Amanda Daynes observó a la mujer que se acercaba a través de los cristales en la Sala de Conferencias. Delgada, pálida, de cabellos rojo fuego y los ojos verdes más impresionantes que había visto en su vida. El Vicepresidente de la compañía familiar, Design Daynes, Thomas Jeffrey, la hizo pasar. Los hermosos ojos verdes expresaban confusión y cansancio, ¿sabría por qué estaba allí? Amanda se caracterizaba por confiar en su instinto, en los negocios, con las personas, era fría y práctica e implacable. Y estaba allí para encontrar al culpable de las pérdidas de dinero y lo haría.
Durante varios meses después del infarto de su padre, Amanda había tomado el mando, llevaba toda su vida estudiando y preparándose para heredar el negocio familiar, al menos la parte que era su derecho, aunque había tenido éxito en los suyos propios, pero le disgustaba las condiciones en que se había producido. Por las pérdidas inexplicables su padre estuvo tan estresado durante meses que su cuerpo se rindió. Amanda no lo supo hasta que fue demasiado tarde, por eso el castigo para el ladrón sería incluso más severo. Mientras Ava Brenner tomaba asiento frente a ella, su instinto le decía que no era la persona que buscaba, aunque si la culpable más obvia, al menos en papeles.
Un desconocido instinto de protección apareció de improvisto, a pesar de la gravedad de la situación le causaba rabia que tanto Ava como su padre hubiesen sido víctimas de la ambición ajena. En ese momento no se podía permitir confiar en nadie, a pesar de que le costaba creer que la joven contadora hubiese desviado varios millones de dólares en cuestión de meses, tendrían que demostrar su inocencia. Su pasado lo delataba, tenía muchas deudas de hospitales, a simple vista el motivo parecía el crimen perfecto, si no fuese porque en efecto, eso era lo más sospechoso. La pobre contadora endeudada que robaba para pagar las deudas, quien había trazado el plan no eran tan inteligente como quería aparentar, pero con todos los papeles firmados por Ava Brenner y las transacciones autorizadas por ella iba a resultar muy difícil encontrar el rastro verdadero.
Se dedicó un instante a observarla, tenía ojeras y un profundo agotamiento en la mirada, las manos entrelazadas en el regazo para mantener la compostura pero el modo en que fruncía los labios delataba el nerviosismo. Apenas a un metro de distancia apreciaba la piel blanca y suave, los rasgos finos y unos labios rellenos y apetecibles. Incluso bajo el traje se apreciaba una figura delgada pero con curvas en los lugares apropiados. Extrañamente lo que más le atraía era el aire de inocencia y vulnerabilidad que la rodeaba, también cabía la posibilidad de que estuviese fingiendo, ¿pero con qué propósito? Si estaba al tanto de la magnitud de los hechos nada la iba a salvar de la cárcel.
-Buenos días señorita Brenner, me alegra que haya podido asistir, sé que ha estado ocupada.- dijo Amanda con frialdad, que la joven le provocara sensaciones que no podía controlar, no quería decir que las fuese a demostrar -¿Sabe por qué la hemos citado? – la pregunta quedó en el aire y si fue posible, Ava palideció aún más.
Ava había escuchado los rumores semanas atrás, desde que el presidente se había retirado y los motivos de ese hecho. Alguien estaba robando a la compañía, no mucho después también se escuchó que la hija de Harold Dayne había tomado el mando y se llevaba a cabo una investigación buscando al culpable. Ava tenía días preocupada y con un nudo en el estómago. Las transferencias de dinero se manejaban en su departamento y alguien debió autorizarlas, pero todavía no habían presentado acusación a nadie, lo cual era un alivio y una tortura a la vez.
Esa mañana apenas si puso un pie en la oficina, cuando su supervisor le informó sobre la reunión con la nueva Presidenta a quien no conocía. Según era parte de la rutina entrevistar a todos, pero no pudo evitar los nervios, necesitaba el trabajo desesperadamente, tenía pocos ahorros y con su nueva situación no podía quedarse sin trabajo. Suplicaría si fuese necesario, por otro lado, no sabía que esperar. Los comentarios sobre la nueva Presidente no eran alentadores. Había despedido a varios desde su llegada y decían que la mujer se asemejaba más a un témpano de hielo que a un ser humano y apenas entró al salón tuvo la oportunidad de comprobarlo.
