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Madura con amante
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Estuve casada durante 24 años. Mi esposo o ex me dejó por una mujer más joven. La separación me afectó profundamente, a tal grado que tuve que tomar terapia más de dos años, pues la depresión se apoderó de mí. Esto sucedió cuando tenía 54 años cumplidos, ahora tengo 58. Mi ex tenía 50 cuando me dejó… por una de 43. Nunca pasó por mi mente una ruptura conyugal pues fui educada para que el matrimonio durará para toda la vida y con un único hombre. La terapia me ayudó mucho, poco a poco, con mucho esfuerzo y dolor, fui superando esta situación y entré en un proceso de cierre que contribuyó a que superara la separación de manera gradual, pero también me liberé de prejuicios y formas de ser. Tengo 2 hijos, los cuales ya se casaron. Vivo sola. Administro un negocio de ferretería, del cual soy dueña, en el lugar donde vivo.

Hace menos de un año conocí a un cliente-proveedor-agente de ventas que llegó al negocio. Un hombre muy atento conmigo desde que lo conocí, pero… casado. Tiene 48 años. Poco a poco fuimos conociéndonos y establecimos una buena relación. Yo me sentía sola y esa fue una de las razones por las que acepté salir con él, aunque sabía desde un principio de su situación personal. La diferencia de edad no nos afectó, más bien al contrario. En la terapia me decían que era importante que yo también me ayudara y tomara decisiones. Me dio confianza cuando lo conocí, por el simple hecho de que me dijera sobre su situación de hombre casado, por lo que valoré su sinceridad y la verdad, después de analizarlo, no me importó, pues a mi edad no iba a encontrar a un soltero, tal vez viudo o divorciado… La conexión con este hombre fue desde un inicio. Y las cosas, poco a poco, empezaron a fluir, conociéndonos en diferentes órdenes. Como a los tres meses de conocernos me invitó a realizar un viaje a la Riviera Maya. Acepté con ciertas condiciones, ni me hice la fácil ni la difícil, y bueno, en ese viaje fue cuando por primer vez tuvimos relaciones sexuales. Antes, cuando nos estábamos conociéndonos, me lo insinuaba pero no lo aceptaba. No me sentía preparada. Quería que fuera poco a poco. Al principio me costó trabajo intimar con un hombre que no fuera mi marido, pues los valores tradicionales con que fui educada no se van tan fácilmente y aceptar estar con otro hombre, además de casado, provocó en mí resistencias mentales, culpas, no estaba del todo convencida; sin embargo, las fui superando y con ayuda de la terapia, como decía antes, sentí como me fui liberando de muchos prejuicios que me impedían tomar decisiones, aunque fueran contra la corriente de mi moral.

La relación con este hombre me hizo renacer. Siempre me he cuidado mucho y ahora más, pues me siento ilusionada nuevamente. No represento la edad que tengo, todos me dicen que parezco como de cincuenta años o menos. Soy de un lugar que se llama Sahuayo, en el estado de Michoacán, en México. Es un lugar que tiene fama de mujeres muy guapas, y la verdad, no soy la excepción. Aunque hay de todo, yo soy blanca, de cabello negro, mido más de uno setenta de estatura, delgada. Lo que más me gusta de mí son mis piernas. Antes casi no las lucía pues a mi ex marido no le gustaba: era muy celoso y no le gustaba que vistiera con faldas cortas o vestidos cortos. (Era muy posesivo, muy macho y yo casi a su total disposición). Ahora lo estoy empezando a hacer, a vestirme de otra manera, eso me decía la terapeuta, que por allí se empezaba. Tal vez quienes me lean, sobre todo jóvenes, crean que una mujer de esta edad ya tiene poco que dar y recibir. Yo misma lo creí así pero qué equivocada estaba. Sin embargo, eso no quiere decir que he dejado de ser recatada y conservadora en ciertas cosas, a pesar de ciertos cambios de mi persona.

Pocas veces me veo con este hombre pero cuando nos vemos disfrutamos mucho en todos sentidos, generalmente salimos de viaje, un par de días o tres y ya, pues él por el trabajo, tiene esa posibilidad. Pero lo más importante que me sucedió como mujer, además de no sentirme sola, es que redescubrí mi sexualidad con él, pues me enseñó a descubrirme y a gozar más libremente, sin tantos prejuicios o sentimientos de culpa. Yo misma nunca imaginé que se fueran a despertar cosas en mí desconocidas.

