En esos tiempos estaba como encargado de farmacia de un hospital, los fines de semana hacemos guardias de 24 horas. Es vox populi que suceden “cosas”, no tantas como se piensan, pero que las hay, las hay.
Era sábado por la tarde, cuando se han retirado la visitas, disminuye el trabajo y se relaja la disciplina, si no hay urgencias es tiempo para tomarse un momento de recreo. Todos sabemos que cuando el gato no está, los ratones… Esa tarde aburrida y con exceso de ocio, se presentó Laly, enfermera de terapia intermedia, se detuvo en el vano de la puerta, el tras luz del uniforme de verano permite entrever y adivinar la estupenda silueta de este “minón infermal” (mujer voluptuosa).
Recordé algunos comentarios que la pintaban como súper calentona. Me equivoqué casi nada. Sorprendiéndome en mi admiración dijo:
-Qué te pasa, hace mucho que no ves una mujer?
– Así como vos? No!
– Solo te conformas con mirar?
-Y… no, lo que veo promete… me equivoco?
-Si prometés “portarte bien”, no te equivocas. Ahora tengo que volver al piso y luego, si querés…, a la medianoche te llamo y tomamos mate en la habitación de guardia, Sí?
– De acuerdo, espero. Si hay yerba tomamos…
-Y si no hay yerba?
– Entonces lo del conocido dicho? (el dicho local es: tomamos mate o cogemos)
-Veremos… -cómplice suspenso.
Eran once y media, todo mi trabajo organizado, también las indicaciones a mi ayudante, cuando sonó el teléfono.
– Hola!… -ella invitándome.
– Sí, voy volando.
Volando hasta el cuarto piso. Laly me recibió en la puerta de la habitación de guardia, tomé precauciones de que no me vieran entrar. Co con el ambo blanco, sin soutién, traslucen sus voluptuosos pechos, paraditos, pezones erectos como flecha.
– Pasá, esta habitación no es para la guardia, es para…
Había estado tomando mate, me cebó uno, justo me dio pie para completar el viejo dicho.
– Uf, qué lástima… si no había yerba…
– Tomamos unos “amargos” y luego te endulzo todo
Compartimos esos amargos (cebado sin azúcar) durante un buen rato, motivo para el diálogo, sentada sobre mis rodillas. Dijo que estaba un poco bajoneada, que no tenía comunicación con su pareja (diálogo poco y fricciones muchas), que se había esfumado.
– Mal atendida?
– Se me nota tanto? Revalorizada como mujer, me comías con los ojos.
-Con los ojos solo?
-Con lo que quieras. Hoy no es de mis mejores días, quiero “Tirar la chancleta” (atreverme).
-Te presto mi “oreja”, dije con real afecto y compañerismo.
-Te lo agradezco, ya lo verás.
Me tomó la cara entre sus manos, besó en la boca. Su lengua exploró la mía, nos comimos, luego me la estrujó y frotó entre sus pechos. Qué premio!
-Gracias, necesitaba ser escuchada, siguió, no tengo a quién contar.
–Tenés un amigo, contá conmigo.
– Basta de cháchara, “vamos a los bifes”! (a los hechos). Se terminó la yerba, A coger!
– Entonces cojamos!
Reímos por la ocurrencia, acercamos nuestras almas, frotamos los cuerpos. Juntamos la otra cama, formando un solo lecho. La tomé entre mis brazos, beso para comerle la boca sin dejar de respirar. Corresponde al abrazó, las lenguas asoman y se frotan sin pausa, intercambio de salivas y deseos. Me confió que uno de sus problemas conyugales era su falta de satisfacción sexual, entre la casi eyaculación precoz y el egoísmo de él en el sexo le hizo pensar que podría ser anorgasmia, los pocos logrados fue por sus dedos, que fingía para no devaluar su hombría.
– Estoy “en tus manos”, dijo desnudándose.
– Qué tetas, fenomenales, Qué lujo! Todo para mí…
– Todo para vos, todo!!
Llené mis manos de tetas, solo es una forma de decir, porque era imposible abarcarlas; estrujé la izquierda, mis sedientos labios devoran la derecha, pezón tan erecto, unas chupadas fenomenales arrancando suspiros desde lo más profundo de su ser. Alternando y saltando las tetas hasta que no pudo aguantar más y dijo:
-Cogeme, cogeme, no aguanto más, por favor, de una vez!
