Mi paciente
Soy psicóloga, recién me instalaba en mi nuevo consultorio compartido con un par de colegas, lo trabajábamos por horarios y días, así la renta la dividíamos equitativamente. Todo marchaba de maravillas en mi trabajo, pero un día llegaría una paciente que me cambiaría la vida.
No había pasado mucho tiempo cuando me llega una paciente, debía estar cursando la universidad, estaba sola. Me llegaba con la historia de que tenía problemas con su sexualidad. Sabiendo cómo está el mundo me temía lo peor o lo obvio pretendiendo un poco, por lo que quise tomarlo con más tacto.
Comencé de a poco, tan especial como con cualquier otro paciente, no parecía estar tan mal las cosas, así que me animé a entrar más en su pasado. No tardé en descubrir que había perdido a su madre cuando pequeña.
Sin hacer muy largo el cuento, en la siguiente semana me confesaba que el problema radicaba en que le gustaba el exhibicionismo. No obstante, para ese entonces todo me indicaba que lo único que le hacía falta a aquella chica delgada, rubia, de cabellera corta y risada era tan solo un poco de atención. Parecía estar sobreprotegida seguramente por su padre, además todo denotaba que no había comunicación en la familia y eso le había traído consecuencias. Nada que un par de sesiones y pláticas con su padre no pudieran arreglar.
A aquella chica lo único que le faltaba era a alguien con quien charlar, me recordaba mucho a mis amigas de la escuela, teníamos mucho en común, nos conectamos de inmediato. Las sesiones con ella se pasaban muy rápido, era mi paciente favorita, me encantaba platicar con ella, pero por mucho que lo quisiera me debía enfocar en mi trabajo.
Fue en una sesión cuando ya entradas en confianza me comenzó a relatar sus historias de exhibicionismo, no hacía falta saberlas pero todo era parte de la terapia, así que dejé que me contase lo que le placiera decir, sin saber que estaba por experimentar una de las mejores experiencias de mi vida.
Ese día tenía especial necesidad de contarme sus prácticas, por ninguna razón en específico. Fiel a mi profesión hacía todo lo posible por que se sintiera lo más cómoda posible para contarme sus costumbres independientemente de cuáles fueran estas. -“Todo comenzó” Me decía. –Cuando aún iba a la preparatoria.
Un día por la mañana, cuando me arreglaba para salir a la escuela me asomé por la ventana, nunca lo había hecho pero ese día en particular me había despertado temprano y aun tenía tiempo por delante. Mis padres aun estaban en casa y yo siempre salía después que ellos, así que el causante fue el ocio.
Miré por el vecindario y todo me pareció normal. En frente de mi ventana, al otro lado de la calle, noté entre los árboles que la ventana de mis vecinos tenía sus cortinas abiertas y la luz encendida. Como no está muy lejos pude ver que dentro parecía ser una recamara. Hasta ese momento aun no cambiaba nada en mí, pero algo crecía, como un sentimiento desconocido, algo que se aferraba y me impedía dejar de mirar, y como aun tenía tiempo antes de salir de casa simplemente no pude cerrar las cortinas de mi ventana y permanecí ahí un poco más.
No sé por qué, aun no veía nada, pero ya comenzaba a agradarme. Saber que estaba ahí, espiando sin que nadie lo supiese, me hacía sentir increíble. Aun no lo relacionaba con el sexo, creía que las sensaciones se debían por estar haciéndolo por primera vez, y que pronto pasaría. Pero no dejaba de mirar.
Para ese entonces la chica cambiaba de voz, se notaba que al estar recordando su experiencia las sensaciones que describía le estaban regresando junto con su memoria de la mano de su relato que continuaba.
-Ya había escuchado de gente que le gusta ver a escondidas y que les excitaba eso, pero siempre creí que se trataba de gente enferma o loca. Pero en ese momento se me ocurrió tocarme, así, solo por curiosidad. Pensaba que debía estar loca solo por el hecho de estarlo haciendo, pero de inmediato me sentí diferente, no creí que me fuese a gustar pero lo estaba haciendo y me gustaba. Fue muy extraño, no estaba mirando nada, era solo la calle al amanecer y la luz de la ventana de mis vecinos, pero era muy excitante.
Después alguien apagó aquella luz y solo hasta ese momento regresé de mi viaje. Fue como eso, como un viaje, una experiencia, no sé cómo explicarlo pero me había dejado muy exaltada, no pude tranquilizarme por el resto del día.
