Es mi intención relatar una experiencia personal, vivida hace ya algunos años, de la cual ya poco me arrepiento, porque siempre he creído que todo tiene su fecha de caducidad y no merece la pena atormentarse por situaciones más o menos desafortunadas que pertenecen al pasado.
En la actualidad soy una mujer felizmente casada, con una familia y una vida asentada, pero cuando tuve este desliz, todavía era muy joven y un poco alocada, en esa edad en la que el sexo contrario parece ejercer una influencia sobrenatural.
Desde el punto de vista de mi físico, jamás he tenido motivo de queja. No soy especialmente alta, pero sí muy bien proporcionada, de preciosos pechos (sobre todo en esos años), muy guapa de cara y con cierto encanto en las maneras. Debido a ello, nunca me ha faltado un hombre al lado y mentiría si dijera que no disfruto con el sexo.
Por ese entonces Carlos, mi actual marido y yo, éramos solamente novios, aunque ya vivíamos juntos, y las cosas no nos iban desde el punto de vista económico especialmente bien, dado que las carreras profesionales de ambos estaban comenzando y no gozábamos de una posición privilegiada. Sin embargo, dos íntimos amigos de Carlos y sus parejas nos invitaron a pasar un fin de semana en una ciudad costera del norte de España y como hacia prácticamente dos años que no nos permitíamos ni vacaciones ni una escapada, decidimos echar la casa por la ventana y disfrutar de la oportunidad.
Debo reconocer que yo estaba encantada y prepare el fin de semana como si de un viaje de novios se tratase. De hecho, la vida cotidiana, el estrés y la rutina merman la actividad sexual, que se vuelve gris y monótona y yo creí que esta sería una oportunidad de oro para hacer los deberes y ponernos de nuevo al día.
Llegamos un viernes por la tarde y nos encontramos con las otras dos parejas, que habían llegado con sus propios coches, en frente del hotel que habíamos reservado. No era gran cosa, pero por lo menos estaba limpio, siendo lo más incómodo el que las tres habitaciones compartían un mismo baño. Tras dejar las maletas, nos arreglamos y salimos a cenar.
Después de la cena estuvimos dando una vuelta por los bares de copas de la ciudad, de modo que Carlos, que siempre ha sido un pésimo bebedor, se pasó de la raya y cuando volvimos al hotel no hizo más que posar la cabeza en la cama y quedarse dormido.
Aquello me sentó a rayos y destrozo todos mis planes. Con el fin de tranquilizarme y despejarme un poco la cabeza del alcohol que había bebido, decidí darme una ducha relajante.
Me acuerdo que fue de aquellas duchas que debieran ser de agua fría, porque prácticamente no podía quitarme la obsesión de la sesión de sexo que me estaba perdiendo por la inoportunidad de mi marido. Estaba tan inmiscuida en mis asuntos que no me percaté de que la puerta del baño se abrió y de que evidentemente no había corrido el cerrojo. Por suerte la cortina de baño me protegía de indiscreciones. Era Andrés, uno de los amigos de Carlos.
-Vaya, perdón… ¿quién esta ahí? -dijo
-Soy Sandra… me estoy dando una ducha
-¿una ducha a estas horas? -me respondió?
-Sí, no podía dormir, ya estaba acabando.
-Aja, ¿no estará también Carlos hay dentro, golfos?
Me acuerdo que me sorprendió tanto su pregunta como mi respuesta posterior…
-Qué más quisiera yo, el tonto está roncando y yo consolándome con la ducha ¿me acercas una toalla?
-Claro, toma… -me dijo. El muy vivo me paso una toalla de mano, en vez de ducha y aunque pensé en protestar, no lo hice. Me seque como pude y pregunte:
-Andrés, ¿estas todavía ahí?
-Si -me respondió
-¿Y tienes para mucho? es que quiero salir…
-Sal, nada te lo impide.
Recuerdo que me quede perpleja, pero no eran horas para numeritos ni discusiones y además el alcohol ingerido tras la cena me hacía ser más atrevida, así que me coloque la toalla de mano justo encima de los pechos, sujetándola con las manos y dejándola caer como si se tratase del telón de un teatro; lograba tapar a duras penas el vello púbico, pero no, evidentemente, ni los laterales ni la parte posterior de mi cuerpo. Descorrí la cortina y allí me encontré a Andrés, apoyado en la pared, vestido tan solo con la parte inferior de un pijama y con cara de disfrutar de lo lindo con las vistas.
-¿que? ¿Tienes noche graciosilla no? -le pregunte
-bueno, no está mal. Es que como me has comentado que estabas desconsolada, he pensado que quizá podrías necesitar mi ayuda -contesto.
-¿Ah sí? ¿Y para qué? -le dije mostrándome malhumorada
-bueno no te enfades.
