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Mi madre me prefiere ahora a mi (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Habían pasado un par de días desde que me follé a mi madre. La verdad no podía quitármelo de la cabeza. Como sentí mi polla dentro de ella y cómo me había follado su culo. Ese culo de mujer madura, pero tan apetecible como si tuviera 18 años.

El día transcurría como si no hubiera pasado nada. Estaba deseando que termináramos de desayunar para que mi padre y mi hermana se fueran, y pudiéramos quedarnos solos en casa, dando rienda suelta a nuestra lujuria.

Os preguntareis si me sentía culpable o algo por tener incesto con mi madre. La respuesta es no. Ya sé que el incesto está prohibido por nuestra sociedad o está mal visto o lo que sea, pero en mi caso para nada me sentía mal.

Era mi madre y la amaba como un hijo, pero también había aprendido a amarla como a una mujer, que es lo que era y el sexo era la máxima expresión de amor entre dos personas que se aman, aunque en este caso fuéramos familia.

Mi padre se despidió como siempre. Aún quedaban unos días para que cogiera vacaciones y entonces tendría que olvidarme de mi madre, pero ahora no podía pensar en eso. Solo quería aprovechar el máximo el tiempo que quedaba para follar con ella.

En cambio mi hermana parecía que hoy no iba a salir.

—¿No has quedado hoy con tu novio? —Le pregunté.

—Hoy no, hemos discutido y no quiero verle en unos días.

Vaya por dios, pensé. Hoy no vamos a quedarnos solos.

Más tarde comimos. Nada, que mi hermana no se iba hoy de casa. No sabía qué hacer.

La solución llegaría sola.

A eso de las 5, mi hermana estaba tumbada en el sofá haciendo zapping. Mi madre intentó levantarse y yo la ayudé, en eso que dijo:

—Voy a ducharme. Hijo, ¿puedes ayudarme?

—Sí, mamá. No te esfuerces —dije guiñándole un ojo a mi madre.

La cogí del brazo y nos fuimos juntos al baño. Mi hermana ni se inmutó.

Cerré la puerta y mi madre me besó en la boca. Estuvimos un rato besándonos apasionadamente.

Abrí el grifo después de besarnos. Mi madre se desnudó sin pudor ya. Yo también me desnudé. Mi madre me metió a mi primero en la ducha y ella se quedó fuera.

Cogió la alcachofa de la ducha y empezó a echarme agua sobre el frenillo. Estaba masturbándome con el chorro y yo estaba en el cielo.

Mi polla se puso dura al poco tiempo y mi madre seguía con el chorro. Yo eché la cabeza para atrás, muerto de gusto.

De repente dejó la alcachofa en el suelo y cerró el grifo. Agarró mi polla con su mano derecha y empezó a meneármela. Tal y como estaba no duré mucho, y en unas cuantas subidas y bajadas acabé corriéndome en su barbilla y sus tetas. Tuve que morderme el labio para no gemir como un loco.

Mi madre me sonrió y se metió en la ducha conmigo. Con el chorro de la ducha se limpió el semen.

Nos duchamos mutuamente y ya limpios, se me ocurrió hacer lo mismo con ella, masturbarla con la ducha.

Recorrí sus labios con el chorro y cuando estaba como loca, apunté a su clítoris.

Mi madre se agarraba a mis hombros como había hecho yo y me miraba con ternura. Quise ser malo y cuando vi que llegaba al orgasmo, dejé de mojarla.

Para entonces mi polla estaba dura de nuevo y girándola y apoyándola contra la pared, la penetré. Comencé con el bombeo y sin parar me la follé unos minutos. Pero entonces sonó la puerta.

Mi hermana quería entrar, se estaba meando, dijo. Yo corrí la cortina de la ducha y le dije que podía entrar.

Cuando entró, dejé de moverme, pero seguí con mi polla dentro de mi madre. Le hice un gesto para que no dijera nada.

Levanté un poco la cortina y vi el culo de mi hermana cuando se levantaba de la taza y se limpiaba el chocho. No estaba nada mal.

Se lavó las manos y se fue. Cuando salió mi madre me preguntó si me gustaba el culo de mi hermana.

—No está mal —le dije— pero no puede compararse con el tuyo, mamá.

Seguí follándomela hasta que acabamos.

Ya fuera de la ducha y secos, salimos del baño. Mi hermana estaba merendando en la cocina.

—¿Qué tal con la ducha? —Me preguntó— ¿Te apañas bien?

—Si hermanita. Con tu ayuda todo es más fácil. —Dije en plan de coña.

Afortunadamente para mí, era mejor que mi hermana no me ayudara con mi madre, eso estaba claro, porque así podía follármela.

Merendamos los dos y mi hermana se volvió al salón a ver la tv de nuevo.

Así pasó el resto de la tarde, hasta que volvió mi padre.

Cenamos y después de jugar un rato al Trivial, decidimos acostarnos. Mi hermana había quedado con su novio.

Yo me tumbé en la cama, pero no me dormí, me puse a escuchar música con los auriculares.

Al poco rato, sería ya de madrugada, oí un sonido que conocía muy bien. Era la cama de mis padres en pleno movimiento.

Me levanté y me dirigí a su habitación. Allí estaban los dos haciéndolo, con mi padre encima de mi madre. Ahora no me importaba quedarme viéndolos como hace años.

Mi madre me descubrió en el umbral de la puerta y se quedó mirándome con deseo mientras mi padre la empotraba contra la cama.

