La situación económica de la empresa no era nada buena. Teníamos muchas deudas y el personal se había reducido de 30 empleados a sólo 7. Estábamos llegando al punto de tomar la decisión de declararnos en bancarrota, pero mi esposa Claudia de 40 años y mi hija Jimena de 18, me motivaban a no tomar esa decisión tan dolorosa, ya que la empresa de textiles había pasado de generación en generación a lo largo de estos últimos años desde la gran bisabuela hasta yo.
– “Estamos dispuestas a hacer lo que sea con tal de seguir adelante con la empresa”, me repetían una y otra vez ellas dos.
Cierto día, en que yo buscaba llegar a un acuerdo con los dos más grandes deudores, el Doctor Javier Martínez y el Doctor Horacio Jiménez, mi esposa y mi hija me llamaron al celular y acordamos encontrarnos en el restaurante donde almorzaba con mis acreedores.
Hablábamos del monto de la deuda y yo me daba cuenta de que la condición de pago era muy difícil de cumplir.
– “Por qué no me dan más tiempo y les prometo que les pagare en tres meses”- decía yo infructuosamente buscando convencerlos de que me dieran más plazo.
Si lograba un acuerdo con ellos la empresa se salvaba, pero si no lo hacía, estaba condenada a desaparecer.
– “Lo siento César, pero no es posible”, me repetían una y otra vez los doctores.
En ese momento, Claudia y Jimena llegaron al restaurante y se acercaron a la mesa. Me di cuenta de que ellas se acercaban porque los Doctores no les quitaron su mirada desde que entraron al restaurante. Mi esposa Claudia lucía un vestido ajustado al cuerpo el cual terminaba bien arriba de las rodillas. A pesar de sus 40 años ella conservaba los mismos rasgos físicos que me conquistaron hace 21 años, que era lo que llevábamos de casados. Sus redondos y voluptuosos pechos lucían hermosos y eran más destacados por lo ajustado de su blusa y el brassiere 36C que usaba. Sus piernas y su cadera eran muy femeninas, y como ella hacía ejercicio con regularidad y no estaba pasada de kilos, se veía muy atractiva. Su trasero era bien delineado por la apretada falda y se notaba que tenía unas bellas nalgas. Su rostro, libre de arrugas, dejaba ver una combinación interesante, ojos miel y cabello rubio corto que apenas cubría su cuello.
Mi hija Jimena lucía un vestido similar al de su madre, por donde destacaba su delicado y bien formado culo juvenil. Pero lo que más se resaltaba de ella era el contraste de sus senos. Ella heredo la misma cualidad de su madre. Sus pechos eran de la misma talla de Claudia con la diferencia que Jimena era de cuerpo delgado, lo que hacía que las tetas de mi hija lucieran verdaderamente espectaculares. Su vestido ajustado a su torso dejaba entrever que sus tetas eran dos deliciosos melones dignos de ser lamidos por completo. No era normal ver a una adolescente de su edad con esos pechos tan redondos y parados, y ella me comentaba que en el colegio siempre le insistían que ella se los había operado porque los tenía perfectos. Por si todo esto fuera poco, además de sus piernas delgadas destacaba su espectacular y deseable trasero. Involuntariamente, pensé en Raúl, el novio de Jimena y lo envidié, debe ser un afortunado por montarse encima de ella y clavarle su verga en esa delicia de culo.
– “Mucho gusto, mi nombre es Claudia… Mucho gusto mi nombre es Jimena…”, dijeron ellas presentándose ante los Doctores sin sentarse a la mesa.
Ambas me dieron un beso, Claudia en la boca y Jimena en la mejilla mientras que el Doctor Martínez admiraba el precioso cuerpo de Jimena, el Doctor Jiménez no quitaba sus ojos de las tetas de Claudia.
– “Cariño aquí están los documentos que me pediste”, me dijo ella pasándome un sobre que le había pedido.
– “Bueno señores mucho gusto en conocerlos, espero que lleguen a un acuerdo”, dijo mi esposa Claudia despidiéndose de los Doctores.
– “No se vayan por favor… siéntense un rato y tómense una copa… les invitamos”, dijo el Doctor Martínez poniéndose de pie.
Ellas sonrieron y agradecieron por la invitación mientras que el Doctor Martínez de forma caballerosa les acercaba una silla. Mi esposa Claudia quedo sentada entre los dos Doctores mientras que Jimena quedo en frente de ellos a mi derecha.
De forma sorpresiva el tema de conversación cambio.
– “Y Claudia, ¿tú a que te dedicas?”, preguntó el Doctor Jiménez turnando su mirada entre el rostro de ella y sus pechos.
Claudia les empezó a contar de su actividad con la empresa y de lo importante que era para ella, haciéndoles énfasis en que ella estaría dispuesta a todo por sacarla adelante.
– “Así que harías cualquier cosa?” -respondía preguntando el Doctor Jiménez haciendo una sonrisa burlona que no me gustaba para nada.
El almuerzo se convirtió en una charla amigable para los doctores mientras que ellos no dejaban de mirar descaradamente las tetas de mi hija y mi esposa. Al finalizar, se acercaron a ellas y cada uno les dio un beso en la mejilla. Me moleste por la forma que ambos miraron el trasero de Jimena mientras se alejaba hacia el baño. En sus miradas se notaba el deseo por clavar esa belleza de culo.
– “Creo que llegaremos a un acuerdo que nos convendrá a ambas partes” -fueron las palabras de alivio que pronunció el Doctor Martínez saliendo del sitio.
Dos días después, llegué a casa como a eso de las 11:00 PM y para sorpresa encontré a Claudia aún levantada. Ella me esperaba en la sala y tenía puesta su sexy pijama la cual se ponía en ocasiones especiales. Su pijama tenía un delicado top trasparente que colgada de dos tiras en sus hombros y escasamente ocultaba sus voluptuosos pechos. El top quedaba puesto sobre sus tetas de tal forma que era cuestión solamente de levantarlo y esos dos ricos melones quedaban a disposición de mi boca.