-Que no me enfade… ¿Tú sabes la que puede liarse si alguno de estos, o peor Carlos aparecen y nos encuentran de esta manera?
Francamente disgustada por su actitud, salí de la bañera mientras Andrés no perdía detalle. Evidentemente tapada o más bien destapada de esa guisa, al levantar una pierna para superar la pared de la bañera y posarla en el suelo y luego la otra, deje al descubierto buena parte de mi cuerpo, aunque sin embargo Andrés no se mostraba incomodo, salvo por un bulto que comenzaba a formarse en su entrepierna. Ultrajada como estaba, decidí no hacer más malabarismos estúpidos y deje caer la toalla al suelo, quedándome por segundos absolutamente desnuda, algo que puedo asegurar que si pillo desprevenido a Andrés, tras lo cual, rápidamente, cogí una de las toallas grandes de ducha y me tape adecuadamente.
Al salir no pude dejar de comprobar que el bulto de Andrés era ahora muy considerable (pero mucho) y que las tornas habían cambiado, el que precisaba una ducha fría era él.
Salí del baño mostrando mi enfado dando un portazo y me metí en la cama con Carlos, dispuesta a olvidar el incidente, no en vano era evidente que todos nos habíamos pasado bebiendo.
A la mañana siguiente nos fuimos de turismo y pasamos un día delicioso. Nos dedicamos a recorrer la ciudad, que francamente nos deslumbro con muchos rincones interesantes. Andrés, por su parte, se mostraba de lo más natural. Yo llegue a la conclusión que tenía muy poca vergüenza.
Al llegar la noche pensamos en hacer el mismo plan de la noche anterior. Nos arreglamos en el hotel y yo decidí que esta vez las cosas no se irían de las manos. Me duche, me hidrate, me perfume, me puse las pinturas de guerra y me vestí a todo trapo, con una minifalda preciosa de vuelo y una blusa a juego que me quedaban divinas. Así que le comente a Carlos:
-Ya ves cómo me he preparado para ti, a ver si esta noche me das una alegría.
-La alegría te la voy a dar ahora -me respondió excitado.
-No, que nos están esperando, vamos.
Y salimos a cenar. No hemos vuelto a ir a aquella ciudad, pero me acuerdo que había un ambiente fenomenal, también era verdad que era verano y estaba repleta de bullicio.
Al comienzo de la noche y ya en la cena, empecé a sospechar que Carlos iba a volver a las andadas, porque de nuevo se pasó bebiendo, no mucho en realidad, pero demasiado para él, de modo que a la 1 de la mañana, cuando llegamos a una discoteca que nos habían recomendado, ya no era persona.
Estaba tirado en la butaca del reservado, prácticamente dormido y para colmo seguía bebiendo. Les deje a los cinco sentados y me fui al baño, que estaba al fondo de local. Al salir del baño me tropecé con Andrés, lo cual parecía evidentemente más que una casualidad:
-¿Que? hoy parece que tampoco vamos a encontrar consuelo ¿no? -me comento.
-pero bueno ¿tú de que vas? -le respondí- no sé qué te incumbe a ti todo esto.
-bueno yo ya te dije que solo quiero ayudar
Yo ya no podía aguantar más
-¿pero tú de que estas hablando? Que Carlos es tu amigo del alma, que esta ahí a 50 metros ¡y tú pensando en follarte a su novia! le grite
-mujer… así dicho… mira tu marido no va a darte lo que quieres y reconozco que estaría mal que te lo diera yo… Pero podíamos fantasear, jugar…
-¿fantasear con qué? ¿Jugar a qué? -pregunte malhumorada
-Tú eres una mujer bellísima, con un encanto especial y un físico de infarto y sin embargo necesitada de sexo… es una controversia… No hay un solo tío en esta sala que ahora mismo no perdería el alma por acostarse contigo
-No te pases -le respondí, un poco halagada, lo confieso
-Mira, haz la prueba y convéncete; elige un tío en la sala, el que pienses que está más bueno, vete y dile directamente que te acompañe al baño y que te eche un polvo
-¿Pero estas tarado? -le dije- y si sale bien, luego que hago ¿quieres que me violen?
-no te preocupes, tráelo para el baño y haz como que soy tu chico y nos hemos encontrado y te saco el atolladero
-Joder… -comenzaba a picarme el gusanillo y la idea sin ser peligrosa, sin embargo me excitaba un poco- no va a salir bien -continúe
-Que si… elige un chico
-En fin. he visto antes un bombón al venir al baño, pero parecía que esperaba a alguien, igual a una chica
-Ese mismo, mejor… no te cortes sin rodeos…
-bueno pues nada, juguemos… igual haciendo esto, consigo que me dejes en paz de una vez -Andrés me miro exultante y marche con paso firme.
