Ambas
Los siguientes días nada pasaba, aun tenía en mente mi experiencia exhibicionista en mi consultorio, pero jamás se repitió nuevamente. Solo esperaba tener una cita con aquella chica una vez más, deseo que se cumpliera en un par de días más.
Aquel día estaba muy ansiosa por la paciente que tendría. No podía dejar de imaginar lo que me platicaría, verla, escucharla y claro, llenarme de nuevo de todas aquellas sensaciones. Todo tenía pinta para día perfecto. Apenas podía contener la ansiedad de esperar al final del día, hora en que tendría aquella cita.
Recuerdo que esa mañana estaba muy soleada, así que decidí vestir un vestido ligero y corto para la ocasión. Sin más, salí de casa pensando en todo lo que sucedería, tratando de sacar de mi mente lo que no debería pasar de nuevo.
Ya por la tarde, el sol nos abandonaba y yo lo único que deseaba era tener en el consultorio a aquella última paciente que tan caliente me había puesto la anterior cita.
Despidiendo al penúltimo paciente aquella chica ya me esperaba, de reojo pude ver que vestía el mismo abrigo robusto que le cubría hasta las rodillas y de bajo solo se podían ver sus botas largas cubriéndole el resto del cuerpo.
Sin más y con las prisas encima, la hice entrar. Recuerdo que respiré profundamente sabiendo lo que me esperaría la siguiente hora, traté de controlar mis emociones y la pesadez de aquella ardua semana y me entregué a lo que pudiese pasar.
Después me senté frente a mi paciente en turno y comencé con las cordialidades mundanas que se deben hacer para que se sintiera más cómoda.
-¿Cómo te ha ido? ¿Qué tal la escuela? ¿Los amigos?- Me atreví a preguntarle sabiendo que ahí radicaba el problema, de esta manera direccionando la plática a la raíz de una vez. –He estado llena de emociones -Contestó con una voz seductora acompañada de un profundo suspiro.
-¿Cuáles emociones? Pregunté de inmediato para saber de qué iba el asunto, pero la chica no era fácil y pronto encontró una manera de controlar la conversación de nuevo. Me comentaba que había tenía otra experiencia más reciente que me quería confesar.
Sin más opción, no me quedaba de otra que dejarla expresarse libremente de nuevo, sabía que era lo que necesitaba, además me estaba pagando por ello, después de todo y sinceramente no era que me molestara en lo absoluto, de hecho, me encantaba.
-¿Por qué lo dices? ¿Qué te hace pensar eso?- Pregunté, dando de esta manera bandera verde al relato.
-Sucedió hace poco, fue como si no fuese yo. -Comenzaba.
-Estaba en la universidad, era ya tarde, pero apenas iniciaba mi última clase. Estaba de lo más aburrida, fastidiada y abrumada. Entonces algo pasó.
Ese día llevaba un vestido corto de lo más ajustado, tacones altos y solo la parte intima de abajo. Claro, todos los hombres se perdían en mí, y eso me encantaba. Especialmente ese día y con ese atuendo no hubo hombre capaz de quitarme la mirada al pasar. Esa sensación ¿sabe?, sentirse atraída, importante, te hace sentir superior y poderosa.
Ya lo había hecho antes, siempre me ha gustado vestir así, pero ese día algo estaba diferente en mí, me sentía mucho menos de lo normal, como que no era suficiente ¿me explico? Las miradas bien, los halagos y los suspiros a escondidas que notaba al pasar, mejor, pero ya no era lo mismo, ya no se sentía igual que antes. Especialmente ese día parecía que me sentía más ignorada que nunca, sin importar que todos me vieran, sentía que no me miraban con pasión, sino con pena. Entonces en aquella clase algo pasó.
De pronto sentí una mirada, una de esas que te hacen voltear aunque no sabías que te estaban viendo. Al girar, un chico rompía la vista rápidamente al lado contrario. Ya lo había visto antes en el colectivo de trasporte, además compartimos un par de clases más. No es de mi tipo, pero no está mal, es decir, tiene buen cuerpo y parece ser divertido cuando esta con sus amigos, aunque cuando está solo, como en esa clase, es de lo más serio y aburrido.
Pero como ya dije, no era un día común, algo estaba diferente, era el único que me miraba como a mí me gustaba, con cierta lujuria pero también con interés, con detenimiento, con deseo de querer más que solo sexo, no me clavaba la mirada en mi cuerpo solamente, sino que miraba lo que hacía y no olvidaba mirarme al rostro, tan solo cuando nuestras miradas se cruzaban era cuando apartaba la mirada de mí. Algo que sucedía constantemente.
La clase era de lo más aburrida, el profesor solo hablaba y hablaba, por lo que no había nada más interesante que observar como aquel chico me miraba cada vez que creía que yo no lo veía. Así, comencé a jugar con él. Yo estaba en la parte trasera del salón, junto a la puerta trasera, él, estebaba en la misma fila horizontal que yo pero al otro extremo del salón, de frente a mí de espaldas a la ventana, por lo que había todavía tres columnas de alumnos entre nosotros.
En fin, ya tenía en algo con que divertirme un poco para pasar el tiempo hasta el final de la jornada. No era nada, al principio tan solo jugaba con mis pies y piernas. Las masajeaba y estiraba seductoramente, pero más tarde al paso de la aburrida clase me percaté que aquel chico era el único que me miraba, el resto de los compañeros, platicaba entre ellos, miraba su móvil o en su defecto atendían la clase. Esa sensación me cambio por completo, mirar cómo, pese a estar en un lugar con mucha gente podía tener al mismo tiempo tanta privacidad que me diera la libertad de hacer lo que placiera, me estaba excitando.
Me contaba la chica, quien comenzaba ya a titubear en su hablar y a ponerse nerviosa. Yo, escuchaba atentamente con rostro serio y firme, mientras ella continuaba.
-Entonces, me atreví. Primero me quité uno de mis zapatos altos y juguetee un poco con mi pie desnudo, después lo masajee un poco para clamar mis nervios y el cansancio que me habían provocado los tacones altos en todo el día. Enseguida hice lo mismo con mi otro pie, su mirada estaba completamente concentrada en seguir cada uno de mis movimientos. Eso me encantaba.
