Un saludo cordial a todos los fanáticos de este sitio, en especial a los que leen y comentan mis relatos. Esta ocasión les contaré una experiencia inusual que afortunada o desafortunadamente quedó en familia.
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Todo sucedió a mis veintitantos, aún no me casaba y en ese tiempo compartía junto a una amiga el alquiler de un apartamento. Una temporada me dio por arreglarme muy sexy para salirme por las noches a ciertas avenidas donde se paran las prostitutas. Durante esa etapa que duró de 4 a 5 meses tuve por supuesto varios encuentros con hombres que me levantaron, prometo contarles más delante sobre esas aventuras. Por ahora les relataré una de las situaciones más complicadas que sucedieron como consecuencia de andar ofreciéndome en la vía pública.
Recuerdo que poco después de que terminé con esas prácticas, llegó la época navideña y se organizó en casa de mis padres el tradicional festejo del 24 de diciembre al cual asistieron tíos, primos y sobrinos. Varios familiares vivimos en la misma ciudad, irónicamente son los que menos nos frecuentamos. Ese era precisamente el caso con mi tío Alfredo, hermano de mi papá, el que rara vez asistía a estos eventos, hasta pasaban años sin que le viéramos. Este señor andaba para ese entonces cerca de los 50 años (casi me doblaba la edad) y estaba divorciado. Su aspecto era algo rudo, fornido, alto, moreno, guapo, pero mal encarado, muy serio y de pocas palabras.
La celebración transcurrió con normalidad: cena, vino, música, chistes, baile y demás. Particularmente noté a mi tío Alfredo un tanto extraño porque me sacaba mucha plática, me sonreía todo el tiempo y anduvo la noche entera buscando cómo sentarse junto a mí. Le pillé varias veces viéndome el escote y las piernas, además de que cuando bailábamos su mano se posaba un poco más abajo de lo permitido. Por lo poco que le conocía sí estaba muy animado, nada tenía que ver con el alcohol pues era abstemio, supuse que estaba contento de convivir en familia o algo así.
Ya de madrugada con tanto baile y brindis me sentí cansada. Decidí subir a mi antigua habitación a recostarme un rato, subí las escaleras, entré a la recámara, me quité los zapatos y caí rendida sobre la cama. La fiesta continuó en el piso de abajo, alcanzaba a escuchar la música y las risas. Comencé a quedarme dormida cuando de repente sentí que alguien se me subió encima y cómo una mano tapó mi boca. Reaccioné espantada y al abrir los ojos me percaté de que se trataba del tío Alfredo que me tenía inmovilizada con todo su cuerpo aplastando al mío. Me pidió que me calmara, que no hiciera un escándalo, que tenía algo que mostrarme. Sacó su celular y me mostró 3 fotografías en donde claramente salía yo vestida de minifalda y tacones, parada al lado de varias prostitutas en una avenida famosa donde concurren a esperar a la clientela. Al parecer me reconoció de entre el resto de las chicas y capturó con la cámara de su teléfono varias tomas sin que me diera cuenta. Comenzó entonces a chantajearme con ellas y amenazó con mostrárselas a mi padre si no hacía lo que me pidiera.
Me quedé sin saber qué hacer, jamás imaginé que algún familiar se enteraría de esa actividad ni mucho menos que lo usaría en mi contra para extorsionarme. Primero me exigió una fuerte cantidad de dinero que obviamente yo no podía cubrir, estoy segura de que esa cantidad exorbitante era parte de su plan para obligarme a cumplir sus verdaderas intenciones. Discutimos sobre lo inalcanzable de su petición económica y mi tío se alteró ante mi negativa, su mirada se tornó perversa y sin rodeos me dijo que lo único que podía salvarme de ese lío era someterme a sus deseos carnales. Obviamente me rehusé principalmente por ser mi pariente directo así que volvimos a discutir por un rato hasta que logró atemorizarme con su amago, cobardemente no tuve más remedio que ceder a sus demandas: por cada una de las fotos que había tomado con su celular yo aceptaría a cumplir uno de sus caprichos sexuales. Mi tío borraría una imagen a la vez, cada que completase una de sus órdenes.