– “Vaya, vaya, pero que mujer tan hermosa”, le dije yo halagándola.
Ella me sonrió y sin moverse del sillón espero a que yo me acercara. Me senté al lado de ella y simplemente levanté su top, besándole sutilmente sus pezones y lamiendo cada una de esas ricas tetas durante un par de segundos. Baje mi mano a su corto calzón buscando acariciarla y ella me detuvo.
– “Amor… tenemos que hablar… “Prométeme que no te vas a enfadar, por favor”, su rostro cambio de aspecto, lucía preocupada.
– “Este paquete llegó hoy… es de los Doctores… dice que llegaremos a un acuerdo si se cumplen las condiciones…”, me dijo pasándome el sobre.
Lo tome sorprendido y animado porque la empresa se salvaría. Al abrirlo, yo no entendía de qué se trataba.
Tenía dos reservaciones en un lujoso hotel de Monterrey. Una reservación estaba hecha a mi nombre para una habitación sencilla, la otra estaba hecha a nombre de los Doctores y allí también aparecían el nombre de Claudia y Jimena. Era una suite con cama doble. También figuraban los documentos en que la deuda de 300,000 pesos quedaba al día y saldada.
– “Aun no entiendo… ¿Qué es lo que ellos quieren? de que se trata esto?”, pregunté sorprendido.
Claudia me abrazó y me aclaró lo que yo, estúpidamente, no entendía.
– “Recuerda que estamos dispuestas a hacer lo que sea por salvar la empresa”, me dijo ella acariciando mi cabello.
– “Iremos a Monterrey el próximo fin de semana con todos los gastos pagados. Tú te quedarás en una habitación sencilla, Jimena y yo nos quedaremos en una suite con cama doble haciéndoles compañía a los Doctores… la deuda quedará pagada luego de tener sexo con ellos toda la noche…”, me dijo Claudia de forma seca.
Quedé en shock. Una lágrima de impotencia se escurrió de mis ojos.
En los siguientes cuatro días Claudia y yo hicimos el amor todas las noches. Me daba envidia que su cuerpo iba a ser compartido con dos abusivos extraños, así que cada noche mi esposa recibía mi verga en su vagina sin compasión.
A Jimena no le gustó la idea para nada. Decía que le daba asco dejarse montar por esos hombres perversos. Le dijimos que no nos acompañara, pero al final decidió ir en solidaridad con su madre. Me daba envidia que su precioso trasero iba a ser clavado duramente por los doctores.
Llego el sábado y viajamos a Monterrey en la mañana. Los Doctores llegaron en el vuelo de la tarde y nos encontramos en el lobby del hotel. Claudia y Jimena lucían verdaderamente espectaculares, ambas tenían puesto el mismo tipo de vestido, el cual colgaba de sus hombros y destacaban sus espectaculares tetas.
Los vestidos bajaban completamente ajustados a sus cinturas y caderas, forrando sus nalgas y dejando entrever que sus deseables culos eran cobijados por diminutas tangas. Las dos parecían novias al lado de sus prometidos, pero el culo de mi hija Jimena lucía sensacional. El vestido permitía ver como sus nalgas se movían alegremente cuando ella caminaba y el movimiento de la falda notaba que ocultaba un exquisito y redondo trasero. Por supuesto los doctores quedaron sorprendidos de ver los culos de Jimena y Claudia. Parecían no creer que esos delicados y hermosos traseros serían clavados por sus vergas esa noche.
Como era temprano acordamos tomar algo en la habitación, así que mientras me dirigía al bar por unas bebidas, vi como Claudia era tomada de la mano por el Doctor Martínez mientras que mi hija Jimena era llevada por el Doctor Jiménez. Ambas parejas entraron al elevador rumbo a la habitación y presencié, mientras la puerta se cerraba frente a mí, como las manos del doctor Jiménez se posaban sobre la cintura de Jimena y bajando, le acariciaban su formidable trasero.
Pasaron cerca de diez minutos cuando subí con las bebidas y al llegar a la puerta de la suite, escuché quejidos y gemidos. Abrí la puerta y coloqué las copas sobre la mesa de la entrada.
Justo frente a mí estaba el Doctor Martínez, ya se encontraba desnudo sentado cómodamente sobre el sillón de la sala. Sobre su abdomen estaba mi esposa Claudia, sentada y con sus piernas entreabiertas. El Doctor Martínez estaba devorándola a besos, mientras que sus manos recorrían una y otra vez acariciando sus nalgas. El Doctor no se dio cuenta de que yo entre a la suite, ya que estaba ocupado disfrutando de esos dos ricos pechos y sus manos buscaban afanosamente su vagina.
Me controlé para no salirme de mis casillas y me dirigí a la suite. Allí estaba Jimena tirada sobre la cama mientras que el Doctor Jiménez a un lado de ella la acariciaba con sus manos. Al igual que su madre, él la desnudó rápidamente y se devoraba sus dos espectaculares pechos, mientras que la otra mano del Doctor acariciaba su deseable trasero. Ella volteaba su cara hacia un lado expresando su desagrado de tener a un hombre de 45 años encima de ella, tocando su culo y lamiendo sus tetas.
Volví a la sala dispuesto a salir de la suite, y vi como Claudia ya tenía visible su tierna tanga rosada. El Doctor Martínez seguía comiéndose sus tetas mientras que sus manos recorrían libremente las redondas nalgas de Claudia.
Salí de la suite y bajé al bar dónde tomé un Martini en las Rocas. Pensé que, si ellas pasaban por esta humillación, yo debía estar allí y no mostrar ninguna debilidad, por lo que me armé de valor y decidí regresar a la suite.
