El sábado siguiente, por la tarde, las dos monjas volvieron a llamar al timbre del pazo, Félix, las vio en la pantalla de la cámara del telefonillo, y le dijo a su hija:
-Ahí están tus amiguitas.
-¿Lina y Pili?
-No, las monjas.
-¡Sabía que volverían! Una para ti y otra para mí. Pero habrá que pagar otra vez.
-Por dos virguitos se paga lo que haga falta.
-Abre el portal, y desaparece hasta que las tenga calientes…
Mery les abrió la puerta del pazo y las mandó pasar. Se sentaron en el mismo sitio de la vez anterior.
-¿Qué os trae por aquí?
Le respondió sor Patricia.
-El cheque.
-¿Qué le pasa al cheque?
Se lo devolvió.
-Queremos que nos haga dos cheques, uno a mi nombre y el otro a nombre de sor María. Vamos a dejar el convento y vivir juntas.
-Vaya, lo que puede hacer el poder del sexo.
-Del amor, señorita, el poder del amor.
-Necesitaréis más dinero. ¿Qué os parecería si os hiciese un cheque por 24.000 euros?
Sor Patricia, le preguntó:
-¿Qué deberíamos hacer?
-Ayudarme a darle un masaje al diablo… y a follarlo bien follado.
Las monjas se persignaron. Ahora la que preguntó fue sor María.
-¡¿Conoce a Lucifer?!
-No, conozco a Félix, y es un diablo en la cama.
-¿Quién es Félix?
-Mi padre.
-¡¿Ha fornicado con su padre?!
-¿Qué tiene más delito, follar con dos monjas o con el padre de una?
-Esta es la casa del pecado.
-¿Vais a seguir pecando y os extiendo el cheque grande u os extiendo el pequeño?
Sor Patricia, no tenía dudas.
-El grande. Ya va siendo hora que mi chochito sepa lo que siente con un rabo dentro.
Sor María era más reticente.
-¿Y si el viejo es feo y le huele mal el aliento y…?
Félix, con su pelo cano y su tipazo y cara de galán, entró en la sala de estar, y le dijo a sor María:
-Ni soy feo ni me huele el aliento.
Sor María, al verlo, cambió de opinión.
-Si hay que hacer un sacrificio, se hace.
Mery, estaba impaciente.
-Vamos para mi habitación.
Ya en la habitación, les dijo Mary a las monjas:
-Desnudar a mi padre.
Sor Patricia le quitó la camisa blanca y sor María, el cinto y le abrió la bragueta del pantalón de tergal. Apareció el bulto de la polla en el calzoncillo. Sor Patricia le quitó los zapatos y lo calcetines. Mery, se metió entre las dos monjas, le bajó el calzoncillo. La polla tiesa quedó mirando hacia delante. Sor Patricia, exclamó:
-¡Es enorme!
La polla no medía más de 15 centímetros y era delgada, pero como las monjas no habían visto otra, también para sor Patricia era inmensa.
-¡Nos va a romper el chochito!
Meri, se puso en cuclillas, cogió con la mano la polla de su padre y comenzó a hacerle una mamada. Sor María, le dijo:
-¡Cochina!
Sor Patricia, le preguntó:
-¿A qué sabe, señorita?
-Prueba, Patricia, prueba y lo sabrás.
Sor Patricia, no se cortó, se agachó, metió la polla en la boca, la mamó, y masturbando a Félix, tal y como había visto hacer a Mery, dijo:
-Sabe a pecado, a lujuria. Sabe tan bien que estoy mojando las bragas. ¿Prueba, hermana?
-¡Dios me libre!
-No se me haga la recatada que nos quedamos sin el cheque grande. Dele una mamada. Le va a gustar
-Bueno, una mamadita, pero una sola.
A esa mamadita, siguió otra y otra… hasta que la otra monja se la quitó de la boca para mamar ella. Al final se turnaron. Hasta que dijo Mery:
-Échate boca arriba en la cama, papá.
Mery, se desnudó, las monjas se iban a desnudar, pero le dijo Félix:
-Vestidas, os quiero follar vestidas. Quitaos sólo las bragas, y dármelas.
Sor María ya iba lanzada.
-¿Y no nos va a comer las tetas?
-Claro, las tetas y el coño, pero a su debido tiempo.
Se quitaron las bragas negras, mojadas, y se las dieron. Mery, de propina, le dio la suya, blanca, y con un lamparón tan grande como los que tenían las bragas de las monjas. Félix, boca abajo sobre la cama, comenzó a oler las bragas. Mery cogió el aceite de masaje, y le echó un poco por las espalda y por las nalgas. Sor Patricia, masajeó su cuello y su espalda, Mery le masajeó las nalgas, el periné y el ojete, lo masajeó y después lo penetró con un dedo. Sor María, obsesionada con la polla, metía su mano por debajo y se la meneaba. Al rato largo, Félix, se daba la vuelta. Su polla estaba tiesa. Sor María se lanzó sobre la polla como una leona se lanza sobre una gacela y comenzó a devorarla. Mery, le dijo
-Despacio, María, que si se corre tendremos que esperar para poder follarlo.
