En este momento tengo 19 años, mi gusto por los maduros comenzó no de la mejor manera y desde entonces mis vecinos han sido muy complacientes con mis deseos, pero apenas relataré una experiencia, no será la primera con él pero si la que más me marcó hasta el día de hoy.
Me describo físicamente no soy delgada, unos kilos de más podría decirse, soy caderona por naturaleza, una cola de araña galponera diríamos no me puedo quejar, un par de senos enormes que han sido para mí dolor de cabeza reiterado, pero que en verano son la inspiración de la paja de más de uno. En fin, comienzo con él, es morocho de piel tanto como de cabello, una sonrisa que deja atontada a cualquier mujer sobre la faz de la tierra, unos dientes blancos capaz de reflejarte en ellos, es de esas personas que puede estar hasta la coronilla de problemas pero siempre sonreirá sin perder su característica calma, es delgado, con un culo de mamá mía lo tiene en su lugar como dos duraznos bien firmes que son una incitación al pellizco, unas manos que son de ensueño, en pocas palabras es un fuego el negro, tiene un brillo pervertido en su mirada durante el acto sexual que realmente te hacen creer que al paraíso has llegado, nada mal para sus 47 o 48 años recién cumplidos.
Hubo un trabajo de hormiga previo, no fue despertar desnuda en una cama de un telo de ruta junto a él, pero la primera vez con el junto con todo lo anterior merece relato aparte que quizás lo escriba. Mi trabajo comenzó en un cumpleaños de su hijo desde entonces nada fue igual pero lo sucedido en año nuevo me dio la seguridad de comenzar un juego de seducción sin desperdicio y con maestría.
El siguiente relato es una de las tantas ocasiones que hemos coincidido, sin embargo decidí rememorar esa.
Era una noche fría de agosto, al estar sola sin nadie en esa casa estaba en la computadora sin mucho que hacer vestida de pantuflas, calzas, una campera sin nada debajo ni si quiera un corpiño ya viendo con amor mi cama cuando de repente la pantalla de mí celular se enciende era él, que quería verme sentí como el mundo me bendecía, nerviosa dije que sí que podría esperarlo en casa de mis abuelos que estaba completamente sola que podría venir, efectivamente deje la puerta abierta el entro silenciosamente, cuando entro sin más me cogió por la cintura me llevo apoyada hasta una mesa que había llegado al pasillo para agarrar unos preservativos me soltó unos segundos girándome para darme un beso tierno sin violencia con calma sosteniéndome por la nuca, fuimos tomados de la mano hasta la habitación principal, dónde se hallaba la cama principal, la misma que había sido testigo de las noches de lujuria y sexo de mis propios abuelos, si años después sería su nieta mayor quién repitiera esos hechos con su mejor conquista.
