A los 18 años todavía eres una niña ingenua dispuesta a creerte lo que quieran que te creas, todavía sin experiencia alguna pueden moldearte a su antojo si te dejas, este relato cuenta precisamente cuando un profesor mío terminó follando conmigo.
Hace tiempo empecé a escribir relatos para vosotros, hace tiempo que os cuento mis fantasías más ocultas, hace tiempo que empecé a desnudar algunos de mis recuerdos más personales y este relato es un ejemplo de ellos, este relato compuesto de dos capítulos es una historia real que salvo mi gran amiga Sofía nadie más conoce hasta ahora, es un relato que lo cuento tal y como ocurrió aunque me tenéis que perdonar algún que otro adorno.
Quizás fue, no, seguro que fue el principio de nuestra vida sexual, había dejado de ser virgen hacía poco tiempo y el sexo no estaba entre una de mis prioridades, todavía mejor dicho, porque hasta aquel día el germen del sexo no había florecido en mí, aquel día lo cambió todo, aquellos días marcaron mi camino desde entonces en cuanto a las relaciones, fue algo que me ocurrió hace mucho tiempo, un verano con 18 años recién cumplidos.
En aquella época como cualquier chica de mi edad, yo era todavía una niña con muchos sueños en mi cabeza, había algo que me absorbía todo el tiempo, en septiembre empezaría la universidad, atrás quedaba el bachillerato donde dejaba amigos e incluso profesores con los que había mantenido una muy buena relación y aquel día casi todo desaparecería de mi vida, aquel día dejaba de ser una niña para convertirme en mujer.
Un verano por delante junto con mis amigas que aparte de hablar de lo que haríamos en la universidad, solo nos íbamos a preocupar de pasárnoslo bien, tostarnos en la playa con el sol de la mañana y salir de fiesta con nuestros novios por la tarde y cuando me refiero a las amigas casi me podría referir solo a Sofía en lo tocante a tomar el sol en la playa.
A primeros de julio el pueblo donde veraneábamos con mis padres se llenaba de turistas venidos de todas partes, Sofía y yo solíamos quedar a primera hora en la playa y quedábamos toda la mañana tomando el sol, cuál fue nuestra sorpresa que un día justo a nuestro lado se sentó nuestro profesor de biología en el bachillerato junto a su familia, Joan era un hombre bastante guapo y con buen cuerpo aparte de simpático, estuvimos todas las chicas enamoradas platónicamente de él durante los dos años de bachillerato, sabíamos que tenía mujer y todas soñábamos y fantaseábamos con ser ella.
Nada más vernos empezamos hablar, bromeaba con nosotras y nos daba consejos para la universidad, al día siguiente a la misma hora le volvimos a ver y al día siguiente y al siguiente, así toda una semana, siempre venía con su mujer hasta que un día dejo de venir ella, nos contaba que estaban mal y que estaban a punto de separarse, nosotras evidentemente le creímos, entendimos y consolábamos, empezamos a quedar los tres todos los días en la playa como si fuera una más de nuestro pequeño grupo de dos, solo que la diferencia de edad era de 30 años y parecía que estábamos con nuestro padre.
La primera semana de agosto Sofía siempre se iba una semana de vacaciones con sus padres a Galicia, así que por las mañanas bajaba sola a la playa sin que nadie de mis amigos me acompañara, unos estaban trabajando, otros preferían quedarse en la piscina o ir a jugar al baloncesto como era el caso de mi novio que hasta por la tarde, por regla general no solíamos quedar, a casi nadie le gustaba la playa salvo a Sofía y por su puesto a Joan que seguía quedando conmigo.
Cuando estábamos con Joan hablábamos de todo un poco, sobre todo de música, nos contaba que tenía una enorme colección de discos de vinilo, alguno de ellos verdaderas joyas que compró en sus continuos viajes a Londres cuando tenía algunos años más que nosotras, siempre me acordaré de aquel miércoles cuando me comentó que tenía una primera edición firmada por los cuatro de Liverpool, The Beatles, el álbum debut del 22 de marzo de 1963 “please please me”, no me lo podía creer, realmente era un verdadero tesoro el cual quería ver a toda costa y si podía hacerme un selfie con él, mejor.