Más tarde me puse de nuevo los zapatos pero al hacerlo deliberadamente subí mis manos acariciando mis piernas firmemente, de esta manera subiendo mi ya de por sí corto vestido aún más arriba.
Así me quede un tiempo mirando al resto de los alumnos para asegurarme que solo fuera él quien me estuviese viendo. No es que me importara que alguien más me mirara, pero no quería quedar como la zorra del salón y que más tarde todos quisieran lo mismo para ellos.
En algún momento la clase terminó, todos se alistaban para salir rumbo a casa, pero yo permanecí de esta manera por un tiempo más, tan solo me cubrí un poco con mi abrigo mientras regresaba mi libreta a mi bolso. Sabía que aquel chico aun continuaría viéndome así que me tomé las cosas con calma, no quería que ese momento terminara, pues sabía que jamás me atrevería a repetirlo.
Finalmente cuando terminé de alistarme para salir, y solo hasta estar segura que tenia la mirada del chico en mí, quité mi abrigo de las piernas y con total descaro las abrí frente al chico por un fugaz instante mientras me ponía de pie. Después, fríamente me puse mi abrigo y sin mirar atrás, salí del salón.
Sabía que en esa posición me pudo haber visto todo, es decir tenía un tanga debajo, pero esa diminuta y sensual prenda no era para menos.
Pensé que ahí terminaría todo, salí del campus y me dirigí al transporte subterráneo muy dispuesta a llegar a casa y olvidar todo lo sucedido en aquel tan extraño, pero nunca me imaginaba lo extraño que se pondría.
Me quedé platicando con mis amigas por un tiempo y después me encaminé al subterráneo. Justo al bajar por las escaleras para tomar el tren me percaté de que había mucha más gente de la normal, me preocupé al inicio pero entonces lo vi de nuevo. Ahí estaba el mismo chico del salón al que anteriormente me le había exhibido, esperaba pacientemente en los andenes con la vista perdida en las vías. Quería ver su reacción al encontrarme ahí, quería ver si me ignoraría o si me miraría de nuevo y cómo lo haría.
Me acerqué a él seductoramente, casi modelando, dándome mi importancia. Pero justo cuando estaba por llegar a donde estaba, arribaba inoportunamente el convoy para recoger a aquella multitud que esperaba.
Aun así nos alcanzamos a mirar, supe que ya tenía su atención de nuevo, pero aquel chico aun titubeaba si seguirme o subirse al tren del que ya comenzaba a bajar las personas dando espacio para que los que esperaban, subieran.
Sin quitarme la mirada caminaba a dentro del vagón, dudando, queriendo ir hacia a mí, pero las personas lo empujaban queriendo ganar algún lugar. Entonces un impulso incontrolable me hizo querer estar con él más tiempo, no lo pensé mucho, de haberlo hecho no hubiese sucedido, pero en un arrebato de tontería me lance a la multitud desesperadamente luchando por llegar a donde él.
Entre empujones, pelee por entrar al apretujado tren, y con un poco más de esfuerzo me adentré hasta donde estaba el chico. Ahí me arrejunté con él, no era muy difícil pues no había lugar para un alma más. Entonces fue cuando me di cuenta de la tontería que había hecho, pero algo no andaba bien con migo. En ese momento comencé a sudar, mi respiración cambiaba y una oleada de calor subía por todo mi cuerpo.
Casi me arrepiento, en ese momento de haber tomado la decisión de entrar en aquel vagón, no podía moverme y no veía nada más que los hombros robustos de los hombres a mí alrededor. Ya me estaba poniendo incomoda, pero entonces el tren comenzó a tambaleare al tomar las curvas e inevitablemente me hacía chocar contra todos en el lugar. Era molesto, bochornoso, si, pero al mismo tiempo me gustaba, de cierta forma.
Intentaba no pensar en lo que sentía, pero sin nada más que me distrajera la mente, era imposible. Mientras luchaba contra mis sensaciones, el tren se detuvo, creí que bajaría toda la gente, liberaría espacio y al fin podría relajarme, pero sucedió todo lo contrario. El vagón estaba completamente lleno y aun así, no sé cómo, pero lograron entrar un par de personas más.
Todos nos repagamos por completo, yo con toda alevosía me junté en dirección a donde estaba aquel chico, es decir, sabía que era inevitable el roce, y si estaría apretujada con un tipo, ese tipo sería el que yo eligiera ¿no?
Me preguntaba con tono como para que yo le dijese algo. Pero la forma en la que contaba su erótica historia ya me tenía petrificada y no tuve capacidades para responderle, así que permanecí seria, fingiendo que aún conservaba mi cordura y tranquilidad, mientras ella continuaba.
-El convoy arranco de nuevo, yo estaba de frente al chico, lo cual me puso tan nerviosa que mejor decidí poner a un lado de él. Como estaba en medio de la multitud me era imposible sujetarme de algún lado, así que solo me mantenía en pie gracias al poco espacio que había.
En esas estaba cuando el vaivén del tren comenzaba, e inevitablemente comencé a rebotar como pelota por todos lados. Sin escapatoria miraba por entre la gente si se abría algún hueco para salirme o en último caso para sentarme. Había espacio apenas para respirar. Entonces sentí algo, sentí que algo rosaba mi mano, voltee y vi que era la mochila de aquel chico, quien al darse cuenta que miraba su mochila de inmediato la aparto a un costado. En ese momento la locura se apodero de mí.
Y es que no pude evitar mirar la entrepierna del chico al dejarla descubierta. Ese día vestía un pantalón deportivo holgado, pero aun así se le marraba un bulto bastante sugerente, (risas nerviosas) y mi imaginación volaba (Mas risas). De inmediato voltee la mirada a cualquier otro lado y me clavé en ese punto como si estuviese mirando la cosa más entretenida del mundo.
Así permanecí por un momento, lo juro, no volví a voltear, pero el meneo del tren no me dejaba olvidarme que estaba a un par de centímetros de aquel chico que tanto me había excitado y entonces una escalofriante idea me llagaba a la mente. No era yo, no lo pensé, cuando me di cuenta de mis acciones ya estaba acercando mi mano a la entrepierna del chico. No esperaba, ni quería que sucediera nada, solo actué, como es mi maldita costumbre. No sé en qué pensaba o mejor dicho, no pensaba, pero ahí iba mi mano encaminada a su destino camuflando sus movimientos con los ajetreados tambaleos del vagón hasta tocarlo.
