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El culito de mi prima Vicky
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Al día siguiente era el sábado, todos marcharon a una romería y yo decidí quedarme, de pronto llamaron a la puerta era Vicky pedía entrar para buscar unos libros. Me pilló tumbado en la cama y no sé qué estaría yo soñando que me levanté con el mástil para subir bandera, me desperté del todo cuando vi como vestía con una camiseta holgada por fuera de un pantalón de chándal.

– Creía que te habías ido con los demás -mientras le indicaba que pasara y que los buscara ella misma.

– A mí tampoco me apetecía ir.

Estaba inclinada entre la cama y la parte baja de las estanterías dejando su culito en pompas. Intenté pasar para tumbarme de nuevo, ella seguía rebuscando sin darse cuenta aparentemente que me obstaculizaba el paso, colocándome de lado la cogí de la cintura y la aparté para pasar como pude rozando todas mis partes aún en auge, por su culo. Mientras la miré de reojo, vi como cerraba los ojos y ponía una mueca de satisfacción. Empecé a calentarme pensando en la cara que había puesto y el culo que me estaba mostrando.

Sin decir nada me levanté de nuevo y disimulando me dispuse a pasar de la misma forma que había hecho antes, pero esta vez metí las manos por dentro de la camiseta para cogerla por la cintura. No hizo intención de moverse ni cuando para abrirme hueco planté todo mi paquete en su culo. Fingí no poder pasar y le rocé varias veces, por el espejo del armario vi como se mordía el labio inferior. El día anterior me dijo que me odiaba, pero ahora callaba y no decía nada.

Hizo ademán de soltarse, pero sin demasiada energía, así que la solté. Se cruzó de brazos y me lanzó una mirada dura, después desvió los ojos de nuevo hacia la estantería.

– Vicky, perdóname, por lo de ayer.

No contestó, siguió buscando un libro o hacer que lo buscaba. Yo decidí imitarla, me puse a su lado y simulando empecé a buscar también.

Allí estábamos los dos, sin decir nada. Pronto noté que aguantaba la risa a duras penas, así que dije:

– Que libro buscas.

De golpe rompió a reír con ganas, estaba preciosa cuando reía y así se lo dije.

– Eres hermosa cuando ríes.

– No es verdad -dijo con aire de niña tonta.

– Sí que lo eres.

Entonces fue cuando me vino a la cabeza sacar todo el partido que pudiera, detrás de ella empecé a acariciarle la cintura aplicándole un suave masaje. Se mojaba los labios con la puntita de la lengua, mientras mis manos se deslizaban subiendo lentamente y con mucho cuidado hasta que se toparon con sus pechos no llevaba sujetador. Como no obtuve respuesta negativa, bajé una mano hacia la cintura del chándal mientras la otra seguía acariciándole los pechos. Mi mano sobrepasó la cintura, buscó un hueco y fue entrando, temiendo una brusca negativa que no encontró, ni cuando se coló entre la goma de las braguitas para acariciarle el pubis y jugar con la fabulosa mata de pelos, seguía en silencio y lo único que hacía era mojarse los labios y morderse el labio inferior de vez en cuando, pero de golpe se incorporó.

– ¿Qué te pasa? -inquirí sorprendido.

– Vamos, que nos van a pillar.

– ¿Quién va a pillarnos? -aquí no va hay nadie marcharon todos solo queda Isa, la sirvienta.

– No empieces otra vez.

– ¡Bueno, pues ahí te quedas! ¡Luego no vengas suplicándome! -exclamé dirigiéndome hacia la puerta.

– ¿Y por qué habría yo de suplicarte? -dijo hiriente.

– No te hagas la tonta, dime, ¿por qué no te fuiste con ellos? ¿Para qué te quedaste?

– ¿Cómo? pues eso mismo… estar contigo y ahora… pero es que tú -se notaba que no sabía qué decir.

– Por favor Vicky, no te enfades y escúchame. Eres una chica muy bonita y como tal te deseo enormemente, pero somos primos.

– Lo sé -respondió- Y no es que yo no quiera pero tú solo piensas en eso…

– Entonces, ¿qué te pasa?, yo sólo deseo pasarlo bien, ya te dije que para mí el sexo es para disfrutar. ¿Me entiendes? Pero, si mi comportamiento te molesta…

– No -respondió con los ojos brillantes- Tienes razón, debemos disfrutar ahora que podemos.

Yo no cabía en mí de gozo. Enseguida nuestras lenguas se entrelazaron, bailando juntas la danza del deseo, ella se apretaba contra mí, de forma que mi erección se estrujaba contra sus muslos.

Como yo estaba como una moto cogí el chándal por detrás y con cuidado y se lo bajé hasta que le quedó por las rodillas. Viéndolo reflejado en el espejo del armario, me asombré de su culito, puesto que llevaba un tanga que dejaba descubiertos dos glúteos blanquecinos partidos por una estrecha franja de tela negra. Me baje el pantalón y dejé libre la bestia.

