Después de hacerme participe de sus últimas fechorías, Félix me miró con cara de pícaro. Pero, al mismo tiempo, su semblante reflejaba cierta inquietud; como si quisiera seguir hablándome de algo que le parecía muy delicado.
– ¡Espero que no me juzgues!, ¡eh!…
Continué callado, y seguí escuchándole.
Pero, la verdad, es que no podía ocultar mi excitación…
Este cabrón, al que tanto quiero, me acababa de confesar que se trajina al más pequeño de sus hijos desde hace tiempo.
– No te escandalices, ¡joder! Te aseguro que lo llevamos muy bien…
… le va el rollo, a tope.
– ¡No!, si no me escandalizo. Pero, tu no dejas de mirarme la entrepierna desde hace rato. Y ¡ya ves!…
– ¡Jajaja!
– ¡No te rías! ¡cabronazo!…
Y, ¡sí!… me gustaría que conocierais a Quique, ¡la verdad!
Es algo, extraordinario…
… y muy calladito; como a mí me gustan.
Habitualmente, risueño, estatura media, castaño claro, con los ojos color miel, pinta de machote, cara de bonachón y un culazo tremendo.
¡Pfffff!, como me pone el cabrón, cuando viene a buscar a su padre.
– ¡Anda!, ¡vamos para adentro!, que nos van a llamar la atención.
Ya pasaban, más de diez minutos, desde que se terminó la hora del bocadillo; y volvimos al almacén para seguir atendiendo los pedidos de la mañana.
Y, mientras servíamos los dos últimos, me di cuenta de que Félix tramaba algo; e intuí, que quizá me hubiera pescado en algún momento mirando a Quique más de la cuenta, cuando va a buscarle al bar en el que suele pasar las tardes jugando al dominó y charlando con los amigos.
Pero, antes de terminar…
– ¡Me gustaría que fuéramos a buscar a Quique!, dijo de sopetón…
… mi mujer se ha ido con Olga, de compras; y me ha dicho que no llegarán antes de las 21:00… ¡Por lo menos!…
– ¿Que?
Contesté sin terminar de entender lo que quería decirme.
– ¡Me acaba de llamar!
Y le miré interrogante
– ¿Y?
– ¡Quique, estará en el gimnasio! Hoy no tenía clase…
… y, he pensado que podríamos comer con él.
– Pero, ¿ahora?… ¿a la salida?
– ¡Si!, claro…
– ¡Pues!… por mí, ¡genial! Estoy harto de comer solo.
– Entonces, voy a llamarle, ¿Ok?
– ¡Ok!
A las 15:00 terminaba nuestro turno. Y, después de ducharnos, cogimos el jeep de Félix y enfilamos la autopista de Andalucía.
A las 15:50, ya estábamos esperando a Quique en el parking del Gimnasio.
Cuando apareció, sentí como se alegraba mi entrepierna…
Llegaba sonriendo y con el pelo húmedo; y unos pantaloncitos cortos, de algodón, que le marcaban maravillosamente
Estaba muy sexy…
– ¿Dónde vamos?…
… ¡tengo hambre!
– ¿Hay algún lugar que te guste, que nos pille cerca, hijo?
– ¿Parque Sur?…
– ¡Vale!…
… ¡Parque Sur!
Como era lunes, no había mucha gente para comer; y hubiéramos encontrado sitio en cualquiera de los establecimientos en los que se puede comer, a pesar de la hora… pero, “Flunch” nos pareció bien. Y después de coger nuestro carrito, con todo lo necesario, nos acercamos al mostrador a pedir paella, para los tres…
… y bacalao con tomate para Félix y para mí; Quique ya había cogido una ensalada, y con eso y la paella, tenía suficiente.
Pero, ¡qué raro! Félix no paraba de hablar.
Demasiado charlatán, diría yo…
… y, todo para convencernos de que, mejor café, que el que yo hago, en ningún sitio.
– ¿Te importa que tomemos el café en casa de Pepe, hijo?
Yo me quedé completamente alucinado… ¡de verdad! Despistáo del todo.
– ¡Espero que a ti tampoco te importe! dijo mirándome.
– ¡Será un placer!, Félix… ¡ya lo sabes!…
… ¿te gusta el café, Quique?
– ¡Bueno!, en casa no suele tomarlo…
… pero seguro que hoy le apetece alguno, ¿verdad, hijo? Y, si quieres tomarte algo más… ¡lo que tú quieras!, ¡eh! Que ya eres mayor de edad.
– ¿Has visto?, dijo Quique, con una sonrisa en la boca y guiñándome un ojo…
– ¡Sí!, ¡sí!… ¡ya, veo!…
… ¡como es tu padre!, ¡eh!…
Así que, cuando terminamos de comer, nos acercamos a casa, a tomar café.
