CARMEN:
Desde que entré a la menopausia mi apetito sexual aumentó, pero el de mi esposo decayó. Por ello tenía discusiones intensas con mi esposo. Un día lo desperté porque tenía unas ganas intensas:
– ¿Mi amor, estás despierto?
– ¿eh? ¿Qué pasa?
– Bueno… estaba pensando que hace mucho tiempo que no hacemos el amor y… te necesito, amor. Necesito sentir tu pene dentro de mí.
– Esta noche no, mi amor. Mañana tengo una junta temprano.
– Pero… ¿entonces, cuándo?… siempre hay algo. A veces creo que ya no te gusto.
– Zzzz
– ¡¡Arrrggg!! ¡No puede ser que te duermas! ¡Despiértate, maldición!.. Hace meses que no me tocas ¡Ya estoy harta de esto!
– Te compensaré en el viaje de vacaciones de la otra semana.
La discusión continuó. Subí el tono de mi voz. Temprano, frustrada me dirigí al baño y me empecé a masturbar en la tina.
A la mañana siguiente estaba fastidiada y con los ojos llorosos, mi hijo de 18 años se acercó por detrás, me abrazó y me dijo: No estés triste.
Por la noche, mi esposo llegó cansado y me dijo que no podría ir al viaje, pero como ya estaba todo comprado y pagado que vaya con nuestro hijo.
IVÁN:
Me desperté al oír la discusión de mi madre, su insatisfacción. Yo consideraba a mi madre recatada, de pequeña estatura y delgada, con su cabello atado en un moño, lentes redondos y su uniforme de oficina que consistía en un traje de sastre. Aunque es seria, la amo con todo mi ser.
Al pasar por el baño pude imaginar a mi madre masturbándose, como en la Forma del Agua.
A la mañana siguiente me acerqué por detrás y la abracé, quise decirle cuánto la quería y que si mi padre no la satisfacía, yo lo haría, pero no pude solo la abracé para consolarla.
Abracé a mi madre por detrás, colocando mi nariz en su cuello y disfrutando el perfume natural de su piel.
Por la noche, mi padre me encomendó que cuide a mi madre, porque él no iría al viaje vacacional.
A la semana siguiente llegamos a la sierra del país. Se trataba de una ciudad colonial, de cielo azul y paisajes idílicos de bosques de piedras y grandes llanuras y con disfrute de baños de agua termales.
Al desempacar en el hotel me di con la grata sorpresa que la habitación era matrimonial con una cama king size en el medio.
CARMEN:
Mi hijo me acompañaría a pasar las vacaciones. Había reservado todo para hacerla una segunda luna de miel, pero el inútil de mi esposo no estaría. Por suerte sería acompañado por mi hijo. Aunque deberíamos compartir la habitación y la cama. La verdad es que es un súper chico, atento y guapo.
Mi hijo es caballeroso, atento y guapo, se preocupa por mí y me trata como una reina. Afortunada la chica que sea su novia y creo que le tendría celos.
Me até el cabello, porque no me gusta tenerlo suelto, y salimos a pasear y conocer el centro histórico. Por la noche fui a comer con mi hijo, tomamos unos tragos de vino que se me subió un poco.
Luego de cancelar la cuenta el camarero se despidió diciendo: Disfruten su noche. Pensé “¡Qué horror es mi hijo!” con las copas un poco subidas me llevó en un taxi. Me ayudó a entrar a la habitación y me arropó antes de entrar a la cama.
Me quitó los zapatos y besó mis pies al hacerlo. Sus labios se sentían tan bien. Recobré algo la cordura y moví mi pie. Le dije a mi hijo, mejor vemos televisión. Encendí el aparato y fue una película porno. Me tapé los ojos y apagué el aparato.
IVÁN:
Pasé un día genial con mi madre, conversamos amenamente. La cena fue exquisita y el camarero nos dio un vino de cortesía. Mi mamá estaba más mareada que yo, le dije que mejor nos vayamos a dormir y fuéramos al hotel. El mozo al escuchar esto, a la salida, en tono coqueto nos dijo “disfruten su noche”.
Acosté a mi madre, y al quitarle sus zapatos pude ver sus pies pequeños y finos. No pude más que acariciarlos. Mi madre empezó a ronronear. Me acosté junto a ella. La cercanía con el amor de mi vida hizo que tuviera una erección. Usualmente me masturbo pensando en ella, pero al estar a mi costado traté de pensar en otras cosas y dormir. Tendría una buena historia para masturbarme sobre mi mamá que puso una película porno, aunque en la realidad fue sin querer, en mi fantasía haría que fuera a propósito y ella me conquistaría.
Mi madre se veía hermosa, con su cabello suelto y ondulado tapando sus pechos. Como pude me dormí. A la mañana siguiente me desperté al sentir que mi madre se movió. Desperté con una erección y esperé a que me baje, sin hacer ruido. Mi madre se dirigió hacia el ropero y se quitó el vestido que usaba. Vi su ropa interior, de esas antiguas bombachas y sostén de tela sin diseño. Vi su silueta, de caderas anchas, no me resistí y sin que se diera cuenta la abracé desde atrás, besé su cuello mientras le decía lo hermosa que es. El olor de su piel me embriagó y no pude más que besarla, tocar su estómago, jugar con su ombligo, deslizar su brasier y su ropa interior por encima.