Para muestra confesaré dos situaciones que viví y más que nada experimenté por primera vez en mi vida. Hace como seis meses, mis hijos propusieron que pasáramos mi cumpleaños en un resort de la Riviera nayarita, pero sugirieron que fuera su padre. Yo lo acepté, pues a final de cuentas es el padre de mis hijos.

Fue una estancia de cuatro noches y cinco días. Mis hijos hicieron las reservaciones, pues además iban con sus esposas e hijos pequeños cada uno. Pero reservaron un cuarto para mi ex y yo. Me incomodó el saberlo, sin embargo, lo acepté, pensando en mis hijos. Fue incómodo volver a estar con mi marido o ex marido, dormir con él, pues tenía muchos recelos todavía. Las primeras tres noches pretendió tener intimidad conmigo pero yo lo rechacé. Se me venían a la mente muchas cosas, resentimiento, recordar cuando me dejó por irse con otra mujer, incomodidad de estar con él después de sentirme atraída por otro hombre, etc. Para este viaje me vestí como recientemente lo venía haciendo, lo que a mi ex le llamó la atención, con faldas cortas y zapatos con tacón y blusas ceñidas, o vestidos pegados, además de que mi ropa interior era diferente a la que él se había acostumbrado a verme. Desde que tengo a mi amante me compro ropa interior sexy y generalmente la uso cuando lo veo, pero en esta ocasión, hasta cierto punto, lo hice al propósito pues sabía que mi ex me iba a ver en algún momento. En cierta forma aparecí irreconocible ante sus ojos. Pero para la cuarta noche, después de la cena y unas copitas de vino y caminando por la playa, hablamos de muchas cosas, recordamos de cuando nos conocimos y enamoramos y el ambiente me relajo. Así que me empezó a seducir para finalmente convencerme. Llegamos al cuarto y como me conoce bien, acepté sus caricias, a pesar de que me prometí que no me tocaría nunca más. Me sedujo como lo sabía hacer. Después de 24 años había toda una historia de intimidad a final de cuentas. Si me preguntan por qué acepté, no sabría decirlo y si me preguntan si disfrute, la respuesta es afirmativa, sí, disfruté estar nuevamente con el hombre del que me había enamorado de joven y que era el padre de mis hijos y que me conocía muy bien en la intimidad. Pero también pensé en mi amante en diferentes momentos. Algo nuevo para mí, pensar en otro hombre pero haciendo el amor con otro.

Cuando terminamos de tener relaciones esa noche, él se sentía orgulloso, pues me había logrado seducir y sobre todo me había hecho caer y disfrutar nuevamente con él, después de mucho tiempo, pues yo supe que me engañaba años antes de la separación y nunca permití que me volviera a tocar. Es decir, llevábamos años sin intimidad. Después de haber tenido relaciones me preguntó si me sentía sola, le dije que no. Preguntó si salía con otro hombre y le dije que sí. Desde ese momento sentí que no le gustó mi respuesta, pues como dije, yo soy una mujer educada de manera muy conservadora y a los hombres no les gusta, así somos las mujeres de esa región. Y los hombres creen que una mujer es solo para ellos y que le guardará luto por siempre. Bueno, después de que le dije que salía con un hombre me preguntó si ya había tenía tenido relaciones con él. Sabía a dónde quería llegar con esas preguntas y aproveché la situación. Era mi gran oportunidad. Le dije que sí, que ya habíamos tenido intimidad. Me preguntó si en la casa, le dije que no, que la primera vez fue en un viaje maravilloso que habíamos hecho al Caribe. Luego me preguntó que qué tal, que como me había ido, yo le respondí que muy bien, luego me preguntó si había disfrutado estar con un hombre diferente a él; y textualmente le dije “disfruté y disfruto mucho con él”. Sentí como le afectaban mis respuestas. Después me preguntó de plano si sexualmente disfrutaba más que con él, después de tantos años de casados, y a pesar de que esa noche me había llevado a un intenso orgasmo, le dije que sí, que disfrutaba más, que me había hecho descubrir cosas inimaginables, que era muy buen amante y que era joven. Le dije la edad y que había redescubierto mi sexualidad y sobre todo el erotismo a estas alturas de mi edad. No le dije que era casado. Sentí que no le gustó, pues se lo dije en una forma coqueta. Luego, con una sonrisa de oreja a oreja, me le acerqué al oído y le dije sin más: “además la tiene más grande que tú”. Me levanté de la cama desnuda para ir al baño y me puse mis tacones al propósito para que viera como me conservaba todavía muy bien y volteando a verlo le dije que cada día me cuidaba más, que estaba haciendo mucho ejercicio y cuidando mi alimentación. Al mirarme de arriba a abajo se centró en la parte media de mi cuerpo y me preguntó que por qué me había afeitado el pubis, si nunca lo había hecho; simplemente le respondí: “porque él me lo pidió y le gusta verme así”. Me sentí como una diosa, era una venganza en el mejor momento y que nunca pasó por mi mente, pero se dio la situación perfecta y la disfruté. Supongo que pensó que, después de que había aceptado tener nuevamente relaciones sexuales y me había hecho gozar, podíamos regresar o tenerme cuando él quisiera, como su amante. Debo decir que vi en sus ojos sorpresa y molestia, sin embargo, disfruté verlo como se retorcía en la misma cama, sin saber más qué decir cuando escuchaba mis palabras.