Me desnudo, ella desaparece la tanguita negra, la conchita, solo un “bigotito” de vellos, me subí encima, besando sus senos, bajando por el vientre, deteniéndome en el oasis, ombliguito precioso, seguí la ruta, estudiada lentitud produce el efecto calculado, los primeros espasmos arquean su cuerpo de manera incontrolable, el gemido ahogado.
No cesa de acariciarme la cabeza y gemir palabras inteligibles para expresar sus sensaciones. Lentamente, voy llegando al bigotito angelical, totalmente exasperada por no saber cómo hacer con esas sensaciones que atenazan sus entrañas, acelera los tiempos, empuja mi cabeza, me sumerge en su “selva aromática”, se retuerce y agita.
Recorro con mi lengua los labios vaginales, bebo sus jugos y aroma de hembra caliente. La respiración entrecortada, estremece sin control: en las puertas del orgasmo.
Quería conseguirle esta noche el disfrute de su vida, su mejor noche de sexo. Las profundas lamidas y chupadas de clítoris reforcé con un dedo buscando el mítico punto G, luego otro, después tres dentro de la vagina. La suma de estímulos produciendo estragos, convulsiona, gritaba y gemía totalmente “sacada”, me estruja contra su sexo. Ralenticé la intensidad de la caricia bucal para prolongar el preludio del orgasmo, disfrutaba el “in crescendo” de la excitación, demoré por tres veces ese salto a la inmortalidad, incesante acoso, el sprint final para llevarla a la meta.
– Me voy! me voy!, papiiiito me voy, me voy!!!
Gritó, convulsionada, apretaba mi cabeza contra su concha para meterme dentro de suyo. Perdió el sentido, creo que hasta se detuvo su corazón. Los ojos fuertemente cerrados, respiración agitada, el cuerpo como de trapo, síntomas evidentes de la intensidad del orgasmo. Duró tanto tiempo que ya empezaba a preocuparme.
– Estás bien?
– Sí… en la gloria… Dame agua, agua! –solo un hilo de voz.
Le arrimo un vaso con agua a los labios, no podía sola. Reaccionaba lentamente, no hablaba, pero no dejaba de sonreír, sonrisa que muta en risa sin sentido.
–Gracias, gracias… -cuando pudo articular palabra. No me pasó una cosa así, me descontrolé, creo que me desmayé. Es la primera vez de este modo. Es fabuloso.
No sabía como agradecerme su primer orgasmo, esta experiencia la embargaba totalmente, que todavía no podía procesar esta situación, solo disfrutaba.
– Ahora te toca a vos amor. Te voy a coger!!
Me besó todo, comenzó en los ojos, bajando con lentitud hasta llegar al miembro, asido con una mano, pajea con suavidad, la lengua recorre toda su extensión llega a los huevos, vuelve al glande, toma el líquido preeyaculatorio, la introdujo en de su boca. Mamada sin precedentes. Deseaba probar qué era mamar una pija; su marido no la deja, decía que “es cosa de putas”. Me hizo una mamada de película!
-Pará, pará! Si no voy a acabarte en la boca, y la retiré.
-Y que… Dale! quiero probar, me la voy a tragar, toda, ¡qué venga!: Es mía, es mía!
-Esperá ansiosa… dejame acomodarte –la coloque en un “69” yo abajo.
-Qué bueno!, dijo esto tampoco, nunca de esta manera.
Recomenzó nuevamente la mamada infernal, yo me metido entre sus piernas seguía la chupando la conchita jugosa, late al ritmo de mis lamidas. De pronto vibra, gemidos y grititos (sacó el miembro de la boca para no ahogarse y poder tomar aire) prólogo de otro orgasmo intenso. Podía vivirlo en "vivo y en directo" desde el epicentro de su clímax, conectado en al clítoris por lengua. Sin recuperarse del todo, sigue en la mamada con intensidad y dedicación, ayudando la mano en una paja simultánea. Sentí la electricidad de mi cuerpo, señal inconfundible de la incontenible y perentoria acabada.
– Ya me viene! -dije, sujetándola de los cabellos, empujando hacia abajo.
Acompañaba su mamada levantando la pelvis cogiéndola en la boca.
-Tomá!
Envión a fondo, me descargué en su boca. Un chorrazo de leche, otro empujón y otro y otro más, descargan el lácteo de la brutal calentura. Salió leche como nunca antes.
