Me sequé la cara de mi propia saliva mientras Brunela la secaba de sus pies. Usaba unos pañuelos que sacó de su bolso. De calzó y volvió a la parte trasera del taxi.
—Disculpa por las uñas, no esperaba que hoy mis pies tuvieran visita.
Notaba su ironía, su risa, sus ganas de humillarme, así que no respondí. Me quedé sentado en silencio, reflexionando sobre lo que acababa de hacer, pero otra vez a humillarme:
—Te recuerdo que ya no te debo dinero, así te he pagado eh. Y has mejorado… ¡Muy bien! Has dejado las zonas sucias para el final. Me pregunto si vas a querer más… aunque claro, ya no te tengo que dar dinero del taxi, así que deberías pagarme.
—So… solo tengo… 50 soles.
—Mmm… déjalo, no me vale la pena.
—100.
— No, tranquilo, otro día se…
—200 y es lo que conseguí hoy… por favor —le dije cortando la frase, desesperado.
—Eso ya suena mejor. Así que vamos a mi casa.
Cuando entramos a su casa yo estaba asombrado, era una mansión. Me ordenó pasar, llenar un cubo con agua tibia, traer toalla y jabón e ir al salón. Yo me sentía humillado por todo: acaba de lamer los pies a mi ex, me estaba usando de esclavo en su casa de lujo y yo lo estaba deseando. Había tocado fondo.
Ella estaba en su sofá y yo llegué con todo. Me arrodillé y empecé mi faena. Ella puso su otro pie sobre mí cabeza mientras yo frotaba sus dedos con los míos. Cuando quedaron limpios, me quedé en mi sitio y ella seguía en su móvil, ignorándome.
Hasta que por fin…
—Recuerdo cómo terminamos. Me dijiste de todo— dijo mientras acercaba su pie derecho a mi mano—masajea.
—Sí.
—Recuerdo lo mal que me hiciste sentir. Fuiste mala persona conmigo. Lo que pase hoy es justicia—y su talón izquierdo fue a mi boca. Su suavidad hacia que lamiera más rápido y cuando puso sus dedos metió el pulgar en mi boca y lo movió dentro— la verdad es que verte así me hace sentir bien.
Yo seguía con la boca ocupada y veo que se acerca y con una puntería endiablada me escupe en la frente.
Por fin sacó su dedo y pude hablar.
— Yo no quise acabar mal solo que…
—Cállate y sigue lamiendo.
La humillación era extrema. Me centré en sus dedos que se movían disfrutando mi lengua. Iba de ahí a la planta y ahí ella aprovechaba para pegarme suave, con superioridad.
Estuve cerca de media hora y cuando notó mi lengua seca me volvió a hablar.
—Bebe agua del cubo.
Estaba sucia por sus pies y al verme dudar me metió la cara al agua y me dejó ahí un buen rato. Tuve control, bebí agua sumisamente, y me sacó con su pie.
—Vas a ser mi juguete esta noche —se quitó pantalón y bragas y se acomodó para que lamiera su culo.
Yo me acerqué y acomodé mi cara entre sus nalgas, de tal forma que mi nariz masajeaba su ano y mi boca llegaba a su vagina.
—Poco a poco. Da besos suaves, como se los dabas a aquella perra por la que me dejaste —su tono era de placer por verme así— sin saliva, no uses saliva todavía. Y haz que suenen esos besos.
Hice casi y daba besos donde alcanzaba mi boca, hacía que sonaran mucho. Cuando sentí su movimiento y una bofetada.
—Mueve la nariz, quiero que sea completo.