punta de mi lengua; eso la hizo soltar otro gemido y dejarse caer un poquito más sobre mi boca, así que metiéndole la lengua tan adentro como pude, la tomé de las caderas para seguir el movimiento con que se cogía mi boca. Gemía levemente y eso me calentaba más.
Afuera escuchaba a los chicos seguir en la fiesta, mientras adentro, Helena me quitaba toda la ropa y me besaba cada parte del cuerpo que se le antojaba, algunas veces me mordía. Me hizo tener un orgasmo con su lengua y otro con sus dedos.