Abrí la puerta y entre dispuesto a acompañar a mi esposa y mi hija en esta prueba tan difícil, y vaya que prueba. Sobre el mismo sillón seguía sentado el Doctor Martínez disfrutando del cuerpo de mi esposa. El seguía ocupado comiéndose los pechos de Claudia mientras que ella se mecía sobre su abdomen descargando su cuerpo sobre el de él. Baje mi vista y entre las nalgas de ella se veían las bolas de él colgando de la parte baja del pene, el resto de su tronco no se veía puesto que permanecía oculto dentro de la vagina de Claudia. Por sus pausados y lentos movimientos me di cuenta de que ambos ya se habían venido y que habían tenido un fantástico orgasmo.
Quien aún no terminaba era el Doctor Jiménez.
– “Jimena… Jimena… me vengo… arghhhh… uyyy que ricura… Dios mioooo…”, fueron los gritos que escuché en ese preciso instante.
Me dirigí a la suite y allí Jimena estaba como me la imaginé, así como cualquier hombre la desearía tener, en especial por lo atractivo de su cuerpo y su perfecto culo. Su delicado vestido estaba sobre el piso junto con su tanga de color blanco. Ella estaba en posición de perrito sobre la cama, completamente desnuda, sus hermosas tetas bailaban con el movimiento de su cuerpo y aferrado a su cintura, por detrás de ella, con la totalidad de su verga dentro de su vagina, el Doctor Jiménez gritaba y se sacudía celebrando esa monumental derramada, levantando su cabeza al techo cerrando los ojos y viviendo un instante único mientras que su abdomen se sacudía sin control y su verga llenaba, con chorros de semen, la vagina de mi hija. Mi hija se veía muy sexy, su cabello suelto se mecía con las sacudidas de su cuerpo, sus manos se aferraban a las sabanas y su hermoso trasero parecía que se hubiese quedado pegado al abdomen del hombre que la clavaba. Ese maldito bastardo expresaba en su rostro lo maravilloso que se sentía al explotar su verga dentro de ella en esa posición de perrito. Mi hija con sus ojos cerrados expresaba el placer de tener una verga taladrándole su vagina. Luego los dos permanecieron quietos en esa posición por unos segundos.
Me imagino que de su verga no salió más semen después de la brutal derramada. El Doctor Jiménez parecía no creer que su verga reposaba dentro de aquel monumental cuerpo de Jimena y obsesivamente bajaba su mirada hacia su culo para asegurarse de que su tronco aún estaba en lo profundo de su sexo. En ese momento entró a la habitación el Doctor Martínez quien se dirigía al baño.
– “Termina con ella Jiménez que ahora es mi turno de clavar a esa belleza de mujercita”, fue el comentario del Doctor Martínez mientras que su verga seguía dura y erecta.
– “César, lo felicito, las tetas de Claudia son una delicia…”, dijo antes de entrar al baño.
El Doctor Jiménez colocó la mano de Jimena sobre sus nalgas y abriéndolas, empezó a retirarle su verga lentamente, permitiendo ver como su grueso tronco salía de su vagina junto con su semen.
– “Esto es mucha hermosura… Ahora si entiendo porque pagamos tanto dinero por ti Jimena…”, le dijo Jiménez a mi hija mientras sus manos seguían sujetando sus nalgas y le permitían ver el delicado ano virgen, sus gruesos labios vaginales y el gigantesco y húmedo clítoris colgante de mi hija. Él se agacho un poco y con su lengua empezó a lamerle el clítoris mientras uno de sus dedos se introducía en su ano.
Me dirigí a la sala y vi a Claudia sentada sobre el sillón. Me senté al lado de ella y nos abrazamos en silencio.
– “Claudia ven… siéntate aquí y regálame ese par de tetas ricas que tienes”, interrumpió nuestro abrazo la voz del Doctor Jiménez quien ahora se preparaba a tener sexo con mi esposa luego de haberlo hecho con Jimena.
Él se recostó en el sofá dejando sus piernas entreabiertas e invitando a que mi esposa Claudia se posara sobre su abdomen.
– “César… su hija Jimena es una diosa en la cama… y creo que tú, Claudia, con esas redondas nalgas y esas ricas tetas eres aún mejor…”, dijo el Doctor Jiménez.
Mi esposa se puso de pie y se acercó a él. Abriendo sus piernas, Claudia se paró sobre el sillón y bajo su cuerpo dejando que sus tetas rozaran la cara de Jiménez mientras que él le abría las nalgas y ubicaba su verga en la entrada de su vagina. Ella descargó su cuerpo sobre él y vi como su erecta verga se hundía en lo profundo de su vulva. El Doctor Jiménez dejó escapar un largo quejido de placer mientras terminaba de acomodar su verga dentro de ella.
– “César te amo”, me dijo mi esposa volteando su mirada mientras que ella empezaba a mecer su cuerpo sobre él, colocando sus brazos detrás de su cabeza y dejando sus voluptuosas tetas en frente de su boca.
Me puse de pie y presencié con dolor como ellos parecía que se habían puesto de acuerdo para disfrutar de las suntuosas tetas de Claudia y del delicado culo de mi hija Jimena. Mi esposa estaba teniendo sexo en la misma posición, la que les permitía comerse sus tetas mientras sus vergas yacían en lo profundo de su vagina, y me imagine que el Doctor Martínez se encontraba clavando a Jimena en posición de perrito disfrutando de su juvenil trasero.
En efecto, regresé a la suite y allí estaba Jimena a la orilla de la cama, en posición de perrito. Al estar ella así yo podía ver perfectamente su estrecho ano y esos jugosos labios vaginales. Justo detrás de ella, agachando un poco su cuerpo, con sus piernas abiertas, y jalando con ambas manos el trasero de mí hija, el bastardo del Doctor Martínez hundía y sacaba su pito de la vagina, repitiendo ese movimiento una y otra vez. Su abdomen se movía cadenciosamente y como yo estaba justo atrás de ellos, veía perfectamente como los labios vaginales de Jimena cobijaban su verga, la cual entraba totalmente y salía de forma parcial. Los pesados testículos de él y las deliciosas nalgas de ella se sacudían con el movimiento de sus cuerpos.
