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Mi cuello: La llave de mi tesoro
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Ya me había resignado que no pasaría nada con Yoli, una mujer lindísima a quien conocí en el banco local y del cual ella ejerce como gerente de esa sucursal. Había pasado más de un año desde que emprendí la conquista, pues su amiga quien trabaja en la misma sucursal, un día en una plática me cuenta que por lo que ha oído hablar a su jefa de mi, le parezco que yo soy su amor platónico.

En todo ese tiempo que pasé con Yoli, en eso de algún día convencerla que compartiéramos una cama, conocí que Yoli a pesar de vestir sensualmente, era más recatada de lo que imaginé. Comparto con ella la coincidencia de haber quedado viudos a la edad de 30 años y por ese tiempo ella con 34 años y yo con 37, me confesaba que por todos esos cuatro años no había estado con un hombre. Incluso recuerdo me dijo con palabras más o palabras menos, pero pude sentir su pena, pues bajó su mirada cuando me dijo lo siguiente: -Solo he estado con un hombre en la vida y la idea de estar desnuda con un hombre diferente, me causa pena y mucho miedo.

A mi sus curvas me causaban mucha excitación y siempre lograba que mi amigo se pusiera erecto con solo verle esas hermosas caderas en un cintura que parecía se la habían mandado a hacer; sus pechos son encantadores y es difícil no dejar de apreciarlos y soñar estar prendido de ellos. De tez morena, cabello largo, espeso y oscuro, siempre hacían contraste esos aretes de diamante que suele usar y que brillan como su lindo rostro ovalado, con cejas espesas, nariz pequeña y puntiaguda y boca pequeña. Realmente, Yolanda es una mujer muy bella y sensual.

Como dije al inicio, había pasado más de un año y sin lograr nada, pero todo cambió cuando me alejé de ella y el día menos pensado recibo un correo electrónico que decía en su abreviación lo siguiente: -Tony, no sé lo que me pasa pero siento que usted me hace falta y eso me da mucho miedo, pues sé que lo que usted busca es solo una noche de placer, mientras yo busco a un hombre que me acompañe para el resto que me quede de vida. No sé si me equivoque admitiéndole que le deseo tanto, que deseo que me haga su mujer y si no es por toda la vida, por lo menos será para cumplir esa fantasía en la cual usted se ha convertido. Sinceramente le digo, que no soy una gran mujer en la cama, que aunque usted no lo crea, tengo mucho que aprender.

Ya nos habíamos dado algunos besos, pero tan solo comenzaba a bajar por su cuello, retomaba una posición de defensa a la cual Yoli un día le agrego palabras: – Usted sabe que el cuello de una mujer es como esa llave que puede abrir ese tesoro preciado que guarda. –Siempre salía con esas notas con la cual le ponía un alto a todo avance que oliera a sexo. Este día que recibí ese correo electrónico no le correspondí con palabras sugerentes o que mostraran algún aspecto amigable. Recurrí a ir directo y ver como ella respondía y si esa nota era en realidad ese deseo ardiente de querer tener un encuentro sexual conmigo. Solamente le respondí, enviándole el domicilio de un hotel local, la hora en la que estaría esperando y que solo le enviaría un correo diciéndole en que habitación estaba, pero que se contuviera de hablarme por teléfono.

Ya no quería que lo pensara mucho, no quería que tuviera la excusa de hablar por teléfono y que surgiera alguna excusa de sus miedos. Me fui para el hotel pensando que me quedaría ahí esperando toda la noche y que lo más probable dormiría a solas, pero con la convicción de que esta era la última oportunidad que me daba con la preciosa Yolanda.

Era un día viernes y exactamente a las ocho de la noche tocan el timbre y abro la puerta y ahí está Yoli, linda como siempre, vistiendo un vestido color turquesa, con sus diamantes en sus orejas y con una sonrisa cohibida y acepta un beso en su boca, para luego decirme al oído: -Tony, téngame paciencia, estoy súper nerviosa. – Solamente me sonreí y la volvía a besar y esta vez mis manos bajaron a sus hermosos glúteos, donde sentí el relieve de una prenda íntima muy diminuta, y que me hizo a conllevar una erección.