Según iba avanzando hacia mi presa me iban asaltando temores y el corazón parecía latir en mis oídos. Decidí concederme una ayuda, así que me dirigí a la barra, pedí un tequila solo, que apure a su manera de un trago y decidida me acerque al chico que era una golosina.
Alto, atlético, con una cara preciosa, una verdadera obra de arte digna del mejor de los museos:
-hola… ¿cómo te llamas? -me sorprendió la firmeza de mi voz
-Eh… hola Juan (creo que era) -me dijo un poco desinteresado
-Mira es que… llevo un rato mirándote y estoy pasada
-¿De qué hablas?? -me dijo esta vez sorprendido
-Si… veo que estas esperando… probablemente a una chica… pero no he podido evitar notarte aburrido y tenso en tu larga espera; y eso para un hombre como tu es un desperdicio, de modo que he pensado que podrías acompañarme al baño de mujeres y me echas un polvo de esos que elevan el karma a las alturas.
Juro que yo nunca he sido así… el hombre se quedó de piedra y le pille tan a desmano que estaba paralizado, así que le cogí de la mano y me lleve mi presa para el baño…
En el camino lo pase un poco mal, con sentimientos enfrentados, porque si Andrés no cumplía su parte a ver cómo me quitaba el asunto de encima y por otro lado casi deseaba que no lo hiciera, porque era la primera vez en mi vida que me sentía como una mujer agresiva, de esas dispuestas a todo, que se estaba llevando al huerto a las primeras de cambio a un hombre espectacular.
Pero no, Andrés apareció y bordo un papel perfecto de novio petardo y borracho, me agarro y me dijo que fuéramos a bailar con voz de beodo, de modo que con cara de circunstancias le susurre un “lo siento” al guapo y nos marchamos. Pobre hombre. Al poco llego la novia que a la fuerza tuvo que notarle la cara de susto.
Andrés sin embargo no estaba satisfecho y se le notaba que quería ir más lejos.
-¿Has disfrutado? -me pregunto
-La verdad es que si, para que engañarte, ha sido divertido.
-¿divertido? o excitante -volvió a preguntar
-Te gusta jugar con las palabras ¿eh? Excitante sin duda -respondí decidida a no cortarme
-Es que hay una diferencia importante. Bueno, como te has excitado y dado que estarán bien húmedas, quiero que te quites las bragas y me las des.
-¿que? ¿Para qué? -pregunte
-ya lo sabrás -me dijo
-¿pero qué te has creído?
-Lo único que había creído es que eras una mujer como mandan los cañones… pero descubro que quizás eres un poco ñoña.
-Serás cabron -dije enfadada, no tanto con el sino conmigo misma por permitir que Andrés me irritara Yo sabía que era mejor dejarlo ahí y no liarse más; por otro lado el orgullo y un pueril deseo de no dejarme vencer ni avasallar, me impedían razonar, así que pregunte a Andrés:
-¿y donde me las quito?
-Este es un lugar tan bueno como otro cualquiera -me dijo con la excitación dibujada en su cara Estábamos en una esquina de la sala desde la cual se veían tanto parte de los reservados como de la pista, pero la iluminación era muy tenue. Decidí buscar mayor refugio pegando mi espalda a la pared y Andrés me siguió quedándose enfrentado a mí, a un metro.
Levante la mirada, clave desafiante mis ojos en los de Andrés y sosteniendo su mirada, introduje mis manos por el vuelo posterior de la minifalda, enganche el elástico de la braga y las deslice primero por los glúteos y luego por los laterales; después poco a poco, las fui descendiendo por mis muslos. Andrés ya no era capaz de mirarme a los ojos, sino que contemplaba como poseído el modo en que mis bragas iban apareciendo por debajo de la falda. Cuando llegue a las rodillas hube de flexionarme y con agilidad libere una pierna tras la otra.
-Toma aquí las tienes… ya ves que tampoco están tan húmedas como suponías -le dije con chulería mientras le depositaba las bragas en sus manos- ¿y ahora que ordena mi amo? -pregunte cínicamente
-Muy bien -acertó a decir mientras se guardaba su botín en un bolsillo- como Carlos esta ya tan borracho que no podrá tenerse en pie, vete donde Luis -que era el otro amigo de Carlos que nos acompañaba- y dile que te saque a bailar a la pista
-¿como? -conteste- ¿sin bragas?
-Yo no pienso dártelas ahora… no sufras, hay mucha gente y no se percataran… disfruta de tu libertad -y se comenzó a ir
-¿a dónde vas tú? -pregunte
-Luego lo sabrás -me dijo sin pararse Inexplicablemente allí estaba, sola en una discoteca y sin ropa interior. Si me lo hubieran jurado no me lo creería.
