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Cris, mi profesora de inglés
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Había acudido a uno de estos centros comerciales para pasar el rato y al igual terminar entrando en alguna de las salas de cine. Entre en una de la numerosa tiendas de ropa, sin duda era la misma mujer, la observe y esperé disimulando que saliera de un probador. Llevaba una chaqueta oscura a juego con una falda que le llegaba a las rodillas, ajustada pero, sin ser muy provocativa, aunque se podía adivinar sus buenas caderas y unos buenos muslos. Por la chaqueta asomaba una camiseta blanca de cuello redondo, sobre la cual lucía un colgante con forma de espiral que combinaba con los pendientes de sus orejas, estaba vez medio ocultas por el pelo suelto, pero perfectamente peinado. Nuestras miradas apenas se cruzaron un segundo y antes de que pudiéramos hacer cualquier gesto de reconocimiento me saludo con unos besos en la mejilla. Su actitud mucho más relajada y su risa espontánea por un momento me hizo dudar que pasásemos del saludo.

– Puedes esperar un momento que recojo y pago.

Desde principio de curso yo estaba haciendo clases de refuerzo de inglés y aquella mujer era la profesora, le hacía unos 35 años, más bien alta y con los tacones casi llegaba a sobrepasarme. Los dos no teníamos prisa y me propuso sentarnos y tomar algo. La charla era distendida y se inclinó en intentar hacerla en inglés. Y como era de esperar salieron anécdotas relacionadas con las clases y con las personas que las hacíamos. Seguimos…

– Ese vestido que te has comprado seguro que te sienta muy bien -dije sonriendo.

-Gracias, me apetecía arreglarme y ponerme guapa.

-Pues seguro lo conseguirás… Bueno.

De nuevo. -Gracias -Y con una sonrisa picarona continuó.- En la clase a menudo sueltas cosas relacionas con temas digamos picantes.

-Bueno lo hago en broma y es para romper una poco la seriedad de la clase y naturalmente cuando hay solo ciertas persona, si te molesta no lo…

-No… por descontado, nunca me he enojado y a menudo ya ves que te sigo un poco la corriente pero sin entrar a fondo, ¿eh? -termino riendo.

A partir de este momento la conversación derivo hacia otros derroteros, me sugería hacer comentario de las personas que pasaban o estaban sentados a nuestro lado y lo hizo de una chica que había en una mesa cercana.

-Ella tiene un buen culo y su compañía como debe tener la verga -mientras soltaba una carcajada.

A pesar de mi sorpresa por la pregunta lo traduje como pude, ella se reía, pero se puso pensativa cuando.

-Me gusta más tu culo y yo tengo una verga grande -Silencio…

-Parece de buen tamaño -mientras pasaba la mano por debajo de la mesa, me agarró de la bragueta y apretó con su mano

-Al igual te gustaría probarla -solté mientras la miraba fijamente.

-Es hora de que me vaya a casa y tengo que coger el autobús -después de unos momentos de nuevo silencio.

– No me mal interpretes pero te puedo llevar, tengo el coche en el parking.

– No pasa nada, ¿puedes? gracias…

Salimos de la cafetería, había mucha gente y caminaba justo al lado o detrás de ella, notaba su cuerpo pegado al mío y su olor me inundaba. Apenas palabras durante el trayecto al parking.

 Cris… -empecé decir cuando justo nos sentamos en el coche.

-¿Así que te gustan con buen culo? -preguntó sin dejarme seguir.

-Bueno… yo.

-Eso está bien, porque más bien además de culona yo soy algo putilla -contestó riendo.

Su comentario me dejó atónito y tras un par de segundos arranqué el coche sin decir palabra. Salimos del subterráneo y me indicó su dirección, ya casi en la mitad del recorrido cuando transitábamos por una autovía, posó su mano en mi muslo.

-¿Alguna vez te han follado de verdad? -preguntó

Entre la sorpresa y el estar atento en conducir no respondí.

-Pues hoy puede ser tu día de suerte.

Con agilidad su mano bajó mi cremallera y dio la libertad a mi polla. Empezó a acariciarme, yo intenté colar la mano bajo su falda, pero ella me lo impidió.