Fue un roce fugaz, pero tremendamente excitante. Apenas pude sentirlo pero aún así fue suficiente para que comenzara a temblar como si estuviese teniendo un ataque de hipotermia, no sé porqué. No era la acción lo que me tenía así, era solo el hecho de estarlo haciendo. No sé si me explico.
Voltee a mirar la reacción del chico, solo por curiosidad. Di un rápido vistazo y regrese la vista a cualquier lado. El chico no tenía reacción alguna, creí que tendría esa cara de pervertido gozando mi momento, pero no, solo estaba ahí como si nada, llegué a creer que no se había dado cuenta pero en ese momento lo sentí de nuevo, su pene rozaba mi mano nuevamente y esta vez había tanta complicidad de mi parte como de la suya.
Ya no quería seguir con ese juego, pero la sensación era increíble, tan solo dejé mi mano libre por ahí como no sabiendo qué, permitiendo que aquel chico rosara su miembro en ella. Así di rienda suelta a mí locura hasta la siguiente estación, donde al parar el tren ambos fingimos y nos distanciamos un poco hasta el nuevo arranque del convoy. Entonces regresé mi mano a posición y comencé a sentir como aquello que había comenzado como un bulto ahora se sentía duro y erguido.
No podía creer el descaro de mi paciente al contarme tal cosa, pero sabía que era lo que le gustaba y en gran parte lo que necesitaba. Además también me gustaba y le permití que llegara tan lejos como confianza me tuviera.
En ese momento cortó un poco su relato para quitarse el abrigo. Lo hiso rápido y de un solo movimiento. Fue cuando pude percatarme que debajo de aquel abrigo vestía una falda entablillada increíblemente corta con una blusa delgada y muy ajustada que dejaba ver en claro su evidente excitación, pues al no tener nada debajo de aquella blusa, se le marcaban erguidos su par de pequeños pero puntiagudos pezones.
Ya se le notaba ansiosa de nuevo, titubeaba y temblaba, estaba segura que le excitaba platicar sus experiencias tanto como vivirlas en el momento. Por mi parte no me quejaba, tenía un buen don para relatar sus anécdotas y yo también comenzaba a contagiarme de su pasión mientras escuchaba atentamente como continuaba su historia.
-Entonces de a poco comencé a rotar mi mano para sentirlo mejor con mi palma. Fue surrealista todo eso, nunca antes había tocado un pene, ya he tenido novio, pero con él solo eran besos y esas cosas, ya sabe. Nunca llegué a tocar a un hombre como lo estaba haciendo en ese momento, y además en público, eso me excitaba mucho. Nunca pensé que mi primera experiencia fuera de esa manera, pero me gusto.
Fue ahí cuando me decidí por todo y me di media vuelta para quedar de espaldas al chico. No tardé mucho en sentir como el chico se me aproximaba y de inmediato sentí aquel bulto rígido restregándose en mi trasero. Miraba a todas partes para asegurarme que nadie nos viera mientras me repagaba con toda alevosía moviéndome de sobremanera exagerando los ajetreos del vagón para sentir el miembro del chico por todo mi trasero.
El tren paró de nuevo, pero aún no habíamos llegado a la los andenes, estábamos todavía en el túnel, había retraso, nada de extrañarse a esas horas. Creí que debía de tener la peor de las suertes, pues con el convoy totalmente detenido, no tenía excusa para segur moviéndome sobre el chico.
Maldecía a mí misma esperando que reanudara la marcha lo antes posible, pero en ese momento sentí la mano de mi compañero detrás de mí. Sentía como me acariciaba con delicadeza e increíble excitación. Sus dedos rosaban sutilmente mis piernas, mis glúteos y un poco mi cintura. Yo en tanto, solo revisaba a todos a mí alrededor pero nadie se percataba de lo que sucedía debajo de sus hombros. Entonces sentí de nuevo como el chico se repagaba, pero está vez era diferente, su pene estaba completamente erecto y se clavaba entre mis glúteos tan solo retenido por el estrecho vestido que le impedía ir más a fondo.
Ya no estaba apenada, el estrés por ser descubierta había desaparecido, ahora estaba completamente convencida de que aquel momento entre el chico y yo era meramente confidencial pese al lugar público. Me entregué a las sensaciones y dejé por fin que la excitación hablará por mí, entonces me estreché aun más a aquel compañero y comencé a menear mi trasero para sentir como su pene me golpeaba las nalgas como bate entre sandias.
Fue en ese momento cuando el tren paro, pero nosotros no lo hicimos, su mano se inmiscuía en mi trasero subiéndome de a poco el vestido, un estremecedor palpitar en mi corazón me decía que era demasiado, pero ya estaba totalmente entregada, era demasiado tarde detenerlo ahora que tan lejos había llegado. Aquella era mi estación destino. No me importó. Mientras veía entre la multitud las puertas deslizarse al cerrar, sentía el pene de mi compañero rosándome los glúteos. Estaba completamente desnudo, húmedo, igual que yo, poco a poco se inmiscuía en el estrecho y ardiente espacio entre mis nalgas, se movía de un lado a otro al ritmo del vagón que iniciaba su marcha, intentando penetrar más allá pero mi tanga se lo impedía. A mí no me importaría, es decir, ahora me sentía invisible pero quizá el pensó que sería demasiado.
Finalmente llagamos a la siguiente estación y bajamos. El vagón quedó casi vacío, no tenía mucho sentido permanecer en él, así que también bajé. El chico me seguía de cerca pero pronto lo perdí de vista y al salir del subterráneo desapareció por completo.
Miré de reojo el reloj y supe que la hora de mi paciente estaba por terminar, pero no hice ninguna expresión al respecto, sabía que nadie más esperaba pues era mi última paciente de la semana. Dejé entonces que continuara por un momento más, no podía evitar contagiarme por su relato y las sanciones que experimentaba al momento de platicar sus experiencias, imaginándome y recreando sus recuerdos en mi mente, pero conmigo como protagonista.
