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Mi madre quiere panza (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Los días siguientes a nuestro encuentro en mi habitación fueron muy incomodos para ambos. Ella trataba de acercarse a mí, pero solo se encontraba con mis evasivas. La despegaba cuando trataba de abrazarme, me incorporaba de la silla cuando quería darme masaje en la espalda, llegué al punto de cerrar la puerta de la habitación todo el día para que no se acercara. Mi madre parecía que ya no se acordaba de como mi semen empapó sus enormes tetas y peor aún, que me había propuesto embarazarla. ¿Esperaba que siguiera actuando como su hijo sin importarme ese episodio o qué me lanzara sobre su vagina para dejarla preñada? Me parecía ridícula. ¿Cómo iba yo a asimilar lo que había pasado? Sentía que nuestra relación madre/hijo estaba destrozada para siempre. ¿Cómo la vería ahora? ¿Dónde quedaba todo mi cariño que como hijo le tenía? Es difícil definir qué rol tiene una madre pero algo les puedo asegurar, no es la encargada de liberar la presión de tu verga.

Trate de distraer mi mente de todas esas divagaciones, fui directo a la computadora para ver si algunos de mis amigos quería salir por unas cervezas. Mi suerte fue grande, una chica con la que ya varias veces me había acostado tenía casa libre esa noche. Qué mejor forma de olvidarme de mi madre un rato que cogiéndome a una rica universitaria. Me fui directo a duchar para estar presentable. Todo parecía bien hasta que mi madre me abordó al salir del baño.

—No me digas que vas a salir.

—Si, quedé con una amiga.

—Pero hace mucho que no estamos juntos ¿acaso me estas evitando?

—Mamá, tengo prisa déjame pasar.

—Seguro que te vas a ir a acostar con una puta de las que se dicen estudiantes. ¿Ves cómo me cambias por simple sexo?

—Bueno, eso es asunto mío.

—Yo te podría dar lo que vas a ir a buscar con tu amiguita.

Me abrí camino entre las súplicas hacia mi habitación. Terminé de arreglarme y salí del departamento sin mirar atrás. Todo el camino fui pensando en mi madre y en su desesperación por acostarse conmigo o mejor dicho por tener un bebé mío. Ella tenía razón en un punto, yo tarde que temprano me iba a ir de la casa para hacer mi vida, encontraría una mujer y ella se quedaría sin su hijo. Pero es el ciclo normal de la vida, no podía parar el tiempo y mucho menos pedirme que la embarazara y fuéramos una familia. ¿Dónde quedaba yo y mis planes a futuro? Me parecía que mi madre solo veía por sí misma y yo no estaba dispuesto a sacrificar mi felicidad por ella. En ese momento llegué a la conclusión de que la ayudaría a superar sus inseguridades pero no iba a ceder ante sus caprichos.

Por fin llegué a mi destino, toqué el timbre y en seguida salió mi amiga a recibirme. Se encontraba muy sexy. Alta, delgada, cabello castaño claro, piel morena clara, un cuerpo muy poco exuberante pero bastante estético. Hablamos de banalidades durante un rato y antes de terminar nuestro sexto vaso de vodka con jugo ya estábamos cogiendo en su recamara. A pesar de estar con una de las chicas más ricas de la universidad no podía sentir nada, casi no lograba ni mantener la erección. Ella al ver mi falta de entusiasmo se montó sobre mi, sus nalgas rebotaban contra mis piernas mientras mi verga se adentraba en su coño. Al juzgar por la cantidad de fluidos sobre mi sexo creo que ella llevaba dos o tres orgasmos y yo no sentí ni la mínima cosquilla. Mi mente no pudo evitar divagar sobre el asunto con mi madre. ¿Pensándolo bien, mi madre está más rica que esta zorra? Carajo, que estaba pensando, era mi madre. Trate de concentrarme en esta chica pero llegó el momento en que solo se me venían imágenes de mi madre montándome. Dios, las trataba de evitar pero mi excitación no me lo permitía. Mi verga alcanzó su punto máximo con las imágenes de mi madre y yo revolcándonos como perros en celo. Por fin estallé dentro de del coño de mi amiga, por suerte ella utiliza pastillas. La dejé tumbada en su cama y salí a la fría noche para regresar a casa.

