No sé cómo fue, pero a finales de febrero comenzó a correrse la voz para que los compañeros de clase de la universidad -estábamos en el segundo año- hiciéramos un viaje de final de curso.
Cuando estaba en secundaria nunca iba a las excursiones y viajes porque los profesores mandaban demasiado y siempre daban órdenes. Pero pensé que, puesto que en esta ocasión lo que se comentaba era que iban a ir los alumnos que se anotaran, sin profesores ni tutores, quizá podría ser interesante. Así que me inscribí sin preguntar dónde íbamos ni a qué y di la cuota de inscripción, 200 euros, asegurando que asistiría. El encargado de inscribirme, Quique, me preguntó si quería habitación individual o en una doble.
—Doble, porque prefiero hablar antes de dormirme —dije.
A los presentes les pareció bien y aplaudieron.
Quique me dijo:
—No puedo darte a elegir con quién porque hay todavía pocos apuntados, igual hacemos un sorteo.
—Me da lo mismo con sorteo o sin sorteo, pero que sepan que no suelo roncar y duermo tan profundo que no escucho los ronquidos de los demás.
Varios levantaron la mano como deseando ir conmigo, pero no hice caso y me alejé.
Quique y Arturo se encargaron de organizar el viaje. Habían pedido la opinión a todos los inscritos y decidieron que íbamos a ir en julio a la Costa Azul, al sur de Francia, en la primera semana de julio. Nos habíamos inscrito 32, de los que 7 eran chicas. De vez en cuando iban dándonos alcances del futuro viaje e íbamos pagando las cuotas establecidas según la agencia formalizaba todos los asuntos. El hotel en Niza estaba en l'Avenue des Anglais.
* * * * *
Llegó el día y nos encontramos en el aeropuerto. Allí descubrí con quién me habían emparejado. Se trataba de Jaime. Lo primero que supe es que tenía asiento en el avión justo a mi lado. Jaime no había llegado ni yo lo conocía pero, al darme mi carta de embarque y el resto del billete con el regreso, me dijo Quique:
— Tienes habitación con Jaime.
Algunos se rieron pero pensé que era porque sería un tío callado o, al revés, dicharachero, o feo o tímido, pero no le di mayor importancia.
— Vete con cuidado con ese Jaime, dijo alguien por detrás de mí junto a mí oído.
— Lo siento por ti, te ha tocado el maricón, me dijo otro sin darme tiempo a volverme.
Me puse a jugar con mi iPhone, poniendo unos WhatsApp a mis amigos. A mi más íntimo amigo le escribí:
"Para tu envidia, creo que me ha tocado de compañero de hotel un chico gay".
Me contestó:
"No te dejes follar, que adivino que no llevas condones".
Le escribí:
"¿Para qué quiero fundas?, mejor a puro pelo, ¿no?”
Escribió:
"Si follas sin condón, nunca más vengas por mi cama".
Seguí escribiendo bromas un buen rato, hasta que alguien me sacó del ensimismamiento "huasapero".
— Hola, soy Jaime —escuché y levanté los ojos para verlo— me han dicho que eres mi compañero de habitación…
Me quedé mirándolo sin decir nada y abobado…
— Que soy Jaime, tu compañero de habi…
— Ah, sí, ya, sí, Jaime ¿sí?, —interrumpí o me pareció interrumpir. El tal Jaime es de buena estatura, me lleva media cabeza por encima de mí, pelo negro, muy negro, bronceado, aunque no tanto como yo, cejas muy pobladas, ojos profundos y brillantes, perfecta sonrisa con dientes muy blancos, la nariz recta. Me pareció muy guapo y me entraron ganas de darle un par de besos. Me contuve, pero mi polla comenzó a enderezarse. Pero nos pusimos a conversar como si nos hubiéramos conocido desde siempre y no subió visiblemente mi calentura.
Por fin llamaron para embarcar, pero como teníamos sexto asiento y se entraba por la cola nos admitieron a todo el grupo los últimos. Dejé pasar a Jaime a la ventana porque yo prefiero pasillo y me encargué de colocar nuestras bolsas al portaequipajes superior para poder estirar los pies.
