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El hijo del concejal: Introducción
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Ya va para diez meses que me vine vivir a Madrid; y volví a encontrar trabajo, después de dar la lata todo lo que pude.

Me contrataron de ayudante técnico sanitario (ATS) en el Hospital Universitario. Y tengo que reconocer que aquí se vive mucho mejor de lo que pensaba.

David, mi compañero, es un cachondo mental, gracioso y muy marchoso; y ayer me crucé con él en uno de los pasillos de la segunda planta.

Lo noté nervioso; así que me di la vuelta y lo llamé…

¡Oye, David!, ¡espera, que quiero hablar contigo!…

– Tu dirás…

Y entonces me di cuenta de que no era nerviosismo, sino excitación.

– Y a ti ¿que te pasa?, ¿porqué estás estás tan excitado?…

Me echó el brazo al hombro, y seguimos hacia adelante.

– ¡Ven conmigo!, que voy a mear y te cuento…

Entramos en el primer WC que encontramos; y nos pusimos a mear los dos, muy juntitos.

– Tío, acabo de estar con un paciente, que entró ayer, con un golpe en la cabeza…

Me encogí de hombros y le miré con cara de… ¿y?

– Por lo visto, lo encontraron en el hall del hospital inconsciente. Y después de tenerlo en urgencias toda la noche, lo han llevado a la 712.

– ¿Has tenido algún problema con él?

– ¡Que va!… lo que he tenido ha sido una sesión de rabo, alucinante…

– ¿Que me estás diciendo tío?…

… cuenta con más detalle, que me estás dejando de piedra; y ya sabes, que estás cosas, a mi me trastornan.

– El de medicina interna, me acaba de pedir que le ponga un enema, y le asee a fondo. Creo, que se lo han pedido los de Trauma, para hacerle unas pruebas…

– ¿Y?…

– ¿No te parece un poco raro?

– Pues… ahora que lo pienso. ¡Si!, claro.

– ¡Si quieres ayudarme!…

Me lo dijo, como advirtiéndome de que estaba dispuesto a enterarse de lo pasaba. Si, o si.

¡Joder!… me puse como una moto.

Salimos del WC, y continuamos por el pasillo, hasta llegar al fondo. Esperamos el ascensor; y nada mas salir, en la séptima planta, nos encontramos con uno de los celadores más populares del hospital, que salía de la habitación.

– ¡Que pasa!, Epi… ¿que haces aquí?, dijo David…

– ¡Ya, saben quién es el chaval que encontraron ayer!…

– ¿Si?…

– Es el hijo de un concejal del Ayuntamiento. Por lo visto, le ha salido rebelde.

– Y ¿que le pasó?

– ¡Eso, no lo saben! pero creen que se pasó un poco, con algo que tomó.

– ¡Joder!, si es que últimamente la cosa está muy jodida…

… ¡vale, tío!, y ¡gracias por la información!

Entramos en la habitación y…

– ¡Hola!…

– ¡Hola!

– Ya estoy aquí otra vez, dijo David. A propósito, ¿como te llamas?

– ¡Tobías!, contestó (con cara de sueño)

– Me parece a mi, que vamos a tener que despabilarte un poquito, Tobías….

… ¡a ver!, te tienes que poner esto (y le enseño un pequeño recipiente de plástico, que contenía un enema), y después, ir al baño. Procura aguantar todo lo que puedas… ¿vale?

– ¡Vale!; y miró a David sonriendo…

… ¡lo que quieras!.

Levantó la sabana que lo cubría y se dio la vuelta…

– ¡Si no te importa!, dijo mirando a David, prefiero que lo hagas tú.

– ¡Para nada!…

… ¡sujétame, el parte!, Jose.

El chico había quedado con el culo al descubierto; y David, antes de ponerle el enema, se lo sobo un poquito (más que nada, para que yo viera el género). Y luego, se lo enchufó tranquilamente.

– Que culo tienes , ¡cabrón!…

… y ¡que rico estás!. Cuando ya no puedas mas, vas al servicio; y te vacías ¿vale?

– ¡Vale!

Salimos de la habitación; y nos encontramos con Susana (una compañera).

– ¿Has visto que cosa?, le dijo a David

– ¿Te refieres a Tobías?

– ¡Ah!, ¿se llama Tobías?

– Eso me ha dicho…

… ¿a ti también te gusta?

