Me saluda ladeando su cabeza, al abrir la puerta, con una sonrisa preciosa. Lleva puesto un vaquero muy ajustado y una camisa azul marino, desabrochado el botón, que se abre dejando el inicio de sus pechos. Que sexy, bella pero informal. Verla con coleta, tan natural, me pone.
Con semblante serio pero con calidez en la mirada y en sus actos. Mirándola a los ojos veo un toque de perversidad en su manera de mover las manos, de apurar las palabras cuando ella la tiene, ardo de deseos de tenerla de nuevo. Todo esto o parecido, ocurre de lunes a viernes en las reuniones diarias. Ella lo disimula mejor que yo, trata de eludir nuestros encuentros. Me lo dejó muy claro en el trabajo, solo compañeras. Lo otro era diferente. Ella vive con sus padres y solo podíamos tener libres los fines de semana, aunque no todos por compromisos familiares. No tenía idea de cuánto podía durar mi relación con Elsa, pero necesitaba saber hasta donde era capaz de llegar y lo tenía claro que quería seguir averiguándolo. Le había enseñado un mundo nuevo y yo disfrutaba también de lo que podía ofrecerle.
Pero de todas maneras… Aquel fin de semana yo acepté ir a cenar con unas antiguas compañeras de la universidad, el lugar el restaurante de un hotel. Naturalmente reencuentro con algunas después de mucho tiempo de no vernos. Pero la mayor emoción fue el reencuentro con Tere, había tenido mucha relación con ella. Nos sentamos juntas. Y como siempre ella con su melena rubia, los ojos negros, boca sensual y de finos modales, preciosa dentro de su vestido negro, escotado y abierto por un lado, con talones altos y el aire ingenuo de siempre que la hacían aún más guapa y destacar de las demás, como siempre fue el centro de atención, le gustaba ser admirada y por consiguiente deseada. Habíamos compartido habitación en viajes de estudiantes y la había visto tal como era, ahora con el pasar del tiempo naturalmente había cambiado estaba más mujer y por cierto algo más rellenita.
Finalizado el postre y mientras traían los cafés e infusiones, Tere se levantó y me propuso ir a la barra. Pasó su brazo alrededor de mi cintura y se cruzaron nuestras miradas, mi temperatura corporal subió varios grados.
– ¿Te has divertido?
– Desde luego y muy contenta de ver antiguas compañeras pero sobre todo encontrarme contigo y verte.
– ¿Estás sola? me comentaron que te habías separado
– Me he casado de nuevo, hace un año. ¿No lo sabías?
– No, ¡qué va!
– Y, que tal tu vida. ¿Hijos? ¿Eres feliz?
– Puaff… Paso mucho tiempo sola y, voy a serte sincera me aburro mucho.
Por un momento perdió el hilo de lo que me estaba contando. Seguramente la bebida le estaba haciendo efecto. Le propuse subir a la terraza del hotel para airearnos un poco y seguir hablando, tiré de ella hacia un rincón para ocultarnos un poco de la vista de los que ocupaban la terraza, unas parejas de turistas. Nos acomodamos en estos sillones mullidos tipo cama, ella se descalzó.
– Quiero preguntarte otra cosa.
– Tú dirás.
– Espero que me digas que si has cambiado o no desde la última vez que nos vimos -soltó sin más.
– No sé de qué me hablas -le dije, aunque estaba segura por donde iba.
– Las dos sabemos de qué hablo y por ello… recuerdo que, yo era la guapa del grupo, me seguían sobre todo ellos, pero tú eras una líder te adoraban, todos y todas te seguíamos. Aquel día me miraste con cara de deseo mientras me hablabas, me dijiste que estaba muy guapa y me besaste. Yo llevaba una falda corta, siempre me gustaron las faldas cortas. Y tú no quitabas la mano de mi pierna. Seguías acariciándome. Acercando tus caricias, poco a poco, en círculos cada vez más pequeños. Seguías hablando, me tocaste las bragas y me estremecí. Pero finalmente ¡¡No!! Y salí huyendo. A mi manera te quería, pero aquella situación me incomodaba.