La mujer que la observaba era increíblemente hermosa, de piel blanca, cabellos negros ondulados y unos ojos azules, claros y despejados como el cielo, inteligentes y muy fríos, que la estudiaron detenidamente hasta que prácticamente la hizo sentir expuesta y vulnerable. Le produjo escalofríos, había algo más en su mirada, pero desvió el contacto al instante. Entonces su voz rompió el silencio, indiferente, como la apariencia que proyectaba y Ava sintió temor por primera vez. Algo le decía que de aquella entrevista podía salir muy mal. Como pudo, reunió las palabras necesarias para contestar.
-¿Por la investigación? Se me ha dicho que es parte del proceso.- contestó nerviosa.
La expresión del Vice-Presidente fue lo primero que anunció la gravedad del problema, la de Amanda en cambio se mantuvo hermética, aunque no le quitaba los ojos de encima. Ava no se atrevió a preguntar pero…? sería posible que la estuviesen considerando como sospechosa o culpable? El corazón se le detuvo en el pecho.
-Thomas, déjanos a solas.- pidió Amanda al instante.- El hombre la observó, primero con sorpresa, después indignado, pero obedeció sin mediar palabra. Esperó hasta que se hubo marchado, se puso de pie, llenó un vaso de agua y lo depositó frente a la joven que palidecía. Se veía enferma y Amanda se preocupó -Bebe.- fue una orden.
A juzgar por la reacción Amanda sospechaba que había llegado a la conclusión de por qué estaba allí, habían descubierto sus artimañas, pero no le gustaba suponer, así que regresó a su asiento y esperó en silencio. Quería creer en su inocencia y el pensamiento la sorprendió, nunca le interesaban los problemas ajenos, ni los casos de caridad. ¿Entonces? ¿Por qué reaccionaba así con ella? Bien podía estar fingiendo. Por el momento prefería no buscar respuestas que le entorpecieran el camino. Un minuto después la observó asentir en silencio, como si hubiera tomado una decisión y buscara el valor para comunicarla. Amanda siguió el movimiento de sus labios cuando los humedeció con la punta de la lengua, completamente distraída. Entonces alzó la mirada y la encaró, había fuego en sus ojos de esmeralda, tal vez no fuese tan indefensa como aparentaba.
-¿Me consideran sospechosa? – preguntó de pronto.
-En este instante todos lo son.
-Cada centavo que he ganado en mi vida ha sido honesto y con trabajo.- sintió la necesidad de aclararlo, aunque no sirviera de nada, para su sorpresa la Presidente asintió, ¿le creía?
-Quiero que vea algo señorita Brenner y que sepa, que el hecho de que estemos aquí, representa una oportunidad.
-¿Oportunidad para qué? – preguntó desconcertada y con el temor frío recorriendo su cuerpo.
-Lea por favor.- le indicó una carpeta frente a ella.
Y lo hizo, pero nada la preparó para lo que iba a encontrar en esa carpeta. El dinero, las transacciones, las firmas, las autorizaciones, enormes cantidades designadas a empresas pequeñas, que más tarde se identificaron como fantasmas. En total, 20 millones de libras esterlinas perdidas y en cada traspaso estaba su nombre, su sello y no tenía que ser detective para saber lo que significaba. Las pruebas estaban allí y todo apuntaba a que la ladrona, había sido ella.
-No.- la negación se escuchó como un sollozo, un gemido de súplica.-Aquello no podía sucederle a ella. Dejó los papeles sobre la mesa mientras luchaba por respirar, iba a desmayarse y las lágrimas le nublaban los ojos -Yo no… yo no… soy una ladrona.- se ahogaba con sus propias palabras, a través de las lágrimas vio una figura borrosa acercándose.