Me sentía devastado, sucio y avergonzado por lo que había sucedido. Pero si jamás había sentido atracción física por mi madre ¿por qué ahora era lo único que lograba excitarme? Quería que la tierra me chupara, ahora era un maldito anormal que fantaseaba con su mami. ¿Qué dirían las chicas de la universidad si se enteraran? ¿Y mis amigos? Digo, siempre me andan diciendo que quieren follarse a mi madre pero una cosa es eso y otra a que yo la desee. Me iban a tomar como un enfermo, de hecho yo ya me sentía así.

Entré en una depresión terrible después de eso y fue empeorando con el pasar de los días. No podía de dejar de fantasear con ella, cada noche me la jalaba frente a la computadora viendo videos de milfs imaginándome su rostro. Una gran excitación me invadía al pensar en ella. Me la imaginaba cocinando desnuda o haciendo la limpieza solo en tacones, incluso llegue a fantasear con ella embarazada y dejándome mamar la leche de sus pechos. Todas estas fantasías estaba bien para mi hasta el momento en que descargaba mis grandes chorros de semen. En ese momento todo dejaba de parecerme excitante y me volvía a asquear de mí mismo. Odiaba sentir tanto placer pensando en ella, odiaba que mis venidas fueran más cuantiosas fantaseando con ella que las que tenía cuando follaba con mis ex parejas sexuales, odiaba anhelar dejarla embarazada.

Me enclaustre en mi habitación, salía de noche cuando mi mamá estaba dormida a comer y a bañarme. De día ella insistía tocando mi puerta para que saliera a comer o simplemente para hablar pero ante mis repetidas negativas dejo de intentarlo. Cuando estaba excitado me moría de ganas de abrir esa puerta y clavarle directo mi verga en su coño pero sabía que después me arrepentiría de lo sucedido. Dos fuerzas luchaban dentro de mi y ambas buscaban anular a la otra completamente. No podía vivir reprimiendo el deseo de follarme a mi madre pero tampoco con la culpa de haberlo hecho.

Mi morbo por los temas relacionados con el incesto fue creciendo, pasé de los video porno a buscar directamente material relacionado con el tema. Entre a varios foros donde se contaban sus experiencias, en la mayoría de los casos fantasías pero fui dándome cuenta que no era tan anormal el asunto. Muchos chicos de más o menos mi edad fantaseaban con sus madres a pesar de que no eran tan excitantes como la mía, decían que estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por cogérsela, algunos hasta decían que consideraban dormirlas con pastillas y así no recibir una negativa por parte de ellas. Cuando les conté mi experiencia me decían que matarían por tener una madre así y que no entendía que era lo que yo estaba esperando. Les decía que aún no podía dejarla de ver como mi madre y un chico me contesto "Bro, una vez que se te empalma pensando en ella jamás volverá a ser para ti la mujer intocable que era antes. Ya mejor dale paso a lo nuevo que por lo que nos dices tu mamá si es bien puta. Como quisiéramos tener tu suerte los demás."

Y si nunca volvería a tener la misma imagen de ella ¿no era mejor tomarla como la rica madurita que era? La imagen de madre que no me permitía apreciarla totalmente como mujer comenzaba a arder y solo era cuestión de tiempo para que dejara de existir. Pero aun no aceptaba mi atracción hacia ella, todavía me sentía culpable después de cada sacudida pensando en sus tetas. Todos me verán como un enfermo. Entre mis divagaciones me hice la pregunta que terminó por orientarme hacia lo que debía de hacer. ¿Para mi es malo o así lo ven los demás? Era obvio que si alguien se enteraba no iba a poder a asomar la cara por el resto de mi vida, o sea que para la sociedad es malo. Pero yo me sentía bien al fantasear con ella, entonces ¿por qué reprimirme?

Mis inseguridades se fueron disipando en los días siguientes. La excitación fue superando a la aversión poco a poco. Después de masturbarme recordando nuestro primer encuentro seguía con ganas de follármela. Gozaba tanto de haber reconciliado mis deseos con mi vida, ya era tiempo de cumplir mis fantasías y los deseos de mi madre pero… ella no solo quería sexo, quería que la embarazara. Busque en internet información sobre anomalías en los bebés y lo que leí me convenció más. Al parecer solo hay una mayor posibilidad de que nazca con alguna enfermedad (oscila entre el 10 y 20 porciento) por la existencia de dos pares genó… bueno, creo que esto no es de interés en un relato.