– Algo tendremos que hacer con esto -dije señalándome el paquete.

– ¿Cómo?

– Verás Vicky, hay algo que debes saber sobre los hombres. Cuando nos excitamos mucho y te aseguro que ahora lo estoy si nos quedamos a medias, los tíos lo pasamos muy mal, resulta incluso doloroso.

– ¿Doloroso? -dijo extrañada.

– Sí, mira, las pelotas se nos ponen muy duras, a punto de reventar y si no obtenemos alivio es algo muy duro.

– ¿Y?

– Pues eso, que necesito aliviarme…

– ¡Ah! , comprendo, quieres como ayer…

– ¡No! te he dicho que te deseo… quiero algo más que lo de ayer.

– ¿Cómo? eres un guarro… creo que ya tengo bastante por hoy.

– Vicky, mírame -dije dulcemente tomándola por la barbilla.

– Déjame, eres un cerdo.

– No, no lo soy, ¿te das cuenta de lo que te pasa?

– Sí, que estoy con un cerdo -dijo cortante

– Ahora mismo te deseo más que a ninguna otra mujer que conozca, pero si el hecho de querer acostarme contigo va a estropear eso, prefiero no hacerlo.

– Bueno, no tiene por qué estropear nada… -dijo dubitativa.

– Verás, yo deseo pasarlo bien y estoy intentando que disfrutemos los dos -. Me miró fijamente, con el rostro muy serio.

– Tienes razón, no sé por qué me he puesto así. Pero… lo siento… es que ahora mismo… no tenemos nada para tomar precauciones.

Me contempló durante unos segundos, recorriéndome entero con la mirada, que incluso me sentí un poco incómodo.

– ¿Qué miras? -pregunté.

– Algo habrá que hacer con esto ¿eh? -Mientras lo decía, llevó su mano hasta mi pene, que seguía erguido y lo acarició deliciosamente.

Follar estaba claro que no íbamos a follar, pero quizás aún podría lograr algo. Decidí ser tremendamente descarado, entonces fue cuando me salió la vena sado. El sentido común me dice que no debo vacilar para conseguir mi objetivo, así que igual que el día anterior le respondí de la manera más cruda pero efectiva posible.

– Me hubiera gustado follarte por el coño, pero entiendo tus precauciones y no me importa, ¿pero qué te parece si te la meto por el culo? -Mientras la rodeaba por detrás por la cintura, colocando mi polla entre las nalgas. Su rostro cambio al instante, ceñó las cejas con cara de dolor y negó con la cabeza.

– ¿Por qué quieres darme por el culo?

– Fuera precauciones y porque me calienta el tan solo imaginar cómo lo gozaríamos.

– ¿Tanto como que si me la metieras por el coño?

– Si, ¿Te la han metido alguna vez por detrás? ¿No te gustaría probarlo?

– ¡No! gritó, déjame masturbarte o chupártela si lo prefieres -dijo casi suplicando.

– Ya verás cómo te gusta… me he dado cuenta de que a tú también te quedan muchas cosas por aprender y la mejor forma de conocerlas es practicando.

– Es que esto es muy extraño para mí, no sé si podre.

-Tranquilízate, lo único que pretendo es enseñarte que hay muchas maneras de sentir placer. Ayer me sugeriste que necesitaba la ayuda de una profesional, pero me satisface mucho más hacerlo contigo, aprender juntos.

Aún dudó unos instantes, asintió con la cabeza y me dijo:

– Vaaale. Eres un guarro, de verdad. A ver ¿dónde me pongo? -dijo con tono resignado, aunque mi instinto me decía que la situación no le desagradaba en absoluto.

– Date la vuelta.

– ¡No me haras daño, verdad! -susurro bajando la cabeza. A pesar del temor la pregunta me demostró cierto interés.

– Venga, no tengas miedo, no eres la única mujer que le dan por el culo y son muchas las que experimentan tan inmenso placer que gozan más que follar por el coño.

Me aseguré de cerrar con llave la puerta y saque un tubo de crema suavizante de manos que tenía en la mesita y lo deposite sobre la cama.

– De momento siéntate en el borde de la cama y separa bien las piernas.

Termine de sacarle el pantalón, puse una mano en cada muslo, con el pulgar hacia dentro, de tal forma que a medida que ascendía presionaba la cara interna hasta terminar el recorrido presionando sobre la tela con ambos pulgares su coño, solo lo justo para comprobar el grado de excitación y hacerla suspirar. Respondió moviendo las caderas, mis manos subieron levantando la camiseta para acariciarle los pechos. Me incliné para chupar y atrapar un pezón con los dientes y otro con los dedos. A continuación, tiré de ellos alternativamente, a más intensidad más gemía. Se dejó caer hacia atrás, poniéndose más cómoda.