Terminó el viaje. Mis hijos quedaron muy complacidos de haberme dado ese viaje en mi cumpleaños 58. Regresé a casa. Cuando volví a ver mi amante, me preguntó que cómo me había ido. Le dije que bien. Y como le había dicho que iba mi ex al viaje me preguntó si me había quedado con él y yo le dije que sí, sincerándome en todo momento. A diferencia de mi ex, él no se molestó, agradeció mi sinceridad y creo que hasta le complació, pues le dije lo que le había dicho a mi ex: que salía con un hombre más joven que él, que disfrutaba el sexo y el erotismo y sobre todo que le había dicho que más y mejor que con él. Cuando le conté, sentí que le gustó y lo excitó, por lo que esa vez tuvimos una tarde de sexo increíble. También me preguntó si me había gustado volver a estar con mi ex y le dije que sí, que había disfrutado pero por otras razones. No mentí. No hubo secretos. También, con una risa coqueta de mi parte, le dije que lo había hecho porque ya tenía tiempo que él no me atendía, pues antes de irme de viaje con mis hijos, ya teníamos como un mes de que no nos veíamos Se rio y me dijo que ya no iba a dejar tanto tiempo sin atenderme. Yo no quería que regresara a su casa pero tenía que regresar con su esposa. Ya no dije que él vive en Guadalajara, la ciudad más cercana del lugar donde vivo.

La otra situación que viví fue la siguiente. Asisto a un club a hacer ejercicio. Uno de los instructores me invitó a su despedida de soltero, según él, muy original pues invitó sólo a cuatro mujeres, representante de cada década: 20, 30, 40, 50. A mí me dijo y me invitó porque soy de las pocas que asisten al club de esa edad. Me llamó la atención y acepté. Sólo puso como condición que fuéramos bien arregladas, sexis si era posible y con apertura de mente. Cuando me dijo eso lo dudé, pero finalmente acepté. Qué podría ser, nadie me iba a obligar a nada y si me apetecía lo haría o no lo haría. Se realizó en una casa de campo de un amigo suyo. Se programó de once de la mañana a una de la tarde. Un par de horas solamente. Sólo estarían presentes las cuatro mujeres y él. Este joven tiene como 35 años y estaba a quince días de casarse y después se iba a vivir a Playa del Carmen con su pareja. También por eso acepté, pues ya no lo vería en el club. Sólo diré que es un chico atractivo y que en ocasiones me ayudaba a realizar algunos ejercicios. Me caía bien, respetuoso, hasta un poco tímido. Recuerdo que en una ocasión en que me ayudaba hacer sentadillas con peso, él atrás de mí, yo llevaba unos leggins ajustados y había momentos en que su miembro llegaba a rozar mis nalgas pero no de manera deliberada. Simplemente cada quien lo aceptaba y punto. Creo que ambos lo disfrutábamos por hacerlo discretamente.