Me había prometido que me lo enseñaría, pero que por nada del mundo lo sacaría de su casa y sinceramente yo no podía esperar, quería mandarle el selfie a Sofía para que rabiara, ya que las dos éramos a pesar de nuestros años superfans, así que ni corta ni perezosa me levante de la toalla, me puse el pareo alrededor de la cintura y me quede mirándole sin decirle nada hasta que…
-Venga Joan, estamos tardando en ir a tu casa para que me lo enseñes. –Le decía riéndome. –Has sido tú el que me ha dicho que me lo ibas a enseñar así que venga levanta que te estás quemando ya hoy ja, ja, ja.
-Vale, vale, ya vamos, no sabía que fuera tan importante, no podemos ir otro día. –Me contestaba mientras se levantaba.
-No. – le contesté tajantemente.
A los 15 minutos estábamos entrando por la puerta de su apartamento y empezaba a mirar su colección de discos, pero a pesar de buscarlo y buscarlo ninguno de los dos lo encontró, me dijo que posiblemente lo tendría en la casa de Valencia y al oírle decir esas palabras fue como si me clavaran un puñal por la espalda, estaba tan ilusionada y ahora, ahora mi gozo se derrumbaba como un castillo de naipes, serian las doce de la mañana y Joan estaba cambiándose para coger el coche y llevarme a casa, le pedí si podía beber un vaso de agua y estaba terminando de beber cuando sentí su presencia por detrás, deje el vaso y me di la vuelta asustándome de lo cerca que estaba de mí.
-Vaya Lara que susto te has dado. – Me dijo en el mismo momento en que yo di un pequeño salto del susto que me dio.
-Jo profe es que no le esperaba tan cerca. –Contestaba riéndome con una mano cubriéndome la boca por el pequeño grito que di.
-Profe, como que profe, donde quedo lo de Joan. –Se reía mientras se seguía acercando a mí, tocándome con suavidad un mechón de mi pelo. –Además no estaba tan cerca, mira ahora sí que estoy muy cerca. –Joan se había acercado tanto que su cuerpo casi rozaba el mío y me empezaba a poner un poco nerviosa.
-Yo no… esto que… -No sabía que decir en ese momento, le tenía casi rozándome, su torso desnudo a pesar de que me había dicho que se iba a cambiar, su bañador eso si uno nuevo, pero tan cerca de mí que me estaba rozando con algo duro que yo esperaba no fuera su pene.
– Lara, ¿no te importará que me acerque tanto a ti, verdad? – Me decía con una voz suave y calmada. – Te veo asustada y no tienes porque, no eres una chiquilla y que te has convertido en toda una mujer, ¿lo sabes verdad?, en una mujer muy hermosa, realmente bonita. –En esos momentos Joan apoyaba sus manos en la encimera de la cocina atrapándome en el centro de sus brazos y mirándome a los ojos muy fijamente.
-Yo… bueno… yo ya no soy esa chiquilla que conoció profe, pero no sé que… la verdad es que. –seguía sin articular dos palabras seguidas y cada vez más nerviosa al estar entre sus brazos y con su cuerpo tan cerca que sentía su pene sobre mi vulva.
-Profe, profe, no me llames así, llámame Joan. – Seguía hablándome casi en susurros, acariciando con ternura uno de mis brazos de arriba abajo con su mano. – Dime Lara que dirías si te besara ahora. –Joan dejaba suavemente sus manos en mis caderas. –Que dirías si luego te doy otro, dime Lara, ¿te gustaría?
-Yo, supongo que… creo que… ya es tarde y tengo que marcarme, podrías… -Por fin articulé más de dos palabras seguidas, estaba tremendamente nerviosa y a la vez muy excitada, quería marcharme, pero quería quedarme, en mi cabeza no paraba de repetirme que era muy viejo para mí, pero sin embargo era tan guapo, no paraba de decirme que me fuera, que me quedara, que le dijera que si, que le dijera que no.
-Entonces no quieres que te dé un beso Lara. –Preguntaba una vez más.
-No, si, no sé, yo no… no sé profe. –Continuamente me salía de dentro llamarle profe y otra vez ni dos palabras seguidas.
-No, si, si, no, mira vamos a hacer una cosa Lara, tú cierra los ojos, así, ciérralos y tranquila que no como, cierra los ojos Lara. –Me hablaba con una voz muy suave, dulce y calmada a la vez y yo cerraba los ojos como me había dicho, en ese momento note como sus manos apretaban mis caderas y como su pene se frotaba con mi vulva, sentí sus labios cálidos sobre los míos, un beso dulce y solitario, húmedo pero apasionado. –Ves no era para tanto, no crees Lara.
-No la verdad que no. –Le contestaba abriendo los ojos y mirándole tan cerca que sus labios todavía tocaban los míos.
