No pensaba contar esta historia, pero como este es el último relato que escribo, 224 relatos ya son muchos relatos, os la voy a contar.
Yenny, era mulata, de cabello corto y rizado, ojos azules, alta, delgada, con buenas tetas y un culito perfecto. Era una preciosidad.
Naciera en Alemania y era hija de padre gallego y madre mauritana. Su padre se había casado a los 20 años con su madre, que era mucho mayor que él. Yenny ya tenía 11 abriles cuando se casaran. Años más tarde quedaría huérfana de madre y tiempo después se viniera con su padre a vivir a España a una casa de planta alta que hicieran con sus ahorros.
Era sábado. A Yenny la había contratado para ayudarme a limpiar mi bodega. En un descanso, sentados sobre unos tablones, y mientras nos mandábamos unos vinos y unas lonchas de jamón, me preguntó:
-¿Es verdad eso de eres un pájaro de cuidado?
Me olí que buscaba guerra, y con lo buena que estaba iba a tener la que quisiera.
-¿Quién te lo dijo?
-Amparito.
-No creas todo lo que digan.
-¿No es verdad?
-¿A qué viene tanta curiosidad?
-¿Te follaste a Amparito o no?
-Si ella lo dice, follaría.
-Debes tener unas historias jugosísimas.
-De jugos sí que son, sí, de muchos jugos.
-Te contaba yo una historia de amor y sexo que supera la ficción, pero no puedo.
Como en el pueblo no tenía pareja le pregunté:
-¿Tan bueno era en la cama tu novio?
-Es, es muy bueno.
Vivía con su padre, lo que me llevó a pensar que era él quien le daba canela fina.
-¿Quién es? Sé guardar un secreto.
-También dicen los curas que lo saber guardar y no guardan ni el secreto de confesión…
-Yo no soy cura, y por lo que me has dicho no creo que tú tengas vocación de monja.
Me regaló una sonrisa picarona.
-Te gustan las jovencitas.
-Me gustan las jovencitas, las de mediana edad, las maduras, me van todas.
-Lo que dijo Amparito. Te follas a todo lo que se mueve y tenga falda. ¿Y tú mujer que dice a eso?
-Que comparta.
Casi se atraganta con una loncha de jamón.
-¡¿Compartes?!
-Comparto. ¿No te lo dijo Amparito?
-No, se lo tiene bien guardado. ¡Qué viciosilla!
-Yo ya me confesé contigo. ¿Qué historia es esa que supera la ficción?
Ya no tuvo reparo en contarme su secreto.
-La historia de amor y sexo que vivo yo con mi padre.
Me lo esperaba.
-Si os queréis…
-Sí, nos queremos, prácticamente somos marido y mujer, sólo que delante de la gente tenemos que disimular.
-¿Cómo empezó todo?
Yenny, se soltó.
-Seis meses después de habernos dejado mi madre, a mis 18 años, un sábado que mi padre se fuera con unos amigos se me dio por curiosear en su ordenador. Al encenderlo vi que no necesitaba contraseña para entrar. Lo primero que miré fue en el historial. Mi sorpresa fue mayúscula. Había borrado todo menos lo último que viera: Padre folla con su hijastra negra. La curiosidad era muy grande. Pinché en el enlace. La muchacha negra tenía un aire conmigo, aunque ella era mayor que yo. Me puse a mirar el video… Al rato metí una mano dentro de las bragas y otra bajo la camiseta, que era todo lo que llevaba puesto. Cerré los ojos e imaginé a mi padre follándome. Me fui excitando cada vez más, más, más y más… Cuando la chica comenzó a gemir y el padre se corrió dentro de ella, los ojos se me cerraron con el gustazo que sentí. Mis piernas se apretaron una contra la otra. Ahora la que gemía era yo. Mi mano se empezó a empapar con los jugos de un delicioso orgasmo. Al acabar de correrme apagué el ordenador y me vino el cargo de conciencia. Poco me duró. Al llegar a la sala me vino a la cabeza la negra del video. Me pregunté si mi padre se masturbaría pensando en mí. Me imaginé que sí lo hacía. Quité las bragas, me abrí de piernas y comencé a hacerme otro dedo. Masturbándome, se me secó la boca y tuve una idea para hacerlo de una manera diferente. Fui al mueble bar y agarré una botella de jerez. Volví a sentarme en el sofá. Me eché hacia atrás, abrí las piernas de par en par y me follé el chocho con la boca y el cuello de la botella… La sacaba, y a morro, me mandaba un trago. Me acariciaba las tetas, luego el clítoris, me volvía a follar el chocho y me mandaba otro trago. Así estuve más de media hora… Cuando me corrí ya la botella de jerez estaba casi vacía. El placer que sintiera hizo que me entraran ganas de dormir. Con mis muslos mojados del jugo de la corrida, que brillaba sobre mi negra piel, con la botella en la mano, las piernas abiertas y el chocho al aire, quedé dormida.
