Olga nunca pensaba que esa conversación que había tenido lugar en el restaurante la dejara tan descompuesta, sabía que había arriesgado pero todo tiene un precio y tal vez en una primer momento dejándose llevar por su impulso no supo ver sus consecuencias. Estaba en flagrante contradicción consigo misma, quería volver a casa y acostarse con William tras ese encuentro, como venían haciendo habitualmente; pero él se había empeñado en que debía pasar y dar la cara antes de que la cosa pasara a mayores.
–Tienes que dejarte ver –dijo–. Hay que crear una solución ya que no está en mi mano el poder salir del embrollo.
Olga cedió reticente bajo esta advertencia, temía por la situación en que se encontraba.
–No podré soportarlo, tener que relacionarme con ese tipo de gente –repetía sin cesar, casi llorando.
Su temor, su impaciencia angustiosa se hicieron históricos. Y pensar que todo esto es debido a ese despreciable mono asqueroso oportunista, se dijo con rabia.
El Santos había hecho de sí mismo un notable especulador y explotador de negocios donde le gustaba tener todo bajo control, dotado de astucia y lleno de esa arrogancia que están dotados los que no poseen esa instrucción empresarial, hecho a sí mismo mediante argucias y colaboración de sus adeptos soplones seguidores fieles a su patrón sabedores de alguna remuneración ya no económica sino moral como una simple palmada en la espalda. Y en ese retrato del personaje se encontraba Olga, de pie, ante él el cual permanecía sentado en su butaca, en señal de sometimiento moral para causar esa sensación de superioridad.
–Y bueno, ¿qué explicación me vas a dar? –Pregunto él.
–Reconozco mi equivocación… intenta comprenderme.
–Tenía depositada mi confianza contigo, me has defraudado, llegaste con veinte y pocos años, han pasado diez años, y cuando me pensaba que te habías ganado mi respeto me defraudas. Te alquilé unos locales, los cuales según me han informado los estás subarrendando a otra gente.
–Yo no quería… no era mi… me motivo mis ganas de salir adelante, los impuestos, los bancos… las cosas no…
–Y tus ganas de vivir por encima de tus posibilidades: las fiestas, vestidos, para lucir ese tipo tuyo, incluso me han dicho que te has operado esas putas tetas, te gusta lucir ese tipito de gacela, y ha llegado a mis oídos que te codeas con los guaperas del tres al cuarto; te das aires de gran diva siendo una simple y modesta pelantrusca.
–Si ha sido ese moreno y vulgar sujeto el que le ha informado. –Respondió ella.
–Veo que de desprecias a Mozambo.
–¡No! Yo no he dicho tal cosa, solo es que a todas horas me vigilaba, esas miradas…
–De momento iras de vuelta de donde viniste, te subiremos a un avión, lo que está por cuestionar es el incentivo que tendrás que asumir –dijo él en tono intimidatorio.
–Se lo ruego, por favor –dijo ella mirando al techo y lloriqueando.
A continuación el Santos se levantó y cerró la puerta con un portazo para dirigirse a otra habitación donde se encontraba su hombre de confianza y Mozambo, este último apodado “El simio” dado su aspecto físico –negro, achaparrado con chepa, su cara se asemejaba más a un animal, de poca estatura le daba el aspecto de dicho sobrenombre– el cual ejercía de confidente con una diligencia admirable.
–Nuestro amigo ha hecho un buen trabajo –dijo, dirigiéndose a su asistente.
–Sí, la verdad es que vale mucho patrón, es uno de nuestros mejores colaboradores.
–Así es él, capaz de cualquier cosa para los amigos –dijo él.
–Yo solo he cumplido con mi obligación –contesto Mozambo.
–Pero tendrás tu recompensa –dijo el Santo–. Por cierto, la del otro día me dijeron que te portaste como un jabato –dijo al mismo tiempo que miraba a su ayudante.
–No vea patrón, parecía una máquina, incluso le da igual que lo miren en plena jodienda, hay que ver tan pequeño y el cipote que me gasta –contesto el ayudante riendo jocosamente.
–Ese es mi Mozambo –dijo el Santo –. La cuestión es que represalia voy a expulsar a la chica del país, aunque sería una lástima no gozarla antes de que se vaya –dijo el Santos a su ayudante.
–Sin duda –dijo el ayudante-. Una buena monta le ayudara a sobrellevar el viaje.
–Mucho a mi entender –dijo el Santos.
–He ahí que volvemos a la bestia –se volvió hacía Mozambo–. Podrás lanzarte a la caza y satisfacer todos tus apetitos. Incluso nos daremos el gusto de verte en plena acción, lo vales Mozambo. En principio toda la hembra tuya y, si después no queda satisfecha, con el asistente la podéis usar por turnos.
El mecanismo se había puesto en marcha, la suerte estaba echada, solo faltaba ejecutar el procedimiento. Mozambo “el simio “ iba con sus piernas arqueadas tras la comitiva en el departamento que se encontraba Olga. Radiante de orgullo, quería demostrar su valía ante ellos. Unas semanas antes ya lo había demostrado ante el subordinado del patrón al haberle sido gratificado con una invitación a un trío junto a tal. Copulo con contundencia en sus turnos demostrando su vigorosidad, como si sospesando su aspecto físico con sus dotes fornicadoras la balanza se decantara por estos últimos, dándole esa seguridad varonil. En cuanto entraron la Olga estaba aún de pie, atemorizada, su vestido estampado en motivos veraniegos y el ligero perfume resultaba algo improcedente para la ocasión.