-¿Cómo sabe eso?
-Internet. Tengo mucha teoría.
Félix, sonriendo, le dijo a su hija:
-Tranquila, hija. Tomé una pastilla de viagra. Hay polla para todas. Sube. María.
Sor María subió el hábito y cogió la polla con la mano. Félix sintió la humedad del coño y el contacto de los pelos con su glande mientras veía como sor Patricia le comía las tetas a su hija. Sor María puso la polla en la entrada del coño empapado. Empujó y no soltó ni un "ay". La fue metiendo despacito, apretada, apretadísima, pero disfrutando todo el rato. Al clavarla a tope, buscó los labios de Félix y lo besó con suma dulzura, al principio, pues poco después, cuando sintió que se iba a correr, lo comió a besos. Cuando se corrió. Soltó un grito:
-¡¡¡Me mueeero!!!
En el portal del pazo, Fermín, el padre de Félix, un hombre de 75 años, libertino, al que apodaban "Pichón", con la ventanilla abierta de su Mercedes, le daba a un mando a distancia y abría el portal del pazo. Oía el grito, y decía:
-¡Fiesta, fiesta fiesta! Allá voy…
… Sor Patricia montó a Félix. Subió el hábito como sor María y la clavó sin rodeos. Ella sí que chilló. "¡¡Aaaaay!" En grito guio a Fermín, que al llegar a la puerta de la habitación y ver el cuadro, exclamó:
-¡Carnavales anticipados! ¡Fiesta, fiesta, fiesta!
Luego vio que una de las jóvenes era su nieta, y le dijo:
-¿Quién trajo las putas, María?
Ni Mery ni las monjas se sobresaltaron. Estaban demasiado cachondas.
-Son monjas, abuelo.
-Y yo soy cura.
-Calla y hazle a sor Patricia lo que me haces a mí. Seguro que le gusta.
Fermín cogió debajo de la cama una zapatilla con forma de conejo peludo y con piso blanco de goma, le levantó el hábito a la monja y al ver su culito blanco, le dijo a su hijo:
-Parece una monja de verdad.
-¡Y lo es, hijo puta! ¡¿Desde cuándo juegas con mi hija?!
-¡No jodas¡ ¡¿Es una monja de las de verdad?!
-No me contestaste.
No le iba a contar. Le dijo a sor Patricia:
-Soy tu ángel de la Guarda. Te me has descarriado. ¡Mala!
El viejo le dio con la zapatilla en las nalgas a la monja.
-¡¡¡Plas, plas, plas!!!
Después de darle dos veces en cada nalga, se las lamió, le besó el periné y el ojete, y acto seguido se lo folló con la punta de la lengua.
-¿Quieres purgar todos tus pecados?
-Sí, castígueme más.
El viejo le volvió a besar y a lamer las nalgas y a chupar y a follar el ojete con la punta de la lengua mientras la polla de Félix entraba y salía de su coño. Cuando más lo disfrutaba, le dio otra vez con la zapatilla.
Sacó la polla. No era un "pichón", era un pichín, pequeño y delgado, Sor María, al verla, y antes de cogerla, meterla en la boca y mamarla, sonriendo, le dijo:
-¡Qué bonita!
Mientras se la chupaba, Fermín siguió follando el ojete de sor Patricia con su lengua y azotándole el culo con la zapatilla.
Merí, celosa de los zapatillazos, le puso el culo en posición a su abuelo. Fermín le comió el coño, luego le folló el ojete con la punta de la lengua, y después le preguntó:
-¿Quieres que te caliente el culo, muñequita?
-Sí, Pichón, sí.
A Fermín lo comían los demonios cuando lo llamaban por su apodo.
-¿¡Pichón?! ¡La madre que te parió! ¡¡Las quieres llevar fuertes!!
-¡¡¡Plas, plas, pas!!!
Mery, masturbándose, quería más.
-¡Más, abuelo, más!
El viejo le dio más y más fuerte.
Mery ya echaba por fuera.
-¡Cómemela, cómemela, cómemela!
El viejo le comió el coño y Mery se corrió en su boca.
Sor Patricia, gemía. Sus gemidos ya eran de pre orgasmo. Fermín se la clavó en el culo. Sor Patricia comenzó a correrse. Inundó con su flujo vaginal los cojones de Félix. Con el placer que le produjo el orgasmo de la doble penetración, perdió el conocimiento, y lo perdió en el momento en que Félix le sacaba la polla para correrse en su vientre y Fermín le llenaba el culo de leche.
La cosa siguió. Hubo… ¡Fiesta, fiesta, fiesta!
Se agradecen los comentarios buenos y malos.