Vi la hora en el monitor, eran las ocho. Decidí salir de mi habitación para romper el aislamiento con mi madre. Tenía casi una semana y media que no la veía y moría por cenar con ella. Con paso seguro me dirigí a la cocina donde se oía el ruido de las cazuelas, seguro estará haciendo la cena pensé. No tenía previsto que fuera esa noche cuando culminaría todo, mi idea era simplemente cenar con mi mamá y charlar un poco sobre el tema para aclarar dudas sobre cómo iba ser desde ahora nuestra relación pero la imagen que presencié al entrar a la cocina no me permitió seguir con mis planes.

Mi madre se encontraba frente al lavaplatos sacando algunos del interior. Por la altura a la que se encuentra este, mi madre estaba inclinada con su culo apuntando directo a la puerta. Lucía un vestido amarillo floreado, de esos que se acostumbran en primavera. Normalmente el vestido debía de cubrirla hasta la mitad de los muslos pero en esa posición apenas si lograba tapar su inmenso culo. Aparte traía unos zapatos descubiertos con un pequeño tacón que remataba de manera esplendida la figura de sus piernas.

No sé si era que realmente se veía tan excitante o el aislamiento de ella me había sensibilizado a su belleza, el punto es que no puede contener aproximarme hacia ella y meter mi mano dentro de su vestido. Su reacción fue de sorpresa, a lo mejor pensaba que era un fantasma por tanto tiempo que tenía sin verme, aparte de mis constantes negativas de ceder a sus planes. Se incorporó con un sobresalto y un pequeño grito, yo no aparté mi mano y seguía sobando la tersa piel de su culo. Cuando se dio cuenta de que era yo no trató de separarse, ni siquiera para preguntarme el por qué de mis acciones, simplemente pasó su mano por detrás de mi nuca para sostenerse de mi. Continúe tocando su cuerpo, subía y bajaba mis manos por la parte interna de sus muslos, ella comenzaba a gemir un poco y su piel se erizaba con cada centímetro recorrido. Después de algunos minutos mis manos centraron su atención en el sexo de mi madre. Mis dedos pasaron por encima de sus empapadas bragas, la reacción de ella fue bajar las manos al filo del mueble que tenía enfrente y agarrarse con fuerza. Se inclinó aún más, ofreciéndome su culo para disponer de él. Levanté su falda y contemplé lo maravilloso de esa imagen. Solo aquellos que a hayan practicado el incesto podrán entender la multitud de sensaciones que arribaron a mi. En sus bragas que eran del mismo color del vestido era evidente la gran mancha de humedad producto de su excitación, de hecho sus ingles se notaban ya brillosas por sus jugos. Parece que no solo quería tener un hijo mío sino que aparte la ponía caliente todo el proceso para ello.

Yo no soy un fanático del sexo oral, cosa de la cual muchas de mis exnovias se quejan pero en ese momento no me pude resistir a probar la miel de mi madre. Tomé sus bragas y las deslicé fuera de su cuerpo. Ya no había nada entre su húmedo coño y mi boca ansiosa de devorarla. Sin más, me hinqué como si estuviera ante la presencia de dios, coloqué mis manos sobre su culo y di el primer lengüetazo a su húmeda fuente rosa. No había comparación entre su coño y el de las demás chicas a las que pocas veces las llegué a probar, era delicioso, no en el sentido de que supiera a fresas ni mucho menos pero sus jugos en mi boca me provocaban un hormigueo en la lengua, quizás parecido a la sensación de algo agridulce pero elevado potencialmente. Su sexo me iba a volver adicto a al sexo oral, bueno por lo menos a practicarlo con ella. No solo era mi lengua, chupaba sus labios y su clítoris para disfrutar más de su miel, era como besarle el coño. Estaba tan pegado a ella que mi nariz se enterraba en su culo, muy cerca de su ano. A los pocos minutos una ola de fluidos y un gran grito me avisaron que mi mamá había tenido un orgasmo.

Me puse de pie, ella jadeaba aun por el orgasmo del que apenas salía, su piernas aun temblaban sobre sus tacones. Fui acercándome a su oído y con un murmuro apenas audible…

—¿Quieres que te haga la mujer más feliz del mundo?

