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Embriagado de amor por mamá
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Mi madre tuvo una reunión con sus amigas de juventud. Era bueno que saliera luego de la muerte de mi padre. La recogí, la encontré un poco tomada y abrazados la ayudé a entrar a la casa. Llevaba un vestido sencillo de una sola pieza que hacía juego con sus ojos color caramelo.

Mi mamá no es gorda, pero es llenita por sus 50 años y de caderas anchas y tetas grandes. Cogí su cadera y la vi como la mujer que es.

– Hijo, ¡qué bueno que te hayas acordado de tu vieja madre! ¡Ya que estás enamorado, ji, ji, ji

– ¡Mamá! Sí, estoy saliendo con Mirella, pero siempre estoy pendiente de ti.

Mi madre seguía molestándome, dirigiéndome indirectas por lo de mi enamorada. Por un tiempo creí que estaba celosa con Mirella.

Cargué a mi madre que se tambaleaba. A pesar del alcohol, el aroma que emanaba de su piel era delicioso. Acercó su boca a la mía y luego se detuvo. Por un momento creí que me quería besar.

Al llegar a casa acosté a mi madre en el sillón y empezamos a conversar hasta que se quedó dormida sobre mis piernas. Se veía tan dulce y frágil. Con su piel tersa y suave, sus caderas anchas, sus tetas grandes, su piel clara, sus ojos caramelo, su cabello castaño largo, sus lentes redondos y su cara redonda.

Acaricié su cabello y su rostro suave. Mi madre hacía dulces gemidos, bajé mi mano por dentro de su vestido, abriendo los botones, pasando mi mano por la naciente de sus tetas, un botón más y se abre su falda, paso mi mano por sus piernas tersas. Estoy caliente y con una erección. Mi instinto me gana y no lo piensa, abro ligeramente la boca de mi madre y la llevo hasta mi pene, se siente tan bien su aliento caliente. Rápidamente reaccioné y dejé a mi madre. La acosté en su cuarto y me fui al mío. Me masturbé pensando en mi madre hasta quedarme dormido.

A la mañana siguiente mi madre se levantó con resaca, la ayudé a llegar al baño. Le sostuve el cabello mientras vomitaba en el wáter. Se ensució su ropa y la ayudé a quitársela, sin pensar. La lavé tiernamente. Una erección empezó a formarse. Me coloqué detrás de ella para cepillarle los dientes. Mi pene estaba sobre su espalda y me quería retirar pronto.

La llevé a su cuarto y la acosté. Le llevé un vaso con agua y el desayuno. A las horas mi madre estaba dormida boca abajo, las bragas resaltaban su culo grande y oía gemidos de mi madre que estaba en un sueño erótico y sus bragas se transparentaban un poco porque estaban húmedas. Mis hormonas de 18 años estaban a tope. Puse las bragas a un lado, olí su coño que olía a gloria y lo empecé a lamer de a lados y en círculos. La cogí de las nalgas y levantándola le bajé las bragas, olí el perfume de su piel, besé sus nalgas mientras mis dedos se deslizaban por su raja.

Mi madre gemía creyendo que era parte del sueño al despertarse y mirarme para decirme:

– ¿Qué? ¿Qué estás haciendo? –mientras seguía gimiendo.

No me resistí más, le clavé mi pene y empecé las arremetidas. Mis manos se aferraban a su culo, levantándolo. Mis arremetidas eran brutales. Mi madre decía que parara, pero seguía gimiendo. Por lo que seguí bombeando en la improvisada posición del perrito. Cuando sentí que me iba a correr terminé sobre su espalda, manchando su camisón.

Mi madre estaba agitada. No podía creer lo que había hecho. Lo que no sabía era que solo sería el comienzo. Mi morbo era que se convirtiera en una adicta de mi polla.

De nuevo continué con otra arremetida. La puse boca arriba y le abrí las piernas sosteniéndola de los tobillos. El fuego de sus ojos por la pasión indicaba que le gustaba.

– Mami, te amo tanto. Quiero que seas feliz, quiero hacerte feliz. ¿Te gusta mi polla?

– Sí… ahhh… ess más grande que la de tu padre… ahhhh… ¡Qué buena polla! ¡Dame más hijo! ¡Dame más!

– Mamita linda, quiero terminar en tu cara.

– No está bien hijo, pero te amo tanto… Mami es tuya para que hagas lo que quieras con ella.

Le di unas arremetidas más. Cuando sentí que me iba a correr me puse frente a ella y le pedí que me masturbara mientras le sobaba el clítoris. Me corrí en su cara. Mi mamá saboreaba el semen. Pero quería que ella también se corra. Me fui a su coño lamiendo y sobando su coño. Mi madre bufaba y resoplaba hasta que su respiración se normalizó.

Al cabo de una hora me levanté y llené la tina con agua caliente. Dejé descansar a mi madre. La llevé a la tina somnolienta y desorientada. Le quité el sudor poniéndola en cuatro. Mientras la penetraba echaba champú y sobaba su cabello, jalándolo para quitarle el champú.

Esta pasión se repitió por toda la semana. Con el paso de los días mi mamá se apuraba en llegar a casa rápido, apenas cerraba la puerta la desnudaba y comía de sus tetas arrinconándola contra la pared. Nos morreábamos en un pasional beso mientras con una mano le metía dos dedos en el coño y luego le clavaba mi pene en continuos mete-saca vertical hasta que me corría. Al salir las piernas de mi madre temblaban y no soportaban su peso, cayendo en cuclillas, saliendo el resto de semen de su coño.

– Mami es toda tuya para que hagas lo que quieras con ella.

Yo sonreí y supe que había logrado mi cometido y desde allí a ambos nos esperaba una nueva vida pasional.

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