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Segundo clandestino. Primera venganza
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Tiempo de lectura: 6 minutos

En la historia pasada conté mi escapada con un casado, Misael, y como tuvimos sexo en el estudio de su propia casa. Yo quería volver a estar con él. Esta vez lo iba a dejar hacerme cualquier cosa que él quisiera. Lo iba a dejar que me penetrara. Perdería mi virginidad con él. Lo había decidido.

Me imaginaba desnuda frente a él. Pensaba en abrir mis piernas para invitarlo a penetrarme, o me imaginaba estar boca abajo y sentirlo que se aproximaba a penetrarme desde atrás. Casi podía venirme de imaginar que sentía su verga resbalando en mi vagina. No imaginaba ni el lugar ni besos ni abrazos. Sólo pensaba en su verga en mi vagina mojada.

Aquel domingo cogimos sin haberlo planeado y los días siguientes nos estuvimos mensajeando pero él se notaba que no quería dejar evidencia en su teléfono. Los jueves a media tarde le tocaba actividad en las oficinas de la iglesia. Decidí buscarlo en persona como que encontrándolo casualmente, para darle la sorpresa. Como no era día de iglesia me puse una minifalda de mezclilla y una playera cortita. Caminé por la zona y muy suertuda me lo encontré con varios compañeros del otro grupo saliendo de la tienda de la esquina. Ninguno de los de ese grupo eran mis amigos y eso me pareció que facilitaba las cosas para el encuentro porque sólo él y yo nos conocíamos. Pero no fue así. Fue obvio que Misael me vio y volteó la mirada para otro lado. No es que estuviera enamorada ni nada pero tampoco era como para portarse así. Ni siquiera le volví la buscar la cara. El mismo día me volvió a mandar mensajes pero ya no le hice caso. Creo que aunque no había sentimientos de por medio, el orgullo me caló más. Yo siempre había cortado a mis parejas y nunca me habían hecho un desplante así. Él insistió varias semanas. Varias veces al día me mandaba mensajes o me marcaba pero yo ya no le hice caso. Algún problema tuvo con su esposa porque apenas dos meses después todos supimos en la iglesia que ella se había ido a otro estado y él la siguió semanas después y se quedó a vivir con ella en otra ciudad. Nunca averigüé más. Cuento todo esto para que se entienda lo que pasó 2 años después.

Yo ya tenía 21. Y el Facebook comenzaba a ser de uso común. Y un buen día me buscó. No me pidió amistad pero me empezó a escribir. Yo le seguí la corriente a sabiendas de que no estaba cerca. Un día me dijo que iba a mi ciudad a finiquitar por fin la venta de su casa y dijo que quería verme. Yo ya tenía novio casi desde poco después de aquella vez que Misael me tuvo encueradita en su propia casa. Tampoco quería mucho a mi novio pero obvio, gracias a la relación formal ante mis papás cogía con tanta regularidad como necesitaba. Sin embargo, no me parecía mala idea ver a Misael sólo por sacarme la espina de consumarlo como alguna vez lo imaginé.

Desde el principio le dejé claro que lo vería sólo una vez. Sin perder el tiempo. Y le dejé claro que yo tenía mi novio así que no me iba a andar exhibiendo con otro.

El día acordado me citó en un hotel. Yo llegué en taxi. Me estaba esperando en calzoncillos y eso tuvo un efecto negativo en mí. Me pareció arrogante que estuviera casi desnudo. Recordé su desplante y decidí usarlo a mi gusto pero darle una lección.

Se me acercó así en calzoncillos, ya con una erección en ciernes y me abrazó. Yo tenía muchas ganas y de verdad se me antojaba que me pusiera una buena cogida.

Me besó en la boca y yo correspondí una vez. Se me separó para mirarme. Yo llevaba una falda short a medio muslo y dos blusas. Una interior y una blusa amplia sin abrochar.

-sigues tan hermosa como te recordaba.

Yo simplemente sonreí.

Me dijo:

-¿Quieres ponerte cómoda?

-¿te refieres a desnudarme? -le pregunté con cierta sorna.

-claro -me respondió.

Yo decidida a divertirme le dije

-¿y por qué no me la quitas tú?

No le dije 2 veces.

Se me acercó con una erección aún mayor y eso me excitó pero estaba decidida a mantener todo bajo mis términos.

Me sacó las blusas con mi ayuda y disfruté su mirada cuando descubrió que no llevaba sostén. Gocé dejándolo que me desabrochara el cinturón y la falda short. Cuando la bajó aprovechó y jalo mi pantaleta al suelo también. Admito que me sentía mojada. Tampoco iba a dejar de disfrutar en mi desquite.

Ya teniéndome desnuda me llevó a la cama casi cargando y yo lo dejé hacer.

Me depositó sobre la cama y comenzó a besarme y empezamos a fajar. Yo no perdí el tiempo. Con una mano comencé a bajarle el calzoncillo pero lo dejé medias por concentrarme en trabajarme su verga.

Me dio la impresión de estar muy desesperado. Me manoseaba por todos lados con desesperación. Y rápidamente trató de penetrarme pero yo no lo dejé. Me miró sorprendido. -¿Cómo le haces para cerrarte así?- me preguntó.

-Calmado -le dije- no tan rápido.

-sabes que me masturbé en la mañana pensando en cogerte y ni así se me han quitado las ganas?

-me halagas mucho y yo también quiero coger pero quiero bien y sin prisas.