Ya se evidenciaba que lo que decía no era mentira y que debió haber sido una experiencia muy intensa pues se le notaba nerviosa, ansiosa e incluso porque no decirlo excitada.
Lo tomé con filosofía y profesionalismo y no hice ningún comentario al respecto. Solo esperaba relajada para que tomara confianza y continuara con su relato.
-Traté de no ponerle mucha atención pero fue inútil. –Continuaba con voz engarzada y esforzándose por contener su ansiedad. –No pude dejar de pensar en ese momento, cada que me asomaba por mi ventana y miraba a casa de mis vecinos. Lo recordaba, e incluso fantaseaba con lo que me había pasado. Pero eso no fue todo.
Un día, pensando en lo que había sentido no pude resistirme y me animé a repetirlo. Desperté temprano para que todo estuviese como aquel día. Pero era muy temprano y nadie había despertado aún. Me asomé a casa de mis vecinos pero no había nada, las luces estaban apagadas. Así que esperé. La ansiedad era insoportable pero estaba decidida.
Más tarde, en una de las tantas veces que me asomaba, por fin vi la luz de la ventana encendida. Fue instantáneo, de inmediato las sensaciones regresaban, mi corazón latía fuertemente, pero esta vez no quería reprimir la experiencia. Ya sabe, experimentar para sacarlo de mi mente.
Seguramente es por la luz del día, pero no es lo mismo espiar en un horario distinto, no me produce las mismas reacciones en mi cuerpo, me refiero al olor de la mañana, el silencio, la luz de la ventana pegando fuertemente en la mía y esa intimidad que produce espiar desde las sombras.
Me decía en un estado de evidente excitación, y no se lo recrimino. Por la forma en que lo contaba yo misma ya me empezaba a exaltar, mis piernas me temblaban, no podía dejar de menearlas tratando de calmar mi propia ansiedad, jugaba con mi cabello y no dejaba en paz a mi pobre pluma que mordisqueaba y babeaba como tonta mientras continuaba escuchando a mi paciente.
-En ese momento vi movimiento en la casa de enfrente. Mirando atentamente observé a mi vecina en bata de dormir caminando de un lado a otro, más tarde a su esposo despertando y alistándose para salir a trabajar. Yo en mi mundo, espiando, no pensaba en otra cosa, ya había desaparecido, estaba en otro lado.
Después ambos salieron de escena fuera de la ventana, pero yo, en vez de desanimarme, me exalté aun más, quería verlos desesperadamente y sin importar que se me hiciera tarde para la escuela me quedé en la ventana esperando a que aparecieran de nuevo.
Pasó un largo rato y no veía a nadie, debí desistir pero simplemente no podía, algo me lo impedía, no lo sé, el hecho no era lo que pasaba, sino lo que mi mente fantaseaba que pudiese pasar, era eso, una fantasía. El imaginarme lo que vería, el estarlo haciendo, y la posibilidad era suficiente para mantenerme ahí.
¿Qué pensabas? Me atrevía a preguntarle, completamente sumergida en su historia, por mera ansiedad de que continuase con más detalles.
-Quería verla a ella. –Me confesó. –Quería ver lo que hacía, solo eso, no me importaba lo que fuese. Nunca pude ver a mi mamá y el único recuerdo que tengo de ella es cuando se arreglaba para ir a su trabajo y solo quería ver esa imagen una vez más.
Ahí lo supe todo, tenía el diagnostico casi completo, pero aquella chica continuaba hablando y lo relataba con tanto detalla que no tuve valor para detenerla.
-Precisamente en ese momento apareció, era ella, entraba a su recamara con su bata de baño, y una toalla envuelta en su cabello. Ahí cambio mi forma de pensar. Hasta ese momento solo me gustaba mirar, estar ahí, pero en cuanto la vi con ese atuendo al salir del baño, supe que estaría desnuda debajo de su bata, y eso, por primera vez, me excitó.
Esta vez quería mirarla desnuda, espiar ya no era suficiente, quería ver más allá, fue en ese preciso instante cuando cambie para siempre. El fantasear ahora con verla desnuda me hacía temblar de la ansiedad, nunca había estado tan excitada en mi vida y entones no me pude resistir a tocarme.
Me dijo, susurrando de vergüenza la última palabra.
Me tentaba a insistirle que continuara, pero su hora ya había excedido y no quise ser descortés con mi otro paciente haciéndolo esperar solo por mi calentura.
Ahora yo.
