Era mi segunda noche en su casa luego de mi llegada a su ciudad, no hubo bar swinger, no me atrevía a ir en ropa íntima, a cambio de ello me hizo experimentar el fisting, vaya sensación…
Comenzamos haciendo el amor o teniendo sexo, no sé la verdad, Miguel explora mi cuerpo de una manera salvaje, como nadie lo ha hecho, me encanta, no puedo negarme a nada, el placer que se siente es indescriptible, luego de caricias y besos comienza a introducir su mano lentamente en mi vagina, dos dedos, tres, y poco a poco alcanza a introducir casi toda su mano hasta la muñeca, una de sus manos levantando mi cintura levemente para poder introducir la otra con mayor facilidad…
Me encantaba la sensación de entregarle mi cuerpo y que ni sus mordiscos fueran molestos, todo ese dolor se transformaba en erotismo y placer, qué gran amante.
Días después quedaban las marcas del placer con Miguel, los hematomas en mis senos, mis nalgas, mi cintura y mis piernas me recordaban aquellas noches de sexo desbordado, pero sobre todo de su compañía.