Como todo el grupo había concertado, llevábamos short jeans y camiseta blanca. Yo llegué al aeropuerto con camiseta de tirantes y me la hicieron cambiar por la que me dio Quique, blanca, manga corta y una frase en inglés sobre el pecho: "I take enough condoms". Cuando me senté, Jaime me miraba mis muslos sobresalientes del short y me dijo:
— ¿Tú también te depilas en verano?
— Siempre, todo el año, —le contesté.
— Yo solo en verano, —me dijo.
Entonces quise excusarme y añadí:
— Es que a mí me molesta el pelo, casi como una autoalergia.
Me di cuenta de la estupidez que había dicho y me sonreí. Jaime sonrió igualmente y me puso la mano sobre mi muslo izquierdo, diciendo:
— Joder, te ha quedado de puta madre, ¡qué suavidad!
— Claro que sí, estoy repasado de esta misma mañana, —dije lujurioso.
— ¿Cada cuánto te depilas?, —preguntó.
— Cada semana todo el cuerpo, —respondí con naturalidad.
— ¿Cada semana?…, y los… —haciendo un movimiento con su mano derecha como quien quiere tocar sus pelotas— ¿también?, —preguntó sorprendido.
Respondí:
— Sí, también; todo, todo, ¿tú no?
Se puso las manos por encima del short sobre su paquete y movió la cabeza hacia los lados indicando su negativa. Yo, para animarle y porque lo deseaba, puse mi mano izquierda sobre su muslo encima de la tela porque su short era más largo. Se lo arremangó y mostró la pierna, depilada, pero no rasurada a tope como las mías.
Ganas hubiera tenido de meter mis manos por la pierna adentro para descubrir cuán suaves serían sus pelos y cuán larga su polla, pero no lo facilitó y puse mis manos sobre mis rodillas, pensando si tendría alguna oportunidad con Jaime, a la vez pensaba que quizá Jaime estaría pensando lo mismo que yo.
Jaime sacó la revista de avión de La Bolsa del respaldo anterior y salía el carrito con refrescos. Entonces me di cuenta que habíamos despegado y llegado a la altura prevista. Entonces pensé que lo iba a pasar en grande. La azafata preguntó que deseaba y le dije que zumo de naranja, Jaime pidió lo mismo. Le pregunté a la azafata si podría darnos dos minis de whisky, mostrándole un billete de 10€. Contestó positivamente:
— Un momento, y las traigo.
No tardó mucho, trajo dos botellitas y dos vasos de plástico duro anchos; ya no teníamos zumo de naranja, nos preguntó si queríamos más zumo y le contesté que fueran dos. Sonrió, sirvió. Lo agradecí de palabra y con sonrisa. Jaime miraba. Abrí una botellita, la vacié en un vaso y se la pasé a Jaime, hizo otro tanto. Al poco tiempo estábamos en Niza.
* * * * *
En el hotel todo fueron prisas, porque teníamos que ir a no sé dónde y luego a comer a un típico restaurante, a fin de ir a la playa para relajarse hasta la hora de pasear, cenar y regresar a dormir.
Aunque ya tengo costumbre de ir a playa nudista, en Niza, frente al hotel, ya sabía que no iba a ser igual, así que me cambié rápido, con un mini slip de baño y encima short deportivo, chanclas, tank top y un pareo para no llevar toalla. Salimos juntos todo el grupo y con ellos dejé mis chanclas, short, tank top sobre el pareo y me metí al mar casi dos horas sin salir. De vez en cuando se me acercaba alguien del grupo, conversábamos y se iba. Vino una de las chicas y me dijo:
— Creo que mucho te gusta el mar, porque te veo nadar, entrar profundo y regresar, quedarte quieto y jugar tú solo…
— No me gusta la arena, —le dije.
— Me llamo Sonia, ¿puedo nadar contigo hacia adentro?, —preguntó y luego añadió— sola no me atrevo y los demás no quieren.