Sin perder mucho tiempo su primer mandato fue que le diera sexo oral ahí mismo. Se tendió en la cama de espaldas y cerró los ojos. Bajé la cremallera de su pantalón y se lo bajé hasta los tobillos, luego hice lo mismo con su bóxer. Su verga quedó descubierta, tenía una longitud acorde a la altura y complexión de mi tío. Tomé su miembro medio erecto con una mano y en cuanto sintió mis dedos alrededor se puso tieso. Debo reconocer que el tío Alfredo tenía buen palo y a pesar de que lo masturbaba de mala gana a su verga le gustaba lo que le hacía porque se puso más ancha y venosa con cada movimiento. Le frotaba la polla con ritmo, estirando hacia abajo la piel que cubría su cabeza hasta que la punta se asomó. En eso mi tío me reclamó enojado, él quería que se la comiera enseguida, ya había sido suficiente de tanto frotamiento. Refunfuñé y con mi lengua recogí toda la agüita que le escurría del ojo de la punta de la cabeza, sé la dejé limpia y brillosa.
Fue algo extraño porque por momentos la situación me daba rabia y con mucho disgusto le lamía la verga a mi tío, tratando de que no gozara en lo más mínimo y que se corriera enseguida para terminar de una buena vez con esa humillación; luego sin darme cuenta se me quitaba el coraje y mi boca se aferraba a ese pedazo de carne, saboreando su miembro con lujuria y deseando que mi tío aguantara sin venirse para mamarle por mucho rato su palote.
La verdad es que mi tío Alfredo aguantó buen rato mi mamada sin llegar al orgasmo, por lo regular mis habilidades orales provocan corridas en pocos minutos. Estaba atenta a las reacciones de mi tío para anticipar su eyaculación porque no pensaba permitirle correrse en mi boca, quien sabe cuánta leche tendría ahí acumulada en esas bolas que se miraban muy cargadas. Ahí seguía yo como en trance, obligada a cometer incesto con un tío, llenándome la boca con su pito regordete, lamiendo ese tronco de arriba abajo, succionando sus bolas de una por una, recorriendo desde la base hasta la punta todo su tieso pene con mi lengua y mis labios, mordisqueando suavemente su cabeza rosada, chupando con esmero ese palo que se endurecía más y más a cada lengüetazo. No supe en qué momento me olvidé del chantaje y comencé a deleitarme con la verga de mi tío Alfredo, me dediqué a disfrutar aquella buena polla sin importarme de que fuera un pariente tan cercano.
Para descansar un poco mi quijada adolorida por tanto rato de estarle mamando, le empapé todo su miembro en saliva y escupí un par de veces sobre las palmas de mis manos para continuar estimulando su verga con una paja. El tamaño de su palo daba para pajearlo con ambas manos, a veces coordinaba ambas manos de arriba hacia abajo, otras veces alternaba una subiendo y la otra bajando al mismo tiempo, una masajeando sus bolas mientras que la otra sobaba la punta de verga, en fin, una variedad extensa de movimientos que por los bufidos de mi tío Alfredo supe que lo estaban volviendo loco. Como noté que ya estaba a punto de correrse aceleré a fondo la paja con un ritmo frenético esperando su explosión en cualquier instante. En menos de un parpadeo las manos toscas de mi tío me alcanzaron y me sujetó con fuerza de la nuca para obligar a engullirme de nuevo su verga, no me dio tiempo ni de reaccionar, solo recuerdo que no podía respirar muy bien porque ya la tenía hasta el fondo de la garganta. Forcejaba con él y lo empujaba para zafarme porque temía que fuera a deslecharse en mi boca. Mi tío Alfredo me jalaba de la cabellera para evitar que dejara de tragar su polla y el muy cretino comenzó a correrse dentro con potentes disparos de semen. Su leche no tenía buen sabor por lo que me rehusé a tragarla, tratando de escupirla fuera, era tal la cantidad que expulsaba que en de un momento sentí que me ahogaba. Como mi tío no me soltaba ni dejaba que se saliera ni un centímetro de su polla de mi boca, me vinieron unas arcadas y tosía repetidamente, lo que a su vez provocó que el semen comenzara a salirme por la nariz. Una vez que termino de vaciarse fui corriendo de inmediato al baño para asearme. El final de esa mamada fue bastante desagradable y enfurecida insulté a mi tío con las peores palabras que se me ocurrieron, él ni se inmutó. Fiel a su palabra me mostró su celular para cerciorarme de que borraba una de las 3 fotos, al mismo tiempo me dijo que pensaría bien cómo canjear las otras dos que le restaban.