El consultorio estaba muy caliente, las ventanas se humedecían al igual que nosotras, quienes ruborizadas éramos confidentes de nuestra respectiva excitación. En ese momento me puse de pie y me acomode la falda, dando de paso unos pequeños jalones a mis bragas que se me entremetieron en mis nalgas y mi coño, el cual compartía las características ya mencionadas de aquella habitación.
Como pude me acomode mi prenda intima, disimulando cuanto pude mi incomodidad, me senté de nuevo, esta vez un poco más de cerca a mi paciente, y con un cruce de piernas cerré la pequeña pauta, permitiendo así que mi paciente continuara. -¿Cómo te sentiste después? Le pregunté
-Muy confundida, distraída, aun continuaba en aquel sueño, no sentía que nada de eso fuera real. Estaba muy excitada y no podía tranquilizarme, quería más de aquel chico, en verdad estaba frustrada por lo que había sucedido y haber terminado tan pronto. Pero ya no había más que pudiera hacer así que decidí regresar a casa.
Como me había pasado por una estación, debía regresar, pero con el bochorno y todo aquello que sentía mejor decidí volver a casa por fuera y así tomar aire fresco.
Salí del subterráneo y el frio me golpeo fuerte, caminé bajo la noche y no podía dejar de pensar en aquel chico. Me imaginaba y fantaseaba cómo hubiese sido si nunca hubiera terminado.
Hubiese sido demasiado, es decir, ya sabe, ¿Se imagina haber tenido su primera vez en un tren? ¿Así en medio de tantas personas? Me preguntaba, con una sonrisa nerviosa sin esperar respuesta mientras continuaba: -Ahora que lo pienso, me alegra que por fortuna no fuese así, pero en ese momento pensaba diferente, maldecía por no haber tenido más tiempo para consumarlo.
Caminando por las calles bajo la noche me sentía muy confundida, comenzaba a despertar de aquel trance, pero nada cambiaba en mí, la vida a mí alrededor aún era surrealista, me sentía sola, incomprendida, excitada, pero sobre todo muy frustrada por haber terminado.
Estaba realmente muy caliente, no podía pensar en otra cosa que no fuese mi reciente experiencia latente en mi mente. Todo lo relacionaba con sexo, las personas, los lugares, las cosas. Cada que miraba a un hombre atractivo me imaginaba como sería tener sexo con él, en aquel vagón, lo mismo con las mujeres. Imaginaba como sería hacerlo con ellas, en los lugares que pasaba; escaleras, pasillos, callejones, en los buses que pasaban, los hoteles, casas, edificios, oficinas y consultorios cualquier lugar oscuro me parcia potencialmente aceptable para hacerlo, y cualquiera, hombre o mujer apenas atractiva era el candidato perfecto.
Entonces sucedió algo que me cambiaría por siempre, justo lo que quería y necesitaba aparecía frente a mí. Y es que en ese momento, cuando mi mente se encontraba fuera de mí, pasaba frente a una tienda de sexo. Entonces un mar de emociones me sacudió, debía entrar y no había discusión en mi mente. Así lo hice.
Nunca lo pensé, ya era un hecho, ese lugar me estaba esperando. Al entrar una excitación me hacía tambalear las piernas, nunca había estado más caliente, apenas podía sostenerme en pie mientras recorriera los pasillos de aquella tienda repleta de juguetes sexuales, accesorios y vestimentas. Había dildos por doquier y no pude dejar de pensar nuevamente en mi primera y reciente experiencia con penes. Recordaba aquellas sensaciones al sentir el falo de mi compañero de escuela intentado entrar en mi ardiente coño. Fue ahí cuando todo tomó sentido, si, estaba segura de mi propósito en ese lugar. Terminaría aquella experiencia aunque fuese con uno de plástico.
Nunca me preocupé por nada, no tenia noción de lo que hacía. Antes de saberlo ya estaba en el área de cajas pasando la tarjeta de crédito para pagar el pene falso que acababa de comprar.
De inmediato salí de la tienda ocultando el estorboso paquete en mi bolso, entre cuadernos y libros. Estaba incontrolablemente nerviosa, sentía que todo mundo sabía lo que llevaba en mi bolso, todos me miraban, mi corazón golpeaba fuerte en mi pecho como si acabase de cometer un delito grave, temblaba y sudaba como condenada a muerte. Pero ya estaba hecho, no había marcha a atrás y a decir verdad no me arrepentía de nada, sabía que llegando a casa podría terminar lo que tanto necesitaba.
Boquiabierta, escuchaba a la pobre chica relatando su única y la más grande experiencia sexual que jamás antes había escuchado, con voz engarzada y jadeando de excitación. Era evidente que no podía más, las palabras salían entrecortadas de su boca que temblaba junto con el resto de su cuerpo que pedía revivir la experiencia encarnadamente ahí mismo.
Por mi parte hacía grandes esfuerzos por mantener mi disimulo, pero lo cierto es que igualmente estaba tambaleante, mi corazón palpitaba fuertemente y ya me era imposible controlar mi respiración que intentaba ocultar con uno que otro tosido ocasional, cuando la chica continuaba.
-Temblando de estrés y ansiedad por todo lo ocurrido llegaba a la estación de autobuses, ya era tarde, llegaría muy noche a casa y seguro se preocuparían por mí, pero eso no me importaba, aquel día había sido el mejor de mi vida, y no lo cambiaría por nada. El salir de mi zona de confort y romper una que otra regla fue lo mejor que me pudo haber pasado.
Sin pensarlo, me subí al primer bus que compartía mi destino. Sabía que estaría atestado de gente, claro que eso me tenía sin cuidado, pero al subir descubrí que de hecho estaba casi vacío y es que con todo no me percaté de que ya era más tarde de lo que había pensado.
Al ver la hora me puse mucho más nerviosa, nunca había estado fuera de asa tan noche, y al llegar a casa sería aun más tarde, debía inventar alguna escusa a mi familia pero con la cabeza hecha un desastre y agobiada por tantas emociones no encontré más que enviar un mensaje explicando que había mucho tráfico.
En verdad no sé cómo explicar lo que sentía en ese momento, estaba experimentado todas y cada una de las emociones que alguien pueda sentir en toda su vida, miedo, tristeza, soledad, excitación, angustia, estrés, ansiedad, desesperación, felicidad, alegría. En fin todos esos sentimientos eran insoportables y mi mente daba vueltas y vueltas, imaginaba lo que haría al llegar y por fin estar sola en mi cuarto, definitivamente abriría el juguete que había comprado y que ocultaba con recelo en mi bolso.