Y como el ascensor estaba estropeado, tuvimos que subir por las escaleras…
Yo, ya estaba muy excitado desde que apareció Quique. Pero, mientras las subíamos, no podía dejar de mirar ese culo. Esos pantaloncitos eran tremendos.
Y yo, que subía detrás de él… ¡imaginaos!
No podía más; la polla me iba a reventar…
… ¡por culpa de ese pantaloncito!, si… que se le pegaba al culo, ¡de una forma!…
– ¡Bfffff!…
Nada más entrar en mi casa, Félix se acopló en un butacón, que tengo junto a la puerta de salida a la terraza; y tal y como le vi, tuve la impresión de que, incluso, podía quedarse dormido.
Por lo que, enseguida, entré en la cocina a preparar los cafés.
Y, cuando me asomé a la puerta, para preguntarle a Quique, si prefería alguna otra cosa, lo pillé haciéndose un canuto, sentado sobre uno de los brazos de la butaca en la que estaba sentado su padre.
– ¿Si tiene té de rooibos?, Pepe… ¡eso, es lo mío!…
– ¡Si!, pero mezclado con vainilla… ¿te vale?
– ¡Perfecto!…
Y cuando terminé de prepararlo todo, dejé la bandeja de los cafés y el té de Quique, sobre una mesita de latón, maravillosamente trabajada, que compramos en Estambul, mi mujer y yo; hace ya, casi veinte años.
En nuestra luna de miel.
Félix, me miraba con curiosidad, mientras le explicaba a Quique como usar la tacita en la que le había preparado el té; y se reía de mi…
– ¡Tranqui, Pepillo!, que el nene tiene una de esas en casa.
– ¡No le haga caso!, Pepe. Y… ¡muchas gracias!
Le pasó el canuto a su padre; y se levantó…
… cogió su taza, y empezó a mirar mis discos de Jazz.
¡Qué estampa!…
¡Cómo me gusta mirarle!
Sentí que Félix me tocaba en el brazo. Y, al mirar, para ver lo que quería, me encontré con el canuto en las narices; y ya estaba casi matáo.
Así que, levanté la mirada, con cierta sorna…
– ¡Joooder!… pues, ¡toma, coño!, ¡hazte, tu otro!; y se levantó de la butaca, para mirar lo que estaba haciendo Quique.
Entonces, me senté en el sofá, a liarme uno; y, de repente, empecé a escuchar Chelsea Bridge…
Quique había dejado caer la aguja sobre un maravilloso disco de Gerry Mulligan. Y el salón se inundó con la maravillosa melodía, de Chelsea Bridge. Creando un ambiente, que quizá fuera el idóneo, para lo que seguiría…
Me quedé embelesado, escuchando ese saxo, y viendo como Félix abrazaba tiernamente a su hijo; y le acariciaba el pecho, con la mano metida bajo la camiseta.
El chico se había encogido entre sus brazos; y reflejaba el placer de quien se siente muy excitado… y libre de temor.
– ¡Como me pones!, hijo…
– ¡Papáaaa!…
Me llevé el canuto a los labios y aspiré con fuerza; estaba empezando a notar la subida de temperatura.
Luego, le cogió de la mano, y se acercaron…
– ¿Has visto que guapo?, Pepillo.
Cogió esa preciosa cara de machote; y empezó a morderle los labios con muchísima delicadeza…
Y yo, que no dejaba de mirarles, terriblemente excitado; porque, esas manos, que bajaban lentas pero decididas, recorrían la espalda de Quique, con la intención de apoderarse de su culo, para disfrutarlo a conciencia, lo cogí de la cintura y lo senté entre mis piernas. Empecé a besarle en el cuello y a chuparle las orejas con vehemencia; y, mientras, su padre le quitaba los pantalones, aproveché para llevar mis manos a su entrepierna y palpar sus atributos, con absoluta desvergüenza. Y luego, con la ayuda de su padre, le coloqué tumbado sobre mis rodillas, a lo largo del sofá.
– Te gusta mi Quique, ¿verdad?
En ese momento, no podía decir nada; así que, solo asentí con la mirada.
Pero, inconscientemente se me escapó una bocanada de aire; y aproveché para contestarle
– ¡Mucho!
¡Qué sensación tan intensa!… ¡que arrebato de golferío!
O, eso sentí yo, en ese momento; porque, enseguida me encontré con una preciosa polla, semierecta, ante mis ojos, ofreciéndoseme para que pudiera comérmela a mis anchas.
– ¡Vamos, Pepillo!… ¡anímate!… que a Quique le encanta.