Al día siguiente toda la familia nos levantamos pasado el mediodía y nos reunimos en la mesa a almorzar. El antiguo comedor en la casa de mis padres era largo, como para 10 o 12 comensales. Estaba disfrutando mi café cuando llegó mi tío y se sentó a mi lado. Lo arrojé una mirada de desprecio y tuve que disimular mi enfado para que nadie se percatara. Cuando me dispuse a retirarme de la mesa me detuvo con su mano y me pidió que me quedara. Poco a poco se fueron los demás y al final quedamos solos mi tío Alfredo y yo en la mesa pues mi madre y mis tías se habían ido a la cocina, desde el comedor alcanzaba a escuchar sus pláticas y quehaceres. De pronto mi tío tomó mi mano izquierda y la llevó por debajo del mantel de la mesa hasta su entrepierna. Los dedos de mis manos se toparon con su verga que ya la tenía por fuera de la cremallera. Me exigió que lo pajeara ahí mismo y que esa era su segunda petición. Me puse bastante nerviosa porque lo único que dividía al comedor de la cocina era una cortina de tela y temía que en cualquier momento alguien saliera y nos viera. Afortunadamente el mantel que cubría la mesa llegaba hasta el suelo, por lo que pude maniobrar con cierta facilidad sin que se notara lo que pasaba por debajo. Mi tío y yo nos quedamos sin hablar, ambos atentos a los sonidos que avisaran de alguien aproximándose. Dadas las circunstancias traté lo mejor que pude de masturbar su polla sin que se evidenciara en mis movimientos o ruidos. A mi tío le costaba esconder el placer que le provocaba mi mano, sus ojos se torcían y soltaba de vez en cuando unos suspiros que delataban lo bien que la estaba pasando. Al ver la mantequilla en la mesa tuve la genial idea de untar un poco al miembro de mi tío para ver si así se corría más rápido. Lo hice y comencé a recorrer con mi mano su verga untada, la mantequilla funcionó como un lubricante. El tío Alfredo se puso como loco, apretaba los puños y cerraba los ojos por las fuertes sensaciones de la tremenda paja que le propinaba. En unas 2 o 3 ocasiones mi tía Rebeca salió de la cocina al comedor a ofrecernos más café o llevarse los platos sucios, por suerte ninguna vez nos pilló.
Luego de un rato mi tío se aburrió de la paja y me obligó a meterme debajo de la mesa para comerle la polla. En contra de mi voluntad tuve que escabullirme y comenzar a chuparle el pito, una experiencia totalmente nueva para mi pues nunca había engullido un miembro sabor a mantequilla ni tampoco había mamado debajo de una mesa. Mientras relamía esa verga escuché de nuevo a mi tía Rebeca salir al comedor y me detuve un instante, ella preguntó por mí a lo que mi tío le respondió que había ido al baño que no tardaba en regresar. La tía Rebeca regresó a la cocina y apresuré mis mamadas hasta que por fin el tío daba señales de que estaba a punto de reventar. Tomé una servilleta y pajeándolo con la mano hice que arrojara toda su leche en ella, por lo menos esta vez no tuve que recibir su semen en la boca. Guardé su polla y le subí la cremallera para luego salirme cuidadosamente a la superficie. Disimulamos un rato con más café y nuevamente me mostró cómo eliminaba de su celular la segunda foto. Ya por la tarde todos los invitados se retiraron a sus hogares incluyendo mi tío Alfredo. Debí de sentirme aliviada de que se fuera, aunque en realidad me quedé inquieta pensando que aún tenía una foto más en su posesión. Con lo descarado y pervertido que resultó ser el tío me temía lo peor.