Entonces un palpitar duro y seco de mi corazón estremeció todo mi cuerpo, la idea de destapar aquel paquete era simplemente insoportable, como al ver los regalos un día antes de navidad. Solo que de este regalo ya sabía el contenido, y su contenido era indescriptible.
Como ocultando un animal peligroso, miraba el interior de mi bolso abriéndolo con extrema cautela. Sentía que cualquiera estaría viendo tras de mi hombro, pero lo cierto era que estaba sentada en la penúltima fila del bus, y tras de mí no había nadie. Enfrente había más gente pero era imposible que me viesen por la altura de los asientos, un poco diferente era el asiento de la fila de junto, a mi derecha, pues estaba ocupado por una pobre señora de traje quien presa por el cansancio del día, dormía perdidamente aferrándose a su bolso de mano y una bolsa más en la que seguramente traería sus tacones que le harían juego con su minifalda y saco, en vez de los desalineados zapatos deportivos que calzaba.
Como si estuviese a punto de robar algo, deslizaba lentamente el empaque fuera de mi cartera intentado no hacer ruido alguno. Una vez fuera y con la misma cautela, comencé a revisarlo; era muy realista, debía serlo, había cogido uno de los más caros del mostrador. Entonces comencé a destaparlo, no sin antes dar un rápido vistazo a mí alrededor. Una vez comprobado que nadie me observaba destape el pene plastificado y lo saque del empaque que guardaba de inmediato de vuelta a su escondite.
No lo podía creer, la textura era muy realista, sin duda justificaba su precio, pero lo que tampoco podía creer era que estuviese ahí, en el colectivo con personas a mí alrededor y yo, con un dildo en la mano.
Pero aquello era extrañamente calmo, había silencio absoluto, dada la hora, ya nadie tenía energía, no había música, no había voces extrañas, llamadas de móviles, no había vendedores, nadie conversaba. Todos dormían o revisaban mensajes. Esa atmosfera me daba de nueva cuenta aquella sensación de privacidad pese al lugar público.
No podía resistirlo más, recordaba la sensación del pene de mi compañero frotado mi mano, imaginado si se vería igual a ese pene artificial mientras lo tocaba de la misma manera. Mi ritmo cardiaco estaba a su máximo, mi cuerpo me temblaba y entonces, tras mirar a mi alrededor, me lo eché a la boca cual paleta de hielo.
Sabía horrible, a plástico, pero eso no me importaba, tan solo imaginaba que era el pene de mi compañero y que por fin estaríamos a punto de hacer el amor, aunque fuese en aquel subterráneo. Lo chupaba con pasión, desesperación y mucha excitación, imaginando y fantaseando cualquier cosa. Entonces otro palpitar estremecedor me golpeo desde el pecho hasta los pies. Pensaba en probarlo ahí mismo.
La idea me conmocionó, era demasiado, pero por otra parte sería muy excitante, digo, si era posible estarlo aún más. Aquel pensamiento me había regresado a mi máximo estado de ansiedad, temblaba como si estuviese dentro de un congelador, mis piernas estaban incontrolables, las masajeaba una y otra vez, pero solo conseguía excitarme más y más. Entonces se me pasó la mano y me roce un poco mi vagina, y de inmediato sentí una fuerte dilatación mientras una húmeda sensación recorría aquella recóndita parte de mí, mojando mi ropa interior.
Escuchando tortuosamente el nivel de detalle del relato de mi paciente, simplemente estaba en estado de shock, no podía hacer nada. Su hora había terminado hace mucho, cortar ahora sería estúpido. Además, me tenía al borde de mi asiento y el ver a esa pequeña que podría ser mi hija excitándose a tales niveles justo frente a mí, era una experiencia que disfrutaba increíblemente.
No podía evitar imaginar y materializar cada palabra de su relato dentro de mi mente. Cuando relataba lo húmeda que estaba en aquel asiento en la parte trasera del trasporte, supe exactamente lo que sentía, y lo supe porque estaba igualmente húmeda como yo misma en ese momento. Al mover mis piernas para cambiarlas de posición sentía justamente aquella humedad que describía bajo mis medias de seda que apenas retenían mis fluidos que empapaban mis pantis.
Dicho sea de paso cada que hacía este movimiento de cruce de piernas, su mirada se adentraba lo más posible debajo de mi falda. Estaba segura que solo se trataba de curiosidad como parte de su descubrimiento sexual, pero también sabía que espiar la privacidad ajena era su fetiche, y ver mujeres le excitaba, por ello deliberadamente cambiaba de posición intermitentemente y con toda la calma posible.
Entonces pensé: Si así estaba yo, ¿cómo debía estar ella? Imaginaba, cuan excitada debía estar ahí, frente a mí, mirándome con lujuria, hipnotizada con mis piernas. La miraba temblando, balbuceando y sudando. Yo estaba igual, ella lo sabía, por eso se había desinhibido por completo, ya no medía palabras, no censuraba detalles, todo lo contrario, ahora relataba con lujo de detalle.
No había tregua, aún no tenía el control de mis acciones, mis manos se movían sobre mis piernas llevándome fuera de ese lugar. Me toqué la entrepierna y enseguida sentí ese calor y ese liquido aun sobre mi tanga que ya estaba completamente mojada. Entonces la tomé fuertemente y halé de ella para bajarla hasta mis rodillas, mientras se escurrían mis fluidos al exprimir la prenda por el movimiento.
Con la mano mojada sujeté el falo de plástico y lo restregué para humedecerlo también, entonces voltee a mi alrededor, y al ver que todos eran ajenos a lo que hacía, me metí el dildo en mi coño.
Creí que al estar tan mojada se deslizaría sin problemas hasta el fondo, pero lo cierto es que me dolió un poco, tuve que bajar el ritmo para meterlo lentamente. Aquello era simplemente la sensación más excitante que había vivido, el hacerlo despacio, y en público es lo mejor que he experimentado.