No pudo evitar que se le dibujará una pequeña sonrisa en su rostro, se incorporó quedando frente a mi y selló la propuesta con un largo beso a mi boca aun impregnada de sus jugos vaginales. Desabroché mi pantalón para dejar expuesta mi verga que desde hace un rato estaba palpitando por tanto placer. Ella se echó un poco de agua en la cara y pechos para refrescarse. Pffff… de nuevo no traía brassier y entre lo húmedo de su vestido y lo excitado de su cuerpo podía ver casi hasta el color de sus pezones. Cuando volteó a verme su vista bajo involuntariamente directo a mi sexo, se acercó a mi y después de darme un beso en la mejilla…

—No, amor. Este niño no lo vamos a hacer aquí, quiero que sea procreado en la misma cama en la que tú lo fuiste.

Salió de la cocina y con un gesto de su mano me indicó a que la siguiera, se imaginaran a donde nos dirigíamos. Ya dentro de su habitación me indicó de nuevo con la mano que me acostara en su cama matrimonial. Comencé a desvestirme mientras ella me veía con una mirada pícara. Las dudas volvieron a acechar mi cabeza. ¿Qué estoy haciendo, después de esto nada entre nosotros volverá ser lo mismo? ¿Qué tal si solo es la calentura de momento y al pasar me arrepiento? Ella no va querer abortar al bebé. Estaba a punto de salir corriendo cuando mi madre saco sus tetas del vestido que fue descendiendo por su cuerpo al perder las carnes que lo sostenían. Después de ver su cuerpo desnudo todas mis dudas desaparecieron para siempre (o por lo menos no me han molestado desde ese día). Sus pechos un poco caídos por la edad y coronados por sus pezones color miel pedían a gritos mi atención, aun así mi mirada recorrió todo su cuerpo. Es obvio que mi madre es de esas mujeres que tiene un pelo muy tupido sobre su sexo pero en ese momento se encontraba rebajado y con una perfecta forma triangular que asemejaba la punta de una flecha negra que marcaba el camino al mayor tesoro. Se dirigió hacia el balcón para cerrar las cortinas (tanto mi cuarto como el suyo comparten el balcón)

Ya censurados los ojos de la ciudad de nuestro acto incestuoso se subió a la cama a gatas como si se tratara de una perra o mejor dicho de una gata por lo estético de sus movimientos. Cuando llegó a mi verga sin esperar ni un segundo más comenzó a chupar mis bolas. Jamás me habían hecho eso y ahora lo agradezco, probarlo por primera vez con mi madre fue maravilloso. La tenue luz de la lámpara de mesa iluminaba su rostro mientras hacia la acción. Sus mejillas se hundían con cada succión y su saliva bajaba entre mis piernas hacia mi ano. Con su mano me masturbaba suavemente, aun así la chupada me estaba poniendo al límite…

—Mamá, siento que me voy a venir.

—No lo hagas amor, no quiero que desperdicies tu precioso esperma. Esto es solo el principio. Quiero que estas bolitas saquen todo esos pequeños tú dentro de mi, para eso la estoy preparando.

Sus labios pasaron de mis bolas a mi boca. Nos fundíamos en un beso mientras nuestros cuerpos se revolcaban entre las sábanas. Sus zapatos se desprendieron de su cuerpo y ahora acariciaban mis piernas. Cuando quedé encima de ella me despegué de su boca y descendí a la altura de sus piernas. Quería hacer realidad todo eso que había leído en los relatos de incesto, quería disfrutar cada rincón de su cuerpo, probar su sabor. Mi lengua recorrió sus piernas, su torso, su cuello, detrás de sus orejas, sus dedos se convirtieron en mis nuevos chupones. Mis manos masajeaban sus pechos y ella gemía de tanto placer que le estaba dando. Cuando regresé a su boca volví a besarla pero ahora ella lo interrumpió…

—Te olvidaste de las más importantes o ¿acaso no recuerdas de lo mucho que te gustaban de bebé?

Sus manos levantaban sus pechos a manera de ofrecimiento para mi. Claro que no me había olvidado de ellos, pero quería dejar lo mejor para el final. Mis labios se aferraron a su pezón izquierdo y ella posó su mano sobre mi cabeza. Yo me imaginaba que de sus pechos brotaba dulce leche materna, que volvía a alimentarme de su ser. Supongo que ella imaginaba lo mismo, entre sus gemidos que le sacaba su mano derecha sobre su sexo susurraba…

—Vamos… bebé… mmmm… esperé… mucho… tiempo… para… que… lo… volvieras… a hacer…

Conformé se acercaba al orgasmo su voz se fue haciendo más fuerte hasta que culminó con un.