Como puede me tranquilice, me sacudí el sudor de las manos y la despedí. Al salir de mi consultorio pude ver que la banca afuera, en donde esperan los pacientes estaba bacía. Me enfade al saber que aun no llegaba mi siguiente paciente y aun me tentaba a regresar a aquella chica para que me terminara de relatar. Por supuesto no lo hice y entré de regreso a esperar.
De nuevo en mi sofá donde me siento a escuchar a mis pacientes, miraba de frete mío, el sillón ahora vacío, en donde hace unos segundos aquella chica exponía uno de los mejor relatos que jamás había escuchado. Aquella confesión me había dejado muy pensativa. Jamás había tenido un paciente tan abierto y que me contara esa clase de cosas. Pero el asunto era cómo lo había expuesto, su nivel de detalle su pasión al hacerlo, pero sobre todo, su excitación. Si, parecía haberle encantado no solo haberlo hecho sino al momento de estarlo repitiendo para mí.
Eso me hiso pensar en muchas cosas. Primeramente que seguro lo que le gustaba y necesitaba, era platicar sus intimidades, seguramente no podía hacerlo con sus amigos ni mucho menos con su familia pues ya no tendría cara para hablarles nuevamente. En cambio necesitaba de alguien que la escuchara pero que no la juzgara y que pudiese olvidar cuando quisiese.
Pero por otra parte también me había hecho pensar que yo tampoco había tenido esa experiencia, es decir, de voyerista. Lo que quiero decir es que lo había relatado tan excitantemente y el verla tan caliente, me había hecho pensar que quizá debía ser así de excítate.
No lo sé, pero el solo fantasear con el recuerdo como lo había hecho mi paciente hace pocos minutos en frente de mí, me removió todas las ideas en mi mente. Mis piernas aun me temblaban, así que las masajeé un poco para relajarlas por encima del pantalón que vestía ese día. Sabía lo que necesitaba, pero con mucho trabajo aun por delante me despegué las intenciones de mi cuerpo y me concentré en mi paciente que recién arribaba al consultorio.
Con la próxima terapia la situación era un poco más seria, así que me concentre en mi trabajo y olvide por un momento a aquella chica y su historia.
Fue hasta llegar a casa cuando retomé el recuerdo. Por esos tiempos aun estaba soltera, así que la casa estaba sola. Por mera curiosidad me asomé por la ventana de mi habitación, solo para experimentar por cuenta propia las sensaciones que me describía mi paciente. Fue ahí cuando comprendí un par de cosas. La atmosfera, lo que sentía al espiar en la oscuridad, pero para ser sincera, no me excito mucho.
Lo siguiente que hice fue cambiar el horario de la chica a la última sesión del día, eso me daría más tiempo para fantasear, es decir, platicar con ella sin presiones.
El día de su sesión de terapia aparecía en mi agenda y yo encantada me aventuraba a mi consultorio. En esa ocasión la chica llegaba con un abrigo largo y pesado, como ya era muy tarde el frio era acompañante en todo momento, recuerdo que fantaseaba con la idea de que quizá estaría desnuda debajo de la única vestimenta visible.
Me apresure a terminar con el paciente en turno, y sin más hice pasar a la chica que tanto me traía loca. Apenas entró al consultorio y se quitó aquella prenda de encima, confirmándome de esa manera que no estaba desnuda, pero en cambio tenía un vestido floreado azul, precioso, pero muy corto por cierto.
Comenzamos rompiendo el hielo, platicando de otras cosas, pero no tardamos en retomar rumbo, con lo verdaderamente importante que nos tenía ahí. Yo encantada le hacía sentir cómoda para que se desglosase en la plática, ella sin miramientos comenzaba.
-Hasta ese día todo había sido espiar, pero una mala noche todo cambio. –Me contaba. –Era viernes, llegaba de salir con mis amigos, no era muy tarde, pero por alguna razón esa noche no podía dormir, me puse a navegar en internet y se me fue el sueño.
En algún momento el rato de ocio se convirtió ya en una buena excusa para no conciliar el sueño. Se terminaban todas las cosas que normalmente hago, así que aburrida y cansada, no tarde en entrar en otro tipo de páginas web.
-De nuevo por el ocio, le dije. Sabiendo perfectamente a qué tipo de páginas se refería.
-Así es, pero eso solo sería el inicio de esa noche. –Continuaba. -En un momento lo que hacía ya no fue suficiente. Por algún motivo me entró la necesidad de mirar a la ventana. Hasta ese momento de mi vida era lo que más me había excitado y quise repetir la experiencia, solo eso, pero al asomarme me di cuenta que la suerte estaba de mi lado y la ventana de mis vecinos estaba abierta.
