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Voy a visitar a mi hija a la universidad (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Han pasado varios meses desde la primera vez que lo hicimos mi hija y yo. He alternado acostarme con mi hija y con Lorena.

Con mi hija lo hago una vez a la semana, y luego voy a ver a Lorena. Lo de acostarme con Lorena imagino que lo hago inconscientemente, para llenar un vacío que no consigo llenar, la verdad.

Después de follar con Lorena, nos tumbamos en la cama y apenas hablamos. Miro al techo y casi no hablo, pero no dejo de pensar en mi hija.

Cada semana, después de hacerlo en el parking, veo como mi hija se va y me quedo sin decirle nada. Limpio la ventanilla cada vez, de las marcas de sus manos.

Esa tarde he quedado con mi hija en el parking como siempre. Lo hacemos en la misma postura, a cuatro patas. ¿Será que no quiero ver la cara de mi hija mientras lo hacemos? ¿Me siento culpable o que me está pasando?

Estoy empujando, cuando mi hija me dice:

-Papá, ¿por qué nunca te veo la cara?

-Ah, ah, ah, estoy gimiendo y casi no puedo hablar. Hija, no sé, siempre, ah, ah, siempre lo hacemos así. ¿No te, ah, ah, ah, gustaaaa?

-Sí, papá, pero quiero verte la cara. Y no hacerlo aquí a escondidas e incomodos. Quiero hacerlo contigo en una cama.

-Espera, que me corro. Ah, ah, ¡aaaah! Me derramo dentro de ella una vez más.

-No me he enterado de nada, papá.

-Tranquila. Me salgo de ella y le cómo su sexo, hasta que se corre con placer. Me dice que ha pensado en algo cuando termino y me limpio la boca. ¿Y qué has pensado, eh?

-El próximo fin de semana podemos quedar en un hotel. Hacerlo en plan romántico y tal. En una cama cómoda y verte la cara y no en tu coche, sin verte, solo mirando al cristal.

-¿Un hotel? Nos verán, y sabrán que somos padre e hija.

-No, no lo sabrán. Voy a comprarme un vestido y pareceré una escort, una puta de esas de lujo que te has pagado, joven y guapa para pasar el fin de semana.

Me quedo pensando y le digo que está bien, que si quiere hacerlo así, estoy de acuerdo. A fin de cuentas la deseo y me gustaría ver su cara mientras se corre.

Esa noche llamo a Lorena y le digo que no me apetece hacerlo, que me duele la espalda y eso. Quedamos para otro día. No sé si se ha creído mi excusa.

El viernes me llama mi hija. Ha reservado una habitación con cama de matrimonio en un hotel a las afueras de la ciudad. Con nombre falso evidentemente. Me ha dicho que paguemos en metálico para que así no comprueben el nombre en la tarjeta.

Hemos quedado lejos del campus para que nadie se entere de nuestra cita.

Llego a buscarla en el coche y no la encuentro. Hay una mujer con un vestido morado, lleva tacones altos y maquillaje. En un principio no la reconozco. Me fijo mejor y veo que es mi hija. Esta preciosa y como me dijo, parece una escort de esas.

-Hola papá, me dice subiendo al coche.

-No te había conocido al principio.

-Ya te lo dije, parecemos cliente y acompañante.

Llegamos al hotel y mi hija me coge del brazo para entrar. En el mostrador da el nombre falso y el recepcionista confirma la reserva y nos da la llave.

-La 323, habitación con cama de matrimonio como habían reservado. Que disfruten.

Subimos a la 3ª planta. No es exactamente un hotel para parejas, tiene 4 estrellas y es elegante, pero está claro que el recepcionista sabe a qué venimos. Lo mejor es que no sabe que somos padre e hija.

-Me apetece ducharme papá. Estoy un poco sudorosa.

-De acuerdo, le digo.

Mientras mi hija se ducha, oigo algo. Se nota un movimiento. Es la cama de la habitación de abajo que se mueve. Una pareja lo está haciendo en ese momento. Ella empieza a gemir más alto y él no se queda atrás.

-Papá, ¿puedes venir?

-Claro hija.

Mi hija esta desnuda frente a mí y me invita a entrar en la ducha. Me quito la ropa y entro con ella.

Nos besamos bajo el agua que moja nuestros cuerpos. Me inclino un poco y beso sus pechos. Esos pechos tan preciosos de adolescente. Sus pezones y areolas sonrosadas no se quedan tampoco sin mis labios.

Bajo a la humedad de su sexo, que aparte del agua de la ducha, está húmedo por mi excitación. Se lo como de arriba a abajo. Mi lengua lo recorre todo y finalmente llego a su clítoris, donde estalla en un orgasmo que la hace gemir como una loca. El agua tapa sus gemidos.

Yo estoy a punto. Mi pene es como un mástil de carne y sin más dilación, la penetro con suavidad.