Totalmente laxo, descanso pero ella no retiró su boca de la fuente láctea hasta que fue perdiendo, la rigidez inicial. Al salirse tragó todo el semen.
– Papito, la primera vez que me acaban en la boca, realmente me gustó y no sabía tan mal como dicen. Gracias, te lo debo, vos te lo merecés todo, repetía y repetía.
Unos minutos más y ya la estaba penetrando, encima de ella, patitas al hombro, máxima exposición, cuando el coito alcanzaba su máxima intensidad, coloqué mis manos en sus nalgas apretándola más contra mí. Laly pidió, más fuerte: – “Haceme mierda” (sic), “rómpeme toda”!
– Rompeme toda, por favor! pedía a gritos.
Enfurecido, se la enterré toda, bombeé con intensidad, como un cuarto de hora, a más no poder, avisa que está lista para otro orgasmo. Seguí la intensidad alentado por sus ayes de placer. Cuando se calmó un poco, la di vuelta boca abajo, en cuatro patas, se la enterré a fondo. Mientras la metía disfrutaba el espectáculo del precioso culo que me tentaba a tomarlo por asalto, incitaba a penetrarlo.
–Me dejás probarlo? -pedí dubitativo, nervios y ansiedad.
– Si sos cuidadoso y no me lastimás. Con temor y curiosidad. Probá, nunca me lo hicieron, él lo intentó, pero como me dolía no siguió. Soy virgen total por el ano. Continuó diciendo:
– Te lo recomiendo, tenés una “morcillota”, lo tengo cerradito. Me dejo, pero despacio porfa!
Me indicó que tenía una pomada para “eso”, que estaba segura que se lo pediría y si le hubiera hecho pasar un buen momento, no tendría motivo de negarse.
– Me hiciste sentir bien papito, busca en mi cartera, es para usar tu premio.
Esparcí la cremita en el “marrón”, acariciaba e introducía un dedo, alternando cada vez por uno más gordo que el anterior, sin dejar de bombearla por la argolla. Saqué la pija húmeda de flujos y se la apoyé en el ano, masajeando y separando las nalgas, apoyé en el centro del hoyo, empujé levemente; reaccionó en acto reflejo, detuve un instante, otro intento con más intensidad.
Pedí que se frotara la vagina, detengo un poquito, para adaptarse al invasor, nuevos dolores, nuevas sensaciones, nuevas emociones, una sonora nalgada distrae lo necesario para mandársela dentro.
Tranquilizada, a medias, le dije que aspire aire por la boca con intensidad, y cuando estaba concentrada en esto, se la mandé hasta los huevos, por completo.
– Ya está! Entré en vos…
– La puta madre, me abriste toda!
Gritaba, dolor o placer, o un poco de ambos. Se la mandé hasta los huevos con fuerza.
La silocaína anestesia el ano, pero también la sensibilidad del glande, por ese motivo el polvo se prolongó mucho más de lo habitual, tanto, que perdí noción de cuanto podía aguantar. El dolor de ella se atenuó y “serruché” en su ano como para sacarle chispas.
Llegué al límite de mi resistencia, bañados en sudor, pegados piel a piel, eyaculé dentro del maltratado ano. Para mi sorpresa, avisa que por acción de la mano en la chucha está acabando. Era cierto, se retorcía y acababa. Cuando retiré el choto dentro de su apretado estuche venía con rastros de sangre, el semen burbujea en el ano, escurriéndose.
Exhaustos, uno sobre el otro, agotados y satisfechos. Sin movernos, en cucharita, hasta recuperar el aliento, el tiempo no contaba, las sensaciones vividas momentos antes, no tenía parangón con nada parecido, cogida apoteótica. Reconciliada con el sexo, no para de agradecerme el haberse sentido bien hembra. Yo agradecía el regalo de su culito virgen.
Al día siguiente, me llamó:
– Te odio, te odio. Estuve en el inodoro sentada y gritando, me sangró un poco y me dolió mucho. Ahora me duele… pero cuando se pase y pueda sentarme bien… Me vas a tener que coger y hacérmelo otra vez. Qué te habías creído?
Iniciamos una amistad y un entendimiento sexual increíble. Demás está decir que terminó por hacerse adicta al sexo anal, ah, y sin ninguna cremita.
Estoy de guardia esta noche, estoy en [email protected]
Latinoinfiel