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Giselle y los albañiles (1 y 2)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Giselle estaba disfrutando sus vacaciones, luego de un semestre complicado con exámenes en la Facultad. Le encantaba pasar en la casa quinta de sus tíos, en las afueras de la ciudad, una enorme casa con pileta y un parque lleno de plantas y flores. Allí se sentía en contacto con la naturaleza, se relajaba y cargaba sus pilas para el próximo semestre. Sus tíos estaban fuera casi todo el día por sus trabajos y solo al llegar la noche se juntaban para cenar y charlar. A Giselle le encantaba este lugar, desde chica se había acostumbrado a la belleza y tranquilidad del lugar, además del cariño y cuidados que le daban sus tíos.

Pasaba mucho tiempo en la pileta, aprovechando el tiempo caluroso tomando sol y cada tanto dándose remojones para refrescarse. Le encantaba ese lugar.

Esa mañana, su tío le dijo, antes de despedirse para ir al trabajo "Mira a eso de las nueve van a venir dos albañiles para reparar el parrillero. Vos abriles y decirles donde está, me dijeron que en 3 o 4 horas terminan el trabajo y después se van" "Me los recomendaron en la oficina, dicen que trabajan bien, vamos a ver"

Giselle le dijo que no se preocupara y su tío se despidió. Al rato su tía también se despidió para ir a su trabajo diciéndole "Nos vemos en la noche, que tengas una tarde linda" "Gracias tía, nos vemos para la cena, voy a preparar algo rico"

Se cambió para ir al jardín, como toda chica le gustaba broncearse lo más posible y se puso su acostumbrada dos piezas, un breve corpiño y una tanga y se acostó al costado de la pileta. Al cabo de un rato, casi adormilada sintió que tocaban el timbre y se acordó de los albañiles. Se levantó y usando una toalla para cubrirse de la cintura para abajo fue a atender la puerta. En efecto, eran los dos hombres de los que le había hablado su tío. Les pregunto "Ustedes vienen por el parrillero?" y el más viejo le contesto "Si venimos para arreglarlo". El otro tampoco era mucho más joven, no parecían muy limpios y tenían aspecto descuidado, pero quizás era por su trabajo, pensó Giselle. Los hizo pasar, les mostro donde estaba el parrillero y luego volvió a acostarse al lado de la pileta. Le había parecido que los dos hombres la habían mirado raro y se sintió incomoda, pero quizás era su imaginación. Cuando se dio vuelta le pareció sentir las miradas de los viejos en su espalda y piernas, se tranquilizó pensando que esos dos hombres eran muy grandes, de la edad de su abuelo, como para andar mirando chicas como ella.

Mientras Giselle, en la inocencia de sus 18 años, se quedaba confiada y se disponía a tomar sol, los dos sujetos habían quedado deslumbrados por la belleza de la joven. Aun cubierta con esa toalla, se veía que la chica tenía un físico muy deseable. Una chica rubia de pelo largo, con un cuerpo bronceado como ese, los había puesto muy calientes. El más viejo le dijo a su compinche, mientras sacaban sus herramientas, "Viste que tetas tiene esa pendeja?" y el otro le dijo "Esta buenísima, para chuparla toda" a lo que el más viejo le contesto "Le chuparía la concha toda la tarde" y se pusieron a trabajar en la reparación.

Giselle decidió tirarse un rato al agua, estuvo un rato nadando y al salir de la pileta se tendió boca abajo disfrutando del sol mañanero. Desde su situación en el parrillero, a unos cincuenta metros, el más viejo no dejaba de mirar a la chica, ahora acostada boca abajo, se le hizo agua la boca al ver las nalgas y piernas de esa belleza despreocupadamente tendida al sol. Dijo "tengo ganas de marcharme esa nena rubia" y el otro lo miro inquiridoramente "yo también pero no nos va a dar bola" "Si pero me lo voy a coger igual" Agrego "Me dijo el tipo que nos contrató que no volvía hasta la noche, la dejaron solita a la pendeja, solita con nosotros" y el otro entendió "Si, ese bomboncito solo con nosotros" y se pasó la lengua por los labios. Dijo el más viejo "Déjame a mí, vos seguirme" y tomo un trapo de entre sus herramientas y un trozo de cuerda y lo guardo en un bolsillo. Y se dirigieron hacia donde despreocupadamente tomaba sol Giselle.

Giselle sintió pasos cerca suyo y se dio vuelta, se sorprendió cuando vio que loa albañiles estaban al lado suyo, la miraban de una manera lujuriosa y a lo único que atino fue a cubrirse el pecho con la toalla.

"Que… que ya terminaron?" fue lo único que se le ocurrió. El mayor de los dos albañiles le dijo "Hace calor, nos darías un poco de agua?" a lo que la chica se levantó, susurrando, "Si, ya les traigo" y se encamino a la casa. Sentía, ahora ya sin dudarlo que los dos hombres la miraban en su desnudez a pesar que trataba de cubrirse. Entro por la puerta trasera de la casa, que daba a la cocina. Abrió la heladera para sacar una botella de agua y la puso en la mesada, cuando se dio vuelta vio con horror que los dos hombres habían entrado y ahora ya no había dudas por la expresión de los albañiles. Enloquecidos ante esa belleza casi desnuda, y porque el más viejo dijo "lo que queremos es cogerte bien cogida" y se abalanzo sobre Giselle.