Comienzo a moverme dentro de ella. Entrando y saliendo despacio, saboreando su sexo húmedo y joven, que me brinda sensaciones que no había sentido cuando lo hacíamos en el coche.

Mi hija me agarra las nalgas, fuerte y me empuja hacia ella para que la penetre con más intensidad.

Por supuesto que lo hago y empujo más y más fuerte.

-Ah, ah, ah, papá, que bien me follas.

Hasta ahora no había dicho ninguna palabrota.

-Sigue, sigue, más fuerte. La siento muy dura, mucho. Pero dame más fuerte, mas, mas.

No puedo evitar gemir con ella.

-¿Te gusta follar con tu niña? Si, ¿a qué si? eres un pervertido, un follahijas, pero me encanta, papá. Me gusta que me folles así, como un pervertido, un incestuoso, un… ¡aaaah!, ¡me corrooo! ¡Papá, no te pares ahora! ¡No se te ocurra parar! ¡Me corro! ¡Me voy! ¡No puedo más! ¡aaaaah, que gusto, jodeeerrrr!

Termino de bombearla hasta que se corre. Yo aguanto y cuando termina de convulsionarse, la saco. No me he corrido.

-Joder papá, que bien follas. ¿A mamá se lo hacías así? Pues si era como a mí, no sé cómo os divorciasteis. No me deja contestarla y me besa.

Salimos de la ducha y nos secamos mutuamente. Seco los pechos de mi hija, recorriéndolos de arriba a abajo y me paro en sus pezones. Ella seca los míos y baja por mi estómago. Había perdido un poco la erección, pero enseguida la recupero. Bajo a su coño y me recreo en su clítoris. Enseguida estamos los dos excitados de nuevo y nos vamos a la cama, donde volvemos a hacerlo.

Penetro de nuevo a mi hija con pasión, con deseo. Me quedo quieto dentro de ella mientras la miro a la cara. La deseo y ella me desea. Por fin le he dado lo que quería.

Nos movemos acompasados en nuestros movimientos. El sexo con ella es lo mejor que he tenido.

-Papá, que bien me follas.

-¿Te gusta cariño?

-Si papá. Mucho. Sigue así, así, me gustaaa.

-Mi niña, mi niña, me corro, me corro, ah, ah, ¡aaaah!

Con la excitación al máximo y sin haberme corrido, no duro mucho y eyaculo dentro de ella.

No me importa que nos oigan hacerlo. Nadie sabe que somos padre e hija.

Pero mi niñita aún no se ha ido (por segunda vez) y no puedo dejarla sin su orgasmo. Aunque mi pene se está quedando flácido, se la vuelvo a meter. Su coño vuelve a recibirme y mojado aun, se acopla perfectamente. La presión de su vagina me la pone dura otra vez. Es mejor que la viagra y eso que a mis años aun no la he necesitado.

Solo me hacen falta unas pocas embestidas más para que acabe corriéndose. Me clava las uñas en la espalda y no le sale nada de la garganta. Solo pone los ojos en blanco y se corre una vez más.

———————————

Después, tumbados en la cama, recuperamos la respiración. Me dice que necesita otra ducha. Yo estoy hambriento y le digo que me adelanto bajando al restaurante a comer. Contesta que perfecto.

Me visto bien, me peino y me echo perfume del bueno que llevaba en mi neceser y bajo al restaurante.

El camarero me deja la carta. Le digo que seremos dos. Me dice que bien y se marcha.

Estoy mirando la carta, cuando veo una cara que conozco a lo lejos.

No puedo creerlo. ¡Es mi ex-mujer! Intento taparme la cara con la carta, pero es inútil, me ha visto.

Se levanta y se acerca a mí. Se sienta en mi mesa.

-Hola, ¿qué tal?

-Hola Nuria, le digo, mi ex se llama Nuria, no os lo había dicho hasta ahora.

-¿Cómo tu por aquí?

-Necesitaba respirar un poco de aire fresco y salir de la ciudad. Así que decidí concederme este finde para mí solo.

-Pero tú ya estás solo, ¿no? me dice y se ríe.

-Sí, solo, sin gente. Pero veo que no he tenido suerte.

No sé qué hace aquí mi ex. Y mi hija debe estar a punto de bajar. Cojo el móvil y por debajo de la mesa, le escribo un mensaje para decirla que no se la ocurra bajar. Que su madre está aquí.

Al poco veo como se abren las puertas del ascensor y mi hija sale de él. Afortunadamente, el ascensor está a espaldas de donde se ha sentado Nuria.

Hago un gesto con las manos para decirle a mi hija que se vaya.

-¿Qué te pasa? ¿Espantas a una mosca? Me dice Nuria.

-Pues sí, una mosca pesada de esas.

Mi hija no ha visto mi señal, es más, ni nos ha visto, porque veo como mueve la cabeza buscándome por el restaurante.

Justo se para delante nuestro, cuando ya es demasiado tarde.

-Hola, dice sin más.