A las dos de la madrugada oí la voz de mi padre:
-"¿Qué es esto?!"
-Me hice la dormida. Me daba vergüenza mirarle a la cara.
-¡Joder, joder, joder!"
-Supuse que me estaba mirando para el chocho y creí que se iba a ir. Lejos de eso, lo que hizo fue lamerlo. Me encantó. Era la primera vez que sentía una lengua en mi sexo. Aún estaba algo borracha, pero el chocho se me encharcó al momento… Moví mi pelvis buscando el orgasmo. Mi padre me metió la punta de la lengua en el ojete, me estremecí. Luego su lengua fue lamiendo de abajo arriba y de arriba abajo desde el periné al clítoris. Lamió la tira de veces, lamió hasta que mi chocho expulsó un chorrito de jugo. Comencé a correrme, sin gemir, como si de verdad estuviese dormida, aunque me retorcía con el placer que estaba sintiendo. Al acabar de correrme, mi padre se fue para su habitación. Al poco de irse, me puse las bragas y me fui a mi habitación. Al pasar por delante de su cuarto, como dejara la puerta entreabierta, vi la habitación iluminada por una luz azulada. Mi padre estaba sentado delante del ordenador, de espaldas a la puerta con unos auriculares puestos. Me podía arriesgar. Fui junto a él y vi que tenía la polla en la mano. Miraba el video que había visto yo. Mi padre comenzó a respirar fuerte y a gemir. Un chorro de leche salió a presión de su polla. Me fui. Justo cuando salía por la puerta, sentí como decía. "Yeeeny, Yeeeny, Yeeeny". Se masturbaba pensando en mí. Al llegar a mi habitación tenía el coño palpitando y tan mojado que se me pegaban las bragas a él. Tenía que correrme otra vez o me daba un telele. Quité las bragas. Me eché boca abajo sobre la cama e imaginando que era mi padre el que me metía la polla, me masturbé con dos dedos hasta que me corrí.
Me había imaginado a aquella belleza con su coño y sus dedos mojados de jugos, y me había empalmado. Ya estaba seguro de que me estaba calentando para que follásemos. Le dije:
-Un historia muy excitante.
Me miró para la entrepierna.
-Se nota. Tienes un buen empalme.
-¿Te molesta?
-No, me gusta saber que se te empina. Acabaré de contarte la historia.
-Soy todo oídos.
-Al día siguiente era domingo. Me levanté a las doce del mediodía. Vestida con unas braguitas blancas y una camiseta del mismo color, apretada al cuerpo, donde se me marcaban mis pezones, fui a la cocina. Mi padre estaba recién duchado, en zapatillas y bata de casa. Untando de mantequilla una tostada, me dijo:
-"¿Por qué te emborrachaste ayer noche?"
-No te lo voy a decir.
-"Me lo vas a decir o te castigo. Y no vuelvas a andar por la casa en bragas."
-Mi padre me sentó en una silla. Bajé un poquitín las bragas con un dedo. Le enseñé algunos de los negros pelos de mi chocho, y le dije: No se me veían los pelitos, papá.
-"¡Yenny!"
-¿Qué? ¿Me vas a dar en el culo por traviesa?
-"¡No me provoques!"
-Le puse el culo delante de la boca. Contoneé las caderas, y le dije: ¿Es bastante provocación?
-"¡Ahora verás!"
-Me cogió por la cintura. Me puso sobre sus rodillas. Me bajó las braguitas hasta las rodillas. Quitó una de sus zapatillas marrones, de esas que tienen el piso de espuma, y me largó en mis prietas y negras nalgas: ¡zas zas zas! Sentí su polla empalmada en mi vientre. Mi coño ya estaba mojado. Me preguntó:
-"¿Vas a comportarte bien?"
-No, voy a ser mala. Me gusta que me azotes. Toca mi chocho y verás que mojado está. Me volvió a dar en las nalgas. Sentía su polla latir sobre mi ombligo. Apreté mi cuerpo contra ella para sentir mejor sus latidos. Le dije: Dame más, bichito, dame más.