– “Ahhhh… Esto es mucha delicia… desde que te vi en el restaurante con esta hermosura de culo deseé cogerte así… esto es un sueño hecho realidad…”, repetía una y otra vez el Doctor mientras que ella en esa posición recibía su verga.
Me quede un rato allí viendo como llegaban al orgasmo, ya que me encontraba justo a sus espaldas, y el expresaba con sus exagerados gros y gemidos la fantástica sensación de tener sexo con Jimena en esa posición. Después de que él se derramó y su cuerpo finalmente se quedó inmóvil, escuche los gemidos de Claudia desde la sala así que decidí regresar a donde ella estaba.
Como si nada ocurriera, salí de la habitación donde Jimena acababa de ser clavada y vi como mi esposa Claudia había sido cambiada de posición. Ella ahora estaba con los ojos cerrados tirada sobre el piso boca arriba abrazando fuertemente la espalda del Doctor Jiménez quien se sacudía encima de ella gimiendo de placer mientras que las piernas abiertas y dobladas de Claudia se aferraban como un gancho a la cadera del cuerpo desnudo de su amante.
Era la típica posición de misionero solo que mi esposa con sus piernas recogidas abrazaba el cuerpo del doctor, y con sus manos abrazaba su cuello. Mi esposa estaba siendo penetrada con fuerza y me imagine que sus ojos cerrados y lo fuerte que abrazaba al Doctor indicaba que ella estaba disfrutando intensamente como esa verga se sacudía dentro de su vagina. Los gestos mezclados de placer de él mostraban la fantástica sensación de meter su pene en lo profundo de la vagina de mí esposa.
El Doctor Jiménez coloco su cabeza al lado de la de ella y sacudiendo su abdomen rápidamente le susurró al oído:
– “Claudia… no aguanto más… no resisto… me vengo…”
Un desgarrador gemido salió de la boca del Doctor. Parecía que él hubiese tratado de contener la eyaculación todo ese tiempo, pero no lo aguanto más y su verga estalló dentro de su vagina. Claudia abrió sus ojos por unos segundos y me miró, su mirada inicial denotaba la angustia y la pena de tener a su esposo en frente de ella presenciando como otro hombre le hacía el amor. Luego, su rostro cambió a uno más relajado, apretó sus labios y abrió los ojos desorbitadamente y me di cuenta de que mi esposa no pudo disimular el fantástico orgasmo que tuvo al sentir como los chorros de semen que expulsaba a borbotones en ese instante la verga del Doctor le llenaban su vagina.
Su espalda formo un arco hacia arriba levantando ligeramente su cuerpo y el de Doctor que estaba encima de ella, con sus brazos parecía que fuera a estrangular el cuerpo desnudo de su afortunado amante y de su boca salió el largo gemido típico que mostraba que ella se había venido y que el orgasmo había sido maravilloso.
Me quede inmóvil y en silencio frente a ellos viendo como sus cuerpos se seguían sacudiendo, cada vez más lentamente, y los movimientos del culo de él mostraban que su verga aun no terminaba de eyacular su semen dentro de ella mientras que mi esposa seguía con los ojos cerrados disfrutando de su orgasmo.
Me sentí impotente. Acababa de presenciar como un hombre se le derramaba en la vagina a mi esposa y yo no podía hacer nada para evitarlo. Luego de 21 años de matrimonio, era la primera vez que una verga diferente a la mía, eyaculaba dentro de su vagina y la segunda vez que mi esposa se dejaba penetrar por un hombre diferente a mí. El primero había sido el doctor Martínez quien 15 minutos antes se le derramó mientras él se comía sus tetas.
En ese instante, un raro grito vino de la habitación:
– “Arghhhh…!!! Jimena Siiii…!!!”
Me regresé a la habitación y vi a Jimena acostada boca abajo sobre la cama, su rostro miraba hacia la puerta dónde yo estaba y expresaba la sensación de placer que tenía, sus ricas tetas estaban oprimidas por el peso de su cuerpo, sus piernas estaban semiabiertas y claro su hermoso trasero quedaba disponible para cualquier cosa. El Doctor Martínez estaba encima de ella con sus brazos puestos sobre la cama soportando su peso, con su verga totalmente hundida en su vagina sacudiéndola con fuerza.
Claro que el rostro de él no era el mismo, se veía desfigurado. Al parecer el placer de penetrar, así en esa posición a mi hija, era muy intenso y se reflejaba en las expresiones de su cara mientras que su verga continuaba expulsando semen dentro de su vagina. Su mirada agachada no se retiraba del culo de Jimena. Al parecer quería asegurarse que su verga no saldría de su vagina hasta que no terminara de expulsar la última gota de su leche, o mejor, le parecía increíble ver como su verga se mecía en frente de ese culo tan deseable. De pronto, vino la sorpresa. Cuando terminó de sacudirse y de su verga no salió más esperma, él se quedó inmóvil y me dijo:
– “César… tengo 4 hijos y llevo 20 años de matrimonio… me he acostado con modelos y actrices… pero quiero decirle que me acabo de pegar la mejor derramada de mi vida… es la cuca más rica que me he podido comer… vi el cielo cuando me vine dentro de Jimena… su hija es una delicia y ese culo que se carga es verdaderamente perfecto…”.
En ese instante vi como el empezó a levantarse y de la vagina de Jimena empezó a salir su rígida verga completamente embadurnada de un semen color gris bastante desagradable.
Mi cuerpo pareció desfallecer. Mi bella y dulce Jimena, esa jovencita por la cual yo daría la vida con tal de que no le faltara nada, acababa de recibir en su vagina la poderosa derramada del Doctor Martínez.
No aguante más ese espectáculo y decidí entonces salir de la suite. Al pasar por la sala vi que el Doctor Jiménez seguía aún encima de Claudia ya estando los dos completamente inmóviles. Su verga seguía escondida dentro de lo profundo de su vulva y su boca repasaba las tetas de mi esposa una y otra vez.