Como Andrés no aparecía y algo tenía que hacer, me dirigí a los reservados y allí encontré a nuestros cuatro amigos, en el sitio exacto en el que los habíamos dejado; les mentí comentándoles que Andrés y Yo estábamos bailando a tope y pasándolo de miedo. Les pregunte a ver si a ellos no les apetecía bailar, pero ni Carlos ni Luis parecían con fuerzas ni a las otras dos chicas les iba el plan (estaban francamente enfrascadas en una conversación que parecía bastante seria)
Sintiéndome incomoda al temer que en un movimiento pudieran descubrir lo de mi ropa interior, decidí que era mejor perderles de vista, así que ni corta ni perezosa, me fui sola a la pista, metiéndome en el tumulto y comencé a bailar. Andrés tenía razón, está claro que la braga siendo como es tan solo un trozo de tela, aunque parezca mentira su ausencia puede cambiar toda la percepción de un momento: el roce con el resto de la gente bailando, la sensación de libertad y de aire, lo salvaje de saberse desnuda… la verdad es que a esas alturas estaba totalmente entregada a mi necesidad de sexo.
Al cabo de un rato vi a Andrés en la barra haciéndome gestos para que me acercara. Fui para allí y le pregunte:
-que… ¿ya has cumplido tu misión?
-si -contesto escondiendo algo con un movimiento del brazo- te he pedido una bebida especial que te calmara Al segundo llego el camarero con un vaso de combinado con una bebida blanca.
-¿qué es esto? -pregunte al camarero
-Leche de pantera… Leche con ginebra, me lo ha pedido ese chico para ti
-Está bien -le dije me di la vuelta y me encare a Andrés que seguía ocultando algo:
-¿qué tal lo llevas? -me pregunto
-Me está sentando fatal -me sincere- estoy todavía más caliente
-Por eso te he pedido la bebida
-No sé si me gustara… ahora la pruebo
-¡No! -casi me grito Andrés- le falta un condimento especial a la vez que esto me decía saco lo que estaba ocultando y lo dejo a mi lado en la barra.
Era un vaso pequeño, como de vino. Su fondo contenía un líquido blanco-amarillento que al principio no reconocí, luego si ¡era semen! Ahora estaba claro para que había necesitado mis bragas. Se había masturbado con ellas y depositado su esperma en ese vaso que ahora me tendía.
-¿pero qué es esto? ¿De qué vas? -pregunte enfadada
-Para eso necesitaba tus bragas… es mi semen, quiero que lo viertas en la leche de pantera y que te lo bebas
-Pero bueno -proteste- ¿y qué más? te estás pasando
-Hazlo y habrás superado el juego no podía creer donde me había metido. Nunca había probado el semen, me sorprendí a mí misma pensando que al echarlo en la bebida probablemente ni notara su sabor.
Jamás sospeche que pudiera decidirme, pero con rabia cogí el vaso pequeño con el semen y lo vertí en la bebida. Al ser tan espeso tardaba en caer e iba resbalando sobre la pared del vasito, hasta que la primera gota toco la leche de pantera. Lo que hice después fue seguro producto del alcohol: con el dedo índice arrastre el semen del fondo y la pared del vasito y lo introduje, bien cargado, en la bebida; lo saque y me limpie la mano con una servilleta.
-Hazlo por mí -me dijo Andrés- por lo menos pruébalo… es una de mis fantasías, que jamás he hecho realidad
-¿A no? -le dije- ¿así que Sonia (que era su novia) no complace estas fantasías tuyas de tragarse tu esperma eh? Ven acompáñame le dije prácticamente descartando la idea de probar aquella bebida y dispuesta a darle un poco de su propia medicina Le lleve a los reservados donde estaba la cuadrilla. Las dos chicas estaban un poco separadas y allá nos dirigimos.
-¿que? ¿Vaya noche de bailoteo os estáis pegando no? -nos preguntó Sara, la novia de Luis
-Pues si -conteste- estoy rendida. Me he pedido una bebida que me ha recomendado el barman.
-¡pero si es blanca! -dijo Sonia
-Si es leche de pantera -apunte- leche y ginebra esta buenísima
-Déjamela probar -comento Sara le di el vaso, e inconsciente, lo acerco a sus labios y bebió un largo sorbo… Andrés estaba descompuesto. Lo mejor estaba por venir, porque dispuesta a cobrarme mi victoria y venganza, se lo ofrecí de inmediato a su novia, que no lo rechazo, pegando también un sorbo… Por el tamaño de la entrepierna de Andrés, que estaba sentado enfrente de mí, comprendí que tenía una erección descomunal, que pretendía disimular, y su cara de hecho lo decía todo. Sin embargo, paradójicamente no parecía disfrutar del todo del numerito.