Sabía de qué hablaba, sus palabras relataban una experiencia que todas las mujeres fantaseamos, pero pocas nos atrevemos a vivir. Estaba disfrutando de su sexualidad, abiertamente, quizá demasiado abierta, pero bueno, no le hacía mal a nadie, solo experimentaba y satisfacía su cuerpo sin tapujos, sin censura, sin medida, como todos lo hemos hecho alguna vez. Como todos deberíamos hacerlo alguna vez.
Y en vivo, ahí, en mi consultorio frente a mí, parecía que el revivir esa experiencia, le hacía reencarnar esta libertad sexual sin importar mi presencia. A sabiendas que no estaba sola, comenzaba a tocarse sobre la ropa, comenzó frotándose sus pequeñas y tiernas mamas, pero poco a poco sus manos bajaban hasta sus desnudas piernas, jugando por debajo de su diminuta falda, sin perder de vista en ningún momento cuán lejos pudiese llegar debajo de mi vestido.
Yo estaba tan caliente como ella, y no era decir poco, sabía que todo eso no iría más lejos que una experiencia más que rápidamente dejaría atrás sepultado en el baúl de su juventud, así que quise que lo tomara como eso, como un bello momento, como algo normal en una etapa de su vida.
Entonces auto-convencida de hacer lo correcto, decidí unirme a su fantasía, ser partícipe de ese momento decisivo en su sexualidad y con toda alevosía comencé a separar mis piernas lentamente fingiendo total desinterés sin perder la serenidad.
De inmediato su mirada se clavó bajo mi vestido, ahora podía ver con claridad y no perdería la oportunidad aunque perdiese por completo el disimulo.
Su mirada en mi coño, mi respiración haciéndome jadear por lo que estábamos haciendo, sus manos tocándose frente a mí, y continuaba.
Todas aquellas sensaciones de estrés, ansiedad, temor, arrepentimiento, excitación y deseo parecían apaciguarse a medida que me mesturaba con ese consolador en la parte trasera del bus. Mi ritmo cardiaco aun golpeaba ferozmente, pero ahora parecía domado. Podía controlarlo con el masaje vaivén del pene en mi vagina, el placer era absoluto, estaba perdida en él, pero entonces escuché pasos, de inmediato cerré las piernas y acomodé el dildo entre ellas ocultándolo con mi vestido y poniendo mi bolso encima.
Era un chico quien bajaba en la siguiente estación, no notó nada pese a que aún tenía mi tanga en las rodillas. Apenas descendió continúe masturbándome; me subí el vestido y continúe metiendo y sacando lentamente el pene de plástico que hacía ruidos pegajosos al deslizarse adentro y al salir nuevamente.
Tenía pánico de ser descubierta, pero estaba muy cliente para detenerme ahora. Estaba dispuesta, terminaría lo que había empezado sin importarme nada, pero justo en ese momento la chica de al lado despertaba, parecía que pronto bajaría, pero yo no esperaría que sucediera, ya no podía resistir un segundo más. Quería continuar pero aunque desde su perspectiva no podría mirar lo que estaba haciendo, sin duda sospecharía si continuaba con las piernas completamente abiertas de par en par.
Entonces cerré las piernas nuevamente y comience a moverme con el juguete dentro de mí, pero no era suficiente. Fue ahí cuando me decidí. Me saqué el dildo y lo coloqué erecto y afirmado con la succión de su base sobre el asiento. Entonces sin dejar de mirar a aquella mujer quien aun desconocía lo que hacía, me senté sobre el pene.
Primero me puse de pie, pretendiendo acomodarme el vestido, cuando en realidad lo que hacía era subirlo hasta mi cadera y quitarme el tanga de una buena vez por todas. Enseguida me toqué un poco para mojar aun más mi vagina que ya chorreaba de la excitación. Entonces poco a poco comencé a descender en aquel pene artificial.
Los sonidos que hacia al descender hacían eco en el autobús ya casi vació y en completo silencio, pero parecía que los pocos ocupantes no lo notaban, o bien no le prestaban atención.
Fue así como comencé a bajar y subir lentamente sobre el dildo afianzado firmemente en el asiento. En poco tiempo mi respiración se fue haciendo incontrolable y rápidamente se fue convirtiendo en jadeos. Era inminente, estaba a punto de venirme, bajaba y subía cada vez más rápido ahogando mis gritos con una mano en la boca y la otra en el sujeta manos del asiento de enfrente. Fuera, pocos autos pasaban, las calles estaban desiertas, y una vez más aunque estaba justo en el centro del mundo me sentía completamente en libertad dentro de mi espacio privado.
Y entonces terminé en medio de todo y de todos. Entre los ruidos que hacía mi coño cuando el dildo entraba y salía velozmente a mi movimiento, entre autos, pasajeros, calles oscuras, el silencio de la noche y todas aquellas sensaciones que había congregado a lo largo del día, me subí el vestido hasta mi boca y lo mordí con todas mis fuerzas y mientras volteaba a ver una última vez a la chica de al lado nuevamente con los ojos cerrados, me imaginé que me veía, que me miraba de frente. Y así, un enorme orgasmo me recorrió por todo el cuerpo, arrancándome todo esa pesadez, estrés y ansiedad, junto con un profundo y entrañable grito que a duras penas lograba contener en mi vestido que mordía férreamente cuando de mi vagina salía un pequeño pero fuerte chorro que retenía aquel pene falso al dejarme caer por completo sobre él, rendida y vencida por mis piernas que tambaleantes eran ya incapaces de sostenerme al vivir ese increíble orgasmo.
De la fantasía a la realidad
Ya no podía soportarlo, simplemente era intolerable, para amabas. Su relato nos tenía sudando, jadeando y temblando. Aquella chica estaba de ensueño, perdida en sus propias palabras, dejándose llevar por el momento, por el lugar y principalmente por la compañía. Y es que en la última etapa de su relato no me quitaba la vista de mi entrepierna que ahora tenía abierta a la vista desde el ángulo en el que me había sentado con todo atrevimiento de separar mis piernas.
Con tal vista, y toda la atmosfera del momento aquella chica ya no podía contenerse; temblaba cual cachorro en la intemperie y con la misma ternura. Mientras sus manos recorrían minuciosamente su cuerpo, llegando cada vez más profundo bajo su corta falda.
Al final del relato sus manos que en un principio se limitaban a tocar sus piernas, ahora con todo descaro sobaban su entrepierna por encima de su falda que con tanto movimiento ya vestía de cinturón.