Me dirigí a mi habitación a ver TV. Al cabo de una hora, mi teléfono sonó y al otro lado de la línea estaba el Doctor Martínez quien me invitaba a cenar en el restaurante del hotel.
Quince minutos más tarde estábamos todos reunidos, comiendo y bebiendo, como si nada hubiese pasado y celebrábamos el acuerdo que salvaba la empresa. Jimena y Claudia lucían los mismos vestidos que al inicio de la tarde ellos les habían desgarrado de sus cuerpos. Ellas lucían igual de hermosas y radiantes, sus cabellos estaban aún húmedos ya que ellas habían tomado una ducha antes de cenar, sus cuerpos y sus culos no reflejaban el hecho de que cada una tenía ya en sus entrañas el esperma de sus afortunados amantes, y ellos reflejaban en su rostro la satisfacción por haberlas clavado.
Luego de la cena salimos a caminar por la ciudad un rato con Jimena y Claudia tomadas de mi mano, disfrutando del hermoso paisaje y los suntuosos hoteles.
Volvimos al rato al hotel y nos encontramos con los Doctores en la discoteca. No me despegue de Claudia y estuvimos todo el rato bailando abrazados mientras que ellos se turnaban con Jimena.
Durante el baile, Claudia me contó que luego de que yo salí de la suite, se turnaron para cogerlas a ambas, mientras el doctor Martínez follaba a mi esposa, ella le hacía sexo oral al doctor Jiménez, e hicieron lo mismo con Jimena, luego les hicieron doble penetración, primero a Claudia y después a Jimena. Luego ambas fueron colocadas sobre la cama y allí, nuevamente fueron clavadas por sus vergas en diferentes posiciones hasta llenar nuevamente sus vaginas con su semen, incluso me confesó, que los doctores las obligaron a besarse varias veces, mientras ellos descargaban su leche.
Luego de la demostración de lealtad de mi hija Jimena y mi esposa Claudia, al entregar sus cuerpos a cambio de la deuda que tenía la empresa, volvimos a nuestras actividades diarias de forma normal. Jimena seguía asistiendo a la universidad y mi esposa seguía dedicada a la compañía, sacando adelante la producción y muy empeñada en sacar nuevos productos al mercado.
Jimena seguía con Raúl, su novio, y se les veía muy animados como una pareja muy estable. Ella seguía luciendo sus ajustados vestidos, su sensacional culo y sus femeninos pechos y me imagine que él era el afortunado que disfrutaba de su cuerpo. Desde la noche en que ella fue el objeto con el que la empresa pagó la deuda empecé a observar a mi hija con otros ojos. Recordar como los doctores gritaban, gemían y sus rostros desfigurados por el placer, expresaban la maravillosa sensación de derramarse mientras que sus vergas reposaban en lo profundo de la vagina de Jimena, me dio a entender que mi hija era un verdadero regalo de oro para cualquier hombre que, como Raúl, tuviera la fortuna de montarla y clavarla en la cama.
Por otro lado, mi esposa Claudia seguía igual de bella y radiante y yo por supuesto seguía disfrutando de sus bondades. Su delicado culo y sus ricas tetas seguían siendo solo mías y el sexo anal era parte activa de nuestras vidas, cuando con relativa frecuencia yo la montaba y en posición de perrito le hundía mi verga en su ano.
Cierto día invitamos a cenar a Raúl a la casa y Claudia preparó, junto con Jimena, un plato especial con camarones.
Mi esposa lucía un ajustado vestido color gris y tacones altos. Bajo el vestido era parcialmente visible el brassiere y sus voluptuosos pechos. Jimena tenía puesto un vestido de sastre muy elegante y ajustado que marcaba perfecto ese fantástico trasero y sus paradas tetas.
Mirando el deseable culo de mi hija entiendo porque los Doctores pagaron 300,000 pesos por tener la oportunidad de montarla toda una noche y comprendí porque el doctor Jiménez ofreció una cantidad extra de dinero para tener sexo anal con ella. Durante la cena empecé a observar con curiosidad, pero con cierta molestia como Raúl observaba a mi esposa con interés. A pesar de que Raúl y Jimena tenían ya dos años de noviazgo, nunca observé con ojos de celo a mi futuro nuero. El miraba las tetas de Claudia de forma descarada y por supuesto, su corta minifalda era el objeto de detalle cuando mi esposa se paraba de la mesa e iba por más comida a la cocina. Sus ojos se quedaban estáticos viendo el movimiento del trasero de mi esposa bajo esa diminuta falda. Raúl, de 20 años, se mostraba interesado y atraído por la madre de su novia, la cual le doblaba la edad. No lo puedo negar, pero Claudia se veía muy deseable y sexy, y por supuesto yo tenía en mente esa noche montarla y hundirle mi verga.
Luego de la cena decidimos salir a bailar a una discoteca. Como casi no bailo, Raúl se turnaba las piezas de baile con Jimena y Claudia, mientras que yo me quedaba observando desde la mesa. A medida que avanzaba la noche, vi como Raúl y mi esposa bailaban muy apretados el uno del otro, y se les veía muy entusiasmados. Como una pareja normal ambos juntaban sus cuerpos y el la abrazaba tomándola por la cintura. Mientas tanto yo me tomaba unas copas de vino al lado de Jimena.
– “Ven papá, ven a bailar”, me llamó Jimena tomándome de la mano e invitándome a la pista de baile, lo cual acepté.
En ese momento, Raúl y mi esposa terminaban de bailar por largo rato y se acercaban a nuestra mesa. Justo cuando Jimena me empezaba a enseñar a bailar, vi cómo Raúl pasaba su mano por el trasero de Claudia acariciando su culo lentamente mientras iban a sentarse. Rápidamente se sentaron a la mesa y empezaron a beber y platicar, sin darle importancia a lo sucedido.
