Yace sobre unas arenas húmedas de mar y disfruta ese canto de las olas, del susurro de la brisa acostada sobre su espalda y pierde su mirada al infinito de un cielo azul. Encorva su espalda apoyando su cuerpo en su espalda alta y esas hermosas caderas dejando un hueco a la imaginación entre esa piel tersa y la arena que se vuelve a mojar por una ola tímida del mar. Su pierna derecha se dobla y su rodilla apunta al cielo igual que sus lindos ojos, su pierna izquierda se mantiene horizontal y se flexiona con una fuerza de relajamiento que hacen ver esa silueta con la delicadeza de unas curvas que sugestionan sexualmente a cualquier ser terrenal.
Jensy tendida en la arena solo viste de cuatro objetos extraños que no me permiten ver en su totalidad su naturaleza, pero aun así, su escultural cuerpo asienta bien ese sostén de baño color azul claro, un bikini del mismo color, una pulsera en su mano derecha y esos lentes claros, que la hacen ver más mujer, más madura a pesar de solo tener diecinueve años. Es una pose espectacular que altera los sentidos y que poco a poco invaden las neuronas, que es difícil de despojarse de esa imagen, creo que es imposible.
La miro, camino hacia ella y puedo ver esa sonrisa y sus ojos cerrados por el brillo del sol del mediodía. Me acuesto a la par de ella y yo solo visto ese traje; ese pequeño calzón de baño que me queda justo cubriendo mi sexo y que restringe que mi miembro viril no llegue libremente a su potencial tamaño. Le doy un beso a esos húmedos labios, que solo tienen un brillo incoloro, me acerco a su cuello y lo beso tiernamente, para recorrer delicadamente su cuello, llegar a su oído y decirle: ¡Quiero que seas mía!
Jensy no dice ni sí ni no, solo se deja llevar por mis caricias. Gime cuando de nuevo ha sentido mis besos en su cuello y mi lengua recorre por sobre sus pechos dejando su piel tersa con la señal obvia de un estímulo que hace que su piel se erice. Mi mano derecha recorre sus muslos y toman con firmeza sus lindos y sólidos glúteos y ese recorrer se vuelve repetitivo, mientras nos unimos en un beso tan largo y nos enredamos, y nos mandamos ese mensaje sexual con nuestras lenguas. En ese beso a la vez parcialmente remuevo un tirante de su sostén, y me acomodo haciendo espacio para saborear sus pechos. Por la brisa del mar y su frescura, sus pezones están erectos. Me gozo al verlos y me lanzo como un bebe hambriento a mordiscar sus oscuros pezones. Jensy solo gime al sentir gran parte de su busto derecho adentro de mi boca, y que a la vez mi lengua masajea su pezón internamente. Remuevo el otro tirante de su sostén y me acomodo para masajear y mamar su pezón izquierdo. Jensy sigue sin decir nada, pues ella y yo estamos conscientes, que lo nuestro no es amor, más una pasión o curiosidad de una chica tan joven como ella, con un hombre maduro de cincuenta años como yo.
Ella calla y permite que le llene de besos su abdomen. Mi pecho está entre sus piernas mientras mi lengua juguetea con su ombligo. Ella siente la presencia de alguien alrededor a quien no puede ver. Sabe que estamos siendo vistos por alguien que se esconde detrás de unas rocas. Pero eso no hace detener el acto, eso le da más volumen a su pasión y se excita mucho más al sentirse observada. Mi pecho siente el calor de su sexo y Jensy comienza a imaginar a donde mi lengua se dirige… todavía tiene su pequeño bikini puesto y mi nariz solo pasa por sobre su sexo y absorbo su exquisito olor que me embriaga, me hechiza. Me acomodo para besar sus entrepiernas… le encanta que le bese sus entrepiernas aunque al principio es una sensación de cosquilleo: los controla y Jensy lo disfruta y solo me toma del cabello y lo acaricia.