-"¡¿Bichito?!•"
-Me largo con ganas. Sentí como mis muslos se mojaban con el flujo que salía de mi chocho. Mi padre los vio. Disimuladamente pasó una mano por la humedad. Sentí como su polla volvía a latir como el corazón de un caballo que va a montar a una yegua. Debió creer que ya llegara demasiado lejos, ya que me subió las braguitas. Me puso en pie, y me dijo:
-"¡Castigada en tu habitación!"
-Allí te espero. Quiero que me hagas lo mismo que ayer noche.
-"Yo…"
-Con lo cachonda que me había puesto no lo podía dejar escapar vivo, así que le dije: Tú me comiste el coño anoche. ¿O es que me lo comió un ladrón que lleva tu mismo perfume? Le di un beso con lengua y le cogí la polla. Estaba dura como una piedra. Había despertado a la fiera. Me cogió en brazos y me llevó a su habitación. Me echó sobre la cama. Me quitó las braguitas. Yo me quité la camiseta. Luego se quitó la bata, los boxers y las zapatillas.
Me besó en la frente, como lo haría un padre, pero cuando me besó los ojos, la nariz, me mordió los lóbulos de las orejas y me besó el cuello, ya no era el padre, era el amante, un amante que metió su lengua en mi boca y me besó como nunca antes me habían besado. Después me comió las duras tetas, sin prisa, lamiendo y chupando a conciencia. No me corrí de milagro. Bajó. Lamio y beso mi ombligo, acto seguido metió su cabeza entre mis piernas. Lamió el interior de mis muslos. Cuando lamió mis labios rosados y encharcados, sentí que me iba a correr. Quise durar, pero cuando folló mi vagina con la punta de la lengua, no pude aguantar, de mi coño salió el habitual chorrito de jugo. Me corrí en su boca. Mi padre gemía de gozo al sentir mis alaridos de placer. Al acabar de correrme vi que su polla miraba hacia arriba. La cogí con una mano, la metí en la boca y se la mamé, mal, ya que nunca antes había mamado una polla, pero a él le gusto. Poco después, caliente como un perro viendo a una perra en celo, se echó sobre mí y quiso meterla. No le entró. La frotó, la frotó contra los labios de mi chocho, mi ojete y mi clítoris. Tanto la frotó y tanto se mojó el chocho con mis jugos y la aguadilla que salía de su polla, que cuando la puso en la entrada de la vagina y empujó ya entro el glande, y yo, yo me corrí de nuevo. Mi chocho se abría y se cerraba. Mi padre la sacó y puso la punta de la polla en la entrada de la vagina para que mi chocho, abriéndose y cerrándose, se la besase y la empapase de jugos. Al acabar de correrme, la metió hasta la mitad. Me quejé. La sacó. Le dije que la volviera a meter. No quiso. Fue a la cocina y volvió con una tarrina de margarina. Me untó el chocho y el ojete con ella. Al tenerlos bien untados, se untó él la polla, que estaba mirando al techo de la habitación. Estando él de pie, al lado de la cama, me cogió por la cintura y me levantó. Con mi cuerpo en la cama y las piernas fuera, acercó la polla al ojete y empujó. Me molestó más que en el coño, pero no me quejé. Me molestaba pero me daba un morbo que no veas. Poco a poco la metió hasta el fondo… Follándome el culo sentí que se me calentaban los pies, un hormigueó me fue subiendo por las piernas… y llegó la explosión. Mi chocho empezó a soltar flujo y me corrí entre temblores. Me volvió a poner en la cama. Al ratito puso la polla en la entrada del chocho y empujó. Esta vez la fue metiendo sin producirme molestias. Me folló muy despacito… Un cuarto de hora… o veinte minutos más tarde, le dije que me iba a correr. Me folló más aprisa y me corrí de nuevo. Sentí un placer como nunca había sentido. Las piernas me temblaban y la vista se me nubló. Acabé totalmente ciega cuando el placer llegó a su pico más alto. Luego, mi padre, la sacó y se corrió sobre mis tetas. Así fue como empezó todo.
Le dije:
-Joder, Yenny, me has puesto como un toro.
-Me alegro.
Le pregunté lo que ya sabía.
-¿Eso quiere decir…?
-Quiere decir lo que piensas, sí.
Me bajó la cremallera del pantalón. Me quitó la verga, y antes de meterla en la boca, me dijo:
-¡Pedazo de porra! Me vas a desvirgar otra vez.
No la desvirgué. Ya estaba desvirgada, pero hice que se corriera cinco veces, un orgasmo fue oral. Tres vaginales y otro anal.
Quique.