Mi mami empezó a ronronear, su respiración se aceleró y decidí meter mi mano dentro de su calzón, acariciar y jugar con su sus vellos púbicos.
CARMEN:
Al despertar estaba un poco resaqueada, sentí el bulto de mi hijo a mi costado. Eso me calentó, pero recapacité y me levanté rápidamente para cambiarme de ropa. Ensimismada en mis pensamientos no me percaté que me hijo se había despertado y acercado por detrás. Movió ligeramente mi cabello y empezó a besar mi cuello, mientras me susurraba cosas dulces al oído. Sus labios eran suaves y calientes. Yo estaba tan caliente que me dejé llevar. Mi hijo bajo sus manos por mis caderas sobando mi calzón sobando por encima mi vagina y clítoris. Yo me dejé llevar y comencé a jadear.
Me condujo hasta la cama, se inclinó hacia mí, sus labios se aproximaron a los míos que entreabiertos esperaban húmedos la caricia que estaba por llegar, la caricia que iba a ser el principio de una mañana de lujuria y desenfreno; su mano izquierda no permaneció quieta sino que situándose sobre mis rodillas, hicieron un poquito de presión entreabriéndolas y ascendiendo por el interior de mis muslos se posó sobre mi vagina, jugueteando con mis abundantes vellos púbicos e introduciendo posteriormente dos dedos entre mis labios mayores, que ya estaban lubricados por mis jugos. Cuando su boca se apoderó de mis labios, su lengua, inexperta, procedió a buscar la mía, que respondió a su deseo sin dilación, intentando darle unas lecciones prácticas de cómo debía hacerme gozar.
Luego condujo su boca hacia mi vagina, lamiéndola y haciéndome llevar loca de placer. Sin dejar de lamer. Mi esposo nunca me la había comido. Mi hijo también metía sus dedos y sobaba mi clítoris con su pulgar e índice sin quitar su boca.
Yo estaba en éxtasis, con la cara enroquecida. Llevé mis manos a su cabeza y la atraje hacía mí, con las piernas totalmente abiertas. Doblé mis rodillas y los dedos de mi pie los estiré jadeando como una perra y después de mucho tiempo pude recibir mi tan esperado orgasmo.
Caí exhausta. Iván mirándome como hipnotizado a los pechos, que se erguían desafiantes como nunca en todo su esplendor procedió a besarlos y beber todo. Sus labios aún conservaban la suavidad infantil de cuando lactaba de bebé. Tomé con mis manos el elástico del slip y bajándolo rápidamente se lo saqué por su pies al mismo tiempo que con mi camisón procedí a secar mi muslo y después su verga, que al sentir el suave roce de la tela y la presión de mis dedos friccionándola se elevó nuevamente en todo su apogeo apareciendo anteví aquel cipote muy largo ¡Dios, que polla! Su padre la tenía grande pero anda que el hijo.
Me dejé caer hacia atrás, e hice que se subiese sobre mí, que su boca recorriese cada pliegue de mi cuerpo, y sobre todo que me chupase reiterada y golosamente mis pezones ya endurecidos y tensos, cosa a la que se aplicó afanosamente, lo que me permitió gozar intensamente; al mismo tiempo mi mano derecha atrapó el tronco de aquella estaca y con mucha suavidad dirigí la punta de la misma hacia el interior de mi vulva, que estaba súper lubricada como hacía años no lo había estado, abriendo mis piernas para facilitar el acercamiento de la misma y la penetración de su glande en mi chocho. Iniciando entonces un movimiento de mete y saca lento pero profundo, sin acelerones, que me permitía disfrutar de todo el poderío de aquella grandiosa tranca dentro de mí. Al mismo tiempo que yo regulaba la cadencia de sus movimientos, hice que sus manos amasasen sin pudor, delicadamente, pero con vigor mis tetas que estaban a punto de reventar por la excitación, al mismo tiempo que regulaba el ritmo de la follada de la copulación, para evitar una corrida precipitada de mi hijo y conseguir así en lo posible que yo también me corriese, y cuando notaba que mi hijo empezaba con sus espasmos, le asía por bajo de sus testículos hasta que llegase el momento en que yo pudiera gozar con toda intensidad del primer orgasmo con mi hijo, con mi macho, con mi semental, que ahora estaba sobre mi cuerpo desnudo y sudoroso pero muy, muy excitado. Así conseguí llegar a un punto en que los síntomas de que se aproximaba mi inminente "corrida" se acentuaron y acelerando entonces mis movimientos pélvicos, conseguí gloriosamente y al mismo tiempo que mi hijo, coincidiendo con las contracciones aceleradas de mi "niño" que quedó desmadejado sobre mi sudoroso pero feliz cuerpo. No permití que mi hijo sacase su falo de dentro de mi cueva hasta transcurrido un buen rato, quería sentir dentro de mí como su pollón iba perdiendo su rigidez y como su "leche", mezclada con mis jugos, salía poco a poco por los bordes de mi chocho, mojando la parte interna de mis muslos y mojando intensamente la sábana. Y sabiendo que era el primer "polvo" que él había echado, y que en cuanto estuviese repuesto querría nuevamente gozar del chocho de la "golfa" de su madre. Y no solamente él quedó exhausto, sino que yo sentí un debilitamiento total y gozoso de mi cuerpo que me hizo quedar decaída bajo su maravilloso cuerpo, quedando ambos dormidos por unas horas.
