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Una piscina climatizada para cuerpos irresistibles
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Ha transcurrido el primer mes que estamos juntos Lorenzo y yo. No se ha hecho largo, hemos follado a diario, no nos hemos cansado aún. Pensamos que cuando vengan las clases y tengamos trabajos, madrugones, sesiones de clase y todas esas habituales obligaciones, se va a reducir a la mitad de la mitad y algunas veces a cero, por eso no nos preocupa ahora.

Cada fin de semana Zigor y Mauro vienen a casa, mejor dicho, vamos a recogerlos justo los viernes en la tarde. Ellos no estaban decididos a pedir permiso a sus padres y nos comprometimos a ir nosotros para invitarlos ante sus padres. Los padres de Zigor no pusieron más inconveniente que “¿y si molestan?, ¿por qué tenéis que aguantar ese peso?”, lo que saldamos porque nuestros abuelos lo desean, ya que están muy solos y no quieren que nos cansemos… Excusa tonta, pero los padres de Zigor comprendieron y no hubo problema.

Íbamos muy bien vestidos, nos habíamos comprado dos jeans muy elegantes y unas camisetas serias. Lorenzo parecía un pimpollo hijo de multimillonario y yo con mi camiseta negra y una cruz al lado con jeans estrechos pero elegantes y con vuelta por los tobillos, nos presentamos en la casa de Mauro. Cuando con mucha educación nos dirigimos a la señora, se extrañó de nuestra amabilidad y le explicamos que su hijo era un muchacho bueno, piadoso, cuidadoso de las cosas y con buena moral y nos había causado buena sensación.

Cuando llegó el papá y se lo planteamos, se puso a pensar. Cuando yo iba a razonar lo que había convencido a su esposa, elevó su brazo izquierdo con la palma de la mano extendida me daba a entender que me callara. Guarde silencio. Al rato dijo:

— Domingo, todas las mañanas, a las 10 h. en la Iglesia, oye misa, tomamos un refresco juntos, estáis invitados, y puede marcharse de nuevo hasta la noche. Los lunes tenemos trabajo.

Lo dijo con tanta sequedad y determinación que Lorenzo se asustó. En mi interior me dije que era una respuesta como otra cualquiera, qué más daba, si nos dejaba a su hijo. Luego, ya en la calle, me preguntaron los tres cómo íbamos a hacer y les contesté:

— Hablaremos con los abuelos, les diremos las condiciones, les pediremos la camino y estaremos en la misa esa los cuatro.

— Si yo no voy desde que tome la Comunión…, dijo Lorenzo.

— Pues ya es hora de que vayas, ¿no?, dije yo.

— Y tú…, ¿desde cuando no vas?, preguntó Lorenzo.

— ¿Yo? No sé si he ido alguna vez, quizá acompañando a algún amigo, pero no he ido formalmente nunca…, pero un amigo bien vale una misa ¿no?, respondí.

— ¿No tomaste la comunión?, preguntó Mauro.

— No; yo no estoy bautizado, ni mi padre es creyente, ni mi madre va a la iglesia…; no, no tengo esa costumbre, pero hay costumbres que no tenía y ahora tengo; si tu amistad me exige eso, por ti lo hago, pero no me hagáis hablar en la iglesia que no sabría que decir.

Zigor me miraba sorprendido por encontrarse a uno que no iba nunca a la iglesia. Zigor a veces huía de ir, pero para quedarse en la cama o ir a nadar en verano, en invierno solía ir, pero no le gustaba para nada el cura. A Mauro, según decía, tampoco le gustaba el cura porque una vez se confesó que le gustaban los chicos y le dio un sermón de “padre y señor mío”. A mí me parecía que cada uno podía tener su opinión, pero si yo le pido al papá de Mauro que me lo deje traer a casa porque es amigo, él tiene derecho a pedirme que quiere ver a su hijo en una de sus costumbres familiares. Allí estaremos los cuatro por nuestro amigo Mauro.

Llegó el domingo. Habíamos hablado con los abuelos y la abuela se apuntó a venir con nosotros, porque ella antes tenía costumbre, pero ella haría otras cosas mientras nosotros estuviéramos con el papá de Mauro. Al por cierto, el papá de Mauro es Mauro y su mamá María. El papá de Zigor es Ernesto y su mamá Luisa Isabela.

A los cuatro los encontramos en la Iglesia, las dos mujeres muy adelante en los bancos, pero no juntas. Luego supe que estaba cada una con su cofradía. Los papás, Mauro y Ernesto estuvieron de pie, al final de la iglesia. Nosotros nos sentamos en un banco que estaba solitario hacia la mitad de la Iglesia, los cuatro juntos: Zigor, Mauro, Lorenzo y Joel, que soy yo.

Se acabó la misa, el sermón me pareció largo, pero soportable. Zigor fue a saludar a su mamá y en la calle su papá esperaba a su mamá y se encontraron los tres y una hermana. Los saludamos nosotros tres y nos juntamos luego los cuatro con el papá de Mauro. Nos invitó a la cafetería, empeñado en que desayunáramos, pero ya lo habíamos hecho. La gente que salía de la iglesia le felicitaban por su hijo y sus amigos, todos tan buenitos. Menos mal que no sabían nada de lo que hacíamos ni de lo que íbamos a hacer. Dejamos que nos invitara y tomamos una cola cada uno. Nos despedimos y fuimos a recoger a la abuela a la puerta del super, como habíamos quedado.