Encorva su pelvis para permitirme remover su bikini. Esta húmeda, sus jugos vaginales son obvios y su pequeño bikini tiene una evidencia muy espesa de ello. Me voy entre sus piernas y delicadamente la punta de mi lengua hace contacto con ese pequeño clítoris que brilla de excitación. Esta inflamado de pasión y mi lengua siente ese palpitar aligerado que le manda la emoción del corazón y con son evidentes en su exquisita anatomía. Saboreo su clítoris haciéndole círculos… disfruto de ese sabor salado, ese sabor extraño que atrae a cualquier hombre como cuando un ruiseñor es atraído por una bella flor. Jensy solo gime a mi invasión a ese orificio íntimo y su pelvis instintivamente se mueve queriendo que ese choque de mi lengua y su sexo sea más pleno, más sentido. Me acomodo para que mi lengua tenga mejor penetración y se hunda en ese abismo de placer, mientras mis manos llegan a sus pechos y mientras ahora esa mamada a su conchita se vuelve más frenética y mi lengua recorre ese canal de miel, mis manos aprietan y masajean más violentamente sus dos erectos pezones: Jensy solo jadea, solo gime sin decir una palabra.
Sé que está en la cúspide, en ese espacio para llegar al momento de no retorno. Ahora soy yo quien hace ese movimiento para remover mi única prenda que cubre mi sexo y mi pene queda libre, completamente erecto y tiene ese movimiento que sube y baja, producto de esa fuerza instintiva que sabe que estará en las mieles del paraíso de esta linda mujer. Jensy mira mi miembro erecto, mira esas venas inflamadas que llenan de pasión mi pene. Entonces habla y en voz baja me pide que le quiere dar un beso. Le acerco mi miembro mientras ella se apoya en su brazo derecho y mi glande desaparece entre los labios de esta linda mujer. Su sexo oral es de solo un minuto, pues sé que esas ondas sonoras de una erupción final estaban cerca y me acomodo entre sus piernas, en esa posición básica de la posición del misionero, mirándonos ambos a los ojos. Jensy siente como la punta de mi verga se asoma a su conchita, y en esa posición, me da esa mirada apasionada, llena de lujuria cuando lentamente cada centímetro de mi verga, se hunde totalmente hasta que mis testículos chocan contra su perineo o con su rico culo.
Mi envestidas son lentas, pero con potente violencia. Jensy esta tan excitada, que no me lo dice con su boca, me lo dice con su pelvis… y lo mueve como si me pidiera bailar una danza más rítmica, con un tempo más violento. Ahora la taladro más frenéticamente, cuando encorvando mi espalda le atrapo con mi boca su pezón izquierdo y lo mamo a placer, mientras Jensy solo gime, jadea y veo en sus lindos ojos que se abre el cielo, frunce los labios, cierra los ojos y su vagina tiembla internamente, me abraza, me lleva en contra de ella. La fricción de mi pene entrando y saliendo de su vagina húmeda y haciendo erupción en un rico orgasmo, hace que se escuche ese chasquido, que ahora hacer armonía con el cantar de las olas, y yo sigo penetrando su vagina, mientras Jensy sigue gimiendo y mordiéndose sus labios.
En minutos, llega el momento que me pide que me venga en ella. Son solo una de las pocas palabras que me ha dirigido en el coito sexual. Me sorprende y me dice: “Tony, quiero sentir que te vengas dentro de mí, quiero sentir tu leche escurriendo desde mi vientre”. No tarde mucho. Tan solo escuchar esa petición me emociona y le dejo ir mi descarga y veo que ella goza al verme gozar a mí de su sexo: Los dos hemos tocado el cielo y seguimos conectados, hasta que mi pene instintivamente reduce su grosor y su tamaño adentro del paraíso del sexo de esta linda mujer.
Ya lo hemos hablado, lo hemos pensado, y esta chica de solo 19 años me ha dicho que quiere experimentar el sexo con alguien maduro como yo. Esta dispuesta a entregarme todo, pues según ella lo quiere experimentar todo conmigo. No es una chica virgen, y lo único virgen que dice tener es su trasero, el cual un día intentó entregarlo pero no pudo por su falta de experiencia. Creo que a mi edad de 50 años, tengo la suficiente experiencia para poder lograrlo.