IVÁN:
Coger con mi madre fue la gloria y lo mejor es que ella también lo disfrutó. El sabor y el olor de su piel, su cara sonrosada en una mueca de placer fue la perfección. Me quedé dormido sobre esas redondas tetas y mi boca mamando como un bebé. Me desperté a las horas y me fui a duchar.
Mi madre fue detrás de mí y ambos nos besamos y manoseamos como un par de adolescentes cachondos.
-Eres una mujer muy hermosa mamá.
-¿Te gusto mi vida?
-Claro mamá, eres una hembra bellísima.
-Huy, mi amor, me haces sentir muy deseada.
-¿Te… te gusta lo que estamos haciendo? –dije, y ella contestó:
-Ay mi amor, me gusta cómo le das verga a tu mami. Métemela así mi amor. Huy, has puesto muy caliente a tu madre mientras me rozabas con tu verga.
Nuestras lenguas se enredaban y yo mordía sus labios carnosos.
-Ay mi niño. Qué caliente me tienes.
Comencé a bajar hasta que mi boca quedo frente a sus pechos. Le lamí los pezones llenándoselos de saliva, ¡hum! qué rico morder y chupar sus pezones duritos.
-Ay mi niño, tú vas a hacer que tu mami se chorree. Así lindo, sácale la leche de los pechos a tu mamá. Ah, mi vida, me has puesto como una callejera.
Seguí lamiendo hasta que mi boca llegó a su vulva y lamí la baba de sus vellos. Mis dedos le abrían la panocha y mi lengua húmeda tocaba las paredes de sus labios. Los apretaba entre mi boca y chupaba. Tenía la cabeza entre las piernas de mi madre y ella me tenía sujetado del cabello y me apretaba la cara contra su vulva. Con el agua cayendo por nuestros cuerpos desnudos.
-Ay bebé ¡ay ah! ¡ME VENGO HIJO!
Sentí cómo me invadía toda la humedad de mi madre. Acaba de venirse y yo seguía chupando su vagina, metiéndole la lengua hasta el fondo. El aroma de esa panocha era para extasiar a cualquiera y yo no quería alejarme. Terminó en mi boca pero seguíamos muy calientes y yo no dejaba de beber sus jugos que escurrían hasta sus muslos. Parece mentira que no me había dado cuenta de lo hermosas y ricas que eran las piernas de mi madre y ahora yo las tenía para lamerlas y morderlas.
-¡Ufff hijo!, ¡así, chupa cariño, tómatelo todo mi amor!
-Sí, mamá ¡me excita tu aroma y me excita que estés tan caliente!
– Me tienes como una perra en celo, mi vida, y soy sólo tuya.
Salimos de la ducha y en el piso del baño la levanté para acercarla a mí, quería darle por la vulva desde atrás y me acomodé tras de ella. Metí y mi verga con fuerza y ella la recibió con un gemido. La arremetía con mucha violencia y ella igual que yo estaba ardiendo.
-Mamá, me voy a venir.
-Sí mi amor, hazlo dentro de mí, anda cielo. Lléname toda con tu leche… ay cariño AAAHHH!!! CÓGEME MI AMOR!!!
Seguí cogiéndome a mi madre con todas mis fuerzas, mi verga rozaba las paredes de su vagina y no pude contenerme más. Me aferré a sus pechos mientras le llenaba la panocha con mi semen. Ambos gemíamos de placer.
Le di un beso en la mejilla y nos quedamos mirando. Después acerqué mi boca a la suya y nos besamos.
Al pasar de los días íbamos como un par de enamorados tomados de la mano. La gente nos miraba como una pareja de edades dispares. Se estremecerían más al saber que somos madre e hijo. A los días lo hacíamos por lo menos cuatro veces al día.
Mi madre se fue a la peluquería, se lació y tiño el cabello de morado en las puntas y se compró ropa más apretada. Era como si hubiera rejuvenecido 20 años.
Pero lo bueno tiene que terminar. Al cabo de cinco días volvíamos a nuestra ciudad. Mi padre no comprendía los cambios en el aspecto de su esposa y la jovialidad. Extrañábamos tocarnos. Al cabo de tres días me acerqué por detrás a mi madre y le coloqué una venda en los ojos. Empecé a lamer su cuello y besar su cuerpo desnudándola por momentos. Mi padre regresó temprano y nos vio en la cama. Los gemidos lo hicieron subir rápido. Lejos de molestarse se quedó mirando tuvo una erección y nos pidió que siguiéramos mientras se masturbaba-
Luego nos confesó que tenía problemas de impotencia, pero viéndonos haciendo teniendo sexo incestuoso se curó. Hasta ese momento no sabía que era voyerista.