Le hice ademán con la mano y nadamos casi al compás hasta la boya amarilla. Allí nos sujetamos un poco y se arrimó a mí. Se le notaba cansada, pero feliz. Se agarró de mi cuello y me preguntó:
— ¿Me dejas que te bese?
Ante mi sorpresa me dijo:
— Me has hecho muy feliz…
— Bésame, Sonia, bésame, —le interrumpí.
Me besó en la cara, quise devolvérselo, pero el vaivén suave de las pequeñas olas encaminaron mis labios hacia su boca y la besé como yo sé besar, es decir, metí lengua y me correspondió, mezclando dos sabores de saliva con el sabor a mar.
— Besas bien, muy bien, —dijo cogida a mi cuello y de cara a mí.
— Tú también, —le dije.
— ¿Tienes novia?, —preguntó.
— No.
— ¿Por qué, si eres guapo y tienes un cuerpo de envidia?, —dijo sorprendida.
— Porque yo soy gay, —me sinceré.
Para mi sorpresa me dio otro beso, esta vez directamente a la boca, con más lengua y más detenidamente.
— Oye, ¿tú eres gay o bi?, —preguntó.
— No, soy gay, solo gay, todo gay, —respondí.
— Entonces…, ¿por qué me besas y sigues mi beso espectacularmente?, —insistió.
— Porque eres bonita, porque eres valiente y porque me gusta besar…, pero vámonos, Sonia, que ya llevamos mucho tiempo y pueden desesperar, —le dije sonriendo.
— No diré nada, ni a mis amigas, —dijo muy seriamente.
— Gracias, Sonia, y cada vez que vengamos te acompaño hasta la boya, —le dije mientras soltaba sus manos de mi cuello para iniciar el regreso.
Una vez fuera del agua me di cuenta que los demás se sonreían y comentaban entre ellos mientras nos miraban salir del agua cogidos de la mano. Alguno incluso tarareó la marcha nupcial. Se me empezó a poner dura la polla y, antes de que se dieran cuenta, solté la mano de la chica y corrí hacia dónde estaba mi pareo y me tumbé boca abajo. Luego me percaté que Jaime estaba a mi lado muy serio. Cuando se había pasado mi calentura me arrodillé a su lado y comencé a masajear su espalda por la parte del pescuezo. Noté que le gustaba y volvió la cara sonriendo. Entonces le masajeé toda la espalda con crema anti solar hidratante y le bajé un poco su short, que estaba seco. Paseaba mis manos por toda la espalda y procedí hacia la mitad superior de las nalgas. Luego le subí el short, lo tomé de la mano y lo llevé al mar, hasta que sobrepasó la cintura. Jaime temía ir mar adentro.
* * * * *
Después de cenar, pasear y tomar unas copas, nos regresamos todos al hotel para dormir. Al entrar en la habitación, Jaime encendió de inmediato el televisor y comenzó a buscar canales. Yo me desnudé, y cogí mi tanga usada para lavarla. Busqué en mi bolsa el cepillo y la crema dental y me metí al baño. No cerré la puerta por si Jaime necesitaba entrar. Miccioné abundante con poderoso sonido ya que dirigí el chorro hacia el agua del fondo del wc. Lavé mi tanga y la tendí sobre la cisterna del wc. Me lavé los dientes, me eché agua sobre la cara, me sequé muy ligeramente y salí hacia la cama.
La cama era enormemente grande. Tenía cuatro almohadones. Anchamente cabían tres personas. Jaime estaba sentado sobre el borde de la cama sin zapatillas en la parte cercana a la entrada de la habitación y yo me dirigí a la otra parte y me tendí sobre la cama, abriendo las piernas de cara al televisor y tocándome de vez en cuando mi polla como haciéndole un masaje masturbatorio. Jaime miraba por momentos con ojos lujuriosos. Alguna vez le vi mirando mi polla y mis huevos con deseos o con curiosidad al verme tan rasurado.
