Acabo de llegar a casa, tuve un día complicado, primero en el gym, con mi coach pidiendo mayor esfuerzo en las series, luego un día difícil en la escuela, dos largos exámenes antes de salir de vacaciones intersemestrales, además mi novio en un plan de “sopórtame”, al cual mandé al carajo de inmediato y por último, un grupo de borrachos en el restaurant, que se sentían simpáticos y creían tener derechos de tocar, por el solo hecho de tener billete.
Estoy cumpliendo apenas seis meses de independencia paterna, acabo de cumplir 19 años y hasta hoy, me siento totalmente llena.
Mi roomie no me escucha llegar, duerme profundamente. Mientras me desvisto, recuerdo a los hombres del restaurant, aunque me molesta su forma de tratar a las mujeres, debo confesar que llegue a sentirme inquieta al saberme atractiva. Volví a humedecerme de solo recordar. Ojalá mi novio no hubiera estado pesado por la tarde, para por lo menos, fantasear con él por teléfono.
En eso suena mi teléfono, es mi novio pidiendo disculpas y diciéndome que está afuera, esperando mi perdón. Lo amo demasiado como para dejarlo afuera, así que lo invito a pasar, unos besos bien pueden aplacar mi agitación y disculpar su actitud vespertina.
Sin pensar, tomo un largo suéter para tapar mi desnudez y salgo a recibirlo a la puerta del departamento, la idea es no dejarlo pasar, solamente cuantos besos, tal vez un poco de libertad de manos y hasta ahí, mañana hay que empezar temprano el día.
Pero las flores no las esperaba, rompieron mis planes de inmediato, lo invite a pasar, mientras buscaba un recipiente donde ponerlas. Después corrí a sus brazos para besarlo al tiempo que lo abrazaba del cuello con los míos y mis piernas abrazaban su cintura.
Sus manos me sujetaban de los glúteos, totalmente descubiertos del suéter, note sus manos calientes sobando mis braguitas y buscando meter sus dedos entre la tela y la piel. Al mismo tiempo pude sentir como su excitación crecía entre sus piernas y las mías.
Para no permitirme cambiar de posición, me recargo suavemente en la pared e inicio un movimiento de pelvis como si estuviera penetrándome. Si ya antes me sentía húmeda, ahora realmente estaba chorreando mi coñito.
Lo invite a mi habitación, pidiéndole silencio para no despertar a mi compañera, estaba deseosa de dar un paso más, me sentía capaz de tener un buen faje, sin llegar al sexo.
Cuan equivocada estaba, antes de acostarme, mi novio ya me había quitado el suéter que me tapaba, ahora estaba frente a él casi desnuda, cubierta con tan solo mis húmedas braguitas, que mostraban claramente los líquidos que emanaban de mi vagina. Permití que él se desnudara frente a mí, dejándose tan solo su bóxer manchado también por liquido preseminal.
Ambos sabíamos que ninguno de los dos tenía experiencia en el sexo, ambos vírgenes deseosos, entre besos candentes y caricias, nos quitamos lo último que nos cubría, no quería ni ver, con los ojos cerrados espere el momento en que me poseyera, con torpeza intentaba penetrarme sin lograrlo, deseosa tome su pene entre mis manos y lo puse justo en la entrada de mi vagina, mientras con la otra abría mis labios vaginales, para permitir el libre acceso a mi interior, me sentía empapada, esperaba que eso me ayudara a hacer más fácil el ingreso de aquel invasor.
Desde el momento que sentí que su glande se incrustaba en mí, el dolor me invadió, con voz baja le pedí que tuviera cuidado, que fuera despacio pues el dolor me mataba. Pero al sentirse dentro, dejo caer su cuerpo sobre el mío, clavando su pene de un solo golpe hasta donde mi cuerpo le permitió, desflorándome sin miramientos, no pude evitar gritar del dolor, mientras el trataba de moverse dentro de mi intentado sin lograrlo, imitar el movimiento de sacar y meter.
Sin dejar de moverse como loco y sin considerar mi dolor, rápidamente sentí, como un líquido templado llenaba mi interior, mientras el gozaba con su venida, yo sentía como si me hubiera echado acido en una herida, Como pude trate de sacarlo de mi interior, con un enorme dolor logre mi objetivo, aun su miembro estaba semirrígido, por lo que la salida fue casi tan dolorosa como la entrada. Entre sollozos le pedí que se fuera y me dejara sola.
Cuando estuve sola, mi compañera entro a mi habitación para consolarme, me ayudo a caminar hasta el baño y me preparo la ducha caliente para aliviarme.
Sabía que no era intención de mi novio lastimarme, su falta de experiencia unida a la mía, habían hecho del que se suponía un bello momento un tormento, jure que jamás volvería a estar con un hombre.
Volví a equivocarme, tres meses después, con el mismo hombre empezamos una aventura sexual que duro más de un año, y que de alguna manera, sembraron mi pasión por un tema del que hasta hoy disfruto al máximo.
¡Linda serie!