Abrí una botella de Merlot, que es el tipo de vino que Yoli gusta e hicimos una pequeña plática que nos llevó a treinta minutos de relajamiento y donde aproveché a quitarme la chaqueta de mi traje. El escote del vestido de Yoli me hacía soñar. Mirar esos grandes melones de una copa D, presionados como queriendo ser liberados me hacían pensar perversidades con ellos. Para no entrar en detalles que le hiciesen sentir incomoda a Yoli, solo acordamos de una manera simple, que haríamos solo aquello en lo que ella se sintiera cómoda, pues ella ya comenzaba a hablar de lo tímida e incompetente que se siente en la cama.

Recuerdo que después de besarnos apasionadamente, comencé a besarle su bonito cuello que era adornado de varias pequeñas cadenas de oro y que le ponían eriza la piel, y que le provocaron cierta cosquilla, que me lo hace saber. Le recuerdo lo que ella me dijo meses antes con relación a besarle el cuello, que me dio la metáfora de compararlo con una llave para abrir su tesoro:

– ¿Estoy a punto de encontrar el tesoro Yoli?

– ¡Creo que sí! ¡Me temo que lo va encontrar!

– ¿Tienes miedo? ¿Estás nerviosa?

– ¡No le tengo que contestar! Usted sabe que estoy nerviosa.

– ¿A quién escuchaste con esa metáfora del cuello y la llave? –Ella se ríe.

– ¡Me da pena decirlo! Mi tía solía repetirlo, pero me da pena decirlo como ella lo decía.

– Dime, no sientas pena. –y le volví a lamer el cuello y Yoli, dejó escapar un suspiro.

– Ella lo decía de esta manera: ¡Si te dejas besar el cuello de un hombre, ya está que le distes las nalgas. – Yoli sonríe.

– Eso significa que porque te he estado besando el cuello, son mías tus nalgas.

– ¡Tony, usted me las tiene apretadas con sus manos!

– ¡En algo tenía razón tu tía! – Yoli solamente gime nuevamente al sentir otro beso en su cuello.

Pasé besándole el cuello, mordiscando su oreja, bajé hasta su escote y mamé lo que pude de sus pechos. Yoli me asiste a desvestirla y levanta sus brazos mientras desabotono y bajo el cierre que me permiten ver su linda espalda y descubrir esa linda cintura y sus dos súper magníficos glúteos, solo cubierto por un mini bikini, sin llegar a ser tanga, pero que estaba cubiertos con unas ligas que la hacía ver muy sexi, muy sensual a Yoli. Me tomé el tiempo para desnudarla y cuando solamente estaba en ese precioso bikini rojo y sostén del mismo color que le daban contraste con su linda piel y vestido, Yoli me dijo:

– ¡Tony, debe desvestirse, para que estemos los dos en las mismas condiciones!

– ¡Ayúdame! ¿Quieres?

Creo que las mujeres disfrutan al igual que uno al desvestir a una mujer. Yoli desabotono mi camisa y a cada momento me besaba los pectorales o la espalda. Me baja los pantalones y observa con excitación como mi pene se ve reprimido por el calzoncillo estilo bikini que uso. Ella puede ver que ya está mojado, mientras asiste a removerme los zapatos mientras sigo de pie. Se para y nos besamos y en esta ocasión sigo con los besos en el cuello, mientras todavía seguimos con nuestras prendas íntimas. Yoli me abraza y gime mientras le beso el cuello, y tomo una de sus manos y se la llevo donde está mi miembro queriendo salir. Quiero que lo toque, que comience a sentir su tamaño y su grosor, que comience a imaginar teniéndolo adentro de ella. Lo toca, y mientras nos besamos, ella lentamente me recorre la verga con su mano, hasta tomarme de los testículos.