-Ves como no me como a nadie, ahora si tú quieres te vuelvo a besar y si no, pues… te llevo a casa o donde tú quieras, aunque yo preferiría que te quedaras aquí, conmigo. –Joan había empezado a subir con sus manos por mi cuerpo desnudo salvo por el bikini y el pareo que llevaba en esos momentos, sus manos subían lentamente hasta llegar a mis senos, sujetándolos con sus manos, llenado sus manos con ellos a la vez que me besaba una vez más, mi cuerpo dio un pequeño respingo de placer al sentir mis senos entre sus manos y su pene frotarse nuevamente contra mi vulva apretándome contra la encimera.
Esta vez el beso fue más prolongado, mordiendo mis labios con los suyos, realmente no fue un solo beso, realmente sus labios atacaban los míos de forma sistemática y calculada, hasta hacer que mi resistencia bajara para meter su lengua dentro de mí bailando con la mía, sus manos se había metido por debajo del sostén del bikini, pellizcando mis pezones haciendo que crecieran en menos de unos segundos, su pelvis se apretaba con mi vulva, moviéndose de un lado a otro y la verdad que yo no sabía como actuar, seguía tan nerviosa como antes o más, pero ahora estaba realmente excitada, mi vagina se había mojado al igual que mis labios.
La pasión por fin venció a la razón y le abracé besándole con fuerza yo también, acariciando su espalda y dejándome llevar por él, su pelvis bailaba con la mía, sentía su pene golpear mi vulva buscando la entrada de mi vagina, entonces note como su mano se metió por debajo de la braga del bikini, sus dedos se deslizaban por unos labios humedecidos hasta mi vagina, un pequeño gemido salió de mi boca abierta cuando mi cuello estaba asaltado por sus labios besándome y una pequeña luz de cordura me ilumino y me separe de él pidiéndole que me dejara, que no quería estar allí.
Corrí hasta el salón donde me pare, algo me hizo parar, algo en mí me quería retener allí con él, mientras que parte de mí se quería ir, esta lucha le dio tiempo a alcanzarme, a que me abrazara por la cintura con fuerza a la vez que me besaba el cuello.
-Por favor Joan déjame salir, por favor no sigas. –Decía muy nerviosa, con los ojos llorosos.
-Lara, no tengas miedo, es normal lo que te pasa, si te quisieras ir ya no estarías aquí, si de verdad te quisieras ir no te habrías parado, ssshh deja que te acaricie, déjame que te demuestre lo mucho que te puedo dar, que te puedo hacer gozar. –Joan hablaba y mientras hablaba sus manos acariciaban mi cuerpo, presionaban mis pechos por detrás, su pelvis se movía y rozaba mis nalgas, una mano volvía a meterse por debajo de mi bikini y acariciaba mi vello púdico, acariciando mi clítoris.
Joan tenía razón, si me quisiera haber ido lo habría hecho, si no quisiera estar allí con él no habría parado de correr hasta llegar a mi casa, tenía razón, quería estar allí, deseaba estar allí con él y que pasara lo que tendría que pasar. Su mano apretaba con fuerza mi vulva mientras que su dedo corazón se metía en mi vagina, su otra mano no paraba de tocar mis pechos, de acariciar mis pezones, estábamos junto al sofá y dando un paso hacia adelante me hizo caer en él tumbándome boca abajo, le sentía encima de mí quitándome el sostén del bikini, desatando mi pareo y bajándome con extrema suavidad la braga del bikini hasta quitármelo por completo.
En esos momentos cuando no notaba su cuerpo sobre el mío, pero si oía como se desnudaba junto a mí no quería mirar, empecé a notar sus besos por mi espalda, sus caricias por el interior de mis muslos, dejando sus dedos que andarán libremente por mis labios y abrieran mi vagina, introduciéndose dentro de ella, notaba ahora su torso sobre mi espalda con sus labios sobre mi cuello, sobre mi oído diciéndome que me relajara, que no tuviese miedo y que lo íbamos a pasar genial los dos disfrutando del sexo, me susurraba que me lo iba a hacer lentamente para que disfrutase de él, elevo un poco mi pelvis con sus manos y empecé a notarlo tumbado sobre mi espalda con su pene entre mis nalgas, buscando la abertura de mi vagina, subiendo y bajando entre mis labios.