-Tú solo conduce y no pares -mientras su mano empezaba a masturbarme, lubricada con su saliva la mano subía y bajaba cada vez más rápido, más fuerte. Notaba como si las venas de mi polla fueran a reventar. El coche dio un trompicón cuando eyaculé en su mano, mientras ella no dejaba de moverla, exprimiendo hasta la última gota.

-Joder -exclamé, mientras mis manos se clavaban al volante.

-Eso luego si te parece bien -soltó entre risas.

Me miró con unos ojos de gata que casi me hipnotizaron y mientras lamía una gota de mi semen de la punta de su dedo.

-Espero que tengas más de esto, porque hoy quiero mucho… y todavía no tienes ni idea de lo que soy capaz.

-Creo que empiezo a sospecharlo -respondí, a partir de aquí silencio.

-Aparca, aquí es.

Una vez en el ascensor no pude evitar besarla. Comencé a dibujar sus labios con mi lengua, se entreabrieron y mi lengua buscó la suya, estaba tan excitado que casi babeaba, fue un beso largo, húmedo, profundo que ella me devolvió mientras le agarraba su culo con mis manos, levantándola en el aire. El ascensor paró y seguimos besándonos con la puerta abierta, sentía su pecho contra el mío y ella tuvo que notar como mi polla volvía a endurecerse.

-¿Seguimos dentro?

Yo solo asentí y tan pronto traspasamos la puerta me coloqué detrás de ella y mis manos recorrieron su cuerpo, desabrochando una vez más su chaqueta, acariciando sus pechos por encima de la ropa. Me condujo por el pasillo y me señaló una puerta -lávate -ordenó. El agua moderó un poco mi erección mientras eliminaba los restos de la corrida del coche. Salí en ropa interior del baño y siguiendo la luz que se adivinaba en el pasillo llegué hasta su habitación.

Ella estaba de pie, solo en ropa interior, era un cuerpo de formas redondas, sin ser mucho pero de pecho generoso, curvadas caderas y muslos prietos, era un cuerpo apetecible de agarrar, acariciar, morder, besar… pero lo que más me excitó fue su mirada.

-¿Todavía vestido? -preguntó con un brillo en los ojos que me hizo desear tumbarla en el suelo y follarla.

No esperé más y me quedé desnudo delante de ella.

-Te he dicho que te iba a follar ¿no? así que túmbate en la cama.

Obediente me tumbé sobre la colcha. Ella se acercó y se sentó en la cama junto a mí. Su mano acarició mi vientre, subió hasta mi pecho y recorriendo mi cuello llegó hasta mi boca, lamí la punta de sus dedos cuando rozaron mis labios y coloqué mi mano en su muslo.

-No, estate quieto -dijo con voz autoritaria

Retiré mi mano y continúo su juego su mano recorrió todo mi cuerpo, entre mis muslos, apenas rozando mis testículos provocó que mi polla volviera a estar totalmente dura. Sin decir nada se tumbó sobre mí y empezó besarme, su boca hizo el mismo recorrido que su mano un par de minutos antes. Cuando noté su aliento en mi polla y al instante el roce de su lengua coloqué mi mano sobre su cabeza y acaricié su pelo.

-¿Te he dicho que podías tocarme? -me quedé mudo.

-No vuelvas a hacerlo -amenazó.

Estiró su cuerpo y de la mesilla sacó unas esposas, no opuse resistencia cuando me enmanilló en el cabecero, estaba deseando que me follara, que hiciera conmigo lo que quisiera de una vez. Se tumbó a mi lado.

-¿Y ahora qué hago contigo?

-Lo que quieras -pude responder.

-¿Y si me quedo quieta y dormida sobre ti?

-Entonces no serías una putilla, serías toda una mala puta, pero creo que estás demasiado caliente para hacerlo.

Se sentó en mi vientre, se giró, y también me esposó los pies. Se levantó de la cama y marchó de la habitación. No me podía levantar, estaba completamente esposado y sólo podía mover un poco la cadera, esperé mucho tiempo… o me lo imagine, mi polla no descansó en ningún momento y se presentaba firme. Finalmente, se abrió la puerta y apareció con un traje de cuero negro muy ajustado, que la cubría hasta los hombros pero dejando los pechos fuera, un pequeño antifaz que solo le cubría los ojos y guantes negros.