– Yo creo que la culpa no era mía, sino tuya, porque me quitabas el sueño. Estabas a rabiar de bonita y atractiva. Me había encaprichado de ti.
– ¿Yo? culpa mía… -respondió con turbación.
– Vas a pillar frío. -La noche era fresca y le alcance una de las mantas apropiadas para el caso, ella se la echó por encima.
– ¿Me ibas a decir algo más?
– No quisiera incomodarte, yo te quería a mi manera, pero lo que pasó entonces…
– ¿Qué culpa tenía y tengo yo de ser así?
– Ninguna.
– Quisiera preguntarte otra cosa más.
– Tú dirás.
– Abras tenido amigos ¿verdad?
– Sí, soy bi, no desprecio y me gustan los hombres, pero cuando he tenido una relación más o menos duradera ha sido siempre con otra mujer.
– Me parece perfecto.
– Gracias. Me alegra que pienses eso. ¿Hay algo más que quieras saber?
– Ahora que lo mencionas, sí. ¿Crees que es posible satisfacer ciertas necesidades?
– Aunque nunca las hayas probado pero las deseas y quieres naturalmente es posible. -Ella apuró su bebida en silencio.
– ¿Qué estás haciendo? No puedo… no soy una… -Tras unos instantes de pensármelo, estaba pasándole la mano por su pelo y la cara.
– No seas absurda. Ahora no discutiremos las etiquetas de si eres o no lesbiana. Solo deseos. Tu deseo. Eso es lo que quiero que pienses. Puedes hacerlo.
Le ordené que flexionase las piernas, separase las rodillas y se subiera el vestido. Con júbilo comprobé que tenía ante mí el objeto de deseo que había anhelado años atrás. Obedeció sin dejar de mirarme, mientras me colocaba junto a ella tapándome también.
– Necesitas correrte, necesitas que te froten y te penetren el coño o incluso el culo -le enumeré con lascivia.
– ¡Sí! -respondió con convicción.
– Muy bien. ¿Preparada?
Ella asintió mientras apretaba los labios. Paseé los míos a los suyos en un beso hambriento y ella gimió en respuesta. Su boca era dulce, caliente. Se dejaba hacer, no sin mirar continuamente a uno y otro lado para ver si nos descubrían.
– Relájate… Esta oscuro y nadie nos está mirando.
Echó la cabeza hacia atrás, pasé la mano acariciándole entre sus muslos y gimió en silencio al notar mis dedos pasar varias veces por encima de la tela presionando su abertura, el encaje empezaba a mojarse. Se relamía los labios y yo continuaba con mi exploración. Estaba preparada. solo un poco más y sería mía. Introduje la mano dentro de sus braguitas y aprisioné su sexo, para después empezar con movimientos circulares alrededor de su clítoris, que se hinchaba por momentos. Ella intentaba ocultar sus gemidos, pero era inevitable que salieran de su boca.
– ¡Silencio!, nos pueden oír.
– ¡Te gusta!
– Si, sigue por favor.
– Ábrete para mí
– ¿Estás bien? Entonces dímelo.
– Um, uh, sí estoy bien. Me gusta y más adentro por favor.
Podía sentir como sus jugos empezaban a fluir. Continué con mi movimiento. Hundí los dedos en ella hasta el fondo y, empecé un vaivén frenético. Su sexo se contraía… se convulsionaba alrededor de mis dedos. Se retorció, se tensó, y con un gemido ahogado llegó al orgasmo. Tras unos segundos para reponerse, atrayéndola hacia mi pecho. Suspiraba con los ojos cerrados pero con una sonrisa en sus labios. No puedo evitar que la ternura se apoderara de mi mente, y la besé en la frente con cuidado.
– Estoy loca, he gozado como mucho tiempo no hacia -susurró.
– Lo sé, y por eso te gustó.
– ¿Y ahora?
– Bienvenida a mi mundo de placer -susurro.
– No es mala la idea…