Ahora el vaso había vuelto a mis manos y pese a mis anteriores reticencias quería poner una buena guinda a nuestros jueguecitos y conseguir que Andrés, al igual que ocurriera en el episodio de la ducha, fuera el peor parado. Las dos chicas habían vuelto a su conversación y no nos prestaban atención. Me senté justo en frente de Andrés, a escasos dos metros.
Con un movimiento lento de mis piernas, que capto su atención, fui separando lentamente mis muslos, de modo que la falda iba poco a poco avanzando y abriéndose, deslizándose vaporosamente a lo largo… por fin deje descubierto todo mi sexo, contemplado a placer por Andrés, el cual parecía revolverse en su asiento; lo siguiente fue una conducta increíble porque a la vez que mantenía esta indiscreta postura, levante el vaso, lo acerque a mis labios y comencé a beber… Pero no bebía de una manera normal… la excitación me provocaba hacerlo con furia… casi con todo el cuerpo… a tragos enormes que me llenaban la garganta.
Mi cuerpo todo parecía líquido y esa bebida blanca con el esperma de Andrés simulaba recorrerme dulcemente todas las entrañas… Apurado el vaso, a duras penas intente tranquilizarme, Andrés, sentado justo en frente de mi me miraba con una cara que demostraba un deseo absoluto. Cruce las piernas en un intento de calmar la situación… pero el sexo me ardía de pasión con un contraste de calor húmedo.
Mientras tanto sosteníamos nuestras miradas, en silencio… aunque de vez en cuando intuía que él se masajeaba el pene, evidentemente erecto a primera vista, a través del bolsillo de sus pantalones.
Una voz me saco del túnel en el que estaba inmersa, era Luis, hablándome:
-Oye ¡Carlos esta hecho un horror. ¿Por qué no le das un paseíllo a ver si se despeja?
-Ella sola no va a poder con el -respondió en mi lugar Andrés- Venga te acompaño. Cogimos entre los dos a Carlos que prácticamente no podía sostenerse en pie y pidiendo a nuestros amigos que nos esperaran allí, nos dirigimos hacia la salida.
Al salir de la discoteca, que estaba situada en las afueras de la ciudad, te encontrabas con un aparcamiento grande, el cual terminaba en un pequeño murete que nos llegaba a la cintura y que daba a una playa y el mar. Trasladamos a Carlos hasta dicho murete, a la altura de donde teníamos nuestros coches aparcados, con el fin de que se repusiera gracias a la brisa que provenía del océano.
Sin embargo era tan malo su estado que solo acertó a tumbarse todo a lo largo de dicho murete, lo cual tampoco presentaba riesgo alguno, dado que de caerse, lo haría en la arena que tan solo estaba a escaso metro y medio de altura.
Cayo dormido entre vapores etílicos prácticamente al instante y pese a mis intentos de despertarle y animarle, no conseguí gran cosa. Era la oportunidad para poner las cosas en su sitio, así que me encare con Andrés:
-Andrés, devuélveme mi ropa interior, ya es hora de que las cosas vuelvan a su cauce y acabar con esta locura.
-¿qué locura? -me replico- de cualquier modo había supuesto que me podría quedar con tus bragas como recompensa
-¿cómo recompensa de qué? -respondí malhumorada- a ti algo te funciona mal en la cabeza… venga devuélvemelas!!
-Si las quieres quítamelas -respondió de forma altanera- me voy a sentar en mi coche… estoy harto de estar de pie. Se fue hacia su coche, que estaba aparcado en batería, con la luna trasera mirando hacia Carlos, a muy poca distancia del murete.
Yo no podía creérmelo; estaba claro que había disfrutado con los juegos y de hecho todavía no había logrado calmar la excitación previa, pero ya estaba bien. Carlos no tenía precisamente pinta de ir a recuperarse rápidamente, sumergido en su profundo sueño artificial, así que me gire hacia el coche de Andrés y avance dispuesta a acabar con el asunto. Al acercarme observe que Andrés estaba sentado en el asiento del copiloto, de modo que me acerque a su puerta y golpee en la ventana.
Andrés estaba lateral, girado hacia el lado contrario, dando la cara al volante y pese a mis golpes no contestaba. Decidida, tire de la manilla de la puerta, la abrí de par en par y avance para tocarle en el hombro (pensé que igual también se había dormido) a partir de aquí todo fue demasiado confuso…
Recuerdo que al tocar su hombro Andrés se giró y sentó; de manera inmediata, observe que la bragueta de su pantalón estaba abierta, el cinturón y el pantalón desabrochado y a través de ese espacio, de manera colosal, sobresalía su pene, en absoluta erección, el más enorme que jamás había visto en vivo. La vista de aquello, que anteriormente solamente había acertado a sospechar, me dejo absolutamente petrificada y sin respuesta, absorta en su contemplación, la boca abierta como al admirar un monumento en lo alto.