Se puso delante de mí y sonrió -Te lo advertí.

Empezó a dar vueltas alrededor de la cama mirándome la polla, se detuvo y se dirigió a un armario, sacando una bolsa que contenía todo tipo de material sado: látigos, consoladores, esposas, pinzas, prendas de cuero… cogió una tira de cuero con un collar en una punta, que me colocó en el cuello y otro de más pequeño que me lo paso alrededor de los huevos y lo ciño apretado, yo tenía que mantenerme en esa posición, porque si me movía, tiraba de la cinta de cuero… Me colocó un cojín debajo del culo, haciendo que levantara las caderas y de paso tirara de la cinta y mi polla quedara aún más empinada. Se dirigió a la bolsa sacando una botella y empezó a verter su contenido, era aceite y me lo esparció por todo el cuerpo, después con unas cintas de cuero empezó a atarme, en los brazos, en las piernas y en la polla la presión que ejercían hacían hervir mi sangre. Empezó a masajearme los huevos con la punta de los dedos, tirando del vello rizado, mi polla alcanzaba una erección como nunca había visto. De pie sobre la cama abrió unos corchetes que tenía el traje a la altura del coño y de espaldas a mi despacio bajó hasta sentarse sobre mi cara.

El olor de su sexo llegaba a mi nariz, sentía el calor que despedía en mis labios, con su coñito abierto y brillante a un par de centímetros de mi boca, recibí sus flujos en mis labios, mi lengua comenzó a moverse arriba y abajo mientras sus caderas hacían círculos, derecha e izquierda, ella gritaba que fuera más rápido, mientras tiraba de la correa que me había atado a los huevos, daba botes encima de mi cara mientras yo le lamía el clítoris.

-Voy a correrme -le dije.

-Procura no hacerlo.

Se levantó se dirigió a mi polla, paso los dedos por el bello y sonriendo salió de la habitación. Al poco volvió con una maquinilla de afeitar en la mano y un bote de espuma.

-Ni se te ocurra.

De la bolsa sacó una mordaza de bola que colocó en mi boca y ató alrededor de mi cara y después de enjabonarme empezó a afeitarme los huevos, con la mordaza en la boca intentaba decir que ni se le ocurriera hacerlo, pero ya era tarde, con una pervertida sonrisa acababa de depilarme los huevos y empezaba a hacerme una paja con una mano mientras con la otra me masajeaba los testículos, estaba a punto de correrme y de llegar al clímax pero paró de golpe.

A pesar de mi mordaza intentaba suplicarle que continuara, pero ella sonreía, me soltó los tobillos y levantando las piernas las llevó a juntarlas con las muñequeras que seguían sujetas en la cabecera de la cama. Con una mano cogió un látigo y empezó a azotarme en el culo, podía notar como mi polla daba espasmos a cada azote, estaba a punto de correrme y paró de nuevo.

-Desde el principio hasta el final va a ser a mi modo. Lo entiendes, ¿verdad?

Solo pude mover ligeramente la cabeza y decir palabras ahogadas por la presión de la mordaza y poner unos ojos como platos cuando me enseño un arnés de doble pene.

– Es mi preferido -mientras lo untaba y se colocaba el más pequeño dentro de su vagina.

Gemí prolongadamente y profundamente cuando el juguete finalmente se abrió camino a través del apretado anillo de músculos que protege la entrada trasera. Su invasión acarició terminaciones nerviosas que aumentaron en casi una excitación insoportable.

Oh dios… era tan bueno. Las contracciones eran poderosas, ordeñándome la polla y el juguete en mi culo, finalmente mi cuerpo ya no resistió.

-Te lo advertí -dijo mientras me desataba.

-¿Es algo que te gusta hacer, veo que disfrutas con ello?

-Buen chico -utilizó un dedo debajo de mi barbilla para levantarme la cara hacia ella y besarme dulcemente en los labios.

-Fue… joder, una alucinante locura.

-Tú lo entendiste rápido.

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