— ¿Ya vas a dormir?, —preguntó.
— No, dormiré cuando duermas tú, —contesté.
— ¿No vas a ponerte pijama?, —insistió.
— Imposible, —dije burlón.
—¿Por qué imposible?
— Porque no tengo.
— ¿No has traído?
— No, no tengo; yo no uso pijama, siempre duermo desnudo.
— y yo, ¿qué hago?
— Lo que quieras.
Entonces comenzó a desnudarse. Se desvestía muy lentamente y continuamente me iba mirando como buscando mi aprobación. Yo lo miraba descaradamente sin muecas ni disimulos ni otras señales, solo como quien espera que acabe de desnudarse. Sin volverse hacia mí, iba echando su ropa en la banqueta. Cuando acabó de desvestirse, y siempre de espaldas, recogió de su bolsa un neceser de aseo, se metió en el baño, entornó la puerta dejando una diminuta ranura y se puso a orinar sin ruidos. Tardó en salir. Yo, mientras, miré sin interés la televisión. Salió tapándose los genitales y le indiqué que se tumbara en la cama. Lo hizo. Me levanté, lo miré fijamente. Vi una buena polla, gruesa y medianamente larga y mucho pelo, como que nunca se lo había cortado. Le dije:
— Eres muy guapo, estás muy bueno. ¿Sabes? Prepárate que esta noche me vas a follar duro.
— ¿Yo?
— Sí, tú, yo no veo a nadie más. Creo que te gusta y también que lo deseas, —le dije.
— Te he visto en el mar con Kathy y pensaba que eras hetero. En todo caso, pensé que me ibas a tomar por una chica y que me ibas a follar tú; la verdad es que estaba preocupado porque tú polla es muy larga, —alegó.
— Tú eres activo o pasivo?, —pregunté.
—Mayormente activo, —respondió.
— Pues yo soy ma-yor-men-te pasivo, —afirmé.
— ¿Con esa polla pasivo?, —preguntó, abriendo de par en par sus ojos negros.
— Nada tiene que ver, — le dije y me eché de inmediato sobre él para chuparle la polla y hacerle deleitar.
Comenzamos como tradicionalmente se hace, primero un 69, donde yo me mamaba su polla y le dije que preparara mi culo. ¡Joder!, qué modo de mamar, besar y chupar mi ano, como si tuviera hambre, pero me lo dejó muy bien dispuesto.
Le dije que comenzara a metérmela que las mariconadas las dejaríamos para después. Yo estaba que tenía unas locas ganas de tener una polla en mi trasero y le iba diciendo que comenzara ya de una puta vez. Por fin lo hizo. Yo temía que se viniera antes de penetrarme y que me amargara la noche, pero el maricón de Jaime tiene aguante. Comenzó a metérmela y le dije:
— ¡Un momento! Por favor, Jaime, vamos a gozarla los dos, fóllame de cara, no te pongas en cucharita detrás mío.
Sonrió. Así que levanté las piernas y tomándome por debajo de las rodillas, se lo ajustó a su polla. No era la primera vez que Jaime follaba, era muy experto aunque más tímido que osado. Puso su polla en mi ojete y la fue metiendo. Ligeramente me dolía pero yo seguía sonriendo mientras él me miraba fijo esperando una mueca de dolor. En esto no quise complacerle y entró, vaya que si entró, coméis se resbalara. Ya noté sus huevos sobre mi coxis y empello de su pubis rozando mi escroto y mi polla.Eso me encendió y comencé a moverme para que se moviera, así inició un mete y saca. Hacía rato que estaba en su faena y el tipo seguía aguantando y echando adentro y afuera.
Como consecuencia del esfuerzo estábamos muy sudados y yo con la respiración entrecortada. Pero tal esfuerzo hice para respirar que di un grito fuerte y mi polla soltó su río de esperma que me llenó la cada, el pecho y mi abdomen de semen. Ya respiraba tranquilo y con la mano izquierda iba recogiendo de mi semen para comerlo, pues la lefa me encanta y me parece un suculento banquete, pero mi semen me gusta sobremanera.