Por tratarse de un domingo, no había muchas cosas que hacer, pero nosotros teníamos ocupación. Salimos los cuatro a correr vestidos solo con short por el bosque en dirección al claro que ya habíamos conocido. Cuando llegamos allí, después de unos estiramientos y con el calor que hacía nos tumbamos en el suelo en la parte donde había algo de hierba. Allí nos entraron las ganas y allí comenzó nuestra orgía.

Sin que nadie lo ordenara pero hubo un general “short fuera” y se hizo evidente el desplome y el mandamiento de nuestras pollas para que se pusieran buenas. Me puse a ayudar a Lorenzo mamándosela y se animaron los chicos a mamársela haciendo un 69. Lorenzo y yo hicimos el 69, pero Lorenzo la emprendió con mi culo mientras yo le preparaba su polla. Se me puso detrás mío estando yo en posición fetal y comenzó a meter polla en el agujero de mi culo. Lo había preparado bien, pero ese día me dolía su intento y comencé a gritar, vinieron los dos chicos y Mauro comenzó a chupar la polla de Lorenzo mientras la metía dándole masajes con la lengua y llenándola de su saliva. Con un poco de dolor entró y se quedó Lorenzo quieto para acostumbrarme.

Zigor me estaba mamando mi verga para calmar mis gritos, mientras Mauro metía sus dedos suavemente al dado del pene de Lorenzo. Me pusieron de espalda al suelo y Lorenzo se tumbó algo sobre mí. Zigor seguía con mi polla y me dio la suya para que me distrajera, así que tenía una polla en la boca, otra en el culo y dos dedos jugando, saliendo y entrando de mi ano. Así como estábamos hicimos lo difícil, fue movernos los tres para dar la vuelta. Lorenzo estaba de espaldas al suelo, yo encima de él y Mauro inició la entrada de su polla en mi culo. Zigor fue a alimentar con su saliva esa polla de su Mauro y mi culo. Por fin Mauro consiguió penetrarla junto a la de Lorenzo. Zigor se puso detrás de Mauro y sin perdida de tiempo le ensartó la polla en el culo de Mauro, lo cual provocó las ganas de Mauro iniciando y mete y saca que hacía gemir y vibrar a Lorenzo por el rapamiento, mientras yo deliraba de regusto y placer. Los cuatro gemíamos, suspirábamos, gritábamos, insultábamos, pero nadie sabía quien era ahora más hijoputa que el otro. Todos un total movimiento y el primero que avisó fue Mauro

— Me corro, ya no, ya no, ya no puedo y aahh…

No tardó en seguir de modo similar, añadiendo:

— ¡Cabrón! ¿Por qué has acabado ya? ¡Aahh! ¡aahh!, me voy…

Mientras yo sentía las dos pillar vaciar sus chorros de leche en mi interior:

—Waw, que bueno, bueno, yaaaa…

Me corrí sobre el pecho de Lorenzo y Zigor fue el último en vaciarse dentro de Mauro con unos gritos de escándalo que nadie entendimos. Ni supimos en que lengua hablaba o si eran los gritos de un animal que habitaba en su interior. Dos estábamos en el suelo, Lorenzo y yo; dos se tumbaron en el suelo sacando sus pollas. Lorenzo me abrazó amarrándome mi espalda para que no me levantara, quería permanecer dentro de mí un rato más y lo agradecí hasta que por fin la polla de Lorenzo ella misma se salió. Zigor y Mauro se echaron sobre mi culo para recoger lo que iba saliendo, mientras Lorenzo y yo nos besábamos como solo nosotros sabemos hacerlo, enroscando la lengua y haciendo que nuestras pollas se vuelvan a empalmar.

Mi culo dejó de manar más leche y nos pusimos de pie abrazándonos. Recogimos cada uno nuestro short con la intención de ponérnoslo para salir del bosque y Lorenzo nos recordó que no había gente y menos en domingo, así que nos regresamos a casa desnudos con el show de sombrero. ¿Encontraron con alguien durante el regreso? Sí, dos personas, pero nosotros íbamos corriendo y nuestras pollas bailando. Llegamos a la zona de la piscina y sin siquiera ducharnos para sacar el sudor, nos metimos a la vez en la piscina hasta que la abuela nos llamó para comer.

Nos secamos un poco al sol, nos vestimos con nuestro short y nos fuimos a la cocina para ayudar, pero nos encontramos que el abuelo había ayudado a preparar la mesa y nos esperaban.

— Parque comáis con ganas y contéis todo lo que os dé la gana, os digo lo que la abuela y yo hemos pensado…, dijo el abuelo.

— Mal asunto, —dijo Lorenzo— algo va mal…

— Desembucha, abuelo, desembucha, me tienes en ascuas…, insistí.

— Calma, calma… la abuela y yo hemos pensado y ya está proyectado… (silencio desesperante)…

— Abuelooo, vaaa…, dijimos los cuatro.

El abuelo miró a la abuela y le levanto la mano mostrando los cuatro dedos sonriendo, mientras nosotros soplábamos de desesperación.

— Pues,… hemos pensado…. queee…, seguía lentamente el abuelo

—Aaa-bueee-looo…, gritamos los tres.

— Que… vamos a cubrir la piscina y climatizarla para que esté disponible todo el año.

Nos levantamos los cuatro gritando y abrazándonos, luego besamos a los abuelos y escuche que el abuelo dijo a la abuela:

— Ya tienes cuatro nietos.

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