Pasaron varios días hasta que llegó el festejo de Año Nuevo y quedamos de reunirnos por la tarde en la casa de campo de mi hermana. Poco a poco fueron llegando los parientes al evento y para sorpresa de muchos (sobretodo yo) se volvió a aparecer el tío Alfredo. Mi semblante cambió al verlo y traté de evadirle lo más que pude, pero inevitablemente me abordó para restregarme con tono altanero lo del chantaje y recordarme que debía hacer lo que me pidiera sin chistar. Estuvo toda la tarde merodeándome, buscando el mejor momento y lugar para cobrarse su último pago. Ya se acercaba la medianoche y la celebración continuaba, faltaba poco para que se hiciera el tradicional protocolo de año viejo, año nuevo. Fue justo por esa hora cuando mi tío Alfredo me hizo una señal para que saliéramos de la casa, me dijo que fuera con él hacia el huerto que se extendía sobre el fondo de la finca. Lo seguí hasta que llegamos a una arboleda con un área central cubierta de pasto. Mi tío se desabrochó el pantalón, se lo bajó con todo y calzoncillos hasta las rodillas para luego sentarse y quedar con la espalda recargada sobre el tronco de un árbol. Ordenó que me pusiera de rodillas y que le comiera el pito inmediatamente. Obedecí sus indicaciones, me hinqué a su costado quedando en escuadra y me puse a chuparle la polla que aún no se encontraba totalmente erecta. Estuve metiendo su pedazo de carne en mi boca con cierto recelo, mis movimientos eran más mecánicos y no me inspiraba mucho darle una buena mamada. Una de sus manos se estacionó sobre mi trasero, lo masajeaba lentamente por encima del vestido, poco después la metió por debajo para apretujarme las nalgas. Mi tío me sujetó de la trenza del cabello y comenzó a mover mi cabeza de arriba abajo al ritmo y profundidad que más le gustaba. Jaloneaba mi cabello para forzarme a engullir su polla por completo, mi barbilla chocaba con sus bolas cada que la devoraba entera y su cabeza alcanzaba a raspar el fondo de mi garganta. Luego me retiraba por completo hacia atrás para que su pito se saliera de mi boca, sujetaba su pene de la base con la otra mano y lo frotaba bruscamente sobre toda mi cara, incluso lo usaba para propinarme pequeños golpeteos en las mejillas y labios.
Cuando tuvo suficiente de mis chupadas me pidió que me pusiera de pie, quedé parada justo enfrente de él con mis caderas a la altura de su rostro. Subió mi vestido hasta la cintura, hizo rápidamente mi tanga a un lado, me sujetó de las nalgas con ambas manos y me empujó hacia su cara hasta que sentí su lengua entre las piernas. Comenzó a darme lengüetazos en la entrada de mi vagina, movía su lengua de un lado a otro, frotando de vez en cuando mi clítoris y chupando con fuerza mis labios. Definitivamente chupar coños no era lo suyo, me lo comía con torpeza y brusquedad, no logró darme placer, ni se esforzó en satisfacerme, creo que fue más una forma de dominarme y excitarse, no le importaba en lo más mínimo si yo gozaba o no. Lo curioso es que me comencé a excitar, obvio no por sus movimientos sino por el morbo de la situación, me estimulaba lo prohibido y lo sucio de ese encuentro. El tío continuó un rato más saboreando mi entrepierna, bebiendo los jugos que comenzaban a escurrir de mi vagina, su boca y barbilla se veían empapadas con la mezcla de saliva y flujo, sin duda se dio un buen festín con mi coño.