Nuria se gira y dice: ¡qué casualidad! tú también por aquí.

-Toda la familia, digo yo en voz baja.

-¿Y qué haces por aquí, hija?

-He venido con mi novio, dice mirándome seria. Pero ahora hemos discutido y se ha marchado.

Una excusa perfecta, pienso.

-Bueno, pues ya que estamos toda la familia aquí, podíamos comer juntos ¿no? propone Nuria.

Aceptamos y comemos juntos.

Luego nos separamos, mi hija disimula y se va a nuestra habitación. Yo me quedo sin sitio a donde ir. ¿Qué hago?

Mi ex-mujer me coge del brazo.

-Oye, te he echado de menos y ahora te he visto muy guapo. ¿Quieres tomar algo en mi habitación?

No sé qué decir. Estamos andando por el pasillo y veo que mi hija está abriendo la puerta, y que nuestra habitación está al lado de la de mi ex.

Mi hija nos mira antes de entrar. Su cara es un poema.

En su habitación Nuria y yo hablamos de todo. Recordamos viejos tiempos y nos ponemos alegres con el champán que bebemos.

Me cuenta que está en el hotel por un congreso del trabajo, pero que mañana por la mañana vuelve a la ciudad.

Acaba diciéndome que me ve más guapo que antes y que me echa de menos.

Eso ya me lo has dicho antes, pensé.

Nuria me quita la corbata y la chaqueta y me tumba en el sofá. Ya sé lo que pretende. Me besa en la boca y yo intento rechazarla, pero ella vuelve a besarme. Ahora pasa a sobarme y me acaricia el paquete. Intento no pensar en mi hija.

-Que guapo estas.

Otra vez con lo de guapo, pienso.

Pero mi pene reacciona y se empina. Nuria nota el bulto en mi pantalón. Me desabrocha la bragueta y me la saca.

Sonríe y me la agarra y empieza a subir y bajar por mi polla masturbándome. No soy capaz de decirle que pare.

Cuando estoy a punto, la aviso. Unas gotas de líquido preseminal salen de mi glande. Nuria coge una y se la lleva a lengua y la traga.

Yo no puedo más y la llevo a la cama. Pero ella se sube encima de mí, se quita el pantalón y la braguita y así sin más, se la mete.

Imagino a mi hija en la habitación de al lado que estará suponiendo que está pasando.

Nuria comienza a cabalgarme. Yo estoy vestido y ella se ha dejado la blusa puesta y así lo hacemos.

-Gerardo, me dice. Que gusto me das. Había olvidado lo que era follar contigo.

-No hagas ruido, le digo. Aquí las paredes son de papel.

-No me importa. Quiero follarte. Follarte bien, que hace tiempo que no lo hacemos.

-Sigue, sigue, le digo, me está follando tan bien como cuando éramos novios.

-Ah, ah, ah, mi mariditoooo. ¡Aaaaah! Seguro que te has pajeado pensando en mi todo este tiempo, ¿eh?

-Si, le miento. Si, si, aaaaah.

Si tú supieras que me he estado follando a nuestra hija…

Nuria dura mucho, yo no tanto y al poco siento que me voy a correr.

-Nuria me corro, me corro… la aviso.

-Tu tranquilo, no me quedaré embarazada.

Ella sube y baja un poco más y noto como un primer chorro se semen sale de mi polla e inunda su coño.

-¡Aaaaah! Ahora sí, ¡me corroooo!

Sonríe y sigue botando más. Noto como después de correrme, el semen se revuelve con mi polla y los fluidos del coño de mi mujer.

Nuria no dura mucho más y se corre al poco tiempo.

-¡Gonzalo! ¡Ah, ah, ah! ¡Siiii! ¡Aaaah!

Terminamos de follar y Nuria se va al baño a lavarse. Yo entro después. Afortunadamente, no hemos manchado las sabanas.

Se empeña en que me quede con ella a pasar el resto del día en la habitación y cenemos juntos.

Cuando puedo le mando un mensaje a mi hija pidiéndola perdón, pero ella no contesta.

Al día siguiente nos despedimos. Nuria se va y yo hago como voy a otra planta, donde supuestamente está mi habitación.

Vuelvo a bajar a la tercera planta y llamo a la puerta de la 323. Al principio mi hija no me abre, pero acaba abriendo la puerta al cabo de un rato.

Nos vamos en el coche, pero no dice nada en todo el camino.

Cuando llegamos cerca del campus, aparco en una zona solitaria.

-Siento mucho lo que ha pasado, le digo.

Ella sigue sin decir nada.

-Tu madre quiere volver conmigo. ¿Qué hago? Estoy confuso. Ayúdame.

-Haz lo que creas mejor, papá. Te perdono. Al fin y al cabo fue tu mujer.

-Te lo compensaré mi niña.

Se cambia de ropa en al asiento de atrás, y se pone vaqueros y una camiseta como una estudiante normal.

Me da dos besos y una vez más, la veo marchar.

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