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Deep blue sea (Parte 4)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Por un instante Ava lo percibió, la tensión en el aire, el silencio que no podía calibrar detrás de esa mirada y creyó que finalmente lo diría. La razón por la cual la miraba de esa manera, la razón por la cual la había llevado a su casa, la razón que flotaba entre ellas como una corriente silenciosa. No debería existir y sin embargo allí estaba, no debería anhelarlo y sin embargo lo hacía, pero no era tan valiente para lanzarse a las aguas de algo tan profundo que amenazaba con ahogarla. Pero una vez más Amanda la decepcionó con la fría lógica apartándola, al margen de la muralla que había alzado entre ambas. Y eso la desesperaba, todas las emociones se acumularon en su pecho como un nudo y sintió como el aire se le escapaba de los pulmones.

No comprendía la necesidad visceral por formar parte en el mundo de aquella mujer que apenas conocía. La necesidad de su atención, de sus miradas y de tomar lo que le ofrecía en cada una de ellas. Quería gritar, llorar y derrumbarse porque estaba sola, agotada, aterrorizada, no solo porque su vida se venía abajo, sino por la inminente locura que provocaba su atracción por Amanda. Como si toda su necesidad, su soledad, cada deseo y pensamiento solo pudiese satisfacerlo ella. Se había vuelto loca, completamente loca.

Amanda se preocupó por el abrupto silencio de Ava, un minuto antes vio asomarse la desesperación en su mirada, las lágrimas que dejaban un rastro húmedo en su mejilla y ahora nada, un vacío oscuro como si se hubiera marchado lejos de allí. Su cuerpo comenzó a temblar a pesar de estar en un estado catatónico y temió por ella, que finalmente el dique se hubiese roto ante la presión y estuviese presenciando un colapso. Se acercó, dudando si debía tocarla o no, necesitaba traerla de regreso de alguna manera.

-Ava.- susurró manteniendo la calma –Ava.- no se resistió a secar las lágrimas que fluían, a tomar el rostro ausente entre sus manos y encararla –Ava, escúchame…no estás sola y Sebástian te necesita. Vamos, hazlo por él.- y por ella que no soportaba verla así –Respira profundo y regresa, tienes un hijo que te necesita, no puedes rendirte ahora.

El nombre de su hijo hizo eco en su cabeza, era la razón de su vida le brindaba calidez a la frialdad que había entumecido su cuerpo de pronto. Eso y las manos delicadas que la sostenían y provocaban una revolución tal de sensaciones que parpadeó al instante, inspirando bruscamente el aire. Entonces se encontró con unos ojos azules cargados de preocupación, caricias suaves que secaban sus lágrimas y anhelo se transformó en un dolor punzante que fracturó su mundo. Comenzó y la impotencia se transformó en un dolor punzante que fracturó su mundo. Comenzó con un sollozo que desató el llanto desesperado y desgarrador y no tenía nada más a que aferrarse, excepto a la propia Amanda, que la rodeó con sus brazos y la sostuvo mientras su cuerpo se sacudía en temblores incontrolables. En Amanda la preocupación y la impotencia se transformaron en una rabia fría y oscura, el responsable iba a pagar porque lo destrozaría.

Ninguna se percató del tiempo, tampoco interesaba porque mientras Ava la necesitara, Amanda estaría allí. Cuando ya solo quedaban lágrimas silenciosas y suspiros, Ava se obligó a sí misma a reaccionar, considerando donde estaba y con quien, Amanda que percibió el movimiento le permitió la libertad de apartarse si lo deseaba. Pero negar lo que habían sentido en ese abrazo, sería una mentira. Protección, apoyo, la sensación de estar en el lugar correcto, con la persona correcta, emociones peligrosas que tampoco tenían garantía y podía destrozarla y que por ese instante, prefirió ignorar. Finalmente se apartó, con la sensación de pérdida absurda, que la impulsaba a lanzarse a sus brazos otra vez, estaba demasiado agotada para avergonzarse, para dar explicaciones y Amanda pareció comprender, como si la conociera de toda la vida, para ella parecía ser un libro abierto.

-Pediré a Rosa que traiga un té, o lo lleve a tu habitación.- dijo rompiendo en silencio, Ava negó, en su habitación estaría sola y sin Amanda se derrumbaría otra vez –Entonces aquí.- la llamó a través del teléfono interno y minutos después, la mujer apareció con té y galletas, un extra, intercambió una mirada silenciosa al ver el estado de Ava, pero se abstuvo de hacer preguntas y se marchó en silencio –Te hará bien, come.

Ava lo hizo, el té la relajó considerablemente y las galletas le endulzaron el paladar, un paso adelante. Amanda era una presencia sólida y silenciosa a su lado y eso la mantenía firme. Tenía la camiseta húmeda y arrugada, suspiró culpable, pero no incómoda por haberse derrumbado frente a ella, quizás porque sabía que no lo utilizaría en su contra. Como todo aquellas emociones desconocidas deberían preocuparle, porque podían hacerle mucho daño.

-Tu ropa.- logró decir en voz baja.

-Tengo más.- una respuesta relajada, simple -¿Mejor? – Ava sintió.

-Lo siento.

-Eres humana, me hubiese preocupado que la presión provocara algo peor. Ahora tendrás la cabeza más despejada para pensar, esto ha sido bueno.- otro suspiro, lo cierto era que se sentía apaleada –Puedes comenzar mañana, hoy relájate en la piscina, disfruta el día con Sebástian, hay tiempo.