Al momento Andrés aprovecho hábilmente para agarrarme por los hombros y empujarme al interior, cerrando a su vez de un golpe la puerta, quedando Yo colocada sentada lateral sobre él, como una amazona clásica en su montura.
En vano intente zafarme:
-Andrés NO… ¡No joder!… Carlos esta ahí fuera, le veo a través de la ventana ¡Andrés se mantenía callado y se aplicaba en agarrarme firmemente pero con dulzura con un brazo, de la cintura, para impedir que me escapara, mientras que con la mano libre me masajeaba los pechos por encima de la blusa llegando incluso a introducir su mano debajo de mi falda, hacia mi sexo, totalmente descubierto sin ropa interior, separando mis piernas, palpando mis calenturas, apretando su cara contra mi cuerpo.
Debo decir en mi descargo que aquella era una prueba demasiado fuerte para mi voluntad, sobre todo debido a toda la noche de excitación continua que acumulaba, al alcohol, al abandono sexual al que me tenía sometida mi marido y sobre todo porque durante el fingido y protocolario forcejeo, mis glúteos y sexo desnudos estaban sentados sobre aquel magnifico pene, rozándole y apretándole con cada movimiento, tocando zonas que exigían una inminente satisfacción.
Vencidas mis pobres disculpas, sometida a la pasión y a la necesidad de sexo, gire un poco el cuerpo, pase mi pierna derecha por encima de Andrés, sentándome sobre él y agarrándole la cabeza con ambas manos le bese como si la vida me fuera en ello, como si aquel beso debiera reanimarme a la vida y su lengua fuera el hilo de Ariadna que me condujera a la luz.
A su vez Andrés me sostenía con una mano de la parte inferior de los glúteos mientras que con la otra se afanaba, de manera brillante, primero en desabrocharme el sujetador, luego en desabotonarme la blusa y por fin, con esta abierta, en colocar el sostén por encima de mis grandes pechos, que liberados de su anclaje se colocaron en su posición natural, con los pezones erectos y desafiantes, prácticamente dolorosos y sensibles a cada roce con la camiseta de Andrés; por fin, como recibiendo un mensaje de auxilio telepático, separo su boca de la mía y comenzó a besarme los senos, avanzando hacia las areolas y finalmente introduciendo en su boca cada pezón, que succionado y masajeado por la lengua, enviaba a mi cerebro evidentes señales de placer y alivio.
Era el momento, ya no había posibilidad de marcha atrás, ni por su parte ni por la mía… Su pene ahora atrapado por azar bajo mi muslo izquierdo, palpitaba rítmicamente, pero en el anterior forcejeo sexual, había estado continuamente en contacto con mis labios, rozando mi clítoris y en ciertos momentos pensé que me iba a correr sin ni siquiera mediar penetración, lo cual sería un desperdicio y ahora una necesidad irrevocable… apoye mis rodillas en el asiento, subí mi minifalda enganchándola en la cintura, alce la cadera, la cabeza ahora presionada por el techo del auto y dirigiendo una mano hacia nuestras entrepiernas agarre su pene, sorprendiéndome de su tacto y dureza, pero sobre todo de su peso, y lo libere de debajo de mi muslo…
Al momento Andrés se quedó tenso, me miro a la cara con ojos de inmenso deseo, consciente de lo que iba a ocurrir a continuación…
-Espera -dijo con voz temblorosa, como recordando un deber- un momento
-¿Qué ocurre?
-Tengo un preservativo en el bolsillo, ayúdame a colocármelo. Yo no podía atender esa suplica, sentía una imperiosa necesidad de ser penetrada por ese magnífico instrumento que firmemente sujetaba mi mano.
Haciendo oídos sordos, me incorpore un poco más sobre mis rodillas, de nuevo atrapada contra el techo, coloque su pene vertical, enfilado hacia la entrada de mi vagina, su enorme glande lubricado por sus líquidos y los míos, apoyado en mis labios al rojo vivo…
-No -volvió a decirme- déjame que me coloque el preservativo, ¡es un segundo! No podía razonar; mientras desatendía sus suplicas, sin perder su posición, masajeaba el pene, arriba y abajo, con la mano que lo sujetaba, admirándome de su porte…
-No puedo esperar, necesito sentirte dentro… tranquilo -dije con un atisbo de cordura- no estoy en días de posibilidad de accidentes
-Ya pero…
-¡Calla! -y le tape la boca con mi mano libre. Y así poco a poco y extrañamente casi sin ejercer presión, pero dilatándome al máximo, fui durante eternos segundos introduciéndome el glande, estrecho en el extremo, ancho en su base. Tuve que detenerme un momento para conseguir una mayor lubricación y después con nuevo estimulo comenzar a descender lentamente a lo largo del tallo, sintiendo su anatomía, su grosor, sus venas, sus pulsaciones… hasta que, llegado al final, cegada por el deseo descargue todo el peso de mi cuerpo en el miembro… lo note curvarse y ensancharse, mis paredes dilatadas al máximo, entre una sensación dolorosa e increíblemente placentera.