-Debes respirar profundamente, vamos, inténtalo.- le sorprendió escuchar un tono suave, casi hipnótico y su cuerpo respondió a la sugerencia, incluso antes de que la asimilara.
Amanda Daynes se había sentado frente a ella y estaba inclinada hablándole, tan cerca que percibía el aroma a cítricos de su cabello, ¿o era su perfume? ¿Y por qué se tomaba el tiempo para ayudarla a calmarse, cuando ella era la culpable de que la Empresa estuviese en problemas?
-¿Tienes idea de cómo pudo suceder algo así? – le preguntó Amanda, Ava la miró con sorpresa.
La actitud de la Presidenta la sorprendía y más el hecho de que a pesar de todo, su cercanía le provocaba sensaciones que desconocía, pero que culpaba a la situación del momento.
-No, es obvio que lo autoricé yo. A simple vista son presupuestos inofensivos.- pero que sumando eran una suma astronómica desviaba durante meses -Fueron mis primeras asignaciones, recién voy a cumplir cinco meses aquí.
Amanda asintió, cada vez era más obvia la pantalla para inculpar a la joven. Recién llegada, inexperta y allí el ladrón había cometido un error. Al menos dos de los traspasos correspondían a fechas anteriores a un mes, cuando Ava todavía no estaba contratada. ¿Cómo no se había percatado de eso? "Porque estaba ocupada admirando a la bella jovencita," le contestó una vocecilla malvada en su cabeza. En parte, pero el error se debía a una falta de información, inadecuada en la persona que se suponía, era responsable por llevar la Empresa, la mano derecha de su padre, su primo Andrew Daynes.
-¿Tienes idea de por qué alguien querría inculparte? – le preguntó de pronto, Ava relamió sus labios, lo cual provocó ciertos impulsos en Amanda y negó al instante.
-Solo tengo cinco meses en el trabajo y en la ciudad, a menos que rechazar invitaciones a tomar café sea un crimen.- contestó con ironía, era bueno saber que no había perdido el sentido del humor -Soy inocente, lo juro, a pesar de todo esto.- señaló los papeles -Jamás le he robado.
Por alguna razón no procesó las declaraciones de inocencia y si el hecho de reconocer que Ava pudiese tener alguien en su vida. La verdadera pregunta era, ¿por qué le interesaba algo así de una desconocida? Sabía la respuesta y prefirió ignorarla antes de decir o hacer algo de lo que pudiera arrepentirse. Ava Brenner le atraía, más que eso, deseaba protegerla lo cual le servía de absolutamente nada y complicaba más la situación. Por otro lado, no sabía de ella, en el informe que recibió no decía que estuviese recién llegada a la ciudad, ni a su trabajo y eso la irritaba. ¿Por qué a cada paso se encontraba todo a medias e incompleto?
-Comprendo, pero confío en que usted lo haga también, no puedo ignorar los hechos.
Ava alzó la mirada, lo comprendía pero le resultaba difícil pensar con la lógica, cuando toda su vida se desmoronaba y no sería ella quien sufriría más con las consecuencias.
-¿Iré a la cárcel?? Perderé mi trabajo? – indagó aun conociendo la respuesta.
-A la cárcel no, ninguna prueba es concluyente para pedir un arresto, pretendo llegar primero al fondo de este asunto. En cuanto al trabajo, lamentablemente no puedo mantenerla empleada mientras corre la investigación.
De todas las noticias fue el golpe más duro y Ava lo encajó como pudo. No iría a la cárcel, así que podía buscar otro trabajo al instante, por suerte había pagado la renta de ese mes y con sus ahorros podía sobrevivir otro. Asintió parpadeando para contener las lágrimas.
-Si puedo retirarme, iré a recoger mis cosas.
-Adelante.
El impulso de ir tras ella y consolarla fue tan grande que Amanda se aferró a la silla. En el pasado se había metido en más de un problema por la misma razón y eso era suficiente para mantenerla en su sitio. Recogió los papeles y se marchó al despacho pensativa.