La despedida consistía en lo siguiente: En una urna de cristal había 24 papelitos, en donde estaba escrito qué había que hacer o hacerle al futuro casado. Fueron dos tandas, en cada una cada mujer tenía que extraer al azar tres papelitos y escoger uno. Leía cada uno de los tres pero sin decirlo y seleccionaba uno, e inmediatamente se trasladaba uno con el joven a un cuarto y solo cada una de nosotras sabía lo que decía el papelito. El tiempo de estar con él no debía sobrepasar los 15 minutos. Empezó por décadas, así que yo fui la cuarta. Estaba nerviosa. Cuando saqué los tres papelitos los leí, uno decía sexo anal, otro sexo oral y el otro hacer un striptease. Obviamente que escogí este último. El primero ni con mi ex ni con mi amante lo había hecho, nunca lo había permitido, pues además no me llama la atención. Del segundo, pasó por mi mente, pues recordé en el club cuando me ayudaba en los ejercicios y que a veces discretamente le miraba la entre pierna y se veía que estaba bien dotado el joven y como decía, pasó por mi mente llevarme eso a mi boca; pero decidí el tercero. Así que le hice un striptease, nunca lo había hecho en mi vida, traté de ser coqueta y como todos son iguales, lo único que se me ocurrió fue quedar al final desnuda con mis tacones, recordando la mirada de mi ex cuando me vio así. También el instructor quedó sorprendido al verme, como que no lo imaginaba. Me sentía dueña del momento pues me comía con la mirada y no me podía tocar. Yo disfrutaba cómo me miraba, incrédulo, antes de terminar miré el bulto en su entrepierna como crecía. Sentí como lo había excitado. Pues había bailado, me había volteado y agachado para que viera mi trasero, había movido mis caderas de manera sexy, etc.

En la segunda tanda me tocó lo siguiente: sexo en posición de “a cuatro”, masturbación con un vibrador y sexo en posición de “vaquerita”. Escogí la segunda, sabía de esos artefactos pero nunca los había usado. En una ocasión mi amante me preguntó, pero yo le dije que nunca los había usado. Así que, cuando llegamos al cuarto el chico sacó un vibrador y me pidió que me acostara boca arriba y entonces empezó a masturbarme con el vibrador. Me preguntó si sabía del punto G, le dije que había oído hablar de él pero que no sabía si era verdad. Pues descubrió con el vibrador mi punto G y me hizo gozar muchísimo, creo que hasta grité, algo nuevo para mí.

Así terminó la sesión de las tandas. La última actividad era estar cinco minutos con él a solas y aceptar sus propuestas. Ahora yo fui la primera: casi inmediatamente me dijo que cuando me miraba en leggins en el club se imaginaba mis nalgas carnosas y mis caderas anchas, así que me pidió que me pusiera en cuatro. Acepté, me subió la falda, me hizo a un lado mi tanga, se puso el preservativo (pues esa era otra condición), me miró como me veía en cuatro y me empezó a penetrar suavemente. El preservativo tenía lubricador por lo que no me dolió la penetración. En esta posición no disfruté mucho pero me gustó sentir la potencia, el tamaño y el grosor de su miembro, pues confirmé lo que me imaginaba. Tenía un miembro enorme, más grande que el de mi ex marido y el de mi amante, y sobre todo muy erecto. Yo le hice algunos movimientos en círculo para lograr la eyaculación, la cual lo logró. Para terminar me dijo que nunca se hubiera imaginado una mujer tan seria y recatada como yo haciendo todo eso.

Regresé a casa, me duche y comí. Estaba exhausta, con mucha hambre. Me sentía rara, pero en el fondo me había gustado la experiencia. Me dormí. Me despertó el teléfono. Era mi amante. Me preguntó que como estaba. Le dije que bien. Quedamos de vernos la siguiente semana. Solo me preguntaba si estaría dispuesta a contarle lo que había experimentado, y si era así, en qué momento, pues teníamos programado un viaje de un par de días la próxima semana.

(continuara)

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