El terror paralizo a la chica que vio como en una pesadilla como el hombre la tomaba por los brazos, se los ponía dolorosamente en la espalda mientras el otro sujeto se acercaba con un trapo en sus manos. Fue cuando intento gritar, pero tarde porque el otro viejo le puso la mordaza en la boca y se la ato en la nuca por lo que solo pudo expeler un callado grito. El más viejo dijo "Vamos para el cuarto" y entre los dos la cargaron como si fuera un muñeco por el pasillo y en la primera puerta entraron a un dormitorio. Cerraron la puerta y dejaron a la chica contra la pared. Giselle no atinaba a nada, solo pensaba porque le pasaba esto y tenía sus ojos muy abiertos, implorantes mientras veía como los dos viejos se sacaban los pantalones y una tremenda erección de los dos viejos mostraba la calentura que tenían. El más viejo, el más depravado pensó Giselle se acercó y de un tirón le rompió el corpiño liberando sus senos. Los dos violadores se pusieron a amasarle las tetas a la chica que gemía ante los manoseos de los degenerados. Sintió que la tocaban por todos lados, le apretaban los muslos y le buscaban las nalgas. El viejo se puso a chuparle un pezón con lamidos y lengüetazos mientras decía "nenita que tetas que tenés". Giselle se sentía perdida, esos dos la iban a violar y nadie la ayudaría. El otro pervertido, mientras el más viejo le chupaba las tetas, se puso a sacarle la tanga que hizo deslizar por las piernas de la chica hasta que se las saco y tiro a un costado. Dijo en medio de su calentura " Vamos a ponerla en la cama" y nuevamente la cargaron como si fuera un muñeco y la pusieron boca abajo, la tomaron cada uno por los muslos y la hicieron poner en cuatro patas, totalmente expuestas para la lujuria de los pervertidos. El más viejo, sin demora se puso entre las piernas de Giselle y empezó a chuparle la concha con lamidos ruidosos y continuaba lamiendo toda la raja de la chica, subiendo y bajando desde el culo hasta la concha innumerables veces, metiendo su lengua en los dos orificios de la chica, el otro le manoseaba los muslos y nalgas viendo a su compinche chupar sin parar esa delicia de pendeja. Giselle solo gemía y sollozaba, esperando y deseando que todo terminara pronto. Pero recién empezaba el calvario de la chica. El que la estaba chupando le metió un dedo en el culo y lo movió en círculos mientras seguía lamiendo la ahora mojada conchita de Giselle. Pronto tuvo dos dedos metidos en el culo, moviéndose y dilatando. El viejo que la lamia se irguió y dirigió su duro miembro al pequeño orificio de Giselle y quiso penetrarla, pero era muy estrecho y no pudo. Bajo su verga hasta la mojada conchita y ahora volvió a intentar en el culo logrando introducir la cabeza de su verga. Giselle resoplo de dolor y se movía desesperada tratando de evitar el empalamiento. Sus movimientos solo lograron que el viejo le metiera casi la mitad de su verga en el apretado orificio, espero unos segundos y luego empujo una vez más metiéndole todo el pito en el culo a la chica. El placer que experimentaba el violador era indescriptible, el roce con ese culito apretado era estar en la gloria, empezó a bombear y lo hizo una, dos veces y a la tercera sintió que no podía aguantarse y en medio de un gutural gemido se derramo dentro del intestino de la joven. Siguió cogiéndola hasta que su verga se puso fláccida y luego se apartó, mientras del culo de Giselle salían resto del semen del violador. Apenas se separaba el degenerado de la chica cuando el otro violador ocupo su lugar entre las piernas de la sufrida chica y le metió su dura verga en la concha, empezando un mete y saca enérgico que nuevamente hacia gemir a través de la mordaza a la pobre Giselle. Porque me está pasando a mí? se preguntaba entre sollozos la joven, mientras el depravado la empalaba sin cesar, suspiraba de placer de estar cogiéndose una pendeja tan rica, una conchita tan fresca y joven como nunca hubiera tenido. En medio de un bombeo sintió que eyaculaba y con un suspiro de placer largo toda su leche al interior de la conchita de Giselle.

Se desprendió luego de un rato, la chica quedo tumbada moviéndose dolorida, de sus nalgas y concha rezumaban los restos de leche de los violadores. Los dos viejos se vistieron y se fueron dejando a la chica atada y amordazada, sollozando de dolor y humillación.

Cuando sus tíos llegaron encontraron a Giselle todavía atada, en deplorable estado, violada anal y vaginalmente. Hicieron la denuncia pero los violadores jamás aparecieron. Por mucho tiempo Giselle dejo de ir a lo de sus tíos.

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