Realmente estaba disfrutando con sus caricias, con su pene subiendo y bajando excitándome cada vez más, deseando que terminara de castigarme y metiera su pene en mi vagina, deseaba que me lo hiciera lentamente como me había susurrado, yo ya no era virgen, pero si era muy inexperta y no sabía que hacer, aparte de estar con él me acuerdo de ver el mar por la puerta del balcón, un salón lleno de libros y discos, el sol radiante con un cielo despejado de cualquier rastro de nubes, me acuerdo de cómo su glande empezó a meterse en mi vagina, es ahora y todavía la siento entrar, deslizarse dentro de mí, dilatándome cada vez más, me acuerdo del sonido de mi voz, de los gemidos y pequeños gritos cada vez que me penetraba con su pene, llenando mi cuerpo de electricidad y de algo que hoy todavía no puedo explicar cuando tengo sexo.
Era diferente a mi novio, era todo suavidad y dulzura, era rapidez y vigor, su pene entraba y salía haciendo que mi boca no se pudiese cerrar, que mi rostro se transformara en muecas de placer, que mis ojos se cerrara y abriesen al son de las penetraciones tan profundas que pensaba que era imposible que entrara tanto dentro de mi cuerpo y en ese momento Joan saco su pene y me pidió que me sentara encima de él.
Joan se sentó en el sofá poniéndose un preservativo mientras yo me preparaba para sentarme encima de él, Joan admiraba a la vez mi cuerpo desnudo, miraba mi vagina dilatada y muy mojada, pasando los dedos por ella, me puse de rodillas sobre el sofá cogiendo su pene y metiéndomelo despacio en mi vagina, sus manos tenían obsesión por mis pechos, también su boca que no paraba de meterse mis pezones en ella, yo hacia mi cuerpo botar sobre su pene, subir y bajar, hacia delante y hacia atrás sin sacarla ni unos centímetros de mi interior, nos besábamos y abrazábamos apasionadamente, le notaba dentro de mí, le notaba deslizarse en mi interior y como poco a poco mi vagina se humedecía más, se mojaba más.
Lo que me ocurrió fue algo que no me había ocurrido, a esas alturas mi novio ya se había corrido hace tiempo, pero Joan seguía entrando y saliendo de mí, entonces fue cuando lo sentí, cuando note un ardor en mi vientre que se iba deslizando por todo mi cuerpo, note como mi cuerpo era presa de espasmos en mis piernas, en mi vientre, unos gritos que al principio no podían salir de mi cuerpo a pesar de tener la boca bien abierta, era incapaz de moverme y Joan sujetándome de las nalgas me movía hacia delante y hacia atrás con fuerza, su pene hacía estragos en mi vagina hasta que por fin un grito tremendo salió de mi cuerpo al que siguieron varios más, no paraba de gemir y jadear, de gritar, de moverme con tanta rapidez que en alguna ocasión sacaba su pene de mi vagina, metiéndola nuevamente con prisas como si me fuera la vida en ello.
Fue mi primer orgasmo, lo recuerdo como si fuera ayer.
Joan con un movimiento rápido me tumbó en el sofá boca arriba y sin sacarme el pene se puso entre mis piernas a meter y sacar su tallo de mi interior, le notaba más excitado, le notaba gemir y jadear tanto que pensaba que ya se iba a correr, pero todavía duro unos minutos, el tiempo suficiente de sentirle tan dentro de mí, de entrar y salir tan rápido ahora que volví a correrme, volvía a tener otro orgasmo cuando Joan gemía, metiéndomela con fuerza y dejándola allí tan profunda que sentía como se corría.
Acabábamos de follar, me acababa de follar mi ex profesor de biología, nos mirábamos y sonreíamos yo todavía con un poco de vergüenza, pero feliz de haber descubierto el sexo, el sexo con mayúsculas, no sería más tarde de las dos de la tarde cuando mis gritos se volvían a oír en su habitación, a las siete de la tarde estaba duchándome en mi casa recordando la mañana tan deliciosa que había tenido, no al comienzo sí, es verdad que tuve miedo, pero al final y siempre después de haber vencido aquel miedo pude disfrutar de una mañana realmente increíble.
Ese mismo día, a las doce de la noche follaba con mi novio en el coche y mientras mi novio empujaba y me penetraba con su pene, yo miraba a un cielo oscuro estrellado, mi cuerpo se meneaba arriba y abajo mientras que pensaba y me preguntaba ¿qué estará haciendo Joan?, ¿dónde estará ahora?, ¿se estará acordando de mí?, mi novio se corría, se dormía un rato y mientras yo me ponía las bragas solo pensaba en la mañana siguiente, solo pensaba en volver a follar con Joan.