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Una madre muy puta, castigándome
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Después de que había consolado a mi hijo, comencé a notar que se estaba comportando más y más desinhibido conmigo, entraba a mi alcoba sin tocar, cuando volvía de ver a mis amigos, me preguntaba donde me habían llevado, lo que había estado haciendo con ellos, que si me gustaba lo que me hacían y yo solo trataba de contestarle de la forma más natural posible, hasta que una noche cuando llegaba de una fiesta, me lo encontré en la sala, esperándome, no se me hizo muy raro verlo a esa hora, así que le di las buenas noches y me fui a mi recamara, y me estaba quitando la ropa cuando lo veo de pie en la entrada, así que le pregunte.

– que pasa Alfredo, te veo preocupado.

Entro de lleno a la recamara y me comenzó a preguntar.

– Cristina, que tal te fue en la fiesta.

– bien hijo, estuvo bastante animada.

– haaaa… y Luis no te llevo a otro lado después?

– no, salimos y me trajo a casa.

– qué raro, siempre terminan por llevarte a la cama.

El comentario de mi hijo se me hizo algo extraño y además note en su voz como cierta molestia.

– pues esta vez no Alfredo.

– y por qué no?

– pues porque no y ya.

Continué desnudándome y mi hijo solo se mantenía serio, así que rápidamente comprendí que a lo mejor estaba celoso, y pensé que era mejor calmarlo.

– vamos Alfredo, no tienes por qué molestarte, sabes que siempre te compenso con algo.

– no me gusta que llegues tan tarde.

– bueno hijo, que puedo hacer para compensarte.

Alfredo se quedó callado unos instantes y después con tono firme me dijo.

– déjame castigarte.

– que…?? Castigarme… Estas hablando en serio.

– me acabas de decir que me compensarías, así que eso quiero, darte un castigo.

Sabía que no era del todo una demostración de celos y esto iba también por el lado sexual, así que le dije.

– está bien, como gustes, que quieres que haga.

Alfredo se fue a sentar a la cama y después me dijo.

– termina de desnudarte Cristina.

Me pare frente a él y comencé a quitarme el brasiere y cuando mis pechos quedaron a la vista, Alfredo sonrió y yo la verdad me sentí algo abochornada, pero decidí no detenerme, así que después me comencé a quitar las medias, y me disponía a quitarme la pantaleta cuando me dijo.

– detente, yo te la quiero quitar.

Me tomo por la cintura y me llevo justo en medio de sus piernas y me dijo.

– recuéstate aquí, sobre mis piernas.

Rápidamente comprendí que mi hijo me quería dar de nalgadas.

– vaya Alfredo, quieres castigar a tu madre con unas nalgadas, está bien, puedes hacerlo.

Flexione mi cuerpo hacia adelante y me deje caer sobre su muslo, dejando así mis caderas a su alcance, Alfredo movió un poco su pierna para acomodarse mejor y después comencé a sentir como pasaba su manFlexioné mi cuerpo hacia adelante y me dejé caer sobre su muslo, dejando así mis caderas a su alcance. Alfredo movió un poco su pierna para acomodarse mejor y después comencé a sentir como pasaba su mano por mis piernaso por mis piernas, mientras me decía.

– sabes Cristina, no me gusta que llegues tan tarde.

El reclamo de mi hijo me pareció algo sin importancia y me disponía a contestarle, cuando sentí como su mano caía sobre mis glúteos ligeramente.

– está bien llegare más temprano.

Su mano golpeo mis glúteos dos veces más y después volvió a decirme.

– quiero que me digas todo lo que hagas con tus amantes, entendiste.

Al igual que la vez anterior, no me dejo contestarle y de nuevo su mano cayó sobre mis glúteos, en tres ocasiones más, pero ahora sentí que lo hizo con más fuerza.

– está bien hijo, te diré todo lo que hago con mis amantes.

Alfredo se quedó en silencio unos instantes y comencé a sentir como la palma de su mano se apoyaba justo debajo de mis nalgas y comenzó a subir y a bajarla recorriendo mis piernas lentamente.

– también me gustaría verte con medias más seguido.

– las traía puestas Alfredo.

Alfredo en lugar de contestarme solo me soltó cuatro nalgadas más, pero ahora si las sentí bastante fuerte.

– Alfredo, me lastimas…

– cállate, no te dije que hablaras.

Continuo acariciándome y de un momento a otro, sentí como sujetaba mi pantaleta por los costados y de un tirón me la bajaba hasta las rodillas, y después poso sus manos sobre mis glúteos y las caricias continuaron, yo lo deje que siguiera, pensé que tal vez solo deseaba calmar un poco su deseo por mí, pero después de unos segundos, comenzó a nalguearme más fuerte, le pedí que se detuviera, pero él no me hacía caso, y mi trasero me comenzaba a arder, intente moverme, pero me tenía tan bien agarrada, que me fue imposible, su mano no dejaba de nalguearme, alternándose de un glúteo a otro, mientras me decía.

– me tienes muy descuidado Cristina.

En ese momento no se me ocurrió otra cosa más que decirle que iba a esmerarme más con él, y en ese momento se detuvo.

– vaya, veo que has entendido.

Me intente enderezar, pensando que ya había terminado, pero no fue así, me soltó un par de nalgadas más y me comenzó a decir.

– de hoy en adelante, vas a ser primero mía y después de tus amantes, entendiste.

Pensé que lo mejor sería acceder a sus caprichos, para que se detuviera, así que le conteste que sí.

– si Alfredo como tú me digas.

Pero lejos de detenerse, continuo dándome de nalgadas, pero estas ya eran más fuertes, al grado que comencé a sentir como la sangre se me agolpaba en mi rostro, le volví a rogar que se detuviera, pero fue inútil así que decidí ponerle fin a todo esto y le dije.

– está bien Alfredo, que es lo que quieres.

– que seas mi puta.

Su respuesta me desconcertó un poco, siempre había tratado de complacerlo, así que siguiendo aquel juego, le respondí.

– si Alfredo como tú me digas, haré lo que me pidas.

En ese instante se detuvo y me comenzó a decir.

– está bien, pero quiero más de ti, quiero que en verdad te esmeres conmigo, está claro.

– si Alfredo como digas.

– está bien, solo te daré algunas nalgadas más para que no se te olvide.

Y de inmediato me soltó una rápida tunda, que me hizo gritar bastante y cuando al fin se detuvo, solo me dejo caer y sin decirme más, salió de mi alcoba, me levante lentamente y me senté en la orilla de la cama, mientras me calmaba, y me preguntaba, por qué había hecho eso.

Continuará…

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