Cuando acabaron, yo desaparecí y me fui a mi cuarto.

Estaba sin dormirme cuando vi una sombra en la puerta de mi cuarto. Era una forma femenina desnuda. Sin duda, mi madre.

Se acercó a la cama y me cogió de la mano. Me llevó a su habitación y me quedé atónito. Mi padre dormía girado hacia la pared.

Mi madre me dijo al oído que quería que me la follase por el culo, pero con mi padre al lado para que tuviera mucho más morbo.

—Podría despertarse —dije en voz muy baja.

—No lo hará. Duerme profundamente. Imagínate el morbo.

Yo pensé que tenía razón. La ayudé a ponerse a cuatro patas y abrí un poco sus piernas y con un dedo comencé a masturbarla.

Cuando noté su humedad, metí mi dedo índice de la otra mano en su ano hasta que lo dilaté.

Para entonces mi polla estaba erecta y chocaba con su culo. Se la metí despacio por su ano hasta el fondo.

Me quedé mirando a mi padre y este seguía durmiendo.

Comencé a entrar y salir, pero despacio, preocupado de que con el movimiento se despertase.

Me movía muy lento y esto me estaba dando un placer inmenso. Mi madre mordía la sabana para no gemir. Ella también estaba disfrutando como una loca.

No podía aguantar más, estaba súper excitado y a punto de correrme. Mi madre se moría de gusto y me empujaba con su culo hacia atrás.

Finalmente me derramé en su ano. Chorros y chorros de semen salieron de mí.

Me salí de ella despacio, intentando no despertar a mi padre. Este ni se movió.

Nos despedimos con un beso y me fui a mi cuarto. Me dormí enseguida pensando en lo que acabábamos de hacer.

Unos días después, llegó el 30 de julio. Era el último día de trabajo de mi padre, pero en lugar de estar hasta última hora, volvió a eso de las 5 y 15 de la tarde.

—Hola a todos —nos dijo—. He vuelto. Por fin se acabó el trabajo y estoy de vacaciones.

Vaya, pensé. Se acabó lo que se daba.

Nos reunimos en la cocina. Mi madre andaba de un lado para otro con la muleta y en esto que me dijo:

—Renzo, hijo, ¿quieres un cola cao bien frio?

—Si mamá, me apetece.

—Prepárame otro a mí —dijo mi padre.

Mi madre nos preparó dos vasos de cola cao bien fríos y nos los dejó enfrente de nosotros. No me permitió ayudarla.

Después de la merienda, volvimos al salón. Al poco mi hermana nos dijo que se iba con sus amigas al parque acuático y nos dejó.

Mi padre hacia zapping en la tele y como si algo lo hubiera hipnotizado, se durmió en el momento.

Mi madre me miró y sonrió.

—¿Qué le has puesto al cola cao? —Le pregunté.

—Le he puesto un somnífero. Así estaremos tranquilos los dos.

Mi madre llevaba puesto el vestido vaporoso de aquel día y por supuesto, no se había puesto ropa interior. Le había dado el morbo de hacerlo con mi padre al lado. Aunque dormido, eso sí, era muy excitante.

Antes echó el pestillo de la puerta de casa y lo bloqueó por si a mi hermana le daba por volver antes.

Se subió encima de mí y comenzó a masturbarme. Con su pierna escayolada apoyada en el sofá y con su mano derecha meneándomela.

—Mamá, que gusto –dije—. No pares, sigue, sigue.

Mi padre estaba profundamente dormido, con lo que no podría oírnos.

Siguió un poquito más y cuando estuve a punto, le dije que parara.

Ahora fui yo el que comí su coño, húmedo y tierno. Y cuando estuvo a punto, nos dispusimos a follar. Pero se me ocurrió algo.

Cogí el móvil y me levanté y me dispuse a grabarnos.

—¿Te importa mamá?

—Que va, mi niño. Para nada. Luego podremos vernos.

Coloqué el móvil en el mueble de la tele y volví al sofá. Mi madre se sentó sobre mi polla y me cabalgó.

Fue excitante follar con ella, me producía un placer inmenso. Y más aún fue luego ver el video donde veía como el culo de mi madre subía y bajaba sobre mí, botando. Esas nalgas hermosas cabalgaban a su hijo y mi polla se deslizaba suavemente, aunque a veces no tanto, mientras me follaba.

Después de corrernos, nos limpiamos. Pero mi madre no tenía bastante todavía. Me llevo a su cuarto, mientras mi padre seguía roncando como un cerdo.

Allí se tumbó en la cama boca arriba, con dificultad, eso sí. Quería que lo hiciéramos en la postura del misionero.

Acaricié sus tetas y chupé sus pezones. Estaba como loca con su hijo. Cuando mi polla recobró un poco su erección, la cogí con mi mano derecha y con mi glande acaricié su clítoris, sin metérsela. Era algo que me había enseñado mi primera novia.

Volvió a correrse solo con eso y yo ya, empalmado del todo, se la metí.

—Renzo, mi niño, que gusto me das. Fóllate a tu mami, si, si, mi niño, siii.

—Si mamá, si, si, te follo, ¿te gusta? ¿Te gusta? Siii. Me corro mami. Me corro. ¡Aaaah!

Aquello era lo más. Pese a que mi padre estaba de vacaciones, habíamos conseguido follar los dos.

Ahora estaba claro. Mi madre me prefiere ahora y creo que para siempre, a mi padre.

Para Lara, mi más fiel lectora.

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