Acto seguido me bajé hacia su verga y comencé a hacerle un oral. Él rápidamente hizo que nos acomodáramos en 69. Debo admitir que lo disfruté porque a mi novio no le gustaba que yo le hiciera orales y por tanto no había sesenta y nueves.

Tener su vergota en mi boca mientras sentía su lengua tratando de meterse en mi vagina me hizo venirme muy rico y fuerte.

Cuando el vio que me venía se levantó y me observó mientras se masturbaba.

Siguió ahí muy paciente admirándome.

Al final cuando me recupere me dijo:

-no sabes cuántas veces me he masturbado recordando lo rico que te mueves y gritas cuando acabas.

Me dio risa y lo reté:

– y no quieres ver cómo me vengo con tu verga adentro de mi vagina?

Me miró como sin saber qué hacer y yo comencé a disfrutar retarlo.

-¿quieres penetrarme?

-¿aquí mismo? -Le pregunté separando y flexionando mis rodillas.

-¿quieres meterme tu verga?

Sin darle tiempo a nada me rodé sobre la cama quedando boca abajo para luego levantar mi trasero hacia él:

-¿o me quieres agarrar en cuatro?

Apenas estuve así un momento. No quería que me penetrara sin verle la cara así que rápido volví a ponerme boca arriba.

Él ya se me acercaba con su verga en ristre poniéndose el condón. Me tomó de los tobillos levantando mis piernas y me jaló para dejar mis rodillas al borde de la cama. Separó mis piernas y con cada mano acarició mis muslos suavemente hasta que una de sus manos terminó entre mis piernas. Presionó con toda la palma de la mano y yo me sentí estremecer y dejé escapar un gemido. Acto seguido volteó su mano y delicadamente deslizó sus dedos por fuera haciéndolos resbalarse adentro de lo húmeda que estaba. Yo separé más las piernas para que supiera que eran bienvenidos esos dedos. Sin embargo apenas los movió un poco.

-estás mojadísima -me dijo sacando los dedos para tomar mis pies y ponerlos sobre sus hombros. Yo casi me sentía venir a sabiendas de lo que venía. Sentí como me rozaba los labios con su miembro cada vez con más fuerza. Yo estaba mojadísima y deseaba sentirlo adentro. Empezó a empujar hasta que finalmente empezó a separar mis labios penetrando mi vagina. A pesar de lo enorme que estaba sentí rico porque estaba muy mojada. Dejé escapar en gemido y hacerlo me ayudó a relajarme. Sentí que penetraba más y más hasta que empezó a moverse rítmicamente. Sin bajar mis piernas de sus hombros pasó sus manos por los lados y comenzó a masajear mis pechos tomando mis pezones entre sus dedos, dejando caer todo su peso sobre mis piernas lo que no me importó porque sólo estaba atenta a su verga resbalando en mi vagina. Casi de inmediato comencé a venirme. No recuerdo mucho esa parte porque fue un sólo orgasmo largo largo largo. Muy rico. Recuperé mi conciencia y Misael seguía moviéndose encima de mí. Fue hasta ese momento que caí en cuenta de que no se había venido aún. Le dije

-no te vengas adentro, todavía no.

Me dio unos empujones más que casi me hicieron olvidarme de mi plan.

Me levanté y de pie comencé a besarlo en la boca mientras lo masturbaba con mi mano.

De pronto me dio la vuelta y me puso en cuatro en la cama.

-no te vayas a venir adentro -le dije.

-no te preocupes -me dijo al tiempo que me separaba las nalgas y empezaba a sentir que me abría mis labios con esa verga suya. Me tomó de las caderas y empezó a moverse. Yo sentía su penetración tan adentro como nunca. Adentro afuera más adentro afuera adentrísimo. Resbalando en mi humedad. Comencé a venirme delicioso de menos a más como muchos chiquitos hasta que de repente exploté en espasmos que salían de mi vagina a todo el cuerpo. El seguía empujándome. Casi había dejado de pensar en su eyaculación. Me dejé caer en la cama a relajarme y el hizo lo mismo tumbándose a mi lado.

Nos quedamos ahí un momento. Yo estaba boca abajo y él estuvo manoseando mi trasero. Nos fuimos tranquilizando.

-muy rico -me dijo- y tú estás buenísima aparte de bonita.

Yo estaba ya tranquila.

-voy al baño y regreso -me dijo.

Yo aproveché y me vestí rapidísimo. Cuando salió venía de nuevo con su erección y un condón nuevo en la mano.

-¿qué pasó muchacha? -me miró sorprendido al verme ya vestida y poniéndome las sandalias.

-ya se me hizo tarde -le dije- estuvo muy rico pero sí necesito irme.

Me detuvo de camino a la puerta y me jaló hacia él.

-no seas cabrona, no me dejes así.

-de verdad me urge irme, no había visto la hora- le dije sin inmutarme y seguí mi camino a la puerta.

Lo último que escuché fue:

-¡cuando menos hazme una puñeta!

Debo aceptarlo. Salí de ahí deseando que me penetrara otra vez. Que me penetrara sin condón. Quería que se vaciara adentro de mi vagina. Quería sentirlo explotar en chorros calientes mientras me asía el trasero amasado con sus manos. Quería sentir que todo escurría por mis piernas.

Su semen hubiera redondeado la cogida pero pudo más el deseo de desquite. 2 años atrás me dejó con las ganas de su verga. Ahora yo lo dejé con las ganas de venirse.

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