Mientras que Jimena me seguía indicando unos pasos de baile, Raúl seguía con Claudia charlando y riendo en la mesa mientras que su mano tocaba la parte alta de sus piernas. Como tenía sus piernas cruzadas, le permitía disfrutar de la vista de la corta falda y sentir la tersa piel.
Pensé que Jimena no había notado eso, pero me equivoqué.
– “Papa, ¿has notado como están mamá y Raúl…?”, me preguntó.
– “Si los he observado y no me gusta eso… los veo muy cerca el uno del otro”, le respondí.
– “Raúl está muy interesado en mamá y a mí ni siquiera me presta atención”, me comentó muy molesta.
En ese momento Jimena me apretó más a su cuerpo y seguimos bailando el uno muy cerca del otro. Podía sentir perfectamente sus voluptuosos pechos rozando mi cuerpo y su rostro reflejaba el malestar del comportamiento de su novio con su madre. Su cabeza estaba pegada a la mía y podía sentir su respiración cerca de mi oreja.
Justo cuando terminábamos de bailar, Jimena bajo su mano y me toco el trasero. Me sentí excitado por esa caricia tierna de ella y eso prendió mi mecha. Nos acercamos a ellos tomados de la mano y nos sentamos a la mesa. Jimena me tomo por el brazo y dejo que yo le colocara mi mano sobre sus piernas. Unas copas de vino más empezaron a afectar nuestras cabezas y empezamos a actuar extraño.
Mientras Raúl y mi esposa seguían con su juego de manos bajo la mesa, yo me dejaba llevar por la conversación de Jimena quien quería despertar celos en Raúl al sentirse desplazada esa noche. De pronto Jimena me lanzó una pregunta tentadora que mostraba su desespero por ver a su novio coqueteándole a su madre.
– “Papá, como Raúl no me desea hoy, ¿me llevarías a un hotel esta noche?
Sonreí, me mantuve en silencio y aunque ya tenía desde hace mucho una respuesta a eso, no podía ser tan directo con Jimena. Su pregunta reflejaba su inconformismo de ver a su novio coqueteando descaradamente con su madre. Soy su padre, pero también me sentía molesto de ver a mi esposa con un hombre mucho más joven qué yo, y claro, el sensacional cuerpo juvenil de Jimena era un regalo muy especial para cualquier hombre.
– “Dejarías que tu novio se escape con tu madre?”, le respondí con otra pregunta.
Ella me sonrió y no supo que decir.
Pasaba el tiempo y la situación era muy tensa. Jimena y yo, molestos, seguíamos viendo como Raúl tocaba sin escrúpulos el culo de Claudia cuando bailaban y luego al sentarse en la mesa, las piernas de mi esposa eran recorridas por sus manos, mientras que ellos riendo parecían no percatarse de que era muy obvio nuestra inconformidad.
Salimos de la disco y acordamos llevar a Raúl a su casa. Él y Claudia se encontraban un poco afectados por las copas que bebieron mientras que Jimena y yo seguíamos aun incómodos por la situación. Me puse al volante mientras que Jimena se sentó a mi lado colocándome su mano en mis piernas. En el asiento de atrás, Claudia y Raúl, abrazados, seguían su juego.
Llegamos a casa de Raúl y sorpresivamente Claudia se bajó con él.
– “Cariño, voy a acompañar a Raúl hasta la puerta… el pobre está ebrio y no creo que pueda abrir la puerta”, dijo ella de forma sarcástica y burlona. Mi hija y yo sabíamos que Raúl no estaba ebrio y era una oportunidad más de estar con él.
Raúl y ella se bajaron del auto y abrazados se dirigieron a la puerta mientras que Jimena y yo nos quedamos en el auto esperando que Raúl entrara a la casa y Claudia regresara para irnos. De pronto con sorpresa vimos como Raúl jalaba del brazo a Claudia y entraban a la casa cerrando la puerta. Pensé que era otra broma pesada de Claudia esa noche así que esperamos pacientemente con Jimena en el auto hasta que, pasados 10 minutos, ninguno de los dos se asomaba por la puerta.
En vista de que aun mi esposa no se asomaba, decidimos salir del auto a golpear la puerta y pedirle a mi esposa que regresara al auto para irnos a casa. Cuando estábamos a punto de golpear la puerta, escuchamos gemidos y quejidos que venían de adentro. Nos acercamos por el ventanal de la sala y vimos a Claudia y Raúl en la cocina.
Claudia estaba sentada sobre una mesa que la dejaba a la altura del pene de su amante, aferrado a ella estaba Raúl, quien con sus pantalones abajo, clavaba con su verga a mi esposa.
Él la tomaba por las piernas y era perfectamente visible como su verga entraba y salía de su vagina, mientras el rostro de placer de Raúl reflejaba la maravillosa sensación de sacudir su verga dentro del sexo de mi esposa, y la cadencia rápida con la que su abdomen se mecía contra el sexo de Claudia mostraba que estaba a punto de eyacular.
– “Raúl, eres un desgraciado… maldito”, dijo Jimena al ver la escena.
– “Papá, llévame a casa ya… por favor”, me dijo Jimena escurriendo una lagrima de sus ojos.
La abracé y cuando nos volteábamos para regresar al auto escuchamos el grito de Raúl al derramarse dentro de mi esposa, y el gemido típico de Claudia al sentir en su vagina el esperma cálido de su amante. Su gemido era una indicación de que ella había llegado al orgasmo y me hizo recordar los momentos que presencié en la suite del hotel cuando la verga del Doctor Jiménez le vació toda su carga en su vagina.
Prendí el auto, aceleré y llegamos a casa sin decirnos palabra. Yo aún no salía del shock mientras Jimena seguía llorando.
Ella subió y se encerró en su cuarto. Yo entré a mi habitación y tomé la foto de matrimonio que tenemos y sentí mucha rabia por lo que Claudia acababa de hacer. Allí aparecíamos jóvenes y muy guapos, aunque no puedo negarlo, ella aún conservaba su belleza y esos rasgos físicos que la hacían atractiva y por la cual los hombres aún la deseaban.