Le miraba atentamente, sin perderme detalle de su actitud, su nerviosismo, de su ansiedad, y si, de su excitación. Sabía que ya no era la misma chica que había llegado, ya no era la misma niña ingenua que había vivido lo que relataba. Ahora era toda una mujer experimentando sus fantasías, sus deseos, sus recuerdos y su sexualidad. Ya no era consciente de sí, no tenía miedo, fortalecida por la confianza de nuestro vínculo que iba más allá de lo profesional, ahora se tocaba sin tapujos frente a mí.
Toda esa experiencia me había contagiado de su libertad, de su derecho auto-proclamado de reclamar su propio cuerpo en el lugar y la compañía con la que se sintiera en confianza para hacerlo, para hacérselo a sí misma. Y es que sin saberlo yo misma experimentaba ese efecto espejo, cuando al ver a esa chica tocarse, mis manos llenas de envida, remedaban sus movimientos para tocar de la misma manera mi cuerpo.
Y así, sin planearlo, estábamos una frente a otra tocándonos, disfrutando y complaciendo lo que nuestros respectivos cuerpos necesitaban. No sé cómo llegamos a ese nivel de confianza, pero ambas nos sentíamos con la suficiente seguridad pasa hacerlo.
En un momento no me importaba lo qué estaba pasando, no le tomaba la seriedad necesaria a lo que estábamos haciendo, ambas éramos ya suficientemente maduras para saber lo que sucedía en ese lugar y lo suficientemente capaces de hacernos responsables de nuestros actos.
Pero en ese momento no parecía así, especialmente yo, nunca había actuado así. Siempre había sido una persona seria y recatada. Quizá por eso es que me era tan difícil salir de ese trance, me había dejado llevar por el momento y daba rienda suelta a mis instintos más escondidos y profundos.
Aun así, logré regresar a mi cordura, y detuve aquella situación completamente descarrilada. Me acomodé la falda, me puse de pie y sin perder la prisa, comencé a despedirla poniendo de excusa la hora que era.
Muy diferente la reacción de mi paciente. La pobre chica no quería desprenderse del momento que tan duramente había forjado, cual tan arduo trabajo apenas le comenzaba a rendir frutos.
Me hice de corazón duro y terminé la cesión del día. Sin darle más opciones la encaminé a la puerta para despedirnos. Pero la chica es muy inteligente y decidida. Al verse acorralada ideó un plan. Con la excusa de la tardanza, me pedía pasar al baño antes de irse, pues el trayecto sería largo.
La excusa era buena, no lo niego, pero yo sabía qué en realidad iba hacer en el baño, no me había pasado la carrera de psicología para que me engañara de esa forma. Era completamente predecible.
Pero no podía negarle ese derecho, así que la acompañé y esperé afuera. De antemano sabía que esperaría un tiempo, pero no me atreví a dejarla sola a su suerte, con algunas oficinas aún laborando podría ser descubierta, así que esperé fuera.
El silencio era absoluto en aquel pasillo, tan solo tenues sonidos llegaban entre ecos desde los demás pisos del edificio. A la espera, el tiempo pasaba y yo, haciendo de guardia a la saciedad de los instintos de mí paciente quien debería de estar relajando su cuerpo como mejor sabe.
Entonces recordaba sus últimas palabras y ese sentido tan explicito de relatar aquel orgasmo que había tenido y que tan caliente nos había dejado.
Pero era ella tan solo, es decir, ella se estaría tocando para terminar con la ansiedad que su relato nos había creado, pero yo no. Yo estaba fuera con aquel nerviosismo y estrés en todo mi cuerpo, tan excitada como ella, pero sin poder hacer nada. Entonces lo hice.
Aquel pasillo completamente solitario y el eco lejano de mis colegas en sus respectivos consultorios, me daba al mismo tiempo una especie de seguridad, igualmente como me la habría descrito la misma chica en su experiencia, la cual estaría replicando justo en esos momentos tras de mí. Fue en ese momento cuando no lo resistí más y comencé a tocarme.
De inmediato me toqué mi entrepierna por encima del vestido y sin demora mi cuerpo me lo agradecía con espasmódico escalofrió que me hacía temblar hasta el último musculo de mi ser. Me sentí increíble, envidiando a mi paciente por tener la osadía y libertad de poder tocarse sin recelo, mientras continuaba presionando fuertemente la poco elástica tela de mi vestido intentado que mis dedos pudiesen frotar mi vagina que me rogaba por ser atendida.
Muerta de la envida, no permitiría que ella se saliese con la suya mientras me moría de ansiedad en aquel pasillo. Entonces me decidí. Si ella podía yo también lo haría en el baño. Así que entré.
Apenas abría la puerta principal de los baños para dama la escuché. Seguro debía estar disfrutando de aquel momento, pensé, pero el demonio me susurraba al oído.
No lo había pensado, pero es que su cubículo estaba abierto, no sé si lo había hecho deliberadamente, seguramente sí, pero la idea de espiarla me invadía por completo la mente. Comencé a andar lentamente, y a medida que me acercaba escuchaba como la chica gozaba de aquel momento haciendo sonidos de placer.
Por fin llegaba y me asomé lentamente y le miré. Tenía sus piernas completamente separadas, mientras se masturbaba con su dildo que seguramente sería el mismo participe de su experiencia en el bus.
De inmediato nuestras miradas se cruzaron, pero no hubo ningún sobresalto, ella continuaba haciendo lo suyo como si aún estuviese sola, y mientras me aproximaba más con extrema lentitud, ella continuaba masturbándose con su dildo que metía placenteramente en su vagina completamente lubricada por sus jugos.
Yo era otra, no podía hacerme responsable de mis actos, no me controlaba, sin saberlo me acercaba más y más, mientras escuchaba aquellos sonidos que producía su juguete en su cavidad pequeña y lubricada, acompañados de pequeños gemidos de lo más excitantes, y antes de darme cuenta me encontraba frente a ella.
Entonces me arrodille entre sus piernas, le tomé su dildo y sin sacárselo de su pequeño coño, comencé a chupárselo. Sin recelo la chica aumento sus gemidos de ritmo y volumen, mientras sujetándome del cabello me agradecía con tiernas caricias llegando al climax.