De inmediato mi corazón comenzó a bombear fuerte e incluso empecé a temblar de la ansiedad y emoción. No veía nada pero sabía que mis vecinos solo abren la ventana cuando están en casa, y eso era suficiente para ponerme en ese estado.
Ya comenzaba a fantasear, era suficiente, quiero decir, estaba más que satisfecha con lo que pasaba en mi mente, ya no esperaba nada más, nada mejor que solo la ventana abierta de mis vecinos, pero entonces la luz se encendió y simplemente no pude soportarlo, fue demasiado y no pude contener mi mente.
Era casi ya media noche, todos en mi casa estaban dormidos, no suelen desvelarse mucho, así que quise aprovechar mi noche de suerte y me aventure a ir más allá. Desde mi venta se puede ver claramente su ventana, pero no mucho a su interior. Por ello pensé que quizá tendría un mejor ángulo de visión desde la azotea.
Siempre he sido muy tímida y en un principio no me atrevía a hacerlo, pero de pronto aparecían mis vecinos en escena y desaparecían en su habitación. Lo pensé mucho, pero la idea de ver mejor lo que estuviesen haciendo me terminó de convencer.
Salí de mi recamara y con todo el silencio del mundo, subí a lo más alto mi casa. Ahí me asomé lentamente y pude ver todo.
En ese momento pude notar que la voz de aquella chica comenzaba a cambiar, se hacía engarzada, ronca y sus pezones debajo de su vestido ya se levantaban erguidos. Si, en parte por el frio de la noche, pero yo sabía la verdadera razón de su estado, y como recriminarle, yo misma ya comenzaba a excitarme de nuevo. Y mi paciente continuaba.
-Primero pude ver a mi vecino, caminando por ahí, después entró su esposa y cerró la puerta, miraba atentamente, temblando incontrolablemente, hacía mucho frio esa noche, como ahora. –Me decía, mientras también, comenzaba a temblar frente a mí. –Pero principalmente temblaba de miedo, ansiedad, temor de que mi familia se enterará que estaba fuera de mi habitación a esas horas de la noche y no tener excusa alguna, o de ser descubierta por los vecinos alrededor de mi casa. Pero esta última idea, también trajo consigo un nuevo sentimiento, por motivos que no comprendo, quería que sucediera.
Seguí observando. Mi vecina caminaba arreglando su ropa y otras cosas. En un momento se paró frente a la ventana y miró de una forma sospechosa, como cuando alguien está a punto de hacer algo y no quiere ser descubierto. Mi corazón bombeaba enérgico y rápidamente, podía escucharlo resonando sonoro en todo el cuerpo, golpeando fuertemente al interior de mi tórax. Y entonces, frente a mis ojos, mi vecina comenzó a desabotonarse la blusa. Sabiendo lo que estaba por venir, no pude resistirme y comencé a tocarme de nuevo.
Fue en ese momento cuando inició todo. Debía protegerme, esconderme de las posibles miradas alrededor, pero no quise hacerlo, me gustaba creer que alguien pudiese estarme viendo. Y ahí mientras espiaba a mis vecinos con la fantasía de que alguien pudiese hacer lo mismo con migo, su esposo entro a la habitación. Mi vecina ya se quitaba su blusa, más tarde su pantalón de vestir, y por último se desabrocho su sostén, y cuando se lo dejó caer enfrente de la ventana, pude ver su par de senos claramente.
Muchas cosas pasaron y cambiaron en mí ese día, podía ver a mi vecino haciendo lo mismo a un lado suyo, pero no quise, simplemente no pude dejar de verla a ella. Nunca había visto a otra mujer desnuda que no fuese yo. Ella goza de una figura envidiable, como usted, y además mirarla sin ropa simplemente era demasiado.
-Me decía, sudando ya de la ansiedad que le producía relatarme sus aventuras de exhibicionismo. A decir verdad yo estaba igual, sudaba y de cuanto en cuanto me llegaban una serie de escalofríos que me dejaban temblando con los nervios de punta. Ya era una agonía el escucharla y mantener mi cara relajada y tranquila, pero también era una adicción que necesitaba satisfacerse. Escuchando cómo poco a poco se entre cortaba su voz, cómo le temblaban sus piernas y le sudaban las manos al llegar al borde de la excitación platicando sus experiencias y sensaciones. Miraba.