Nunca había follado igual, me perdonaran la expresión, pero hasta entonces solo había hecho el amor. A duras penas controle el ritmo de penetración… la excitación del momento me exigía desbocarme, pero el enorme tallo del pene exigía prudencia, de modo que tranquilizándome como pude, comencé a bombear muy lentito, todo a lo largo del pene, casi saliendo por completo, saboreando cada ida y venida, tensa en la bajada y liberada en la subida… todo mi cuerpo reaccionaba al unísono: mi cabello, los poros de mi piel, mi garganta que no podía evitar lanzar gritos de pasión, una dulce pulsación en las sienes, en las piernas y sobre todo el inmenso placer, lento muy lento, centrado en mi vagina y mi clítoris, que en esa postura estaba siendo muy estimulado.
Mientras todas estas sensaciones me invadían, no pude dejar de percatarme de que algo había cambiado en la conducta de Andrés. Efectivamente lo notaba interesado en mostrarse distante, en ocasiones intentando evadirse de sus propios estímulos… No quise pensar que fuera sentimiento de culpa, sino más bien una necesidad de controlar su impulso para no derramarse desafortunadamente, en mi interior, con demasiada prontitud, pese a que me constaba que apenas hacia una hora lo había hecho en un vaso, ayudado por mi ropa interior.
No puedo precisar el tiempo que paso, aunque no puedo decir que me pillara desprevenida… porque comencé a sentir unas lentas pulsaciones lejanas, que al igual que unos tambores tribales, parecían prevenir la llegada de algún acontecimiento. Andrés mientras tanto me agarraba de los glúteos y en cada bajada imprimía un delicioso movimiento de rotación, pero continuaba pareciendo más interesado en mi placer que en el suyo propio… y así fue como poco a poco, lento y sin paliativos comencé a sospechar que me estaba corriendo; mi boca se llenó de saliva que parecía desbordar y una vez tragada formaba un manantial que acababa en mi sexo, estableciendo una corriente que semejaba acabar en una cascada y al fin lento muy lento, coincidiendo en una última bajada de la que ya no quise subir y en la que Andrés aprovecho para intensificar los movimientos rotatorios y yo para apoyar todo mi cuerpo sobre su pene, tuve el mayor orgasmo de mi presente y pasadas vidas…
El placer llego poco a poco primero, durante unos largos segundos maravillosos, con los ojos cerrados pero la boca abierta, masticando el aire, pugnando por oxigenar mi cerebro que luchaba por no desvanecerse, para después desbocarse en una especie de explosión y vértigo, semejante a una estampida, igual de animal, durante la cual mi boca se cerró en un gran grito de placer liberado a la noche y mis ojos se abrieron de par en par…
¡NOOO!
Los ojos abiertos… la luna trasera del coche… La vista del murete de la playa a un par de metros… y allí sentado, fumando y siendo testigo de todo… Carlos… Verle allí, sentado y mirando, con esa expresión extraña por poco me hiela el alma.
De un salto me libere de Andrés y atropelladamente me recoloque el sostén, me ate la blusa y arregle de cualquier modo la falda y, abriendo la puerta, salí del coche espantada. Con las manos tapándome el rostro, prácticamente llorando, me dirigí hacia Carlos.
Las palabras no me salían, de hecho que se podía decir; tan solo tenía fuerzas para balbucear frases inconclusas y sin sentido y dar vueltas nerviosas alrededor de él.
Este, sin embargo, se mostraba extrañamente tranquilo y no cesaba de pedirme que me calmara y tranquilizara. Su voz suave y firme no era propia de una persona que estuviera borracha, como tampoco lo era ahora su porte.
Algo que sostenía en la mano izquierda capto mi atención; parecía una tela o un pañuelo que mantenía pegado a su pierna, cuando, en uno de mis movimientos, lo reconocí: ¡era mi ropa interior! La misma que yo suponía en poder de Andrés.
La cabeza me daba vueltas, no pude reprimirme y pregunte a Carlos:
-Carlos, ¿eso que tienes en la mano es mi ropa interior?
-Si cariño, tranquilizate -me respondio suavemente
-Pero por favor ¿Qué haces tú con ella? ¿cuando…?
-Tranquila por favor -dijo- la tengo en la mano para que pudieras empezar a comprender
-¿a comprender qué? ¿qué es toda esta locura?
-A comprender que no has hecho nada malo, ni hay nada que debas explicarme, ni nada que deba disculparte.
-Pero como dices eso… si has presenciado…
-Escucha -respondió fuertemente… y tras una pausa eterna- todo esto lo he preparado yo
-¿que? -dije prácticamente temblando- pero que estás diciendo
-Que esta es la forma de pedirte que me disculpes por todos los meses de abandono a los que te he sometido.