Sin mucho trabajo me sentó sobre una madera que marcaba el fin de la cama comenzó a devorarme el cuello con calma haciéndome abrir mis piernas para marcarme la dureza de miembro, eso me tenía papando nubes, subió nuevamente hasta mí boca para con sus manos comenzar a bajar el cierre de la campera, sin dejar de apoyarme mí cuerpo no daba más ya no tenía control de mí misma me desvanecí hacia atrás sin mediar palabras ya no podía con tanto placer ahí sentada necesitaba pasar a mayores, él fue por un costado colocándose un preservativo luego termino de desnudarme sin prisa éramos solo nosotros disfrutando sin apuro de una noche de placer, no había palabras los cuerpos lo hacían por nosotros, adoptamos mí posición preferida, el misionero, fue la gloria sentir cada cm de esa pija en mí solo recuerdo cuando me susurro al oído lo mojada que estaba, que nunca había visto nada igual, yo solo pedía más cuando estaba llegando a su punto culmine la saco sin mediar palabra se tendió boca arriba colocándose almohada en la cabeza para alzar su mirada era mí turno de trabajar, este momento es con él que prefiero arrancar por el gusto a la látex o lo que fuese que queda, sin embargo comencé con la glande sin apuro dejando correr la baba por ese tronco sin apuro succionando cada centímetro viendo su cara de lujuria como su mano buscaba mí nuca para hacerme quedar sin aire logrando hacerme hacer arcadas, aquel acto de entra ansiedad y brusquedad me dejo volando, lo tenía viéndome como una velocidad desconocida en mí subía y bajaba por su miembro mí mandíbula comenzaba a dolerme, a pesar de todo mi esfuerzo ni una gota de leche asomaba me vuelve a recostar colocándose nuevamente un forro me embiste sin piedad hasta los huevos comenzando un mete y saca violento lo que me hizo gemir desde mis entrañas, no podía sentir tanto placer junto me hizo explotar en un orgasmo que jamás pude volver a repetir el solo continuaba con la misma intensidad del comienzo dejando un momento todo su miembro dentro de mí repitiéndome en voz altas una serie de palabras sucias que en mi caso me hicieron sentir más cachonda de lo que estaba, finalmente acabo saliendo de mí rápidamente ver el preservativo hecho globito lleno de leche fue una sensación de satisfacción, volvió a recostarse hice lo mismo sobre su pecho pasándole la mano por él pelo, él estaba fuera de sí solo paso mi mano sobre mí cuerpo como acurrucándome al cabo de unos minutos volvió a tomar las riendas del asunto, volvió a colocarme en el borde la cama al borde caer hizo que suba mis piernas dejándolas a la altura de sus hombros comenzando a masturbarme de esa manera yo solo podía magrearme las tetas a dos manos mientras le suplicaba me penetre, no lo hacía solo la cabecita hasta que de repente lo hizo dejándome escapar un grito entre dolor y placer, una sensación indescriptible me avanzo, él sabía lo que hacía cada uno de sus movimientos eran algo del otro mundo como ese hombre sabía cómo moverse al compás de mis gemidos las groserías iban subiendo su tono, nada me ponía más caliente que escuchar esa serie de provocaciones hacía mí, nuevamente unos segundos quietos para que explotara de placer, se había corrido como un animal sacando con cuidado el preservativo que no se rompiese, volvió a repetirse la misma secuencia con la diferencia que yo pensé que dormiríamos pero aún restaba la frutilla del postre.
Llego él momento que cuando recién empiezan a hacértelo lo odias pero que en mí caso fue un antes y un después, venía por lo suyo, mí orto me indico como colocarme de espaldas a él me dio almohadas para colocar en mis codos, otras para morder en caso me doliese, así fue como cuidadosamente luego de lubricarme con saliva comenzó introduciendo la cabeza de la pija, cuidadosamente metía sacaba así iba repitiendo hasta la mitad de la pija cuando de un saque la metió completa grite del dolor lentamente eso se fue transformando en un placer de otro mundo, era increíble ese mete y saca que me realizaba, llego un punto en donde ya no podía más quería me acabase ya, los fluidos me corrían por la entrepierna al mismo tiempo que mí culo no daba más pedía un entretiempo hasta que finalmente me hizo enterrar la cabeza en una almohada el cogiéndome de la cintura hizo fuerza para adelante como si también quisiera meterme los huevos dentro se corrió como una bestia sin sacarla aún se acostó arriba mío desvanecido del cansancio, había sido un polvazo increíble, nunca volví a correrme como una verdadera perra entre tantas otras cosas que el repetía, saliendo de su boca con una sonrisa perversa y unos ojos que brillaban de lujuria.
Es mí primer relato si hay errores o faltan detalles ya saldrá mejor, trate de ser lo más ordenada posible y detallista de manera que quién lo lea de alguna manera sea transportado a ese espacio físico como un espectador del acto sexual que se dio entre ambos. Si quieres saber más o hacerme llegar algún comentario siente absoluta libertad de hacerlo al siguiente e-mail [email protected].