-Voltee por un momento a mis al redores, no por miedo, sino por curiosidad. Todas las ventanas estaban cerradas y con sus luces apagadas, solo un par aun tenían luz, pero estaban muy lejos. Aun así fue suficiente para fantasear con la idea de que alguien pudiese estar viendo tras las cortinas como a mí me gustaba hacerlo. Entonces regrese la vista a la ventana de mis vecinos, miré a mi vecina ya con su bata de noche, y tal como el fin de una obra de teatro, se cerró el telón y apagaron las luces.
Por supuesto permanecí firme en mi puesto, pero dentro sabía que ya no pasaría nada. Debía pasar ya de la medía noche, pero no me importaba. Me di vuelta de nuevo para mirar a mis alrededores, estaba aun muy “alterada” por lo que había pasado, y la atmosfera ¿sabe? El frio de la noche, el casi absoluto silencio. Los sonidos que por el día es imposible escuchar, como el viento, los árboles, alguna que otra gotera.
Al estar en la azotea de mi casa podía sentir el viento frio pero al mismo tiempo cálido, como si alguien te abrazara con un abrigo húmedo pero con mucho cariño. Y entonces no pude resistirme. A penas cerré los ojos y desaparecí. Ya no me importaba en donde estaba, continúe tocándome por todo el cuerpo, me quité la parte de arriba de mi pijama. Debajo no tenía nada, así que el frio se pego a mi piel de inmediato en un golpe elido.
Fue extraño, no me excitaba tocarme, en cambio, imaginaba que estaba tocando los senos de mi vecina, no sé porque, pero nunca pasó por mi mente su esposo, era solo ella. Recordaba una y otra vez la escena, cuando se posaba frente a la ventana y se denudaba frente a mí, me tocaba sin importarme nada y me quité el resto de mi ropa hasta quedar completamente desnuda. Así continúe masturbándome hasta terminar, solo hasta ese momento, regresé en razón, me vestí velozmente y bajé de regreso a mi habitación en silencio.
No me considero lesbiana pero siempre he tenido fantasías con mujeres, incluso veo videos en internet de ese género. ¿Por qué será? –Me cuestionó puntualmente.
Yo estaba perdida divagando en su fantasía, me tomó completamente distraída, así que tarde en responderle. -¿Te gustan otras mujeres? Le pregunté por fin.
-Solo mayores, mucho más mayores que yo. -¿Has estado con otra mujer? Me atreví a cuestionarle. -No, nunca. Aun no he tenido mi primera experiencia sexual –Me confesó en seguida.
Ahí entendí un poco más de su historia, pero la sesión había concluido y era hora de despedirse. Le dije que todo era parte de su sexualidad y que no debía sentirse mal por ello en ningún momento. Platicaríamos de eso en la siguiente sesión. La acompañé a la puerta del edificio, me despedí de ella, y regresé a cerrar mi oficina.
De regreso no pude dejar pensar en su relato, me había dejado bastante excitada, no tenía otra cosa en mente, me había clavado en su relato, es como cuando terminas de leer un excelente libro y no puedes pensar en otra cosa por un buen tiempo.
Llegué a mi oficina, entré para arreglas mis cosas y salir de regreso a casa, pero entonces me percate de una cosa. Estaba sola y muy excitada.
Subiendo las escaleras después de despedirme de mi paciente, noté que el resto de las oficinas ya estaban bacías, salvo un consultorio dental y un despacho jurídico del que sé, terminan jornada pasada la media noche. Algo que sentí de inmediato fue el increíble frio que hacía. Al estar tan tibias en el consultorio el cambio de temperatura era extremo.
Me senté de nuevo en mi sofá y repase la narración de la chica, tal y como lo he descrito en este relato. Recordaba las partes más excitantes; como cuando miró a su vecina desnudarse, o cuando ella misma lo hiso en su tejado. Entonces miré la ventana del consultorio, nunca la habría, siempre estaba cerrada, pero antes de que pudiese ser consciente de mis movimientos me acerque para abrirla.
Al recorrer las persianas vi el resto de edificios, los autos pasando debajo y el silencio que me describía mi paciente, pero no fue suficiente, quería sumergirme por completo en su fantasía, así que abrí la ventana corrediza que se encontraba ya muy dura por la falta de uso. Solo logré abrirla a la mitad, pero fue suficiente para dejar entrar el frío de la noche que me congelaba el rostro de inmediato junto con toda la piel de mi cuerpo que no estuviese abrigada. El sonido se abrió como al sacarse los audífonos de los oídos, pero aun así, al mismo tiempo estaba en completo silencio. Entonces comprendí la sensación que describía; el congelante abrazo del frio en mi cuerpo, y de pronto, me llegó la idea. Pensé y trate de imaginar cómo se sentiría esa misma sensación en todo mi cuerpo.