—¡Sigue, no pares. A mami le encanta que chupes su leche ahhh!

Santo cielo, aun hoy me pregunto si escuchó algún vecino. Lo normal hubiera sido esperar unos momentos para que ella recuperara sus energías pero yo ya no aguantaba las ganas de atravesarle el coño. El cuerpo de mi madre aún estaba temblando por el anterior orgasmo, eso no me impidió abrir sus piernas y rozar mi verga contra su vulva. Parecía que le daban choques eléctricos cada vez que mi grande rosaba su clítoris. Se estremecía o alzaba su cintura con cada toque. Después de disfrutar de sus pequeños espasmo puse mi pene en la entrada de su vagina.

—Ya no aguanto más mamá, necesito de ti.

—No hay vuelta atrás bebé ¿seguro de tu decisión?

—Tan seguro como de que quiero pasar toda la vida junto a ti, quiero ser tu hijo, tu esposo y el padre de tu hijo.

—Ohhh amor, no sabes lo feliz que has hecho como madre desde que eras pequeño y ahora como mujer.

—Te amo mami

—Y yo a ti hijo

Nuestras bocas y sexos se unieron al mismo tiempo sellando nuestra relación incestuosa. Mi calentura no me dejaba ir lento pero al parecer a mi madre no le importaba eso, de hecho lo disfrutaba. Su vagina estaba cálida y mojada, mi pene podía penetrar sin problemas en ella. En mi vida había escuchado a alguien gemir como ella, no sé si así era con los demás hombres o solo conmigo se desinhibe tanto. Sus tetas rebotaban con cada embestida que le daba a su cuerpo. De nuevo mi boca apresó uno de sus pezones pero ahora mordisqueaba un poco la punta.

—aaahhh… ansías la leche de mami ¿no es cierto bebé?

—Sí, quiero que me alimentes con ella.

—mmm… pero primero me debes darme la tuya. Regálame ese bebé…

Mis movimientos se volvieron más acelerados, sentía como mi semen recorría todo mi sexo para salir expulsado dentro de ella. Mi mamá me abrazó con sus piernas, supongo que para evitar que en el último momento me arrepintiera y eyaculara fuera de su coño o simplemente para disfrutar más. Los chorros de leche caliente inundaron su vagina en pocos segundos, jamás había gritado por una eyaculación y mucho menos recuerdo una tan abundante. Ahora era yo quien parecía sufrir de choques eléctricos pero eso no me importó, seguí penetrándola hasta con más fuerza durante la eyaculación. Estoy seguro que todas esas penetraciones tocaron el límite entre su vagina y su útero. Casi perdí la conciencia después de eso.

No solo era la fatiga, era que por más seguro que estuviera de mi decisión acaba de romper la barrera moral que casi nadie se atreve si quiera a mirar y que parece la más sagrada de nuestra sociedad, incluso la moral social se espanta menos del asesinato que del incesto. Estúpido, ¿no lo creen?.

Al regresar las fuerzas a mi cuerpo saqué mi verga del interior de mamá. Ya se notaba algo flácida y embarnizada en semen. Ella jadeaba aun, se tocaba el coño como asegurando que no era un sueño y que efectivamente, el semen de su propio hijo saturaba su interior. Con un dedo tomó lo que brotaba de su vagina y volteándome a ver…

No hay que desperdiciar nada de esta rica leche.

Si más se llevó el dedo a la boca y chupó de él. Nada podía superar ese momento (o al menos eso creí). Nos quedamos juntos el resto de la noche cosa que continúa así hasta ahora. Durante la noche repetimos varías veces el acto, prácticamente lo hicimos hasta que no salió una gota más de leche de mi pene pero más vale asegurarnos ¿no lo creen?

Dos semanas después de nuestra primera follada (vacaciones, ella y yo solos ¿qué esperaban, qué solo cogiéramos una vez y solo para procrear?) ella llegó de la clínica de maternidad con los resultados. Nos sentamos en la silla del balcón, ella sobre mis piernas para estar más juntos aun. Procedió a abrir el sobre y sacar la hoja que venía en su interior. Al ver su contenido mi verga se erecto clavándose en sus raja. Era oficial, mi madre estaba embarazada.

Espera las dos siguientes y últimas entregas "Mi madre está embarazada de mi".

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