Paso a tomar asiento a la orilla de la cama y Yoli de un metro y sesenta centímetros yace parada aun con su sostén y bikini, y primero le remuevo el sostén y veo esa areola oscura, color café, con unos pezones increíblemente duros y redondos. Los pechos de Yoli como lo he dicho son grandes, naturalmente bellos, nunca ha visto a un cirujano, pero increíblemente sólidos en lo que respecta a las mujeres voluptuosas que he conocido. De todo aquello me atrajeron sus pezones, que creo son los más duros que he sentido en una mujer y que descubrí que a Yoli, le gusta que se los muerdan, literalmente que se los muerdan. Ella me fue guiando a como quería de fuerte que se los mordiera, y realmente me quedé anonadado. Otra chica en su lugar hubiera gritado del dolor, pero para Yoli le era placentero y le pasé mamando o mordiendo las tetas por varios minutos, que realmente perdí la noción del tiempo, pues nunca me he dado tanto gusto mamándole las tetas a una mujer.

Bajé por su abdomen besándole toda su piel, le metí mi lengua en su lindo y sensual ombligo y llegué a un monte Venus, totalmente vacío de vellos, que me dejaron ver una conchita pequeña, de labios escondidos y que me dejaban ver esa pepita de su clítoris que brillaba de excitación. Por más esta decir que Yoli estaba húmeda, creo que quería sentir de una vez mi verga, pero no podía ser infiel a mi rutina, pues a todas esas chicas que realmente me gustan, que me parecen sexis y sensuales, por lo menos es una hora de antesala al coito.

Saboreé sus jugos vaginales y me embriagó ese exquisito olor de su sexo, y llené todo mi rostro de ellos, y fue un delicia sentir lo grueso de su estructura. Sabía que si seguía mucho tiempo ahí, Yoli tendría su orgasmo en cualquier momento, así que jugaba masajeando con mi lengua su zona del perineo y muchas veces amenacé con llegar a su ojete, y es cuando Yoli gemía de placer. Sabía que era cuestión de poco tiempo para que Yoli estallara con un orgasmo y presintiendo esto, me he incorporado por sobre ella, dejo que me pueda ver la verga, pues la ha sentido entre sus manos, pero no la ha visto directamente libre y erecta, donde podía divisar esa secreción brillante de mis fluidos pre seminales.

Le acerco mi glande a su vagina y amenazo hundírsela, pero la sostengo con mi mano y se la recorro lentamente de arriba abajo por toda su rajadura y veo como Yoli, muerde sus labios de placer, cierra los ojos como presintiendo ese impacto en cualquier momento y me mantengo haciéndole círculos de masaje con mi glande sobre el clítoris inflamado de esta linda mujer. Es demasiado y Yoli ya no puede… comienza a hacer ese movimiento de su pelvis, como que quisiera ya ser penetrada… me mira y no me lo dice con su voz, me lo dice con su mirada. Le hundo el glande en su conchita, poco a poco los 26 centímetros de mi erecto pene estaban dentro de su vagina y Yoli me enviaba esas contracciones de su vagina y comencé a taladrar y a taladrar hasta que no lo puede contener y dice: ¡Mi amor, me vengo, me vengo… uyyyy que rico!

Se oía ese chasquido de una verga entrando y saliendo ligeramente en una vagina muy bien lubricada, unida al golpeteo de mis huevos pegando en sus nalgas, y ese crujido de una cama de hotel que llevaban ese ritmo delicioso del vaivén rítmico de su lindo pelvis y le dejo venir mi descarga, que por ser el primero de la noche y con esas ganas de cogerme a esta mujer, fue una corrida abundante que luego vi salir deslizándose de su conchita. Tan pronto recobramos el aliento, Yoli me dice: ¡Eres increíble para hacer el amor! ¡Eres un lindo maestro! –me dijo. Yo solamente le contesté: ¡Eres una bella mujer y es esto lo que me inspiras!

Nos fuimos a bañar juntos y me retribuyo la mamada que le di. No fue la mejor mamada de mi vida, pero si una muy aceptable si consideramos que ella misma me decía no era una gran mujer en la cama. Le comencé a dar de perrito mientras nos caía agua de la regadera y me atreví a hacer algo que pensé esa me lo reprocharía, pero para mi sorpresa, Yoli quedó callada y es donde sentí su aprobación. Mientras le pompeaba su conchita en posición de perrito, con saliva lubricaba su ojete y poco a poco se lo fui dilatando, al punto que en minutos, la penetración de mi pulgar fue tan violenta, que entraba y salía haciendo el mismo chasquido que su conchita hacía cuando no cesaba de penetrarla violentamente. Es así como Yoli llega a su segundo orgasmo, con mi verga penetrándola de perrito y mi pulgar invadiéndola frenéticamente su rico culo: ¡Tony, me corro, me corro… uyyy que rico!