Continué con un lento recorrido, besos aquí, allá, en el costado, en el ombligo, en el pubis, aparte la tela y recorrí con la lengua cada uno de los recovecos que ella se molestaba en ofrecerme. Indagando con la punta donde me parecía más conveniente. Intensifique la presión que ejercía sobre su punto más sensible, estimulando su clítoris de tal forma que casi no tenía tiempo para coger aire entre sacudida y sacudida. Deje de saborearla para con tan solo los dedos conducirla al orgasmo. Quería observarla, no perderme ni un detalle. Ella no aguantó más el ser sometida… Todos sus instintos desencadenaron un fuerte orgasmo, terminó corriéndose de forma nada contenida.

– Levanta y ponte a cuatro patas, por favor.

– Que quieres ahora ¿eh? -dijo dubitativa.

– Tranquila, confía en mí y obedece.

Ella desde luego lo hizo. Se colocó a cuatro patas en el centro de la cama. Estaba buenísima, con las tetas colgando como cocos de una palmera y el culo erguido y respingón.

– ¡Así, perfecta, no te muevas! -exclamé.

No podía entretenerme más, sin ninguna dificultad pero con cierta brusquedad le arranque la tira del tanga. Con mi lengua chupaba su culo, su raja, y con una mano le estimulaba la vulva, separando bien sus labios, mis dedos se movían dentro de ella, se empapan con sus fluidos produciendo un excitante chapoteo.

– Tienes un culo impresionante.

– Gra… gracias.

– Creo que ahora necesitas esto -Deslicé mi mano derecha entre sus nalgas. Para encontrar el orificio, me sorprendió el color rosáceo de ese interior, que contrastaba con la blancura de la piel del entorno. Ella ronronea como una gata y echó la cabeza hacia atrás. Ahora sus muslos están completamente separados. Y su respiración era entrecortada, contrajo los músculos cuando lentamente le hundí el dedo corazón y lo hice girar en su interior hasta lo más hondo que pude dentro del esfínter.

– ¡Por favor! -exclamó al cogerla por sorpresa.

– Tranquila te va a gustar.

– Sí… pero… -gimió sin poder evitar contonearse, cuando entré con otro dedo.

Estiró los brazos y se aferró al cobertor de la cama. La ayude a colocarse con las piernas separadas y el culo en pompa, la contemple unos instantes con mi verga en la mano unte la punta y lubrifique también la entrada de su culito. Su cara reflejaba el sufrimiento de la que suponía era la primera vez. Ella ya había cerrado los ojos y había puesto muecas de dolor cuando apunté mi polla. Había entrado solo la cabeza soltó un quejido y se retiró sacándosela de dentro. Con furia le aticé un cachete y la mano se marcó en la piel blanquecina de las nalgas.

– Si quieres puedes gemir, te ayudara a calmar el dolor, pero no quiero oírte chillar, relájate.

– ¿Me vas hacerme daño?…

– Si quieres que lo dejemos.

– No. -Respondió

Aprovechando que estaba a cuatro patas le besé la nuca, inmediatamente después y con un gesto muy posesivo, acaricié su espalda con la mano, deteniéndome en su espectacular trasero. Tras darle un par de sonoros besos en cada nalga, no pude resistirme en darle también un par de cachetes.

– ¡Ay!

– No he podido aguantarme -alegué.

– Si… apenas podía sacar la palabra mientras jadeaba para respirar.

Le separé las nalgas para untar la entrada de nuevo y lo mismo hice con mi polla, esta vez entró con más suavidad, mientras apagados quejidos salían de su boca. Me junté a ella y lentamente empuje con los riñones, se agitaba moviendo circularmente la pelvis y el vientre, quizás su cuerpo no acostumbrado quería expulsar pero al mismo tiempo apretaba los nervios del esfínter que en mi polla provocaban una mayor fricción.

Poco a poco los quejidos fueron desapareciendo y se transformaron en suspiros. Llevé entonces una de sus manos hasta su vulva y sin dudarlo un segundo empezó a masturbarse con violencia.

– ¡Estoy dentro de ti! -le cuchicheé en su oído, su ano se amoldaba a mi pene, como lo mojaba, cómo lo calentaba- ¿Has visto como no ha sido duro? -cuando se lo introduje completamente.

– No te muevas, por favor, te lo suplico -Dijo ella

Su cuerpo temblaba, estiró los brazos delante de suyo en una postura de total sumisión. Viendo que me iba a correr, comencé a apretarle las tetas al mismo ritmo que me venía. El sudor me empapaba. Los gemidos de ella aumentaron señalando que mi corrida inundaría su culo.

– Córrete -le ordene con voz jadeante.

Gritó de forma desordenada, para después inspirar a fondo y volver a chillar.

Salí y me tumbé junto a ella, el primero en recuperar la capacidad de hablar fue ella.

– ¿Estás bien?

– ¿Sí? -musité casi sin fuerzas.

– ¿Gracias?

– ¿Ya ha terminado todo?

Pasé una mano alrededor de su cintura le aparté el pelo revuelto del cuello y deposité un suave beso en su hombro. Ella pareció reaccionar. Sonrió picaronamente, se giró y me miró -¡Te sigo odiando!

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