– Creo que nunca había visto a un tío tan bueno…

… ni un culo como el que tiene ese cabrón…

Se recogió el pelo con una goma que llevaba en la mano y…

– ¡Bueno!, os dejo, que tengo que limpiar culitos; y se fue, dando una sonora carcajada…

– Es que, está soberbio, tío, dije yo…

… y ¿se deja hacer?

– ¡Bfffff!… ¿que si se deja hacer?. Ya te lo he dicho antes. Me da, que es un fiera ¡joder!

Oímos como la puerta del cuarto de baño se cerraba de golpe; y entramos en la habitación inmediatamente.

El chico estaba esperándonos, sentado en la cama…

– ¡Ya estoy!, dijo

– ¡No!, todavía no. Por lo menos, no lo suficiente, dijo David

Le desnudamos, totalmente, y le metimos en la ducha…

– No sé que tipo de prueba van a hacerte en trauma, pero me han dicho que te necesitan totalmente limpio.

– ¡OK!, dijo Tobias

Y se puso en nuestras manos…

– Lo que queráis, chicos. Estoy a vuestra disposición…

El cabrón, estaba empezando a empalmarse.

– Te gusta que te toquen ¡eh!, cabrón…

Y sonrió, mirándonos, como diciendo:

¡Venga troncos!, que esto no lo tenéis todos los días, ¡joder!

Y no se equivocaba, en absoluto.

¡Que rico esta el nene!… pero, ¡que rico!

David, ya había empezado a hacer sus cositas. Y le metía un par de dedos por el culo, para dilatarlo un poco; y así, poder introducirle el cabezal cilíndrico de la ducha, que acababa de cambiar.

Yo solo le miraba, para disfrutar de esa imagen. El chico me gustaba mogollón.

– ¡Tío!. ¿Te importa si te grabo con mi móvil?

– ¡Que va, tío!… ¡graba lo que quieras!.

¡Guau!… me puse como loco. ¡Que subidón!.

Mientras, David le lavaba el culo; con mucho esmero (todo hay que decirlo), y yo grababa un video con mi iPhone; que no quería que acabase nunca.

Me iba a explotar el rabo.

El cabrón de Tobías se movía maravillosamente; ofreciendo unas imágenes de su cuerpo, absolutamente rotundas.

Me tenía loco.

– ¿No quieres tocar?, me dijo, mirándome como si fuera una chocolatina.

– Ya voy. Le contesté, dejando mi móvil, convenientemente colocado; y sin cortar la grabación.

Me acerqué a él; y mientras David le enchufaba la manguera, es decir, le metía el cabezal de la ducha para que el agua entrara en su culo e inundara su intestino, dejándolo perfectamente limpio, y empecé a chuparle el rabo con muchas ganas.

El se abrió de piernas; ofreciéndomelo con descaro. Y mientras, David; viendo que el agua salía superlimpia, se amorró a su agujerito y empezó a darle lengua como si le fuera la vida en ello. Tobías, empezó a moverse muy excitado, y adoptó algunas posturas que facilitaron nuestra labor singularmente…

– ¡Bravo!, tiós… estoy en la gloria. ¡Seguid, así!…

Me puse de pié y le miré a los ojos.

– Te voy a comer, ¡cabrón!. ¡Me encantas!…

Empecé a pasearle la lengua por la cara…

… preciosa, por cierto; y a acariciar su cuerpo con mis manos.

Esa pelusilla estaba perfectamente colocada sobre su pecho, y proporcionaba una suavidad al tacto, que se asemejaba a la del visón.

– ¡Maravilloso!… ¡es, maravilloso!.

No cabía otro termino en mi cabeza.

Volví a cogerle el rabo con la mano; y cuando iba a empezar a meneársela, noté como ese liquido, viscoso y pegajoso, a la par que caliente, estaba empezando a cubrirme la palma de la mano.

– ¡Aahh!… ¡aahh!…

Tobías empezó a temblar; y David le abrazó, ayudándole a salir de la ducha.

– ¡Aahh!, que rico. Lo he pasado muy bien, muchachos, dijo…

– Nosotros también, dije; limpiándome la mano con una toalla, y cogiendo el móvil mientras miraba a David.

– ¡Si!… muy bien, dijo David.

Ahora, espera a que llegue Epi… ¿vale?

Tobias nos miró con gesto interrogante…

– El celador, dijo David…

… ¡tiene que llevarte a Traumatología!.

– ¡OK!

– ¿Nos vemos?, pregunté.

– ¡Claro!, ¡cuando queráis!, contestó Tobías.

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