A esas alturas sentí necesidad de calmar la picazón que notaba ya en mi coñito, me dieron ganas de frotarme por dentro, aunque fuera con los dedos. Las manos de mi tío hicieron que me girara sobre mi eje, mi trasero y espalda quedaron ahora frente a él. Sin perder el tiempo me empujó hacia abajo para que me sentara sobre su palo. De un sentón me ensartó su gorda polla hasta el tope, mis nalgas chocaron en su pelvis y sentí mi vagina totalmente invadida por su carnosa verga, hasta se me salió un gemido por la tremenda clavada. El vaivén de mis caderas comenzó de inmediato, montaba a mi tío dándole la espalda, él marcaba el ritmo y velocidad agarrándome de la cintura para moverme hacia arriba y hacia abajo, deslizando su miembro dentro de mí en cada embestida. Por mi parte, con la buena follada que me estaba dando el tío Alfredo, me olvidé por completo de todo. Mi primer orgasmo estaba por llegar y apreté los músculos de mi vagina ya que así llego al clímax con más intensidad. Cuando estaba a punto de terminar, a mi tío se le ocurrió detenerse y salirse de mí, menudo imbécil pensé, me dejó con el orgasmo en la puerta. Se colocó sobre sus rodillas solo que ahora detrás de mí, acomodándome en cuatro, con el trasero apuntando hacia arriba. Lo que no anticipé fueron sus intenciones, yo ansiaba que continuara con la cogida para que me arrancara el orgasmo atorado que tanto me urgía sacar. La desagradable sorpresa de sentir la punta de su miembro a la entrada de mi anito se encargó de recordarme que a mi tío solo le importaba humillarme y someterme a su antojo. Le supliqué que no me enculara, que si quería lo dejaba correrse en mi boca o alguna otra variante, le hice hincapié que ese agujerito mío no sería capaz de aguantar su grueso pito. Ignorándome por completo, aplico saliva sobre la cabeza de su estaca y sin mucho preámbulo la fue metiendo centímetro a centímetro, nunca retrocedió ni un poco, se fue a hundirla hasta donde pudo, poco más de la mitad entró. El ano me ardía de recibir semejante intruso, fue como recibir una vara ardiendo en mi interior. Poco a poco mi agujero fue abriendo más sus paredes y acoplándose al grosor del instrumento de mi tío, el dolor intenso fue disminuyendo gradualmente hasta volverse soportable, sin embargo, el tener esa verga dentro de mi estrecho hueco era incómodo. Mi tío Alfredo me bombeaba notablemente emocionado, sus penetraciones se volvieron más violentas y profundas, se aferraba a mis nalgas con tanta fuerza que las marcas de sus uñas sobre mi piel me dejaron varias huellas visibles por varios días. Aquella respiración agitada de mi tío ya la conocía, supe que pronto se correría. En ese lapso previo a su orgasmo, al tío le dio por explayarse con insultos dirigidos hacia mí, me llamo ramera y demás adjetivos ofensivos al tiempo que con su cinturón se puso a azotarme los glúteos e incluso la espalda. Intenté liberarme, pero me tenía bien agarrada, con su mano empujó mi cabeza hacia abajo hasta que mi mejilla estaba en el piso. Con esa saña y furia me enculó sin piedad, cada segundo me pareció una eternidad. Por fin mi tío se doblegó explotando dentro de mi ojete, se deslechó en mi interior con fuertes contracciones de su verga, esparciendo todo su caliente semen en mis entrañas. Una vez que expulsó hasta la última gota de leche en mi agujero, sacó su pito de mi ano y se tendió exhausto sobre el pasto. Costó trabajo incorporarme luego de aquella brutal enculada, los fluidos escurrían por mis ingles y tenía semen embarrado por todas partes. De cierta manera tuve suerte, pudo haber sido peor, con semejante verga estuve al borde de que me rasgara por dentro, aún recuerdo que duré una semana con ardor cada que me sentaba o evacuaba.
Apenas comenzaba a sentirme calmada y confiada de que ya todo había concluido, cuando mi tío me exige que le limpie la polla con mi boca. Toda adolorida y sin haber tenido un solo orgasmo, engullí por última vez el pito del tío. Tenía restos de semen por todos lados, así que fui limpiando su miembro, su pubis y sus bolas de los restos de leche, eso sí, no la tomé, solo la recolectaba con la lengua y la escupía a un costado. Al final de cuentas el tío quedó complacido al ver que dejé su palo limpio y reluciente, como recién bañado. Con horror miré que su verga volvía a ponerse tiesa, así que antes de que saliera con otra de sus perversiones, me levanté presurosa y le pedí que cumpliera su palabra. Así lo hizo, borró de su teléfono la última foto restante e intentó convencerme de follar nuevamente para aprovechar la erección que estaba teniendo. Me negué y ofendida salí de ahí lo más rápido que pude de regreso a la casa donde me tumbé agotada sobre un sillón.
Cuando desperté era ya de día y no había señales del tío Alfredo. En el almuerzo me enteré de que la noche anterior se había marchado súbitamente, no quiso siquiera quedarse a la cuenta regresiva para recibir el año nuevo. A la fecha no he vuelto a verle, no se ha presentado nunca más a las reuniones, por lo menos a las que él sabe que se topará conmigo.
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Gracias a todos los que se toman el tiempo de valorar y comentar este relato, me alientan a seguir publicando más historias.
Saludos cordiales a todos,
Claudia.