En ese instante, Jimena golpeó la puerta
– “Papá, ¿puedo pasar…?”, preguntó ella
– “Si pasa”, respondí sin voltear a mirarla.
Pasaron un par de segundos mientras yo seguía mirando la foto hasta que Jimena rompió el silencio.
– “Papá… no te desanimes, me tienes a mí”, me dijo Jimena con tono alentador.
– “Si… es cierto… eres muy valiosa y eres…”, interrumpí mi respuesta al voltear a observarla.
Jimena había entrado a mi cuarto luciendo una delicada tanga negra tipo hilo dental, una blusa de seda y brassiere del mismo color, que hacía destacar esos hermosos pechos. Tenía puestas unas medias con liguero y unos zapatos de tacón alto que le daban porte de reina. Ella caminó y se acercó al espejo de la habitación. Yo no podía creer lo que estaban viendo mis ojos, se veía espectacularmente deseable y sus perfectas nalgas sobresalían de entre la tanga.
– “Me ayudas?”, preguntó ella colocándose de frente al espejo, quitándose la blusa y llevando sus manos a su cintura dispuesta a bajar su tanga.
Me acerqué y bajé su tanga lentamente, después de un tirón solté el brassiere. Sus voluptuosas tetas quedaron libres y empecé a disfrutar verlas tan deseables. Coloqué mis manos sobre ellas y empecé a besar a Jimena en los hombros y el cuello. Luego mis manos recorrieron su culo y como un desesperado empecé a tocarla y recorrer la redonda superficie de sus nalgas mientras mi boca saboreaba de frente esas dos deliciosas tetas.
El culo de Jimena era perfectamente redondo y sus nalgas tiernas y suaves. Su cintura delgada y sus largas piernas le daban un porte elegante para una mujer de tan solo 18 años. Pensé que era mi oportunidad para vengarme de Claudia así que me olvidé de que era su padre.
Al cabo de 5 minutos, Jimena estaba aún de pie, pero completamente desnuda mientras que yo agachado me comía su dulce clítoris y lamía su vagina, yo también ya me encontraba desnudo. Me puse de pie con mi verga en plena erección y la tomé de la mano acercándola a la cama.
Sin cruzarnos palabra, ella sonrió y leyó mi mente. No fue necesario que habláramos para saber qué era lo que yo quería. Ella se subió a la cama y se colocó en posición de perrito. Me ubiqué detrás de ella y parecía un sueño hecho realidad, puesto que me agaché y abriéndole sus nalgas seguí lamiendo su tesoro hasta dejarlo suficientemente lubricado. El espectáculo no podía ser mejor, tenía enfrente sus espectaculares nalgas, su estrecho hoyo del ano y esa vulva cuyo clítoris colgante era un inmenso y delicioso pedazo de carne de color rosado oscuro, su clítoris estaba listo y húmedo. Luego toqué el cielo. Mi verga se hundió en lo profundo de su vagina y me aseguré de que la tuviera toda dentro de su sexo. Sin moverme, la tomé por la cintura y empecé a sentir una sensación de placer única, al empezar lentamente a mover mi abdomen permitiéndole a mi verga entrar y salir de su vulva.
En los siguientes instantes me acordé de los Doctores Martínez y Jiménez recordando sus rostros y sus caras desfiguradas por el placer, finalmente los entendí y supe el porqué de su reacción. En esa posición me dediqué a clavar a Jimena y a entregarle tres fenomenales y poderosas descargas de semen. Durante tres ocasiones descubrí lo mismo que ellos sintieron cuando se le derramaron y grité con todas mis fuerzas cada fantástico orgasmo, pero la primera y la segunda fueron muy especiales, ya que traté de controlar la eyaculación hasta el final, hasta cuando mi cuerpo y mi verga soportaron lo que era inminente y lo que yo infructuosamente trataba de controlar: el estallido de mi verga en lo profundo de su vagina.
La primera vez sentí como mi pene explotaba lanzando poderosos chorros de semen y mi orgasmo duraba más o menos 30 segundos, tiempo durante el cual mi verga seguía escupiendo mi leche dentro de ella.
En la segunda la cambie de posición y de medio lado seguimos expresando nuestros deseos, el orgasmo fue también increíble pero mi pene escupió menos semen. Luego finalmente, en posición misionero, estando encima de ella, me le derramé por tercera vez, mientras yo le lamía sus tetas y ella me apresaba el cuerpo con sus brazos al mismo tiempo que ella llegaba al orgasmo.
Me acordé de mi esposa Claudia y me imaginé que Raúl estaría haciendo lo mismo con ella.
Luego le saqué mi verga escurriendo y ella me dijo:
– “Eres un buen amante, papá… estuviste increíble… me dejaste la vagina llena…”.
– “Tienes el culo más fantástico que haya podido ver, cariño…”, le respondí mirando esas deliciosas y redondas nalgas.
– “Tengo un regalo especial para ti… ven…”, me dijo ella parándose de la cama y saliendo de la habitación.
La seguí hasta su habitación sin quitarle la mirada al movimiento sensual de su trasero. Me parecía increíble que le había taladrado su vagina en posición de perrito y su hermoso culo golpeaba mi abdomen cada vez que mi verga entraba en su vulva. Y claro ese culo lucía igual de parado, como si nada hubiese pasado.
Entramos a su habitación y ella me invitó a que me acercara a su cama.
– “Acuéstate y cierra los ojos”, me dijo Jimena coquetamente.
Así lo hice y escuché como ella abría unos cajones y sacaba algo de allí. Luego de escuchar sus risas, ella colocó algo sobre mi mano derecha.
“Ahora abre los ojos”, me dijo.
Al abrirlos vi en mi mano un pequeño frasco de gel facilitador mientras Jimena se ubicaba sobre su cama.