–¿Qué quiere que hagamos con ella patrón? –dijo acercándose directamente a ella al mismo tiempo que la cogía del pelo.
–Abra que ver ese género, eh Mozambo… es toda tuya –contesto Santos.
Mozambo sin pensárselo se despojó de sus pantalones y ya su pene estaba erecto como el mástil de un barco, descomunal y listo para usar. En un avance frontal hacía ella tiro de su vestido dejándola desnuda en un abrir y cerrar de ojos. Entonces ella quedo ante Mozambo de pie, le sacaba ventaja en estatura de una cabeza, tras lo cual él la agarro de su nuca e hizo que agachara hasta la altura de su cara y mirarla con ojos voraces. Fui su primer acto intimidatorio, en señal de dominio. A continuación le bajo más la cabeza y le introdujo el cipote en su boca, se lo hizo tragar hasta la campanilla. El rostro de Mozambo –al mismo tiempo que con la mano en la nuca de Olga le marcaba el ritmo presionando para que embuchara toda su polla– mostraba furia. Olga tenía las mejillas hinchadas, su cara roja, ojos llorosos. Un adelante atrás continua, literalmente le estaba follando la boca con vigor, la escena era impactante, ella arrodillada y Mozambo llevando la batuta, subyugada. Cuando de repente Mozambo se apartó, o ella respiraba pesadamente, su respiración se había recobrado, pero Mozambo no dio tregua, la coloco en su pino prono y le abrió las piernas en posición de V, abierta, para montarla, clavándole un estoque rápido y profundo. Empezó un mete-saca rápido, como si de un conejo se tratara, paso a movimientos circulares como las aspas de un ventilador se tratara. Sus movimientos se hicieron vibrantes, sus bombeos eran repetidos y prolongados en poco espacio de tiempo; sacó su pene, se incorporó una vez más sobre la boca de ella y en una explosión gutural de su boca emitió un rugido al mismo tiempo que de su glande salía lava blanca de esperma la cual era depositada en la boca de Olga, la cual le salían hilillos de semen por sus comisuras. Mozambo quedo distendido y su cuerpo entro en ese estado de reposo dejándose caer en el suelo. En el transcurso que paso entre la realización de Mozambo y la reacción de Santos y su ayudante pasaron algunos minutos. Ella estaba semi incorporada escupiendo semen; por su parte Mozambo se sentía satisfecho de sí mismo.
–Vaya exhibición, ¿quién lo hubiera dicho?
–Se lo dije patrón, hay que verlo para creerlo
–¿Qué más queréis? –dijo ella.
–Ya no se te ve tan altanera como antes, quizá mi ayudante quiera…
–Encantado patrón, sería un honor liquidar el asunto.
–¿Algún deseo?
–Sí patrón, sería un honor rematarla en enculada.
–Toda tuya –al mismo tiempo que el ayudante se despojaba de su indumentaria– úsala a tu antojo, ¿cómo la quieres?
–En posición de perrito me gusta.
–Ya lo sabes Olga, ponte a cuatro patas que te van a barrenar el orto.
–¡Por dios, no…! –dijo ella.
Condicionada por las circunstancias nuestra Olga vio que su mejor opción era claudicar y se doblego a las exigencias, siendo consciente que era lo más conveniente para ella. Acto seguido, cipote en mano –previo escupitajo en su glande– empezó el intento de perforar la zona anal.
–Pareces un semental montando una yegua –dijo socarrón Santos.
–Yiiiiá mula –exclamo el ayudante al mismo tiempo que daba embestidas si piedad.
La taladraba con fuerza, sus testículos rebotaban en las nalgas de ella, emitía bufidos de jinete de monta; por parte ella aguantaba el lance como podía, con voz de rabia volvía a su “yiiiija mula, no tardando en mostrar signos de descarga dando profundidad a sus tacadas anales y con unos golpes de pelvis eléctricos descargo en el interior de la gruta apreciándose su gran descarga por los restos que salían de la vagina de ella goteando en la moqueta, para después quedar inmóvil total emitiendo soplidos de satisfacción evacuadora. Calma aparente lleno la habitación, ella había recibido su correspondiente correctivo. Santos, con ella en suelo rendida se le acerco, abrió su bragueta con parsimonia y mirada de satisfacción hacía ella empezó una generosa meada, zigzagueando con su pene para una mejor uniforme meada, procurando que todas las partes de su cuerpo quedaran humedecidas de orina. Tal cual, emulando a su patrón, Mozambo y el ayudante emularon dicho protocolo dejándola empapada.
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EPILOGO
Olga estaba relajada, hacía unas semanas estaba instalada en su país natal, había encontrado un trabajo de camarera poco retribuido, pero ya vendrían tiempos mejores. Al llegar a su pequeño apartamento alquilado la portera le dio una carta. Se sintió sorprendida, apresurada abrió el sobre:
Debido a las incidencias acontecidas y provocadas por usted se ha tenido que restituir una moqueta persa (Hosseinabad 105×161 cm única anudada a mano) por el valor efectivo de 3584 euros sin IVA. En vista de su agravio acontecido agradecería fueran abonado dicho importe en el plazo de una semana.
Reciba un cordial saludo del Señor Santos.