Olisqueé, profundamente, toda la zona; y ebrio de excitación, le levanté las piernas, para percibir su olor debajo de los huevos…
También, le metí la nariz en la raja del culo…
… y después de respirar con fuerza unos segundos, le di lengua en el ojete; hasta que decidí recorrerla, arrastrándola, de arriba a abajo
Después, con los ojos cerrados, le comí la polla; y me perdí en mi tremenda excitación…
Luego, cuando levanté la cabeza, para ver lo que hacía Félix.
Vi como el chico se comía la polla de su padre, con glotonería; mientras él jugaba con sus tetillas y le acariciaba la cara, lleno de ternura.
¡Qué relación tan excitante!, ¡joder!…
Se había colocado, de tal forma, que Quique podía comerle la polla cómodamente.
Pero yo; que necesitaba mucho más…
… me desnudé, y fui al cuarto de baño; a por crema hidratante, aceite corporal, o lo que pillara, que me sirviera de lubricante, claro.
Y volví al salón, frotándome la polla, y con la clara intención de follárme a Quique, sin más preámbulos.
Félix me vio llegar con la polla embadurnada de crema hidratante; y levantó las cejas con una amplia sonrisa.
– ¡Que golfo, eres!, Pepillo…
Me subí en el sofá, para meterme entre las piernas de Quique; de las que ya se estaba encargando su padre, manteniéndolas en alto… y le puse crema, hasta en los huevos.
Luego me centré en el ojete; y empecé a meterle los dedos hasta el fondo… jugando con ellos. Era evidente que el chico no era nuevo en estas lides; y cuando estuvo a punto, se la enchufe de un solo golpe, la empujé hasta el fondo; y apoyándome en sus muslos, me coloqué sobre él y empecé a pegarle zambombazos…
¡Que gozada!
Félix, movía sus piernas, a ritmo; y se reía, animándome.
– ¡Dale!, Pepillo… ¡dale fuerte!, ¡coño!… que pareces un viejo, ¡joder!
Sin embargo, yo sabía lo que le iba a gustar a Quique; y procuraba que entrara hasta el fondo, y con rebote.
Estaba dispuesto a dejarle loco de contento… ¡por supuesto!…
Porque, ¡me encanta!, Quique…
Me vuelve loco… ¡el cabrón!… y me lo voy a follar siempre que pueda. En cuanto lo pille descuidáo…
Así estuvimos bastante tiempo, no miré el reloj. Y su padre, tampoco se quedó corto dándole candela…
Él estaba encantado con nosotros, se le veía feliz; y dejó que le habláramos de todo lo que quisimos, mientras merendábamos.
– Ha sido una tarde de locura, ¿verdad?, dijo Félix…
… y los tres asentimos.
– ¡De puta madre!, dijo Quique
– Te hemos hecho de todo, ¡eh!, ¡mi vida!…
… y lo hemos pasado en grande, ¿no crees?, me dijo a mí…
– ¡Está claro!… con lo rico que está tu hijo…
Y miré a Quique, de arriba a bajo
– ¿Tu, te lo pasas bien?… ¿a ti, te gusta?
El chaval, miró al suelo; y se puso colorado…
– ¡De puta madre!, Pepe…
… ¡me encanta!
Jamás se me ocurrió, que pudiera ponerse colorado.
Es maravilloso; y tan tragón…
De repente, Félix se dio cuenta de la hora que era…
– ¡Joder!, ya son las 20:25… ¡cago en la!
Rápidamente se duchó y se vistió…
– ¡Lo siento, chicos! Pero, tu madre llega a las 21:00, a casa; y quiero que me pille viendo la tele, le dijo a Quique
– ¡Vale, luego voy yo!…
… pero, no sé a qué hora llegaré, ¡eh!…
– ¡Escucha, Félix! El chico y yo, vamos a seguir a lo nuestro, ¿no?
Y miré a Quique
– ¡Por mí!, si… dijo Quique
– Lo estamos pasando bien… ¿no?…
– Yo, ¡de puta madre!… volvió a decir Quique
– ¡Así que!… ¡es mejor que se quede aquí a cenar!… ¡y ya!…
… que se vaya cuando quiera, ¿no?…
– ¡Está bien! Pero no llegues muy tarde, ¡eh! Quique.
– ¡No!, ¡claro!… no tardo mucho, ¡de verdad!
Y, por supuesto, que Quique y yo, continuamos follando…
… ahora, por ejemplo, le tengo apoyado sobre la mesa del salón, con las piernas abiertas y el culo levantado; aguantándome el rabo, mientras balanceo mi pelvis lentamente, de atrás hacia adelante, y bien agarradito, con mis brazos rodeando su cintura, mientras le susurro al oído cuales son mis planes para esta noche.