Jaime se inclino pidiéndome sin palabras que le diera de mi mano mi esperma. Estaba sediento porque había sudado mucho y se le notaba la lengua seca y saliva como espesa en la comisura de sus labios. Todo lo hacía sin parar de follar y comenzó a tener espasmos, y gritó también, lo hizo más fuerte ininteligible que yo y soltó su lefa dentro de mí. ¡Joder! Me pareció y así era que había soltado toda su lefa y seguía remando como si todo él quisiera meterse en mi interior, hasta que se cayó rendido encima de mí y nos entretuvimos con un largo beso.
Esto fue el entrenamiento hasta cansarnos, me pidió que lo follara y le dije que para la siguiente noche. No deseaba yo que le doliera el culo y la emprendieran los demás con él. Desperté pronto, muy pronto y me asomé por la ventana y vi que había gente en el mar y me puse el mini slip de baño color naranja, suave y semi transparente, el mismo que en la tarde de ayer. Me bajé con mi pareo enrollado a la cintura y atravesando la avenida me metí al mar. El agua estaba agradable y me entusiasme. Eso hizo que me diera cuenta que tenía que desayunar con todos para salir no sé a qué.
Me volví a enrollar con el pareo y me subí. No llevaba la llave y llamé. Suerte que Jaime estaba esperando con cara de morros. Me duché rápido, me vestí y bajamos al desayuno. Uno me preguntaba que cómo estaba el mar en la mañana; otro que es que si no había podido dormir. Cuando me senté, a la mesa con los siete que había, las mesas redondas eran hasta para diez personas y Jaime se sentó al frente entre dos chicas. A mi lado estaba Aurelio, preguntón, preguntaba de todo a todos.
— ¿Qué has hecho esta noche que te levantaste temprano para ir al mar? Todo el hotel pendiente de ti…
— ¿Me preguntas a mí?, —pregunté.
— Nadie ha ido al mar mas que tú…, ¿qué habrás hecho? —insistió.
— Muy simple, en la noche… ¿yo?… follar, follar toda la noche, para eso es la noche para follar.
Las risotadas de todas las chicas de la mesa y los demás eran ten estentóreas que medio comedor se nos puso a mirar. Pero a quien se le subieron los colores fue a Aurelio y todos le preguntaban después que había pasado. Pero todos se enteraron de mi respuesta.
Jaime no respondía a nada, como si nada supiera y le iban a preguntar a Sonia que qué tal, que cómo follaba yo, que si valía la pena. Ella negaba diciendo que no sabía nada y la tomaron por mentirosa.
La historia se fue repitiendo diariamente y puedo decir que dormí poco, me lo pasé bien y follé cuanto quise. Tampoco fue Jaime el único que folló conmigo, Luciano y Luismi también vinieron a nuestra habitación y nos lo pasamos los cuatro de puta madre cada noche.
Cuando regresamos, los cuatro nos apuntamos a la siguiente excursión que organizara Quique. Durante todo el tiempo de la universidad, Quique organizó dos excursiones al año. Pero al tercer año, Quique quiso dejar esta actividad porque habían tenido problemas económicos en su casa. Me lo contó él mismo y le dije que no abandonara la actividad, era mejor que la siguiera, que con poner un poco más cada uno, él podía venir de organizador gratis, porque era un servicio que estaba haciendo. Sin necesidad de contar la situación económica de Quique en una reunión propuse que, dado que Quique era el que menos disfrutaba porque esta al tanto de todo, sería bueno que entre todos pagáramos su parte, ni lo notaríamos y él estaría más a gusto. Todos aprobaron la moción como cosa lógica.
Así pude seguir haciendo las excursiones que jamás quise hacer de colegial y Jaime, Luismi y Luciano disfrutaron conmigo, unas implacables noches de sexo. En total fueron como diez excursiones u once, pero Jaime, Luciano, Luismi y yo hemos seguido haciendo excursiones por la Europa nudista.