-No, querido, tranquilo, si temblás así no puedo trabajar…
-Pe… perdón, señora… Es que…
-Sí, ya me imagino lo que sentís… Pero calmate…
-Calmate, y dejá trabajar a Carmen… -me retó el señor Rolando que seguía la escena sentado a la mesa del otro lado, junto a Gervasio…
Me calmé con esfuerzo y ella siguió con su tarea mientras yo ardía en deseos de verme…
Por fin la señora terminó y quiso saber la opinión de mis dueños:
-¡Quedó precioso!… –se entusiasmó el señor Rolando y el señor Gervasio agregó complacido: -¡Es la cara de una chica!… ¡Hermoso quedó!…
-Vamos al baño, nene, así te ves en el espejo…
Fuimos y me excitó verme muy lindo con ese maquillaje… Tanto que me atreví a decirle al señor Rolando:
-Ay, señor, me… me encanta como me veo… Y… ¿puedo pedirles algo?…
-Pedí…
-Me gustaría que… que usted y el señor Gervasio me… me maquillen cada vez que… que yo venga…
Los tres soltaron una carcajada y la señora Carmen dijo: -Muy buena idea… Les dejo los dos potes y los pincelitos… ¿Se animan?…
-¡Claro que sí! –dijo el señor Rolando y agregó: -¿Y sabés qué marica? Te vamos a llevar a pasear a la ciudad maquillado…
-¡Ay, sí!… –me entusiasmé y entonces intervino la señora Carmen:
-Bueno, llegó el momento de mis… honorarios… ¿Vamos al dormitorio, señores?…
-¡Sí, claro, Carmen! –aceptó el señor Rolando y ahí fuimos todos…
La señora sacó de su cartera lo que llamó una cinturonga, es decir un arnés de cintura con una pija artificial muy parecida a una verdadera, por textura y color… La dejó sobre la cama y se desvistió sin dejar de mirarme o mejor dicho, de comerme con los ojos…
Tiene buen cuerpo y lo que llamó mi atención fueron sus tetas, sus grandes tetas de pezones rosados…
Y de pronto un deseo que me asombró: el deseo de tomar la teta, de prenderme a esos pezones, un deseo intenso que convivía con las ganas de ser penetrado por la señora con la cinturonga…
Se sentó en el borde de la cama sosteniendo en su mano derecha esa delicia de pija, que no por artificial me resultaba menos apetecible…
Mis dueños seguían en silencio la escena hasta que el señor Rolando dijo:
-Qué bueno está, Carmen, pagarle sus honorarios con él…
-Y muy bien paga estoy con esta belleza… ¿Tienen vaselina o alguna crema?
Las piernas me temblaban cuando el señor Rolando le dio a la señora el pote de vaselina guardado en el cajón de la mesita de noche…
A su vez, la señora me lo pasó a mí y me dijo: -Tomá, lindo, lubrícame el juguete…
-S… Sí, señora Carmen… -Y cumplí con la orden mientras ardiendo de ganas imaginaba ese lindo chiche adentro de mi culo, hambriento como siempre…
Después la peluquera me ordenó: -Bueno, precioso, ahora sentate despacito apuntando el culo hacia mi juguete…
Y obedecí, claro… Me fui sentando mientras la señora me entreabría las nalgas con sus manos…
-Es la primera vez que vas a ser culeado por una mujer, Yoyi… -dijo el señor Gervasio… -¿Qué sentís?…
-Estoy… estoy muy excitado, señor…
-Porque sos muy puto, Yoyi, y todo lo que te entre en el culo te gusta… -agregó el señor Rolando para mi humillación… Fue en ese momento que el juguete empezó a entrarme y, como siempre, ese dolor intenso que dura sólo segundos y después el placer mientras la señora Carmen me aferraba por la cintura y movía sus caderas para darle ritmo a la penetración…
¡Me tenía en el paraíso!… Yo jadeaba y gemía y mis dueños me humillaban…
-Qué puto sos, Yoyi…
-Putísimo diría yo, Rolando…
-No sé si habrá algún chico tan puto como él…
-Lo dudo, jejeje…
Y mientras ellos se burlaban la señora Carmen empezó a gemir cada vez más fuerte y a estremecerse… ¡Y se corrió con su juguete dentro de mi culo!…
Después me explicó que el sexto y tenía en su lado posterior un ingenioso suplemento que le estimulaba el clítoris…
Bueno, lo cierto fue que yo estaba súper caliente y seguía con ganas de tomar la teta… Tantas eran mis ganas que me atreví a expresarles a los tres ese deseo…
Mis dueños estallaron en risas y burlas, pero me autorizaron con el beneplácito de la señora Carmen: -Ay, sí, mi bebé, mami te va a dar la teta… -y me prendí ansioso a ese pezón, acurrucado sobre los muslos de la peluquera…
Me es difícil contarles lo que sentí mientras chupaba y oía los gemidos de la señora… Estaba en una especie de delirio en el cual había perdido la conciencia y me sentía un bebé alimentado por su mamá… ¡Fue tremendo!…
Después de un momentos les pedí permiso para masturbarme…
-Andá, pero ya sabés: la leche en tu mano izquierda y te la tomás toda…
-Sí, claro, señor Rolando… -dije y corrí al baño…
(continuará)