Me volví loca, me dejé contagiar por su libertad sexual, por el momento, por mis instintos más bajos y por mi propia excitación. Mientras le chupaba su apretada e inocente vagina, le metía y sacaba su amigo plastificado haciéndola gozar como nunca.
Entonces de a poco sus gemidos aumentaban cada vez más, sabía que estaba a punto de culminar su fantasía. Ahí aumente el ritmo y comencé a meterle y sacarle el falso pene velozmente mientras le succionaba su clítoris como loca para hacerla venir. Fue en ese momento cuando de entre el dildo y mis labios comenzaba a escurrir aquel líquido de placer reafirmado por una serie de desgarradores gritos que me expresaba el tremendo orgasmo que estaba viviendo.
Había sido un magnifico orgasmo el que presencié, sin duda que lo había disfrutado y yo estaba más excitada que nunca, estaba tan caliente que comencé a masturbarme ahí mismo, arrodillada frente al coño aún chorreante, sujetando aquel dildo en su mojada cavidad. Inclusive pensé en sacárselo y metérmelo a mí misma, sin embargo la chica me sobrepasaba, estaba más extasiada que yo. Se levantó tomándome de los brazos para erguirme junto a ella e inmediatamente se me abalanzó a besarme, sin impórtale que aquel juguete aun colgase de su vagina, cual al ponerse de pie, caía resbalándose por el lubricado lugar en el que se hallaba. Yo no podía hacer nada, ya estaba perdidamente hundida en el momento, así que me dejé besar y la besé.
Todo era maravilloso, le abrasé apasionadamente y me perdí en sus labios sin importarme nada, mientras le entremetía los dedos en su cabellera, sentía como ella me acariciaba las piernas a manos abiertas hasta llegar a mi trasero, el cual estrujaba sin recelo.
Sabía que nos perderíamos en ese lugar, pero en ese momento se escucharon ruidos cercanos y nos sobresaltamos. Rápidamente nos acomodamos la ropa, ella levantó su juguete metiéndolo a su bolso y salimos al lavamanos.
Mientras nos arreglábamos un poco el cabello no nos perdíamos de vista, sabíamos que aquello era solo un receso, una pequeña pauta, pues ambas deseábamos terminar con la historia que juntas habíamos forjado.
Salimos del baño y sin mediar palabra regresamos al consultorio, le hice pasar y apenas cerrando la puerta, se me acercó de nuevo y yo le respondí. De nuevo nos unimos en un beso y nos perdimos.
Esta vez sin restricciones de inmediato comenzamos a deshacernos de nuestra ropa, lo primero en salir fue mi vestido, del cual deslizaba la cremallera con grandes esfuerzos de controlar sus tambaleantes manos, para finalmente hacerle caer desde mis hombros hasta el suelo. Enseguida comenzó a besarme el cuello sin detenerse mucho ahí, para bajar besándome el pecho hasta mis senos, los cuales comenzaba a lamber con pasión llena de ansiedad. Seguramente sería su afición, pues habría puesto bástate atención a esa zona de mi cuerpo, chupando y tocando excitantemente mis senos duros y erectos. Yo fascinada.
Le agradecía acariciándole la espalda y sus pequeñas tetas por debajo de su delgada blusa, pellizcándole sus pequeños pezones puntiagudos. En tanto mi dulce paciente bajaba por fin de mis senos hasta mis bragas, pasando a besarme por todo mi abdomen. Ahí comenzó a bajarme la única prenda que aun vestía, desnudándome mi coño húmedo a la intemperie al cual se apresuraba a besar con pasión y ternura.
Aquello me llevó al éxtasis, sentía como me humedecía aún más prediciendo un inminente e incontenible orgasmo. Entonces me dejé llevar. Me senté sobre mi escritorio y le abrí mis piernas a mi paciente tanto como mi elasticidad me lo permitiese mientras ella me chupaba como podía y como quería sin desprenderse en ningún momento.
Así, mientras me besaba mi vagina, la chica comenzó a tocarse la suya, aquello era una sinfonía de fluidos entre los míos, su saliva y los de ella. Ahí supe que ambas terminarías en cualquier momento, así que me lleve mis manos para ayudarle a hacerme terminar.
Era insoportable, era la mejor sensación que podría experimentar en mi vida y aun no terminaba. Estaba dispuesta a hacerlo inmejorable, como ella, llevar el momento a sus extremos, apostar el todo por el todo, sin miedo y sin reservas, así que me metí un par de dedos y comencé a masajearme mí clítoris mientras ella me chupaba entre los espacios que mis dedos dejaban.
Poco a poco sentía como aquel orgasmo surgía desde lo más profundo de mi cuerpo a medida que me masturbaba, mientras aquella chica me chupaba mis fluidos que escurrían al ritmo de mis dedos entrando y saliendo. Entonces, cuando pensaba que no podía mejorar, la chica se paró, tomó su bolso y de él sacó aquel protagonista principal del relato, lo chupó un poco, y sin más comenzó a metérmelo en mi mojado coño.
De inmediato sentí como mi vagina se dilataba para dar paso al pene de plástico que lentamente se deslizaba en mi mojada cavidad, mientras unos pequeños y pero muy excitantes espasmos recorrían todo mi sexo a su paso. Y en cuanto entró por completo un profundo y desgarrador suspiro salía entre jadeos y gimoteos de mi garganta.
Me sentía increíble, al borde del orgasmo, mientras mi paciente me metía y sacaba su dildo de mi vagina yo me masajeaba mi clítoris haciéndome gemir de placer como nunca. Poco a poco aumentaba de velocidad las embestidas de su juguete al tiempo que me chupaba mis dedos que estimulaban mi clítoris, y entones no pude más; aumente mis movimientos presionando justo en mi zona de placer, y mientras ella me metía su dildo velozmente, por fin me hice estallar en un espasmódico orgasmo que me arrancaba el gemido más profundo que jamás había soltado, mientras me corría en la cara de mi pequeña paciente quien a su vez se hacía terminar de nuevo, mirándome al mismo tiempo haciéndome terminar, con mis piernas completamente abiertas para que ya no tuviese que espiar a escondidas. Ahora podía ver claramente mi vagina en pleno orgasmo, en primer plano y culminar todas sus fantasías en su propio orgasmo al mismo tiempo.
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