Era sábado por la noche y yo me arreglaba para salir de fiesta por la ciudad. Me puse rompedora y seductora aquella noche para ver si había suerte y conseguía ligar aquella noche, algo que nunca me era muy difícil de conseguir. Salí y me fui a uno de los bares más concurridos de la ciudad y de repente, lo vi. Era aquel chico con el que coincidía todas las mañanas en el gimnasio y al que nunca tuve el valor de hablarle. Pero aquella era mi noche y, tras pedirme una cerveza, lo fui a saludar. Enseguida me reconoció como su compañera de gimnasio. Comenzamos a hablar y sentía como mis pulsaciones se aceleraban y el calor se apoderaba de mi cuerpo. Decidí quitarme la chaqueta y dejar a la vista mi blusa escotada que, junto a la falda de tubo, realzaba mucho mi figura.
Seguí hablando con él y enseguida empecé a notar que me miraba de manera diferente y se acercaba poco a poco a mí hasta que nuestros labios quedaron a centímetros. Sin pensarlo dos veces, le besé y él me devolvió el beso. Cerré los ojos para disfrutar más del beso hasta que sus labios subieron a mi oído y me susurraron: “vámonos a un sitio más íntimo donde estar solos”.
No me lo pensé dos veces, así que nos fuimos del bar y nos subimos a su piso. Me sirvió una copa y nos acomodamos en el sofá. Nos dejamos llevar y nuestros labios volvieron a juntarse mientras nos acurrucamos en el sofá. Sus manos empezaron a acariciar mi cuerpo lentamente mientras sus labios me susurraban lentamente al oído. Mis manos empezaron a desabrochar su camisa mientras sus labios empezaban a recorrer mi cuello haciendo que mi cuerpo se estremeciera. Pronto le quité la camisa y me tumbé sobre él en el sofá fundiéndonos en otro apasionado beso. Poco a poco fui bajando mis labios por su cuello, bajando por su pecho, su abdomen hasta que llegué a su pantalón. Lentamente se lo desabroché y empecé a acariciar su pene ya erecto con las yemas de mis dedos. Mis labios pronto se sumaron a la fiesta junto con mi lengua que empezó a recorrer su pene suavemente de arriba abajo hasta que me lancé a hacerle una de mis ricas mamadas. Notaba como se estremecía. Disfrutaba con mis labios. Gemía. Simplemente se dejaba llevar disfrutando al máximo de aquel delicioso momento que le estaba regalando.
Volví a subir a besar sus labios y sus manos comenzaron a quitarme la blusa y el sujetador para perderse entre mis pechos. Me cogió en brazos y me llevó hasta la habitación donde me dejó caer suavemente sobre la cama para quitarme la falda. Sus dedos comenzaron a jugar con mi clítoris haciendo que mi cuerpo se empezara a estremecer. Pronto su lengua se unió a ellos entrando lentamente en mi vagina. Yo gemía y disfrutaba del momento mientras mis manos se aferraban a su pelo. No tardó en recorrerme el cuerpo el primer orgasmo de la noche. Subió hasta mis labios recorriendo cada centímetro de mí para luego, sin previo aviso, clavarme su pene hasta el fondo de mi vagina haciéndome soltar un pequeño chillido que ahogó con un beso. La intensidad pronto fue aumentando y con ello mis gemidos y mis múltiples orgasmos. Fuimos disfrutando cada segundo del juego hasta que soltó toda su corrida sobre mi espalda.