Yoli tuvo un rico y espectacular orgasmo que casi me hace acabar en ese momento. Pero me aguante, pues tenía en mente hacer algo que con muy pocas mujeres se puede hacer. Cogerme sus tetas, correrme en ellas en lo que algunos conocen como la rusa o el collar de perlas. En esta ocasión Yoli se sienta en la pestaña que tiene una de las esquinas del baño, y me queda a la medida perfecta, que solo me agacho unos cuantos centímetros, para que mi verga quede en contra y en medio de las tetas de esta linda mujer. No le dije que se lo quería hacer, pero igual, Yoli nunca objetó hacerlo, es más, creo que le gustó la idea de ver y sentir mi verga entre sus dos ricos melones. Como me tenía muy caliente y esto es inusual hacer con una mujer, aquello solo duro unos cinco minutos. Yoli asistía sosteniendo sus dos hermosos pechos, mientras yo pompeaba mi verga entre ellos. A Yoli le aparecía mi glande cuando lo empujaba muy cerca de su boca y no dudó en un par de veces de aprovechar de besarlo y mamarlo hasta que me corrí y le dejé salpicado de mi esperma todo su cuello, que en la luz parecían perlas. Me corrí rico y en ese momento negociamos el sexo anal.

Nunca me admitió que lo había experimentado antes, pero con tremendo culo, dudo que su finado marido no se lo haya pedido. Es como tener el helado más rico del mundo, y solo dejarlo en la nevera para verlo cada vez que la abramos. Ya con la experiencia que mi dedos estuvieron adentro de él, que se lo había lamido cuando nos bañábamos, sentí que pedirle el culo no le parecería ofensivo siendo la primera vez que teníamos sexo. Pensé que es dieta sexual que decía tener por más de 4 años, desearía volverlo a experimentar, si es que alguna vez lo disfrutó. Comenzamos en esa posición de cucharita, ella frente de mi dándome las nalgas. Su pierna derecha elevada por sobre mi rodilla derecha. La penetración no pareció ser dolorosa a pesar que Yoli me hablaba de lo grande de mi verga. Aun así, mi verga se hundió en lo profundo de los intestinos de esta linda mujer. Acabó en 5 minutos en esa posición, pues a la vez le masturbaba la conchita con mi mano derecha y con mi izquierda le apretaba uno de sus pezones. Esta vez Yoli fue más atrevida en su lenguaje, pues hasta el momento solo decía cosas como: amor, cariño, me vengo. En esta ocasión en este orgasmo no dejaba de decir: Tony, culeame, me vengo… no dejes de culearme.

Aquella noche hicimos el sexo anal en tres ocasiones y en las tres en diferentes posiciones, Yoli alcanzó ricos orgasmos. Creo que el mejor le llegó en posición de perrito, pues en el preámbulo la llené de besos negros y le succioné el ojete a más no poder. La mujer que diga que esto no le gusta es una mentirosa, quizá tengan pena a someterse y que alguien explore con su boca ese apretado orificio. Yoli, tuvo un potente orgasmo que fue complementado con el taladrar imparable y que ella me admitió fue el más rico de toda la noche. También me admitió que nunca se logra venir en esa posición fácilmente, pero que había valido la pena, en lo que ella llamó el orgasmo del recuerdo. De hecho, al momento de terminar con esta culeada, Yoli me lo decía de esta manera: ¡Que rica culeada, esta me la llevo para esos momentos del recuerdo!

Creo que Yoli es la primera mujer que me pide que le regale mi calzoncillo de recuerdo. Repetimos aquellas faenas en varias ocasiones por meses y cada vez se llevaba mi ropa íntima en su cartera. Cuando nos alejamos fue porque ella aceptó otro trabajo en otro estado, pero siempre nos llamamos y es bonito escuchar a una mujer que le diga a uno: ¡Siempre me gusta oler tu ropa interior! Me hace revivir esos momentos.

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