He sido un egoísta y solo he pensado en mi carrera y no en ti. Nuestra vida sexual, no me lo niegues, no es si la sombra de lo que era, ni en calidad ni en cantidad. Sé que puede resultar maquiavélico, pero decidí que lo que necesitabas no eran dos días de descanso y dos revolcones conmigo, sino más bien una aventura excitante que pudiera resarcirte de todo y obligarme a mí a recapacitar y cambiar.
-Pero como se te ocurre… -estaba mareada y confusa- cuando dices que tú lo has preparado… a que te refieres a todo… desde…
-Todo -me corto rápidamente Carlos- Primero convencí a Andrés, que fue lo que más me costó. Su participación era fundamental. Sé que siempre ha tenido encanto con las mujeres, algunos se cuenta que ocultos.
-¡Pero como se te ocurre involucrar a un amigo en esto!
-Yo sé lo que me hago -contesto- Andrés es una persona reservada cuando es necesario y sé que guardara el secreto. Por otro lado yo plantee dos condiciones para evitar problemas.
Una que en ningún momento de la noche la relación entre tú y el tuviera una carga emotiva y dos que si al final os acababais acostando él no tenía porqué correrse y sobre todo no debía, bajo ningún concepto, eyacular dentro de ti. Esta última es solo una cuestión personal; yo le dije que si se veía que no iba a poder evitar correrse, entonces utilizara un preservativo.
-Pero…
-Calla -me corto al momento- el que se haya cumplido o como se haya respetado mi segunda condición quiero que sea solo cosa vuestra, que quede entre vosotros. Yo confió, como exigí, que su esperma no haya entrado en contacto contigo.
Ahora me explicaba la insistencia de Andrés para colocarse el preservativo e incluso su abandono durante el acto. Al no acceder a colocarle el condón había cerrado sus posibilidades de disfrutar del encuentro.
-Tú estás loco -dije fuera de mi- confías en que su esperma no me tocara…. acaso no recuerdas que lo llevo en mi estomago
-Ese no era su semen… era el mío
-¿que?
-Si lo era y lo es. De hecho tu mal genio ha puesto en un aprieto a Andrés, que además de obligarse a participar, ha debido contemplar como su mujer se tragaba parte de mi esperma. Eso evidentemente no formaba parte del plan.
-Esto es increíble!!!
-Increíble o no es lo que es -dijo seguro de sí mismo- y todo esto lo he hecho porque te amo y porque te lo mereces. Sé que has disfrutado y yo no voy a pedirte nada a cambio, ni jamás volveré a hablar del asunto. Así que por mi parte hare como si te hubiera llevado un día a una feria, en la que hubieras pasado momentos maravillosos y ahora te recojo para llevarte a casa. Te quiero y sé que me quieres. El resto no merece más pensamientos.
Dicho esto me abrazo y efectivamente desde ese abrazo no volvimos a sacar el tema y de hecho él ahora es mi marido y el padre de mis hijos. Decidí pensar que era una Eva, la cual pese a haber probado la manzana de la tentación, no sufrió la expulsión del paraíso.
Debo remarcar que Andrés ha ganado muchos enteros para mí.
El hecho de que jamás hiciera mención del asunto, ni de palabra ni de obra, le convierte en un caballero. No obstante no pude obviar que sus reiteradas proposiciones de hacer uso del condón, revelaban que él esperaba también sacar provecho del encuentro, a consta de agarrase a la opción que le ofreció mi marido. Sin embargo su comportamiento posterior durante nuestro escarceo, también me convenció de que parecía dispuesto a respetar la premisa mayor de no eyacular dentro de mí, aunque eso jamás lo sabremos, porque al abrir los ojos y descubrir a Carlos mirando, el acto se interrumpió urgentemente.
Por mi parte tenía claro, que inconsciente de la trama, tras haber conseguido mi orgasmo hubiera trabajado para que el tuviera el suyo…. era entonces cuando Andrés hubiera tenido que demostrar su entereza… Lo que nunca supo mi marido es que, por mi cuenta, decidí resolver estas dudas y meses después, ya en nuestra ciudad, fui un día a buscar a Andrés a la salida del trabajo y le invite a tomar una copa en un Pub. Fue allí en ese momento cuando dispuesta a resolver mis dudas, le pregunte si se hubiera acabado corriendo dentro de mí.
Su respuesta fue sincera: “creo que si” y la mía fue: “hazlo, acabemos con esto”. Efectivamente, en los baños de ese mismo pub el me entrego su esperma y a la vez se puso punto final, para siempre, al asunto.
Mi marido debiera haberse imaginado que no podría manipularme y salirse con la suya.
Bien sabe que no soporto perder ni a las cartas
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