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Gozando con mi hijo
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Tenía más de 3 años de haber enviudado y ya en ese entonces mi hijo Oscar contaba con 19 años, todo mi tiempo lo dedicaba a mi trabajo y al cuidado de Oscar, aunque en algunas ocasiones salía con mis amigas de la oficina nunca me intereso algún hombre.

Todo empezó ese viernes cuando fuimos a un bar, yo recuerdo que me tome dos copas pero la plática que sostuvimos giro en torno del sexo, mi libido se reactivó ya que en mi vagina apareció una ligera humedad, el deseo de ser penetrada se apodero de mi, pero como no tenía pareja para eso decidí caminar un rato después que salimos del bar, mi idea era que el aire fresco me quitara ese calor que quemaba mi vagina.

Ya en casa me sentía más tranquila pero el deseo aún estaba presente.

Eran la 11 de la noche cuando Oscar llegó de ver a su novia, yo me encontraba en la sala viendo la tv. Ya me había cambiado de ropa, mi atuendo para dormir consiste en un corto camisón de satín y tanga, estaba tan distraída con mis pensamientos que no me di cuenta que el camisón se había subido y se podía ver mi tanga.

Oscar se sentó casi frente a mi después de haberme saludado con un beso, platicamos de mil cosas que no vienen al caso, pero noté que su vista se dirigía con mucha insistencia a mis piernas. En un descuido bajé mi vista para saber el motivo de sus miradas, gran cantidad de mis vellos púbicos se asomaban por un lado de la tanga, en ese momento algo dentro de mí me dijo que le permitiera seguir viendo mis vellos y no cambie mi posición.

Después de un rato, mi excitación ya era mayúscula, a tal grado que no me importaba que el hombre que estaba sentado frente de mí fuera mi hijo, quería sexo y no me importaba con quien.

Le pedí que me acercara un vaso con agua para ver si el también estaba como yo, en efecto él también estaba excitado ya que no pudo ocultar la erección de su verga. Ese momento lo aproveché para dejar casi al desnudo mi vagina, jale hacia un lado la poca tela de la tanga dejando mi ranura descubierta.

De regreso con el vaso, le pedí que apagara las luces, yo sabía que aun sin ellas podría ver bien mi vagina ya que la luz de la tv me daba de frente.

Se sentó en el mismo lugar y de inmediato dirigió su vista a mi vagina, ya no escuchaba mi plática, estaba absorto con lo que estaba viendo.

Con mucho disimulo empecé a pasar una de mis manos por mi pierna llegando casi a tocar mi vagina, como si me doliera la empecé a sobar.

Oscar aprovechó para preguntarme que si me dolía la pierna él me podía sobar.

Le dije que sí, que me había dado un golpe y que me estaba doliendo. Se hinco entre mis piernas y con manos temblorosas empezó a sobar mi pierna, pero su vista estaba fija en mi vagina.

Poco a poco fue subiendo más su mano, yo eché mi cuerpo hacia el respaldo del sillón y mi cara quedó hacia arriba dándole la oportunidad de que al no verme a la cara sus manos subieran hasta mi vagina, pero como sus manos no subían mas le pedí que me sobara toda la pierna al tiempo que las abría más.

Sentí como su mano tocaba mis vellos y aproveché para decirle que ahí era donde me dolía más, sin bajar la vista, dejándolo con la libertad de tocar mi vagina ya húmeda y caliente. Su mano ya iba a mi vagina con mucho descaro fingiendo sobarme la pierna.

De mi boca ya salían tímidos gemidos por el placer que sentía y ya fuera de control le pedí que me sobara más al centro sabiendo que lo que le pedía era que tocara de lleno mi vagina. Su mano entró entre la tela de la tanga y empezó a sobar mi vagina, pero como el espacio era poco me levantó un poco y de un tirón la sacó, ya no fue su mano la que empezó a sobar mi vagina fue su lengua la que se dedicó a darle placer. Lo tomé de los cabellos jalando su cara para que me mamara con más fuerza, su lengua se empezó a meter entre mis labios vaginales arrancándome fuertes gemidos ya en ese momento mi cuerpo estaba cubierto de sudor por el grado de excitación en que me encontraba y con voz entrecortada le pedí que ya me cogiera, que no aguantaba más sin su verga dentro de mí. Lo único que se bajó fue el pantalón y el calzoncillo, yo me recosté en el sillón abriendo mis piernas, para facilitar la penetración tomé su verga y la acomodé entre mis labios vaginales. Oscar empujó con tanta fuerza que su verga se fue al fondo de mi vagina empujando el cuello de mi útero, la gran cantidad de líquido que tenía en ella, la tenía bien lubricada lo que hizo que su verga se deslizara con tanta facilidad.

Sus movimientos de mete y saca los hacía con mucha violencia golpeando mis nalgas con sus testículos lo que hacía que el placer fuera mayor. No tardé mucho en sentir como mi cuerpo era tocado por el inmenso placer del orgasmo, entre jadeos y gemidos bañé la verga de mi hijo con mis jugos aun no terminaba de convulsionar mi cuerpo cuando sentí como el interior de mi vagina era bañada con fuertes chorros de su esperma, no dejó de bombear y pronto estuvo de nuevo dura su verga. Ya con más calma sus bombeos los hacía lentos y rítmicos, me saco el camisón para poder chupar mis duros pezones. De verdad que estaba gozando la cogida que me estaba dando mi hijo al grado que le decía cosas como si fuera otro el que me tenía ensartada “así papi, al fondo soy toda tuya”, “has que esta mujer goce como puta”, “cógeme, cógeme” y cosas por el estilo.

Fue acelerando sus movimientos y en una fuerte embestida al fondo descargó dentro de mi todo el semen que le quedaba casi al mismo tiempo yo tuve otro orgasmo. Así se dio el inicio de nuestras relaciones de incesto de las cuales no estoy arrepentida ya que gozo al hombre no al hijo.

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