No podía creer que tan solo lo estuviese contemplando, pero la idea me tenía capturada y cautivada, simplemente no podía controlar lo que hacía mi cuerpo y comencé a desabotonarme la blusa frente a la ventana. Y sí, el frío viento entraba despiadado por cada apertura de los botones que separaba uno a uno. Sentía ya mis pezones completamente erectos, pero al quitarme la blusa, pude sentir como mis senos se ponían duros al congelarse.
Era extraño, el frío era insoportable, pero algo me mantenía firme al pie de aquella experiencia, estaba tan excitada que la fría sensación se convertía en un fuerte deseo por tocarme y satisfacer mi cuerpo.
Miraba por la ventana aun temerosa de ser descubierta, inexperta, cauta, nerviosa e ingenua. Haciéndome con un poco de valor, me dejé sumergir en el recuerdo, en el ambiente de la noche, cobijarme por el frío que me abrazaba con sus ventosos brazos por todo mi cuerpo. Los autos pasaban debajo del edificio de mi consultorio, al frente las luces se encendían y apagaban en las diferentes ventanas de las edificaciones comerciales a mí alrededor, y el completo silencio de la oscura noche. Entonces me desabotoné el pantalón, deslicé la cremallera del mismo y retomé la vista al paisaje urbano de la calle, caminé alrededor de mi consultorio sin mirar a otro lado dejando que mi vestimenta se resbalase por mis piernas hasta mis tacones altos por sí sola.
Las piernas se me congelaron, pero la sensación era fantástica, me toqué por encima de mis bragas y de inmediato un espasmo recorrió todo mi cuerpo. Recogí mi pantalón y mi blusa del suelo, lo doble y con toda tranquilidad lo acomodé en mi escritorio. Regresé a la ventana y temblando de nervios, de frío y de excitación, me desabroché mi sujetador lentamente. Me saqué los tirantes y dudando un poco me armé de valor y lo dejé caer al suelo liberando mis senos que brotaban firmes, fríos y duros cual montañas árticas.
Me sentía increíble, estaba entumecida por el frío, pero esa sensación era justo lo que me calentaba. Entonces me imagine en el papel de la vecina de mi paciente, y fantasee con la idea de que ella misma me estuviese viendo. No resistí un segundo más y me toqué de nuevo por encima de mi ropa interior. Mis manos estaban heladas pero mi vagina estaba tibia lo que creaba un excitante sentimiento, y tras un último vistazo me saqué la única prenda que aun vestía mi cuerpo. Por fin al quedar completamente desnuda comprendí que todo había valido la pena.
Y sin pensarlo, ahí estaba, masturbándome en mi consultorio con la ventana abierta. Era increíblemente excitante. Caminé un poco por ahí, completamente desnuda y en la completa oscuridad de la noche, solo se escuchaban mis tacones haciendo eco por todo el consultorio resonando fuerte en el edificio. No tenía prisa, había pasado por lo más difícil, me senté en mi sofá y me perdí. Comencé a tocarme mis pechos, uno tras otro, los escalofríos rodeaban mi cuerpo como olas en el mar, bajaba mis manos por mi cintura y frotaba mis piernas. Al instante mi piel se erizaba al paso de las palmas mis manos congelantes.
Al llegar a mi vagina ya estaba bastante mojada, humedecí mis dedos y sin importarme nada comencé a estimularme, a satisfacerme. Hacía mucho que no tenía pareja, así que tenía ya bastante tiempo que no lo hacía con alguien, por lo que aquella consentida que me estaba dando era maravillosa. El frío, la exhibición, el lugar, y después de haber escuchado a la chica no tarde en concebir uno de los mejor orgasmos de mi vida. Solo recuerdo que abrí mis piernas tanto como pude en torno a la ventana, y mientras recordaba y fantaseaba con la historia de mi paciente, sentí como aquella humedad en mi coño crecía más y más hasta mojarme por completo y escurridme entre mis dedos. Y la sensación helada al sacar mis dedos empapados, fue justo lo que necesitaba.
Esa noche lógicamente llegué tarde a casa, apenas me quité la ropa por segunda vez en el día, me quedé profundamente dormida.
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