-No.- respiró categórica y dejó la taza sobre la bandeja –Los números me relajan, necesito distraerme.- Amanda no estaba de acuerdo, pero no dijo nada más.

-Si no estás concentrado quiero que lo dejes, no nos podemos permitir más errores.- fue la condición.

-Lo haré.- meditó unos segundos en silencio antes de tomar valor para la siguiente pregunta –Hay algo más, ¿cierto? Algo más que… quieres de mí.- la razón le pegó una bofetada que ignoró, si se lanzaba a la boca del lobo no sería nadie más responsable que ella.

Una mirada azul llena de tormentas y oscuridad.

-Será que lo quieras dar Ava.- el tono derritió un poco el muro de hielo y desató una chispa.

-¿Tengo elección?

Amanda controló la irritación, ¿acaso estaba insinuando…?

-¿Crees que es el precio a pagar? – frialdad, la había ofendido y comprendió el error de inmediato, cuando Amanda iba a marcharse.

-No.- extendió el brazo para detenerla sin pensarlo –Lo siento, quédate por favor.- le pareció sorprenderla y sonrió –No has dudado de mí un solo segundo, me ofreciste una mano en el infierno que se ha convertido mi vida y has sido honesta en cada palabra. Te he devuelto el favor con una acusación y ha sido injusto de mi parte y cobarde.

En efecto, Amanda estaba sorprendida.

-Te he dado razones.- aceptó porque no tenía sentido mentir lo evidente.

-Por eso, has sido honesta.- le sostuvo la mirada –No entiendo por qué, no entiendo y confieso que no sé cómo actuar, pero mentiría si no digo que también quiero algo, porque lo he sentido. No puedo explicar esto, me abruma y me confunde. Yo…

Aquello era mucho más de lo que Amanda hubiese esperado, infinitamente más. Ava confiaba en ella con una confesión que la tentaba a tomarla en brazos y mostrarle, exactamente que fluía entre las dos. Pero eso sería un desastre, traicionar esa confianza, aprovechar la confusión y la vulnerabilidad, arrastrarla en algo para lo que no estaba preparada, a pesar de desearlo.

-Serás tú quien decida qué hacer con eso Ava, yo, prefiero no arriesgarme. Al parecer hay muchas cosas inexplicables en esto, demasiadas…me cuesta ser, sensata en cuanto a lo que deseo y mantener las distancias.- si le tocaba ser honesta lo sería –La primera muestra es el hecho de que estés aquí. Sebástian es una razón, la situación de la Empresa también, el resto son puramente mías y egoístas. Espero que me perdones por eso, fue inevitable. Tampoco puedo explicar el por qué pierdo el control cuando se trata de ti.- la mirada intensa fue suficiente confirmación de que era cierto –Lo que tú decidas, cuando lo decidas, lo respetaré.

¿Perdía el control? ¿Qué significaba eso? No es que las palabras no fuesen claras, estaba allí porque Amanda tenía interés en ella. Manejaba la posibilidad de que fuese un capricho, seducirla, llevársela a la cama y conseguir una confesión. Podía ser parte de una estrategia bien calculada, por otro lado, era tomarse demasiado trabajo y complicaciones cuando simplemente podía enviarla a la cárcel. Sin embargo, la parte estúpida en ella que anhelaba la cercanía de Amanda, no dudaba de absolutamente nada.

Ya no era una niña ingenua, aunque en aspecto de relaciones no era la más experimentada, tenía claro que con Amanda cualquier decisión podía ser un riesgo. ¿Qué estaba dispuesta a ofrecerle? ¿Una aventura exótica y llena de experiencias nuevas? Trabajo, casa, ¿una relación? Ni siquiera le atraían las mujeres y allí estaba, cuestionando lo que podía ser su vida si se rendía a la curiosidad y atracción. Ya lo había dicho Rosa, no se comprometía con nadie, jamás había llevado a nadie a la casa y su situación era demasiado diferente para hacer comparaciones. No obstante, no podía negar que tener el control de lo que sucedía entre ellas le confería un poder único, aunque sabía que jamás lo utilizaría en su beneficio. ¿Lo haría Amanda?

Contrario a lo que dictaba la razón, deseaba que no mantuviera las distancias. Amanda la observó en silencio, consciente de que libraba su batalla muy particular en la que no tenía derecho a intervenir por mucho que quisiera inclinar la balanza a su favor. No le haría ningún bien a ninguna. Tenía la sensación de que Ava no era de las que se conformaban con una aventura y ella no tenía más que ofrecer. Aunque la pregunta correcta era: ¿sería ella misma capaz de conformarse con tan poco de lo que deseaba?

-Creo que debo marcharme, ambas necesitamos trabajar.- dijo al fin quebrando la atmósfera y sin esperar respuesta alguna.

-¿Regresas a la empresa?

-Sí, tengo una reunión con los accionistas, quieren un informe sobre la investigación.- le dijo poniendo distancia entre ambas, la sensación de pérdida la hizo apretar los labios.

-Oh, ¿qué les dirás?

-Que los abogados y los investigadores que contratamos y la policía están haciendo su trabajo. Tu permanencia y tú trabajo aquí es confidencial, no quiero ponerlos en sobre aviso.

-¿Crees que el estafador es un accionista?

-Será un desastre si tengo razón.- le confirmó.

-Se te da muy bien controlar los desastres, piensas en frío.- contestó Ava, que no la conociera no significa que no supiera sobre ella. Un genio financiero que había triplicado la fortuna familiar y la propia en la bolsa a base de fría lógica. Amanda le lanzó una mirada enigmática.

-Empiezo a creer que tengo debilidades.

Evidentemente.

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