Ella se colocó sobre la cama boca abajo y sus brazos quedaron sobre la cabecera dejando sus piernas ligeramente entreabiertas. Su trasero quedó resaltado por la posición de su cuerpo y era visible su clítoris salpicado de mi semen y un poco más arriba ese oscuro agujero del ano. Me puse de pie y mi erecta verga quedó exactamente a la altura de su culo.
– “Ábreme las nalgas y aplícame el gel papi…”, me dijo ella volteando su cara hacia mí.
En efecto, destapé el gel, abrí sus nalgas y durante tres o cuatro minutos me encargué de ponerle todo el gel en su espectacular hoyo del culo.
– “Olvídate que eres mi padre… esta noche eres un afortunado hombre… muchos han deseado mi culo, pero Raúl era el único que lo podía hacer… quiero olvidarlo, así que por favor ayúdame… penétrame y disfrútalo…”, fueron las palabras que me convencieron.
Abrí su culo y dejé que mi verga se hundiera al empujarle lentamente mi abdomen contra su trasero. En los siguientes minutos vi estrellas, Ángeles y sentí el olor del cielo. En esa posición clavé salvajemente a Jimena descargando todo el deseo por su atractivo trasero y vengándome porque mi esposa Claudia en ese momento seguramente abría las piernas para darle paso a la verga de Raúl.
Luego me senté en una silla indicándole a mi hija se siente sobre mis piernas. Jimena se subió, tomando mi verga con su mano la guio directamente a su culo, y mientras me cabalgaba suave y profundo, yo me devoraba sus hermosas y juveniles tetas.
Después de esa fantástica montada, se levantó dándome la espalda, se ensartó mi pene dándome unos ricos sentones, no podía creer que mi hija tuviera tanta experiencia a su corta edad, sentía delicioso como entraba mi pene hasta lo más profundo de su vagina mientras miraba el movimiento de sus nalgas a cada embate. No tardé mucho para volverme a vaciar dentro de su vagina, aun así, ella me seguía cabalgando hasta que no salió más esperma.
Rápidamente se levantó, y dirigiéndose a mi pene, se dedicó a darme una deliciosa mamada como nunca lo había sentido, comiéndosela por completo junto con el semen que había quedado en mi pene, mientras que con sus manos masajeaba mis huevos, eso me provocó una erección tremenda, sin duda estaba listo para volverla a clavar.
Luego dejó de mamarme y se dirigió a la cama y se acostó boca abajo colocando una almohada bajo su abdomen, de la misma forma que el Doctor Jiménez la penetró, y yo me ubiqué encima de ella, le abrí las nalgas y le hundí mi verga nuevamente dentro de su culo para estallar y entregarle mis últimas gotas de esperma y cerrar así esa noche fantástica.
Tener sexo anal con Jimena fue una experiencia maravillosa y nos ayudó a olvidar como mi esposa Claudia y el novio de Jimena, Raúl, en ese mismo momento unían sus cuerpos y expresaban con gemidos y gritos cuanto se deseaban. Claudia se comía el pene fresco y joven de Raúl mientras que él clavaba su verga dentro de sus entrañas.
Al otro día nos levantamos y Claudia llego como a las 11:00 a.m. con un ramo de flores para disculparse por lo sucedido. Me dijo llorando que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de que continuáramos la relación. Acepté sus disculpas sin contarle lo ocurrido con Jimena mientras que mi hija decidió terminar su relación con Raúl al no aceptar lo que había pasado con su madre.
Como escarmiento y lección para Claudia por lo ocurrido y en vista de que ella se ofreció a “hacer cualquier cosa” por salvar la relación, le ofrecí una noche con mi esposa al Auditor Contable de la empresa. Siempre deseó a Claudia y la miraba con mucho interés. Ella expresaba su repudio y claro no le gustaba la forma como la miraba. A mí me parecía buena persona y yo sabía que él me envidiaba por tener a Claudia como mi esposa.
– “No me acostaría con él ni por todo el oro del mundo”, recuerdo que me dijo mi esposa.
Exactamente una semana después de que Claudia se dejó clavar por Raúl, mi esposa entraba a la habitación luciendo el mismo vestido que Raúl le levantó antes de tener sexo con ella. Esta vez ella se quedaba frente al espejo del tocador dejando que el Auditor recorriera su cuerpo con sus manos, los cuales el culo y las tetas de mi esposa fueron su objetivo. Estando ella completamente desnuda, y tomándola de la mano, él la invito a que se acostara boca arriba sobre la cama.
Dos minutos más tarde, yo desde la puerta presenciaba en silencio y con cierta satisfacción por la venganza, como Don Mario, el auditor de la empresa clavaba su cabeza entre las piernas de Claudia comiéndose el clítoris y la vulva con desesperación.
Cuando su verga ya estaba lista, él se puso de pie y se desnudó, para luego ubicarse encima de mi esposa y abriéndole sus piernas, dejó que su cuerpo se posara sobre el de Claudia hundiéndole su pito en lo profundo de su vagina. En los siguientes 30 minutos, él se sacudía y mecía su cuerpo encima de ella mientras que Claudia, sin abrazarlo, esperaba a que esta pesadilla terminara. Su grito se escuchó en tres ocasiones, tres fantásticos orgasmos los cuales el disfrutó intensamente.
Durante una hora ese hombre vivió la mejor noche de su vida al poder tener sexo con la mujer que más deseaba. Durante esa hora Claudia descubrió que nuestra relación vale más que una noche loca de sexo con un joven y me lo expresó, con rostro de desagrado y asco, al sentir los chorros de semen caliente del auditor mientras que el gritando se le derramaba estando ella en posición de perrito.
Dos meses después de esa noche Claudia y yo fortalecimos nuestra relación, pero aún sigo mirando a Jimena con otros ojos. Aún me parece increíble que fui un afortunado al poder penetrar y derramarme dentro de ese regalo tan especial.